29.4.09

¿y qué se hace con el css cuando un blogger muere?

Sabemos todos que vivimos una época histórica en la que aquellos a quienes tratas ya no son necesariamente aquellos a los que tienes cerca, aquellos a los que sigues y de los que sabes y conoces. Una época en la que (yo no, porque soy así de intelectual y no lo uso, pero) hay gente con la que el único contacto es la ventanita del msn, alguna noche de trabajo extra o de trasnoche a la deriva en la red. O las pavadas del feisbuc, o precisamente y en lo que a mí más me incumbe, las lecturas de los blogs. Y más de una vez yo he pensado ¿cómo sabremos entonces que alguien muere? ¿Cuál será la rutina para el trato de los muertos? ¿Cómo podremos saber si el silencio de ese inglés cachondo y amable que te critica las fotos es debido a otro nivel de estrés, a la distracción o en cambio a la muerte?

Todo eso ya lo tenía yo pensado de antes. Ayer leí en varios blogs que había muerto un tal Javier Ortiz, con más desinterés que pena porque, la verdad, el nombre no me sonaba de nada, hasta que hoy, leyendo la marabunta diaria de lecturas, me he encontrado con el nombre de un blog: El dedo en la llaga, que era el blog del difunto. Y resulta que sí lo conocía (a la manera distante y leída en la que en esta nueva época se puede conocer a alguien).

Así que resulta que el humilde “javier” con minúscula que firmaba esos posts era este tal Javier Ortiz. Y han subido el interés y la pena. Aunque han durado poco: resulta que Javier Ortiz era un tipo curtido en la necrológica, sección que, por ejemplo, inauguró en El Mundo, cuando trabajó allí. Y resulta que, y esto se sabía leyéndole, el tipo era un cachondo. Así que dejó escrita su propia necrológica, en un ejercicio no tanto de valentía como de sentido del humor, porque, según sus propias palabras, “no quisiera que el día en que me muera cualquier gacetillero inútil arruinara mi muerte con una necrológica burocrática y de circunstancias”.

Empieza así:

OBITUARIO

Javier Ortiz, columnista

Falleció ayer de parada cardio-respiratoria el escritor y periodista Javier Ortiz. Es algo que él mismo, autor de estas líneas, sabía muy bien que sucedería, y que por eso pudo pronosticar, porque no hay nada más inevitable que morir de parada cardio-respiratoria. Si sigues respirando y el corazón te late, no te dan por muerto.

Así que en ésas estamos (bueno, él ya no).

(…)

Y está, entero, en su blog.

Así que desde aquí mi pésame, mi último aplauso por esa genial despedida, y mi runrún interior, ¿y qué hago ahora en el Google Reader con su feeder? Borrarlo me resulta obsceno. Dejarlo me resulta absurdo. Así que apelando a que quien lo tiene apuntado es Google, que bastante cosa absurda soporta ya, lo dejaré, pese a lo absurdo, por si resulta que algún día, quién sabe, estamos todos equivocados y por una bobada así descubrimos que en el Más Allá hay wifi.

 

 

 

28.4.09

entusiasmo, entrega y dedicación

Ahora que el fútbol domina nuestras vidas (no todas, lo sé, pero sí bastantes) todas las conversaciones de la hora de la comida de la secta giran sobre la pelota y los veintidos tipos correteantes. Y hoy uno de los externos, un tipo encantador que se llama Paco, cuya mayor desgracia es tener un hijo del Valencia, nos ha contado que él tiene un amigo que, hace años, jugaba en el Móstoles, donde se distinguió por ser el jugador más violento de la liguilla en la que jugaba.

De hecho, por lo visto, al final de la temporada se entregaba una serie de trofeos para una serie de jugadores por diversos méritos, y a él le distinguiero año tras año por ser el jugador más tarjeteado de la liga.

En una entrega del premio el jugador subió al estrado, recogió el premio, y dirigiéndose al público lo agradeció con este discurso:

-Quiero expresar desde aquí mi orgullo y mi satisfacción por ser reconocido con este premio, a cuya obtención me he dedicado durante toda la temporada con entusiasmo, entrega y satisfacción. Y quisiera decir sólo una cosa más: de las treinta tarjetas que me han sacado, ninguna ha sido por protestar. ¡Gracias!

Protestar no protestó, ni insultó a árbitros, ni al margen de dar coces como una mula se portó mal, excepto una vez en la que por lo visto se acercó a un árbitro que les estaba pitando mal y le dijo "no te voy a llamar hijo de puta, pero te voy a soltar una hostia". Y le sacudió un guantazo y le castigaron, Paco no lo recuerda con exactitud, con veinte o treinta partidos.

27.4.09

revancha atlética

Dicen que yo soy muy perro con los demás acólitos de la secta. Por ejemplo el viernes cuando nos íbamos a casa coincidí con unos cuantos en los divertidos y laberínticos pasillos del Metro, y confundida de manera comprensible, porque cada día me voy por un sitio distinto, me preguntó.

–¿Y tú dónde vas?

A lo que yo con mi más simpática voz la respondí, claro:

–¿Y a ti qué te importa?

Y eso lo usa la gente para argumentar lo dicho, eso que dicen de que soy muy perro, cuando yo lo que fui es curioso y educado, absolviéndola de una pregunta cuya respuesta carecía de interés para interesarme por ella y por los orígenes de su curiosidad; soy un incomprendido. Pero en fin, hasta cierto punto y para quien se quede en el nivel superficial y piense, por ejemplo y también, que me regodeo en el sufrimiento de los compañeros del Atleti cuando días como el viernes vienen de que equipillos como el Racing de Santander les den una soberana tunda, cuando yo lo que hago, sabiendo que a los atléticos lo que les gusta es el masoquismo, es maximizar su placer con el escarnio de mi esforzada y benevolente mofa. Porque a mí el Atleti me cae simpático, y si me alegro cuando pierde es sólo porque así podré restregárselo a mis compañeros por la cara, y hacerles así sufrir, es decir, realizarse futbolísticamente.

En cualquier caso me redime siempre una compañera del otro ala, que cada vez que viene me saluda plantándome un bofetón, pillándome desprevenido y de espaldas, en pleno carrillo derecho.

Acaba de hacerlo y de irse riéndose. Yo ya la he advertido: a la próxima, la devuelvo el buenos días con una coz en la espinilla. Ella se ha reído más, y se ha ido. Y si eso no es mobbing, ¿qué es?

(Ahora que lo pienso, es del Atleti, ¿habrá correlación entre su circunstancia y sus actos?)

23.4.09

crisis psicótica

Hoy me he puesto a pensar que tengo tanto sueño por culpa del curso, que tengo el curso por culpa del sumo sacerdote al mando de mi sección de la secta, que tengo al sumo sacerdote este por culpa de mi trabajo aquí, y que esta secta existe porque tiene feligreses y, en mitad de uno de mis dos bostezos diarios (y dos sólo dos porque cada uno dura unas ocho horas, que el otro día me confundieron con una boca de metro la ídem) he decidido que tenía que hacer algo si quiero tener tiempo para fruslerías como dormir, tener una vida y esas cosillas.

Así que me he levantado de la silla que ocupaba, he ido hasta la máquina del café, he cogido una cucharita (y de las de plástico, eh, de las de plástico, que le da más mérito a lo que sigue) y, enarbolándola, he cargado contra la gente que, mirándome extrañada, había a mi alrededor, y les he ido degollando uno por uno.

Después he ido al baño, me he quitado como he podido los salpicones de sangre ajena, y he bajado a la calle a tomar el aire. Cuando he vuelto a subir, en mi oficina estaba todo el mundo tan pancho. Y yo he decidido que tengo que dejar de mirar en qué piso estoy en el ascensor a través del espejo, porque por lo visto he confundido la planta 5 con la 2.

Pero bueno, al menos me he desahogado, y a fin de cuentas de curso infernal me quedan dos días, éste que nos ocupa y el lunes. Y luego a salir a la calle, a ver si sigue siendo primavera, o ya es verano, o qué.

Luego me he acordado de un amigo al que hace siglos que no veo, pero muy de pasada: en vez de dedicarse a pensar en él o a intentar recordar cuánto hace que nos perdimos la pista o a decidir llamarle y preguntarle cómo le va, mi mente ha ido derecha a una interesante reflexión (interesante por lo que pueda tener que yo me dedique a pensar esto, y no algo de lo anterior): ¿cómo diablos pudo llamar “Sultán” a su perro? ¿En qué coño estaba pensando cuando le puso ese nombre?

22.4.09

diálogos en la secta

–Me siento de maravilla: ayer, en el curso infernal que tengo hasta las 9 y media, aprendimos a hacer cookies.

–¿Y?

–Pues que me siento como Neo, el de Matrix. “Ahora… quiero aprender kung-fu”, zzzip, plof, “¡ala, ya sé kung fu!”

–Solo que con cookies.

–Con cookies, claro.

–Hombre, no es lo mismo.

–No, pero mola.

–Tío, no sé, yo no le veo la risa.

–Sí hombre. Ahora puedo cambiar la web de la empresa para que cuando alguien entre su navegador le guarde un archivito de texto donde ponga “tonto el que lo lea”.

–…

–…

–Creo que deberíamos volver a hablar de pornografía, como antes.

–La pornografía ya no es lo que era. ¿Has leído esta mañana en el periódico lo de que a la cantante esa horrenda inglesa, irlandesa o lo que fuera, le ofrecen un millón de dólares por participar en una peli porno?

–Sí, lo he leído.

–Sí, qué horror.

–Definitivamente.

–A la mierda el sueño adolescente de ser actor porno.

–¿Ves?, las cookies jamás me harán eso.

–Las cookies son una mierda.

–Las mías, no. Las mías van a ser la leche, ya verás.

–Pues nada, ya las leeré.

–¿Las leerás?, ji ji.

–¿Por?

–¡Porque pondrá “tonto el que lo lea”!, ja ja, ¡tonto!

–Eres idiota.

–Y tú tonto, que te vas a leer mis cookies.

¡a la rica foto, oiga!

Decía David Bowman "Dios mío, está lleno de estrellas". Aquello sí. Esto está lleno de pixeles. Y de escenas encerradas en escenas encerradas en escenas. Pasando del zoom al 100% al zoom al 23% con el que terminan en el fotoblog (y menos aquí, donde la imagen termina al 15%, que el envase es más estrecho), se van perdiendo, unas dentro de otras, estas escenas:






Y algo había que hacer, ¿para qué quiero yo el 77% de la resolución que no se usa?

Así que me apuntado a un sitio que te mete dos links debajo de las fotos del fotoblog, y cuando le das te da a elegir tamaño, te dan un precio que, básicamente, depende del coste de la impresión (mas la comisión del beneficio del sitio y del pago con tarjeta, mas la mía, más humilde que la del banco), y te la mandan a casa.

Está ahí por si alguien se vuelve loco y se decide a comprar una foto, por si, yo qué sé, tiene una grieta horrorosa en la pared y no sabe con qué taparla, o necesita algo con lo que forrar por dentro una papelera. Ahí queda la opción. Yo creo que no sale demasiado caro (en serio, tienes que ver lo que te soplan por imprimir la foto a 75 x 115 cm, el tamaño más basto que tienen). Y las cinco primeras personas que quieran comprar una y escriban "4A047A" donde les pregunten si tienen un cupón de descuento, se ahorran un 20% del precio.

Ahí queda. Qué vanidosísimo y qué bobo me siento ahora mismo, cagüenlaleche.

21.4.09

dudas teológicas

Hace tiempo que no escribo porque pierdo todas mis horas sumergido en un lodazal teológico.

Ya, ya sé que soy ateo. Pero tampoco creo que el Señor de los Anillos sea un tratado histórico-antropológico y nadie me dice nada cuando me pongo a filosofar sobre los motivos del pobre Boromir en su último, aciago y heróico día. Bueno, sí, me llaman friqui, claro, pero nadie me desautoriza por no creerlo cierto. Las cosas, ciertas o no, deben tener una cierta coherencia, y en eso pensaba yo.

Mi dilema es este: se supone que, según lo que piensan los católicos, existe un Dios, que creo el mundo y que es bueno y patatín patatán. Se supone que Dios creó el cielo y el infierno para, cuando palmemos, archivarnos por toda la eternidad entre nubecitas o ollas de azufre en función de lo bien o mal que, según sus reglas, nos hemos portado. Y como se supone que dios es omnipotente y omnisciente y la cosa no tendría ninguna gracia ni mérito si ejerciese todo el rato ambos superpoderes, dotó al hombre (y a la mujer) de libre albedrío para que pudiesen hacer cosas como escuchar a Satanás, comer manzanas y demás, o dicho en general, para que fuese el ser humano el que pudiese elegir entre la virtud y el pecado, y ganarse así el cielo o el infierno.

Esto, tras dos milenios de pulido y uso (y de críticas y depuraciones, supongo), debería estar bastante claro y es un esquema consecuente: está Dios esperando con la libretita, y estamos nosotros, libres, haciendo cosas. Cuando son buenas, Dios nos pone un positivo. Cuando son malas, un negativo. Cuando llega el juicio final, se suman, se comparan y p’arriba o p’abajo por los siglos de los siglos.

Y de pronto estamos aquí, en el siglo XXI, donde la Iglesia, la supuesta troupe de hooligans de Dios, se empeña en decirle a todo el mundo qué tiene que hacer. Y digo yo, ¿dónde queda entonces el libre albedrío, y el respeto al plan que, se supone se ha comprendido durante dos mil años, tiene Dios? ¿Dónde está el mérito de no cometer crímenes abyectos y vivir en pureza y virtud y demás zarandajas por convencimiento propio y por propia bondad, cuando tampoco se deja que quienes somos infieles y blasfemos pequemos, al convertir en ilegal el pecado?

Se podría decir, claro, que una cosa es ser bueno porque se es puro y virtuoso y otra porque no le quede a uno otro remedio, y que mil veces será mejor la señora del Opus que opina que las niñas violadas de 15 años tienen que joderse y parir y echar su vida por el retrete que la niña que, si consiguen lo que pretenden, se joderá de por vida simplemente por no cometer un delito. Pero como a eso se podría contestar que en cualquier caso siempre se puede pensar que quien cree en todo este circo sabe que los buenos irán al cielo y los malos al infierno, el condicionamiento de portarse bien en aras de un premio y huyendo de un castigo es en su caso todavía más flagrante. Así que se podría, también, no decir nada, y ceder aquí y seguir por donde iba.

Yo creo que si alguien cree en los dogmas de la Iglesia, en esas cosas que predican y que en teoría al menos uno puede esperar que asuman como ciertas, entonces la Iglesia debería ser una defensa a ultranza de la libertad individual. Porque si fue Dios quien nos dio la capacidad de elegir entre el bien y el mal, no sé yo qué pinta el funcionariado rancio de la institución en cuestión escamoteándola y jodiéndole al Amo el invento por el que se determina quién aprueba y quien suspende, al final. Y yo creo que todos esos señores que salen vestidos con mantos, caperuzones y gordísimos anillos realmente no creen en la mitad de lo que dicen, atraídos más por el poder de decirle a la gente qué debe y qué no debe hacer (y a la mierda su libertad en aras de la propia gloria del que manda) que por las ideas que se desprenden de cualquier análisis un poco serio de sus propias creencias. Y creo también que de todo esto se desprende que nadie en las altas instancias de la Iglesia cree en ese Dios en cuyo nombre amenazan, gritan, se manifiestan, hacen presión y manipulan.

Y terminando mi ejercicio, si su actitud es lastimera e insultante tanto desde fuera de sus creencias, que es mi posición habitual, como desde dentro de ellas en este gedankenexperiment, ¿por qué nadie, sea católico o no, va a preocuparse en lo más mínimo por aquello que les de por gritar?

17.4.09

balance de blancos, digo de boda

Que se me va el agua al pato y el monte a la cabra.

¿La boda? Pues bien, gracias. Muy bien, muy emotiva. La lagrimita asomando.

Ah, que no preguntas por eso, sino por las fotos. Pues ya veremos cómo quedan cuando las vea en grande y cuando las pueda procesar y tal. Fue divertido y, quitando esas 20 o 30 fotos que le eché a la Muchacha en automático del tirón durante la cena, creo que en total disparé unas 400 veces.

Aunque fui borrando, claro. Entre otras cosas porque en RAW sólo me caben unas 300 fotos en la cámara, y tiene como 40 todavía disponibles, para hacer.

En fin, mi agradecimiento a la persona que, una vez rociados la hasta entonces feliz pareja con bolsas de arroz (a veces así, tirándoles a la cabeza la bolsa de arroz entera, para que duela), decidió lanzar una segunda andanada. Así pude sacar esas fotos sin zoom, primero, y con zoom, luego. Se ven los granitos de arroz rebotándole en el cráneo al novio, y todo.

Lo peor fue que no contentos con tenerme ahí esclavo de sus caprichos (¡ahora una foto con los suegros! ¡Ahora otra con la tía! ¡Ahora otra con ese par de italianos borrachos que pasan por aquí!, ¡vamos a esperar a que se vaya el sol para hacer las fotos, para que te jodas y ponértelo difícil!, etcétera), me endosaron el discurso de la boda.

¿Quién, yo?, me defendí, oigan, que a mí me han invitado para que haga fotos, que hable otro. Yo si eso le saco una foto.

Pero el padre de ella tenía un cuchillo en la mano, claro.

Así que yo les remití al blog, es decir aquí, y les dije “oigan, ya he dicho todo lo que tenía que decir, vayan a ylacamasinhacer.blogspot.com y listos”, y como, claro, no me hicieron ni caso y el padre de ella no dejaba de sugerir mutilaciones mediante gestos del cuchillo, pues les conté más o menos lo que ya había contado aquí ayer, abreviándolo un poco más, todavía.

Y tiene mérito que haya contado la misma historia dos veces el mismo día, la segunda vez con bastante vino y cerveza en el buche, sin mencionar ni una sola vez los episodios de sexo y drogas, que son los más divertidos, claro, je je, ah, cómo me acuerdo de aquello, ji ji, en fin.

(Todo esto es broma, claro, señoras suegras, si me leen. Es por crear expectación entre el público).

En fin. El balance de blancos, digo de bodas, qué manía, queda como sigue:

A lo largo de mi vida adulta he ido a la descomunal cantidad de dos bodas.

De ellas, he actuado de fotógrafo en el 50% de ellas, y he dado un discurso en el 100% de ellas.

Y me queda este año otra en agosto para subir el primer porcentaje y bajar el segundo. Que ya parece que se me nota demasiado el afán de protagonismo, leñe.

16.4.09

quien la hace la paga

Esta es una historia con moraleja que habla de dos amigos míos con los que yo me porté muy mal, riéndome mucho de ellos en sendos momentos muy tensos de sus vidas.

Se conocieron hace ya una cantidad de años incómoda de contar. Ambos tenían gustos comunes y amigos comunes en la distancia, así que entre hobbies y frikadas, coincidieron aquí y allá, establecieron ese contacto tan nuestro y tan contemporáneo que sólo puede dar internet.

Y hablaron, y se caían bien.

Y como los hobbies y las frikadas requieren una constancia que sus practicantes suelen darles con gusto, siguieron coincidiendo.

Ella vivía aquí, en Madrid. Él, a tomar por el culo, en la costa.

Una vez fuimos a despedirlo a la estación de autobuses ella y yo, después de un fin de semana de mucho golferío y mucho cachondeo.

Ella puso cara de pena, suspiró, y me confesó que creía que aquel chaval le hacía tilín.

Yo primero parpadee muchas veces con cara de sorpresa y luego, ya no lo recuerdo, supongo que me echaría a reír. Lo que sí que recuerdo fue que le dije que era “normal, está loco, como tú”.

Y ella volvió a suspirar, y la distancia a imponer su imperio de kilómetros. Ni se sabía cuánto tiempo quedaría hasta la siguiente vez que se vieron.

Fue para una feria de informática, y no estuvieron solos. Otros amigos comunes aparecieron por allí, uno incluso empeñado siempre entre estar entre ella y él, para sucesiva irritación de ella, sí, pero también, me contó luego ella sorprendida, de él.

Uy uy uy, dije yo. Qué va, dijo ella.

Y pasó algo más de tiempo. Que si chats, que si internet, que si el IRC, que por entonces usábamos y que era estupendo, porque te dejaba patear gente y bajar discos a espuertas incluso cuando nadie tenía routers ni ADSLs y todas las conexiones las tramitaba un señor de Cuenca que operaba un aparatito de Morse.

Y llegó un puente, y como siempre que había varios días la gente empezó a plantearse opciones sobre actividades conjuntas, que si por qué no venís todos aquí, que si por qué no vamos todos allá. Y como pasa tantas veces yo me fui a mi pueblo, cada cual se fue a su aire, y por alguna cuestión de invitaciones vagas y acuerdos precipitados resultó que el plan conjunto disgregado había terminado con que ella se iba a pasar unos días a la casa de él.

En aquellos días ella me hizo confidente de sus miedos, que si ni de coña, que tú verás, que yo sí pero él, cómo vamos a pensar qué. Y uno es, ante todo, escéptico, así que yo ahí no me reía de nadie, que conste: todavía no. Todavía era bueno.

Pero de pronto un día, hablando con él, no se le ocurrió otra cosa que decirme que estaba un tanto acojonado porque venía ella, y en fin, que la verdad es que le gustaba bastante, y temía no gustarle a ella, y qué lío, y buf, y claro, terminó preguntándome que de qué coño me reía yo.

Ahí ya sí, evidentemente, me resultó imposible contener la risa cada vez que uno de los dos me hacía partícipe de sus temores y me exponía las taras de sus (tan mal medidas a la baja) autoestimas. Y me dediqué a hacer comentarios de lo más malignísimos y, creo recordar, la acompañé a ella, hecha un flan, a la estación, y luego me fui a mi pueblo.

Esa tarde me llamaron por teléfono, y por turnos, me dijeron que soy un hijo de puta.

Y esta tarde se me casan, y yo me siento más orgulloso que sus padres.

 

(La moraleja es que el castigo por mi malignidad es utilizarme de fotógrafo, en fin, los pobres)

11.4.09

forajidos de leyenda

Me despierta Emilio, el hermano de Juanito, a las doce de la mañana. ¿Ya habéis vuelto?, le pregunto, y me responde que sí, que están en el aeropuerto de vuelta del viajecillo que se han marcado por Nueva York y México y no sé cuántos sitios más que nunca he intentado recordar, para no morirme de envidia. ¿Y qué tal?, le pregunto de nuevo, y me responde que bueno, bien, excepto en los aeropuertos. Pregunto de nuevo, claro, y me dice que como Juanito tiene un apellido bastante común y un nombre muy popular resulta que por lo visto hay una cantidad considerable de narcotraficantes, terroristas, delincuentes y sicarios llamados exactamente como él, así que cada abordaje a un avión significaba policías inmensos por todas partes, gente mirándole con lupa el pasaporte, y detalles por el estilo.

Caramba, pienso, y recuerdo que son las doce, que yo intento dormir mi clásica resaca de los viernes santos y le digo que ya me contarán, que si no le importa debería dormir al menos un par de horas más. Me dice que de acuerdo, cuelga, y yo me veo intentando dormir sin éxito, incapaz de apartar de mi cabeza las imágenes de mis amigos, forajidos de leyenda, delante de policías inmensos que se enfundan guantes de latex que dicen "now please sir, turn around, put your pants down and open your legs".

Después me he despertado, he comido, me he cortado el pelo y me he enterado de que también se ha muerto Corín Tellado, que por lo visto tenía más de 4000 libros publicados. Haciendo divisiones de libros entre años he vuelto a Madrid, desde donde ahora escribo, mientras la Muchacha me obliga a escuchar canciones de Mari Trini, otra difunta, y aún así yo escribo sin que tanta muerte y tanta necrológica reciente me deprima ni me haga pensar en correlaciones entre defunciones célebres e ingesta de torrijas.



(Dice la Muchacha, para quien le de al play de eso -cosa que yo, desde luego, no recomiendo-: "por favor, tengan paciencia hasta el estribillo, en el que deben levantarse de donde estén, levantar los brazos al cielo y clamar POOOR... QUEEE... A MIIIiIIí")

8.4.09

hace 15'0082198082 años

Hace esos años, decía, que Kurt Cobain se pegó un tiro.

Lo leo en el blog de Guille, que dio la noticia en hora, cuando tocaba, hace tres días, y lo hacía diciendo que todo el mundo estaría hablando de ello. Y como yo no lo estaba pero me gusta darle la razón, más vale tarde que nunca.

Así que nada, a hablar de Kurt Cobain. Pero no pasa nada, me lo ventilo en un plis plas:

Yo creo que a Kurt Cobain, como a tantos y tantos músicos, hay que agradecerle que dejase de hacer música en cierto momento, no fuese a pasarle como a tantos músicos más que son más que los tantos y tantos que decía antes, y estuviese ahora dando pena sobre los escenarios, o haciendo vomitar de herejía y asco a sus fieles de antaño. Lo digo pensando en bastantes grupos, pero sobre todo, por tocarle los cojonzuelos a Xavie, lo diré por Metallica, que estoy convencido de que mataría de asco a Cliff Burton si este resucitase y pudiese escuchar lo que han perpetrado desde el 92. A no ser que pudiese, el señor Burton, digo, escuchar, qué sé yo, a Gojira o a Nevermore o a Mastodon o a Burst o a unos cuantos más. Entonces quizá se pusiese científico y enunciase la Ley de Conservación del Talento: que éste no se aparece ni se pudre, sólo se muda de barrio.

En fin, que estuvo bien que dejase de hacer música en sus tiempos, aunque fuese tan cafre con las formas. No es eso, hombre. Tampoco nadie pensó en pasar a cuchillo a Ronaldinho cuando dejó de ser Ronadinho para ser lo que sea que fuese luego. Se podría haber mudado a Canadá a pescar truchas y tener peripecias con osos  y guardias montados (a caballo, supongo), por ejemplo.

En cualquier caso, y considerando ya su trágico final, hay que agradecerle al señor Cobain haber sido el pater intelectualis, digamos, suponiendo que eso tenga sentido (que di latín hace dos millones de años, y sólo recuerdo decir television (corrector ortográfico estúpido, ¡va sin tilde porque es latín!) y aquello de habeo vacam lactosam, non est cualiscumque vacam, o algo así, y que las clases nos la daba mi profesora preferida del instituto, que ya me hacía sospechar esto que luego ha confirmado la Muchacha sobradamente de que a mí eso del pelo rubio me parece cosa magnífica)… ya me he enrollado con el paréntesis y me he perdido, otra vez, hay que ver. A lo que iba: que hay que agradecerle a Kurco la paternidad intelectual de Caraculo, aquel personaje tan, ejem, enternecedor de Predicador.

En otro orden de cosas, me he apuntado a un concurso de fotos. Se puede votar la foto favorita, aunque, sospecho y espero, eso importa un pimiento, porque hay jurado y digo yo que algo harán que no sea contar los 30 votos de colegas que le han dado a las 3 fotos lamentables de cierto tipo (otro tipo que no soy yo, quiero decir. David todavía no habla mucho de sí mismo en tercera persona. Queda tanto por aprender de los futbolistas…). Pero como me da vergüenza y además esto ya sólo lo lees tú y tres personas más, no pongo el link, que queda elegante, desinteresado y tal. Así cuando no gane ni poner una foto en una exposición podré hacerme el digno y decir “ya ves lo que me importaba, ni mencioné aquello en el blog”.

Y en otro orden de cosas diferente, hoy he dedicado el día, entre otras cosas, a estimar correctamente que en Central Park hay unas 10.000 ardillas en un test que dice que estimo bien la mitad de las veces, y a redactar, mentalmente, una página que pienso colgar de mi hogarcito en internet, que se llamará “respuesta”, a la que remitiré, desde el momento en el que la plasme en pixels y bits, a todos aquellos comerciales de compañías telefónicas y de internet (o de ambas cosas) que me llamen para darme la lata con sus tarifas, sus ofertas y la idiotez intrínseca mía en mi empeño por seguir despilfarrando dinero con otra compañía que, por lo general, no suele ser la misma en nombre de la que llaman excepto en alguna que otra divertida ocasión.

Y a ello vuelvo mientras hago acopio de ánimo para ver esta noche al Barça con una horda bárbara genuina, que evidentemente irá con el Bayern, y de hambre para acometer, mañana, la comida familiar.

Ni idea de cuándo volveré, pero hasta entonces, a pasarlo bien, y a arrearse poco con cilicios y demás masoquismos.

6.4.09

episodio con un cura goloso

Estábamos en la sobremesa del banquete de alguna clase de fiesta cuya razón no terminé de tener clara, pero a quién le importaba: habíamos comido estupendamente, y llegaban los postres y quedaba ese resquicio del estómago en el que para que la felicidad sea plena uno puede embutir una última golosina. Y llegó una bandeja de pastelillos a nuestra mesa, en la que estábamos unos ocho comensales. Presidía la misma, vete a saber por qué, un cura, que al ver el plato de los pastelillos, en el que venían 10 o así, empezó a arramblar con los de chocolate, que eran como cuatro. Así que mientras masticaba uno iba capturando los demás y colocándoselos a su exclusivo alcance. Y mientras, se justificaba:

–¿No os importa, verdad? Es que me gusta el chocolate.

A mí también. Así que abría la boca y le dije.

–Yo no ando muy puesto en el tema, pero ¿la gula y la codicia no eran pecados capitales, o algo así?

Y el cura detuvo su rotundo masticar para mirarme con odio.

 

Me desperté sonriendo, impaciente por contarle el sueño a la Muchacha. Luego se me olvidó, pero al fin me acordé. Aunque por la noche se lo volví a contar. Estábamos haciendo torrijas y ella se detuvo a medio embadurnar una de huevo y me miró crítica, intentando detectar en mi rostro la causa de mi segundo pase de anécdota onírica.

–No, bueno, no pasa nada, mujer. Es para que mañana, cuando lo cuente en el blog, pueda decir que te conté mi sueño mientras hacíamos torrijas, y ya de paso cuento lo de las torrijas.

Me dijo que estaba siendo secuestrado por la narrativa, y nos salieron unas torrijas estupendas.

4.4.09

cuál es la canción ideal para una fiesta bávara?

Obviamente, esta:



Ba, ba, ba, ba bavara.

En realidad la fiesta no es bávara, sino alemana, en general. Aunque la Muchacha y yo vamos a ir disfrazados de tiroleses (impropios, pues el Tirol, aclara la Muchacha a mis espaldas, didáctica y rigurosa, es austriaco). Pero a mí me ha dado con Baviera y me pienso pasar la noche diciendo cosas como "qué bavaridad" o "¡vámonos a un bavabar!".

3.4.09

el best-seller en cuestión

Se pone uno tolerante y contemporizador, se dice que todo son sus prejuicios de intelectualoide de pacotilla, las alergias clásicas que puede pillar todo aquel que se sumerge en algún submundo literario, asume que el gusto de la masa no tiene por qué seguir la analogía de las moscas y la boñiga, y pasa lo que pasa: choque frontal con la realidad. Por ir de guay por la vida.

Al fin caí, y me he comenzado a leer el best-seller en cuestión. Llevo 27 páginas (de 415; tan sólo un 6,5%), y ya me he encontrado con una aclaración absolutamente inoportuna que, en mitad de un diálogo extremandamente tenso entre hermanas, se detiene a informarnos de que la protagonista tiene el pelo rizado (y yo pensando ¿y a qué viene esto ahora? y ¿será luego sustancial para la trama? y ¿qué le costaba a la señora Läckberg dejar que cada cual le imagine a la protagonista el pelo que le de la gana?) (*). Eso me hizo poner cara de dolor, porque yo soy así de intransigente y de talibán. Lo sé, lo reconozco y lo acepto. Lo que ya me escama más es que haya una muerta suicida (a quien, se dice, alguien ha cerrado los ojos, aunque por lo visto a nadie le extraña y nadie se pregunta todavía quién narices lo haría. Debe ser que los suecos no ven thrillers) a quien la protagonista, en la página 14, conocía desde hace más de 25 años y en la 22 desde casi 25. El tiempo en Suecia, que debe ser confuso. En la página 25 me la he encontrado sentándose enfrente de un sofá que hay frente a otro sofá (no me voy a quejar por la proliferación de sofás, aunque en el libro los hay por todas partes) que, según acaba de contarnos, no da a un sofá, sino a un ventanal panorámico. Una página antes, en la 24, la protagonista, una mujer delicada que se presenta en casa de los padres de la muerta, se entiende que para dar el pésame, casi diciendo “¡hola, yo soy quien se encontró a vuestra hija muerta, qué cosa!, ¿eh?”, decide dejar a medias una frase en la que la escritora ya ha puesto sujeto, verbo, predicado, complemento directo, adverbios y hasta una subordinada. La remata con unos puntos suspensivos, pero decir que deja la frase a medias, lo cierto es que va bien completita.

Le contaba anoche todo esto a la Muchacha mientras nos dábamos el sádico placer de esperar unos minutos antes de ver Lost (donde sí, da gusto ser espectador; donde los guionistas se ríen de uno agitándole trapos encima de los ojos, y uno se ilusiona pensando “¡sé qué va a pasar!” o “¿pero esto tiene sentido?” y luego es toreado cuando aquello no pasa o los personajes discuten si todo eso tiene sentido, la forma de los guionistas de decir “sabemos que estás pensando esto, y es precisamente lo que queremos, y encima nos vamos a tomar la libertad de cachondearnos de tus dudas, ji”). Ella me miró y me dijo:

–¿Has llegado ya al momento Bridget Jones?

–¿Eh? –dije yo.

–Eso es que no –dijo ella. Y riéndose, añadió–. Pues si ya vas así, cuando llegues al momento Bridget Jones de ahí no pasas.

Así que, con un cuelgue que podríamos denominar como “del mismo que tengo con Águila Roja” (**), ahora leo con ansia, anotando con alegría las absurdeces y los contrasentidos, muerto de ganas por llegar al Momento Bridget Jones, donde ya tengo el perdón de la Muchacha por si me da por mandar el libro a la mierda, pero a partir del que, sospecho, ya no podré dejar de leer, preguntándome cuál será la siguiente tropelía de la escritora.

Y lo peor es que creo, sospecho e intuyo que todo esto la Muchacha, cual guionista de Lost, lo sabe, lo tiene planeado y lo ejecuta como quien agita delante de mis ojos un trapito colorado.

 

 

(*) Nota mental: hablar otro día sobre lo que uno puede deducir de las bondades de la literatura por pavadas como esa. Que igual por cosas así vale la pena leerse cosas como esta.

(**) Nota mental: hablar otro día de esa serie, que a base de acumular despropósitos no tiene desperdicio.

2.4.09

la bestia interior

Uno no puede negar su bestia interior, ni reconducirla. Puede fingir, puede disimular, puede taparse los oídos y gritar LALALA mientras ese bichejo infecto que llevamos dentro murmura sus consignas y sus deseos, su voz rebotando por los recovecos del subconsciente.

Aún así, podemos intentar ser mejores. Tener la esperanza de que nuestros comportamientos aberrantes sean cosa de costumbre y no de naturaleza esencial, y encomendarnos a la suerte rezándole a los dioses en los que creamos (oh, Monstruo de Espagueti Volador, ayúdame a ser mejor).

Pero cuando eso falla sólo queda resignarse y aceptar que uno es lo que es. Yo soy lo que soy. Yo soy así.

Hoy estábamos comiendo tan felices los sectarios, descojonándonos por la expulsión a posteriori de Hamilton del Gran Premio de Australia, comentando el partido de la selección de ayer (los que pudieron verlo, en fin). Y luego ya la conversación ha caído en los terrenos de lo aleatorio y lo casual, como pasa siempre.

Y se hablaba de vacaciones. ¿Te vas en semana santa?... bla bla bla… Pues yo una vez… bli bli bli… Pero como son tan pocos días y me voy lejos… blo blo blo… Hasta que un compañero dice:

–Yo antes, cuando mi hijo era pequeño, aprovechaba para irme de noche. Así se dormía, se le hacía el camino más corto y no daba la lata.

–Buf –bufa Que No–. Los viajes en coche… nosotros un año nos fuimos a Suiza.

–¿Y dónde hacíais noche, por el camino?

Que No le mira, sonriendo, recordando viejas torturas, y explica:

–Que va. En la carretera.

–De Cormac McCarthy –he dicho entonces yo, justo antes de taparme la boca, sentir el terror brotándome por dentro y escuchar, muy dentro y tan cerca, la risa maligna de mis demonios interiores.

La Bestia no se ha ido. Tan sólo, por lo visto, esperaba otro escritor.

 

 

(La culpa, por echársela a alguien y no tener que comérmela yo con patatas, de Guille, por hablar de él y despertarme al Bicho)

1.4.09

intoxicación de cloro

A veces se nos olvida que trabajamos en una secta satánica, y lo que ello implica. Por ejemplo, que hacer el mal está bien. Pero claro, cuando lo hace la dirección de la secta tiene que tener cuidado, porque tampoco es cosa de que por hacer el mal se vayan a ganar una denuncia sindical o algo así. Yo creo que es por esta razón, y no otra, por la que no nos fustigan, ni nos queman con los hierros al rojo que tenemos puestos en las piras y las chimeneas. Que quizá a veces nos lo merezcamos, como cuando hace un rato nos hemos puesto a ver trozos de películas de kung-fu, Que Sí y yo.

Así que ayer alguien se puso a pensar cómo hacer el mal y se le ocurrió una idea estupendamente maquiavélica y maquiavélicamente estupenda: llegó la más suma (por ejemplo, de edades) de las sacerdotisas por la mañana y nos dijo:

–Salve a la Bestia, Devoradora de Mundos.

–Salve a la Bestia, Devoradora de Mundos –respondimos, educadamente–. ¿Qué tal todo?

–Bien, bien –sonrió–. Venía a avisaros que no bebáis agua del grifo, que tienen que mirar no sé qué los de mantenimiento y nos han dicho que van a poner agua con muchísimo cloro.

Así que nos abstuvimos de beber agua del grifo, como antimetrías de Adán y Eva en el Paraíso, a dieta sin manzanas, durante un cerro de horas.

Y la sed apretaba, y encima ayer a mí me hicieron trabajar de lo lindo (no pasa mucho pero a veces pasa), porque estuvo a punto de desencadenarse un pequeño apocalipsis que al fin logré evitar, porque aquí se trabaja por el Gran Apocalipsis, no por los pequeños.

Total, que a media tarde estaba trabajando junto a un corro de sectarias, y una anunció que se moría de sed.

–Ah, pues ves al baño, ya se puede beber –le dijo una compañera–. Hemos estado bebiendo nosotras desde hace un par de horas y el agua no sabe rara ni nada.

–Ah, pues voy –dijo la sedienta, y yo, sin recordar a tiempo la comparación bíblica y el papel de la mujer en ella, también fue. Pero claro, la sectaria se fue a su baño, adornado con el grabado de una damisela esquemática en la puerta, y yo al otro, marcado por un icónico varón, y allí abrí el grifo, bebí, me sequé las barbas y salí, notando un saborcillo raro en la boca. Y al fin al rato pensé que una cosa era el grifo de un lavabo y otra el de otro, que si habían bebido varias mujeres de aquel grifo el agua ya habría corrido bastante, y que seguramente la primera en beber tuvo la prudencia de dejar correr un rato el agua, por si las moscas.

Ni que decir tiene que yo no había tomado ninguna precaución, así que conseguí una ligera intoxicación por cloro.

El cloro es un elemento algo siniestro con el que intoxicarse, por cómo se combina. Si uno se somete a una nube del gas de cloro las pasa putas, porque el cloro, al contacto con las zonas húmedas, forma ácido clorhídrico, que es altamente corrosivo, y más le vale salir pitando hacia el hospital más cercano, porque las zonas húmedas son cosas como los ojos, las mucosas y demás, que por lo general no conviene abrasar con ácido. Cuando el cloro se bebe, recorre lugares de por sí húmedos, como la boca, el esófago y el estómago, lo que podría resultar preocupante, si no fuese porque para empezar el cloro que se bebe mezclado con agua va bastante diluido, y no deja de ser como cuando uno va a la piscina y le hacen una aguadilla particularmente eficaz, y por otra, en fin, el estómago y en cierta proporción la saliva ya tienen ácido clorhídrico, porque el cuerpo lo segrega para digerir los alimentos.

Así que me despreocupé y pasé la tarde con mi pequeña intoxicación de cloro, que en rigor no fue sino un arrebato de acidez estomacal. Eso sí, me pasé la tarde soltando pequeñas cantidades de gases, garganta arriba, y pensando que algo de eso, algún atomillo, sería de cloro, lo que me convertía en un envenenador a nivel diferencial. Con muchos como yo, causábamos el caos. Y sintiéndome útil para Satán, aunque fuese muy poquito, me fui contento a casa pensando que ayer, definitivamente, me gané el sueldo.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.