Hace tiempo que no escribo porque pierdo todas mis horas sumergido en un lodazal teológico.
Ya, ya sé que soy ateo. Pero tampoco creo que el Señor de los Anillos sea un tratado histórico-antropológico y nadie me dice nada cuando me pongo a filosofar sobre los motivos del pobre Boromir en su último, aciago y heróico día. Bueno, sí, me llaman friqui, claro, pero nadie me desautoriza por no creerlo cierto. Las cosas, ciertas o no, deben tener una cierta coherencia, y en eso pensaba yo.
Mi dilema es este: se supone que, según lo que piensan los católicos, existe un Dios, que creo el mundo y que es bueno y patatín patatán. Se supone que Dios creó el cielo y el infierno para, cuando palmemos, archivarnos por toda la eternidad entre nubecitas o ollas de azufre en función de lo bien o mal que, según sus reglas, nos hemos portado. Y como se supone que dios es omnipotente y omnisciente y la cosa no tendría ninguna gracia ni mérito si ejerciese todo el rato ambos superpoderes, dotó al hombre (y a la mujer) de libre albedrío para que pudiesen hacer cosas como escuchar a Satanás, comer manzanas y demás, o dicho en general, para que fuese el ser humano el que pudiese elegir entre la virtud y el pecado, y ganarse así el cielo o el infierno.
Esto, tras dos milenios de pulido y uso (y de críticas y depuraciones, supongo), debería estar bastante claro y es un esquema consecuente: está Dios esperando con la libretita, y estamos nosotros, libres, haciendo cosas. Cuando son buenas, Dios nos pone un positivo. Cuando son malas, un negativo. Cuando llega el juicio final, se suman, se comparan y p’arriba o p’abajo por los siglos de los siglos.
Y de pronto estamos aquí, en el siglo XXI, donde la Iglesia, la supuesta troupe de hooligans de Dios, se empeña en decirle a todo el mundo qué tiene que hacer. Y digo yo, ¿dónde queda entonces el libre albedrío, y el respeto al plan que, se supone se ha comprendido durante dos mil años, tiene Dios? ¿Dónde está el mérito de no cometer crímenes abyectos y vivir en pureza y virtud y demás zarandajas por convencimiento propio y por propia bondad, cuando tampoco se deja que quienes somos infieles y blasfemos pequemos, al convertir en ilegal el pecado?
Se podría decir, claro, que una cosa es ser bueno porque se es puro y virtuoso y otra porque no le quede a uno otro remedio, y que mil veces será mejor la señora del Opus que opina que las niñas violadas de 15 años tienen que joderse y parir y echar su vida por el retrete que la niña que, si consiguen lo que pretenden, se joderá de por vida simplemente por no cometer un delito. Pero como a eso se podría contestar que en cualquier caso siempre se puede pensar que quien cree en todo este circo sabe que los buenos irán al cielo y los malos al infierno, el condicionamiento de portarse bien en aras de un premio y huyendo de un castigo es en su caso todavía más flagrante. Así que se podría, también, no decir nada, y ceder aquí y seguir por donde iba.
Yo creo que si alguien cree en los dogmas de la Iglesia, en esas cosas que predican y que en teoría al menos uno puede esperar que asuman como ciertas, entonces la Iglesia debería ser una defensa a ultranza de la libertad individual. Porque si fue Dios quien nos dio la capacidad de elegir entre el bien y el mal, no sé yo qué pinta el funcionariado rancio de la institución en cuestión escamoteándola y jodiéndole al Amo el invento por el que se determina quién aprueba y quien suspende, al final. Y yo creo que todos esos señores que salen vestidos con mantos, caperuzones y gordísimos anillos realmente no creen en la mitad de lo que dicen, atraídos más por el poder de decirle a la gente qué debe y qué no debe hacer (y a la mierda su libertad en aras de la propia gloria del que manda) que por las ideas que se desprenden de cualquier análisis un poco serio de sus propias creencias. Y creo también que de todo esto se desprende que nadie en las altas instancias de la Iglesia cree en ese Dios en cuyo nombre amenazan, gritan, se manifiestan, hacen presión y manipulan.
Y terminando mi ejercicio, si su actitud es lastimera e insultante tanto desde fuera de sus creencias, que es mi posición habitual, como desde dentro de ellas en este gedankenexperiment, ¿por qué nadie, sea católico o no, va a preocuparse en lo más mínimo por aquello que les de por gritar?
La verdad es que es bastante sorprendente lo poco respetuosos de la libertad humana en general y ajena en particular que solemos manifestarnos los cristianos, siendo así que creemos en, y los más plastas predicamos sobre, un Dios esencialmente respetuoso de esta libertad. La propia no evidencia de su existencia, el que sea perfectamente posible -lo único posible, para muchos, de hecho- explicar el universo sin Dios debería ser, para los que creemos en Él, la muestra más clara de que desea y quiere la libertad del hombre, y una guía para nuestra propia conducta. Si Dios no obliga a nadie ¿cómo vamos a obligar nosotros en su nombre? Y, por otra parte ¿qué amante no patológico desea ser amado a la fuerza, por obligación y a toque de trompeta? Yo no deseo ser amado así, lo que más me maravilla y me sorprende y me gratifica de que alguien me quiera es que lo hace porque quiere. No creo que sea verdadero amor el que nace de la obligación, y no quiero ser amado así. ¿Cómo voy a pensar que Dios sea en eso peor que yo y que sí le satisfagan los amores y las buenas conductas obligadas?
ResponderEliminarEs cierto que eso los cristianos lo hemos hecho siempre mal, ahora un poquito menos, no por falta de ganas, temo, sino porque, felizmente, la Iglesia ya no puede más que despotricar, pero no quemar a nadie, ni siquiera legislar a su gusto, aunque algunos sigan intentándolo y añorándolo.
Pero no hay que confundir ese respeto por la libertad ajena con el perfecto derecho que los cristianos tenemos, como cualquier otro ciudadano o grupo de ciudadanos, a tener ideas propias sobre lo que está bien y lo que no, lo que es deseable y lo que no y, en consecuencia, lo que las leyes deben proteger y lo que no. No creo que si al gobierno le diera por despenalizar el robo se fuera nadie a extrañar de que la Iglesia protestara. No porque desee que se obligue a la gente a no robar para evitar que peque, sino porque existe una idea cristiana de cómo debe funcionar la sociedad, y la legalidad del robo no forma parte de esa idea. Mucha gente no creyente protestaría también, porque para que el robo te parezca mal y para desear que las leyes lo eviten en lo posible no es especialmente necesario ser cristiano.
Bien, pues eso que a casi todo el mundo le pasa con el robo, nos pasa a los cristianos con el aborto. Entendemos que es un atentado contra la vida humana y deseamos, en consecuencia, que las leyes lo regulen muy restrictivamente, porque no nos parece deseable una sociedad en la que esto no sea así. Yo, que rara vez estoy de acuerdo con la jerarquia de mi Iglesia, ni siquiera con la mayoría de mis correligionarios, en esto sí lo estoy. Con lo que en cambio no puedo estar de acuerdo es con los medios plastas, antidemocráticos, plañideros, tremendistas, irrespetuosos de las opiniones ajenas y esencialmente antiestéticos con los que esta postura que comparto en lo esencial es difundida y defendida por la Iglesia. Creo que hay que convencer a la gente, no acojonarla, ni manipularla, ni chantajearla. Y aguantarte con la opinión mayoritaria si, por lo que sea, no consigues convencerla de la bondad de tu postura. Pero la corriente mayoritaria durante siglos, y temo que por algún tiempo más, entre los cristianos, es experta en manipulaciones, acojones y chatajes, pero muy poco ducha en las artes de la convicción. Quizás, como apuntas, porque ellos mismos no están excesivamente convencidos...
Me gusta lo que dices, Vanbrugh, y me gusta como lo dices, con tranquilidad, amabilidad y autocrítica.
ResponderEliminarLa lástima es que ésto no sea lo que oímos cotidianamente dentro de la comunidad cristiana, por un lado estamos los que aunque pensemos igual no sepamos expresarlo, por otro lado los que sí sabeis pero no se os escucha lo suficiente, y luego está (por desgracia), esa gran mayoría que parece estar en contínuo estado de guerra, que necesita de un enemigo para sentirse reafirmado en sus creencias.
Esa es la gente por la que muchas veces me avergüenzo al pensar que formo parte del mismo colectivo que ellos, tanto que a veces pienso que lo que ellos creen debe ser otra cosa totalmente diferente a lo que creo yo, que cómo es posible que se llamen cristianos de la misma manera que yo pienso en mí como cristiano, ¿será que en realidad ellos no lo son? ¿será que yo no me entero y en realidad solo lo soy a medias (como una vez me dijo alguien)? ¿podrá ser que quepamos todos dentro de ese concepto?
No lo sé.
Vanbrugh: ¡ole!
ResponderEliminarGracias por opinar, y servir de ejemplo de que no todo lo que cree es fanático del chillido.
Y Phal, tú a medias no, tú lo que eres es un contradictorio, ¿¡cómo puedes haber escuchado tan feliz de la vida a Finntroll, con los trolls ahí comiéndose a los cristianos, y luego decir que eres uno de ellos!?
Anda que...
Pues nunca me he parado a leer las letras de Finntroll :p
ResponderEliminarPero sí, soy muy contradictorio, a veces creo que tengo multiples personalidades