7.11.07

5. El dulce escándalo de los cañones de la liberación

Índice de la historia con su desorden necesario:
3. El principio del fin, un cambio de roles
1. Y en el principio fue el amor, o sea la tontería
4. Niño malo castigado sin tele, niño malo castigado sin vajilla
2. A grandes males, grandes apuestas
5. El dulce escándalo de los cañones de la liberación

And here we stand at the edge of the world, y aquí se acaba el camino:




Claro que desde que Leticia dijo que se iba porque no podía seguir viviendo aquí hasta que se fue pasaron cuatro meses, lo cuál, de nuevo, da una medida del valor de sus palabras: Para no poder continuar viviendo conmigo, caray, consiguió que la espera hasta su partida fuese una tercera parte del tiempo que pasamos viviendo juntos.

Fueron cuatro meses de silencio y de cruces silenciosos por los pasillos, que al menos yo evitaba hasta donde podía, porque no es precisamente cómodo cruzarte con alguien cuya mirada pasa a través de ti como si fueses transparente y no existiese (eres, precisamente, un ángulo más de pasillo; afortunadísimos en eso los Ojos de Brujo), pero que a la vez compone esa cara de satisfacción y de suficiencia extrema, de justiciera retributiva ejerciendo su castigo incluso ante el vacío que la ausencia de su mirada me adjudicaba. Encontrarla al entrar o salir era un pelín más enrevesado porque claro, cuando te encuentras a alguien de frente por puro instinto tienes que mirarlo, y luego debía desenfocar la vista para que se posase en la pared detrás de mí y componer esa cara en cuya expresión invertía tanto esfuerzo en mi opinión absolutamente inútil.

Yo, naturalmente, lo primero que hice fue ver cómo era de factible completar la profecía de Elena, así que llamé a Juan para ver qué le parecía la idea de independizarse, y Juan, sin saber que estaba atrapado en un sortilegio de Elena, me dijo que la verdad era que últimamente había estado pensando que ya estaba mayor y que igual iba siendo hora de salir de la casa familiar. Así que Elena recibió un segundo mensaje que ya empezaba a sonar un pelín asustado porque, caray, cuando dijo aquello todo sonaba bastante imposible y a veces da algo de susto ver como alguien, tan de lejos y entre tanto humo, es capaz de clavarle un flechazo bien certero al futuro que será, de entre toda el nubarrón de futuros posibles e imposibles.

Y luego llegó la espera. Es difícil esperar cuando no sabes cómo van las cosas, porque claro, es aún más difícil saber cómo van las cosas cuando no puedes preguntarlas porque la otra persona no es ya que no te hable sino que ha decidido que no existes. Pero bueno, pasando mucho tiempo fuera de casa o encerrado en la habitación, viendo series, escuchando música y jugando de forma compulsiva al Need for Speed se fue pasando el tiempo y además vinieron los fines de semana en el pueblo y al fresquito y luego las vacaciones. Y al fin y al cabo cuando uno vive en círculos acaba trazando un sendero con sus huellas y luego dejar pasar el tiempo es darle vueltas y más vueltas a una rutina ya establecida, y uno termina acompañando el giro de las agujas de los relojes con cierta naturalidad y la pura fuerza, bruta y no siempre aburrida, de la costumbre.

Y así llegó octubre, mes en el que le tocaba pagar el alquiler a ella. Lo hacíamos así, cada mes pagaba uno y el otro dejaba el dinero donde el otro pudiese verlo para que hiciese el ingreso total. Así que yo dejé mi parte del alquiler en el sitio que se había convertido en el habitual, y me olvidé del mismo hasta que el día nueve me levanté y vi que mi dinero seguía ahí. "Caramba, sí que está apurando la frenada", me dije, y me fui a trabajar algo preocupado. Y allí, la sorpresa. Tenía un correo de mi a estas alturas nada querida ex-amiga diciendo que había encontrado piso y que se iba. Yo di saltos de alegría, literales, y tengo testigos de ello. Luego le pregunté que cuándo, y me dijo que pretendía ventilarse todo el papeleo para el día siguiente, y yo me quedé helado.

Porque claro: Cuando alguien, a día 9, le dice a alguien que se va y se quiere ir al día siguiente, pasan ciertas cosas. La primera, que uno intuye que va a tener que hacerse cargo de un alquiler completo, cuando igual, como era el caso, su economía no está preparada para ello. Y claro: Cuando alguien, a día 9, de dice a alguien que se va al día siguiente, se está saltando a la torera todas las convenciones respecto al mes de preaviso, y no es que yo a esas alturas esperase un mínimo de consideración hacia mí, pero el casero es el casero. Y claro: Todo el asunto termina oliendo a que la muchacha está intentando hacer un salto mortal para que, caso de salirle bien, uno se descubra en la calle y con cara de que acaben de atropellarlo.

Así que nada, llamé al que a día de hoy es mi compañero de piso y le transmití mi histeria de una forma bastante eficaz, conseguí hablar con el representante de eso que se llama "la propiedad" y que son los dueños (me parece curiosísimo que se acoracen tras ese concepto: "la propiedad". Pura esencia capitalista, ¿verdad?), conseguí hablar con mis ex-compañeras de la bolsa de alquiler, y al fin, y a pesar de las nuevas complicaciones que surgieron (como que Juan no tuviese ni dni ni nómina ni contrato ni absolutamente nada más que su sonrisa a esas alturas algo desquiciada para probar su existencia, y asentimientos frenéticos de cabeza para probar que es persona de bien y trabajadora y capaz, eventualmente en aquel momento, de pagar fielmente un contrato de alquiler) nos rehicimos y el día siguiente ya estábamos listos para cualquier cosa y yo empezando de nuevo a dar saltos de alegría ante la perspectiva inminente de poder volver a ser un ente material en mi propia casa, cuando nos enteramos de que no, la niña de pronto decía que se quedaba hasta fin de mes. Supongo que sería que cuando le comunicó su plan de partida (y cuchillada colateral) súbita al propietario este le respondería con un inmenso ¿QUÉ? o algo por el estilo. En cualquier caso, aquello fue la zancadilla que lo sorprende a uno en la línea de meta cuando está logrando terminar vivo un maratón y descubre que además de todo lo recorrido tiene que darle otra vuelta al estadio. Que no es nada, que son solo el 5,3% del tiempo que ya se lleva resistiendo, pero es que 20 días son 1.728.000 segundos, esas cosas que se supone que no duran nada pero que da a tiempo a contar con toda la calma del mundo.

Así que nada, hubo que empaquetar de nuevo el champán, cancelar el desfile, cerrar escotillas y declarar de nuevo inmersión a profundidad de periscopio, con la sospecha, nacida de esta súbita conciencia de la falta de fuerzas, de que no tenía muy claro ni cuánto gasoil le quedaban a mis motores ni cuanto aire a mis pulmones, para seguir viviendo en aguas turbias conteniendo la respiración durante veinte días.

Pero bueno. El primer simil, el del deporte, tuvo su utilidad (desde luego más que el segundo, cuando vi que contener la respiración no valía para acelerar el tiempo sino, sólo, para ver manchitas violacias y luego respirar mucho y toser un rato); cuando yo era pequeño nos hacían correr en las clases de lo que en tiempos inmemoriales se llamaba gimnasia, que pretendían que nosotros llamásemos educación física y que solíamos llamar sudar, perder el tiempo o correr, indistintamente, y en aquellas clases todos aprendimos que cuando se está corriendo a veces las distancias resultan ser más largas y más agotadoras de lo que uno se esperaba (o, caso de corredor neurático como yo, exactamente tan largas y agotadoras como uno se esperaba), y que entonces lo único que se puede hacer es agachar la cabeza, seguir respirando y dar zancada tras zancada y que sea lo que dios quiera, las agujetas de una semana, los calambres, despertar en la enfermería o lo que sea.

Y eso tocó hacer. Seguir viviendo en el nivel cuántico en el que uno existe y no existe, seguir siendo esa presencia intangible que se dedica a tirar de la cadena por todos o a hacerse la cena cuando hay oscuridad y silencio en la casa, a esperar por las mañanas a que el baño quede libre adivinándolo por las cadencias de los ruidos de las puertas y a ver cómo estos se convertían automáticamente en portazos en cuanto se me ocurría la tremenda barbaridad de salir de mi habitación al salón de la casa en la que vivo, que ya me vale.

Pero si una cosa buena tiene el tiempo es que le importa todo un carajo y el va pasando a pesar de lo bueno y de lo malo, así que finalmente el mes se acabó. Y la noche del martes 30 de octubre pude escuchar, por fin, el dulce escándalo de los cañones de la liberación convertido en el ruido del desmontaje de algún escritorio faraónico o algún armario monumental, por la contundencia de los ruidos, que se alargaron hasta bien entrada la madrugada.

Yo, ante aquel ruido que venía de la habitación de al lado sonreía como un bobo, como quien después de un tiroteo se palpa y no termina de creerse que sigue entero e intacto. Ante aquel fragor, tanto toc toc toc ahí y tanto clac allá y tanto gnnnnrrr por el suelo, yo me sentía como un pueblo francés viendo entrar los tanques americanos en plena Segunda Guerra Mundial. Así que pasé la noche gritando Vive la France y Vive De Gaulle y agitando banderitas francesas imaginarias, para mi propia confusión, con un antojo intensísimo de champán frío, y nada de cava, no no no, champan con todas las letras, champagne.

Tampoco es que desapareciese esa noche. Me dijo que se iría por fin el 31 a través de nuestros últimos correos, que consistieron en un diálogo sobre plazos y charla sobre el mundo de las finanzas y su relación con los sofás, diálogo telegráfico en parte por sus evidentes ganas de no mantenerlo y también por la mía que, a base de palos, he terminado aprendiendo que con Leticia no puede discutirse más allá del dar tu opinión, escuchar la suya y después arrepentirte y pedir perdón si no quieres terminar gritado, ignorado y probablemente premiado con el persistente ruido de un portazo, metafórico o literal según las circunstancias. Tampoco es que tuviésemos que esperarla hasta el 31 porque la resolución del contrato fue el día 30 y el que firmamos Juan y yo empezaba el 31, pero después de un año de intentar resistir como persona adulta me pareció que bien valía la pena esperar el tiempo que fuese. Así que cumpliendo su palabra de la forma habitual el día 1 al mediodía cerró la puerta de casa para no volverla a abrir nunca, rumbo a su nueva vida fuera de aquí, esta casa en la que no puede vivir, una vida que la ha llevado al lugar más lejano y remoto que uno podía imaginarse; exactamente al piso de arriba, circunstancia esta que, sospecho, no quería que yo supiese pero que es imposible no descubrir si el casero le sigue echando las cartas con el importe del alquiler en mi buzón, por mucho que en ellas venga su nueva dirección.

Así que me he librado de ella como compañera para tenerla como vecina. Lo que promete futuras peripecias que contar en este blog, siendo positivo. Qué remedio.

De todos modos saber esto fue, en principio, un tanto deprimente, porque a mí, la verdad, me hacía ilusión no volver a ver en toda mi vida a la persona que, hasta ahora, más me ha defraudado, me ha ninguneado y me ha tocado soportar sin posibilidad de escapatoria, y sobre todo a una persona a la que un día fui tan estúpido de considerar como mi amiga y en la que despilfarré tantos esfuerzos que, de haber sabido cómo era en realidad la pájara, me habría ahorrado bien a gusto.

Pero claro. David, David, David. Siempre taaan bobo, este pobre yo. Ya decía al principio del segundo capítulo, o sea el 1, con la numeración cronológica: siempre he sido como siempre digo que soy. Supongo, mirando desde aquí, que no había nada que no fuese evidente desde el mismo principio de todo, igual que supongo que era inevitable que yo no lo viese, que me venciese el optimismo, mi inmensa capacidad obsesiva, mi ceguera parcial y absolutamente interesada. Supongo que si no quise ver lo malo no sólo fue porque no lo conociese, sino porque tampoco quise nunca ver lo malo.

Porque es normal, hasta cierto punto, que uno a veces se distraiga y le guste soñar despierto y pensar cosas bonitas y agradables, y si hace falta dejarse engañar pues se deja uno engañar y es feliz un ratito.

Pero lo que no es normal es, sólo por un par de alas, confundir a una arpía con un pájaro.

Y pensando en esta miopía mía, que intuyo congénita, termino esta historia.

19 comentarios:

  1. Bueno, ya lo he leído enterito... y por su desorden. Me ha gustado la manera en que lo has (d)escrito, y hasta me he formado mis propias opiniones sobre la situación y los personajes. Pero me abstengo de escribirlas porque sé que al final de todo... no es literatura, es vida. Y qué cuernos importa lo que yo piense sobre ello.

    Besos,
    K

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  2. Contada tu historia a lo "21 gramos" creo que has debido necesitar algunos gramos más, kilos diría yo, de paciencia para no gritar por los pasillos cada vez que te encontrabas con el elemento infantiloide con el que has estado viviendo. Porque para mi, más allá de que ella parezca (vista desde aqui, claro) una de esas personas que usan su depresión y desdicha para tener un séquito de aduladores tras ella, más allá de ser de esas maestras en darle la vuelta a la tortilla en todo, de joderte hasta límites insospechados y encima hacerte sentir culpable por algo que tú no has hecho, más allá de todo eso, me quedo con que has vivido las historias más rocambolescas con una niña mal criada, con una chica dependiente e infantil que usa la pena como arma arrojadiza y se enfada cuando las cosas no salen como ella esperaba dando saltitos de rencor ficticios y escondiendo sus juguetes para que no puedas disfrutarlos, con lo maravilloso que es dialogar, aunque sea para sacarnos los ojos dialécticamente.
    Yo vivi una situación, no igual, pero sí con un personaje de las características de tu Leticia, que haberlos haylos, y muchos, y como tú me agache hasta que se me vieron las bragas, y como tú me levanté y puse mis límites para que no siguieran viéndoseme, a la vez que comprendía que ese ser no era como yo imaginaba, y que yo tendría que reponerme de mi, a veces, ingenuidad sin remdio. Pero como te dije hace algunos día, las heridas cicatrizan, y te cambian, y te recompones; eso sí, casi te aseguro que no serás más el mismo que eras antes de conocerla.
    Yo también pasé por mi etapa de venganza y despotrique después de callar mucho tiempo, es sano y natural xD, casi terapeutico.

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  3. Vaya, el otro dia cuando dijiste que en vez de contarmela tendria que leer la historia en tu blog no pensé que estaría esperando con tanta ansiedad cada capitulo.
    Admiro tu estoicismo, porque seguramente, yo en tu lugar habría optado por la tactica Bulbasur/guerra total.

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  4. Pues Kika, nos quedaremos sin saber qué vale tu opinión si nos la niegas. ¿Que qué importa lo que pienses? Nunca se sabe. Con tanta información superflua y redundante que hay por el mundo en general y por este blog en particular eso de que las opiniones no importan no tiene valided ninguna.

    Besos, de todas formas, ¡luego te veo!

    Atlántida, yo lo he alucinado con mi santa paciencia, la verdad. Y me siento bien en el sentido de haber sido capaz de aguantar eso. Y qué narices, reconforta saber que uno no se degrada al nivel infantil así como así.

    Sólo un matiz, eeeh, yo no llevo bragas, ja ja.

    Y lo de contarlo me ha dejado como dios.

    Jorge, ¡gracias!, y un placer haber contado con tu visita diaria (y entre tú y yo y muy soto vocce, vuelve mañana).

    Lo del modo Bulbasur, bueno, la guerra total era un camino que no me apetecía recorrer, hubiese sido vivir intranquilo durante meses, no sé. O soy demasiado pacifista o no me atreví, pero no pude. No me parecía bien, no sé.

    O tal vez fuese que me gustaba saber que aún había algo que, puestos a ser cafres, podía hacer, y me gustaba mantenerlo ahí, en el terreno de lo posible, como en su cuadradito de rómpase en caso de bombardeo.

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  5. Además, tampoco merece la pena, ¿no?
    Empezar la guerra abierta a hostia limpia de un lado para otro no te iba a dar ninguna satisfacción (bueno, alguna sí :D). Y de esta forma, al final mira, la que se ha ido ha sido ella.

    Y yo que no sabía que en todo este tiempo sin verte te había pasado todo esto... fíjate tú (v_v)

    Pues eso, antes de navidades repetimos las cervezas del otro día exponenciándolas!

    Un abrazo,
    david

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  6. Vale, pues mi opinión te la digo a ti, si acaso.

    Nos vemos!
    K

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  7. o no?? (a lo de terminar, digo)

    En fin, paz en el hogar y jaleo en el edificio, suena prometedor para los lectores de este tu blog, y suena aterrador poniéndose en tu situación, luego recuerdo que eres tú... y si aguantaste todo esto... lo único que se me ocurre que podría afectarte es que incendiase el bloque, cosa que no hará porque sus posesiones de dificil desmontaje están dentro (mira, visto así es una especie de seguro, su presencia allí)
    Besos de posguerra victoriosa

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  8. ¡¡¡flipante!!!!

    ¡qué paciencia! yo no habría aguantado ni la mitad aunque claro nosotras aguantamos poco el victímismo (será cosa de los genes).

    Me alegro que todo haya acabado y para la próxima escucha a mi hermana peque que seguro que te aconsejo desde el principio (me resisto creer que se mantuviera calladita).

    Un beso grandote a tí y otro para tu nuevo compi de piso.

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  9. Yo lo que llevo preguntandome desde el primer episodio es: ¿y como será la versión de la historia de esta chica? no me refiero a la que vaya contando por ahí, si no a lo que realmente piense, es la curiosidad de saber como funciona una persona así y como vé las cosas.


    Pd: Kika ¿nos vas a dejar sin conocer tu opinión?

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  10. Me alegro por tí de que se haya acabado la movida.

    Como asesor en la táctica Bulbasur que soy, os digo a los que la mencionais (a la táctica) que ésta sólo se puede utilizar en muy determinados casos. En otros, más valen otro tipo de estrategias. Goku no utilizaba la fuerza universal contra todos sus enemigos.

    En fín, yo a la muchacha ésta, a quien creo que sólo he visto dos veces o tres en mi vida y con la que no he cruzado ni 20 palabras, no la puedo juzgar. Bueno, sí que puedo, qué coño, pero ésta no es mi guerra (Rambo dixit)

    Eso sí, una ley de mis leyes no escritas es que las tías que se parecen a Isabel Coixet no son trigo limpio. ¡Ninguna!

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  11. David, efectivamente. Lección uno kung fu decir tú no ir soltándole coces a todo lo que moverse, pequeño saltamontes. Alguien que se apellida Lee sabe eso con toda certeza, ¿enverdá?

    Lo de las cañas, por mí perfecto. Si no me he muerto, para entonces espero estar ya curado y regenerado. Y si muero iré como aparecido, da igual.

    Kika, vale. Luego haré un serial en cinco partes para contarla y de paso me meto contigo, que no veas lo que rellena esto, je je.

    Vega, no sé, ¿sabes algo que yo no sepa? :P

    Mujer, aterrador en mi situación... yo ya no vivo con ella y a mí sinceramente que viva encima o que se mude a la Patagonia me da absolutamente igual. Ya no tengo ninguna relación con ella, y eso me parece premio suficiente para sentirme bien contento al respecto. Y después de todo llevo ya año y días viviendo aquí y sólo conozco a la vecina de debajo. No se hace mucha vida de escalera en mi piso. Y creo que cuando nos encontremos la que peor lo va a pasar es ella, con el asco que por lo visto me tiene.

    Susi, ¡hola guapa!

    Chica, claro que tengo paciencia. Al fin y al cabo tu hermana es mi mejor amiga, y eso deja un callo...

    Lo de escuchar a tu hermana, pues sí que dijo cosas, sí, dijo montones de cosas, y tenía razón en todas. Pero es que tu hermana y yo tenemos la costumbre, muy bonita y muy tonta, de tener cada uno sieeempre razón en lo que opina de lo que le pasa al otro, y de que el otro sieeempre nos ignore cuando se lo decimos, ja ja.

    Gracias por el beso, el de Juan dáselo tú en persona que yo paso.

    Jorge, pues mira, me hago una idea de cómo es su versión. Su versión es creerse las historias que corta a la mitad (antes de la parte en la que le llueve mierda) y olvidarse del resto, y asumir que yo he cambiado muchísimo durante este año y que de ser el solete que era he pasado a ser su nuevo Satán. Lo que hace dejar de trabajar de felpudo a tiempo completo, supongo.

    Perro, sensei bulbasuriano, te doy toda la razón. Es que si nos poníamos a rellenar de fruidos corporales los tarros ajenos y a sabotear la instalación eléctrica nos veía liados a cuchilladas, la verdad, y para eso yo prefería irme o que se largase, y desde que dijo que se iba ya para qué.

    Y buenísimo lo de Isabel Coixet, ja ja. Tomo nota para el futuro.

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  12. vaya mierda de forma de reconocer que yo tenía razon ¿no? osea, insinuas que yo a veces tengo razón pero recordando las veces que la llevas tu...de verdad, tu Narciso cabezón puede conmigo XD
    Y por lo demás... afortunadamente aún no escribes y publicas libros que sino todos y cada uno de nosotros inspiraríamos a algún cruel personaje tuyo ;P

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  13. Me ha gustado tu historia... (la de la japonesita, esta la leeré con más tiempo)
    Está claro que en el más remoto lugar podemos encontrar ese momento divertido, aunque sea mínimamente divertido. Y está claro que también en el más remoto lugar podemos encontrar la muer

    Gracias por la suerte, me vendrá bien.

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  14. Me la he imprimido todita y la he ordenado según recomendación del autor... oye, que me ha llevado mi tiempo ¿eh?
    Tengo un largo fin de semana para leerme esta historia, que promete ser apasionante, sin interrupciones y tranquilamente ^-^

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  15. y yo que siempre había cantado lo de 'Ojos de Brujo' como "sonámbulos de pasillo"...
    aunque...
    también te vale en esta historia...

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  16. y yo que siempre había cantado lo de 'Ojos de Brujo' como "sonámbulos de pasillo"...
    aunque...
    también te vale en esta historia...

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  17. Vero bonita, no reconozco que tuvieses razón, digo que la tienes sólo la mitad de las veces: cuando me incumbe a mí. Cuando te incumbe a ti el que siempre tiene razón soy yo.

    Lo de los libros, olvídalo. Incontinente dactilar pero inconstante crónico. Nada que tener, aún, ni probablemente nunca.

    Respecto a todos y cada uno de vosotros, os libraría de la personificación el que estéis tan fuera de mi limitadísimo alcance. Qué más quisiera yo que inventar gente como vosotros.

    Irene, te lo dije por ahí, pero te lo repito por aquí, graciaaas, y la diversión acecha donde uno menos lo espera. A no ser que le de a uno por toser cosas de inquietantes colores rojizos y sangrar por la nariz pero bueno, optimista yo, mantengo esperanzas respecto al mañana.

    Pip, suerte, qué valor. Lo de tranquilamente, opcional.

    Aroa, leñe, ¡escenificas una borrachera que no tengo, te leo doble!, ja ja. No sé, yo siempre les entendí "son ángulos de pasillo" aunque pudiera deberse a mi formación académica, que barre para casa (casas con ángulos de pasillo, supongo). Aunque la visión de los sonámbulos de pasillo es inmensamente mejor y, perdón, no es que valga también en esa historia, es que viene muchísimo mejor.

    Así que te la robo.

    Aunque por mucho que te lea doble, te contesto sólo una vez, ¿vale?

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  18. Me ha durado menos de lo que pensaba. A ver si la próxima vez te estiendes un poquito más Ü

    Me ha resultado curioso ver y conocer por fin la historia completa, conocía retazos que tú me contaste hace tiempo, el tiempo que he reconocido en la lectura.

    Enhorabuena por salir de un infierno, además de un infierno de hielo. Ahí es ná

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  19. ¡Enhorabuena! Jo tío, eres mi heroe.

    Pero aún así yo comprendo a Letizia: vivir pegado a Guadalajara te vuelve loca Y EMPIEZAS A GRITAR POR NADAAAAAAAAA (al loro que ya grito con mayúsculas)

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.