El sábado tuvimos velada literaria. Con la temática del este (en principio era Rusia, pero como Rusia es un concepto la mar de difuso porque según en qué momento fue una u otra cosa lo ampliamos a Rusia y antiguos satélites), se leyeron textos al respecto, y cenamos a base de filetes rusos, ensaladilla rusa y muchísimo vodka. No diré qué leyó la gente por no quedar como un patán al tener que confesar que no recuerdo. No diré qué leí yo por no quedar como un friqui. ¿Y entonces qué, no voy a decir nada? Sí, claro. Diré que en un momento dado alguien dijo la palabra “nada” y yo no me sentí empujado a apostillar, en voz menos o más baja, “de Carmen Laforet”, una costumbre que desarrollé hace siglos y de la que yo ya pensaba que no me podría librar. Me fui a dormir la mar de contento, pensando que había logrado dejar atrás un vicio estúpido y molesto. Había ganado un punto, qué bien. Subía mi balance, era mejor persona, qué bonito era el mundo.
La alegría me ha durado hasta hoy. Esta mañana me he levantado y me estaba poniendo el disfraz para venir a la secta, rutina mañanera típica: yo con mi café, mirando la página del As mientras me abotono la camisa y me enrosco la corbata al cuello. Todo automático, todo sistematizado, todo realizado a un nivel infra-consciente. Y de pronto esta mañana estaba yo operando la corbata con las manos cuando he notado que algo no iba, y me he mirado como he podido (porque los nudos de corbata no tienen la virtud de ser muy visibles por uno mismo, tan cerca del cuello) y qué tremendo lío de tela que tenía ahí. Y me he descubierto pensando ¿qué diablos hago? ¿Cómo demonios me suelo hacer yo los nudos de corbata? Y de pronto algo que ya era rutina y memoria manual había desaparecido, y no me acordaba. Y me he venido al trabajo la mar de preocupado, pensando que había dejado atrás un trozo de sabiduría práctica absurda pero eficaz. He perdido un punto, qué mal, un pasito atrás, qué raro es todo.
Así que cuadrando una cosa con la otra, tablas. El activo es igual al pasivo. Unas veces se gana y otras se pierde. Empate técnico entre mejoras y desmejoras. Pero aunque tenga hoy un nudo de corbata surrealista, al menos no voy apostillando “de Carmen Laforet” cuando alguien dice “nada”, así que yo creo que al nivel de los decimales he salido ganando. Que en la contabilidad de la vida, estos días he cometido un pequeño desfalco. Y pensando esta tontería me siento mejor.
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