16.4.09

quien la hace la paga

Esta es una historia con moraleja que habla de dos amigos míos con los que yo me porté muy mal, riéndome mucho de ellos en sendos momentos muy tensos de sus vidas.

Se conocieron hace ya una cantidad de años incómoda de contar. Ambos tenían gustos comunes y amigos comunes en la distancia, así que entre hobbies y frikadas, coincidieron aquí y allá, establecieron ese contacto tan nuestro y tan contemporáneo que sólo puede dar internet.

Y hablaron, y se caían bien.

Y como los hobbies y las frikadas requieren una constancia que sus practicantes suelen darles con gusto, siguieron coincidiendo.

Ella vivía aquí, en Madrid. Él, a tomar por el culo, en la costa.

Una vez fuimos a despedirlo a la estación de autobuses ella y yo, después de un fin de semana de mucho golferío y mucho cachondeo.

Ella puso cara de pena, suspiró, y me confesó que creía que aquel chaval le hacía tilín.

Yo primero parpadee muchas veces con cara de sorpresa y luego, ya no lo recuerdo, supongo que me echaría a reír. Lo que sí que recuerdo fue que le dije que era “normal, está loco, como tú”.

Y ella volvió a suspirar, y la distancia a imponer su imperio de kilómetros. Ni se sabía cuánto tiempo quedaría hasta la siguiente vez que se vieron.

Fue para una feria de informática, y no estuvieron solos. Otros amigos comunes aparecieron por allí, uno incluso empeñado siempre entre estar entre ella y él, para sucesiva irritación de ella, sí, pero también, me contó luego ella sorprendida, de él.

Uy uy uy, dije yo. Qué va, dijo ella.

Y pasó algo más de tiempo. Que si chats, que si internet, que si el IRC, que por entonces usábamos y que era estupendo, porque te dejaba patear gente y bajar discos a espuertas incluso cuando nadie tenía routers ni ADSLs y todas las conexiones las tramitaba un señor de Cuenca que operaba un aparatito de Morse.

Y llegó un puente, y como siempre que había varios días la gente empezó a plantearse opciones sobre actividades conjuntas, que si por qué no venís todos aquí, que si por qué no vamos todos allá. Y como pasa tantas veces yo me fui a mi pueblo, cada cual se fue a su aire, y por alguna cuestión de invitaciones vagas y acuerdos precipitados resultó que el plan conjunto disgregado había terminado con que ella se iba a pasar unos días a la casa de él.

En aquellos días ella me hizo confidente de sus miedos, que si ni de coña, que tú verás, que yo sí pero él, cómo vamos a pensar qué. Y uno es, ante todo, escéptico, así que yo ahí no me reía de nadie, que conste: todavía no. Todavía era bueno.

Pero de pronto un día, hablando con él, no se le ocurrió otra cosa que decirme que estaba un tanto acojonado porque venía ella, y en fin, que la verdad es que le gustaba bastante, y temía no gustarle a ella, y qué lío, y buf, y claro, terminó preguntándome que de qué coño me reía yo.

Ahí ya sí, evidentemente, me resultó imposible contener la risa cada vez que uno de los dos me hacía partícipe de sus temores y me exponía las taras de sus (tan mal medidas a la baja) autoestimas. Y me dediqué a hacer comentarios de lo más malignísimos y, creo recordar, la acompañé a ella, hecha un flan, a la estación, y luego me fui a mi pueblo.

Esa tarde me llamaron por teléfono, y por turnos, me dijeron que soy un hijo de puta.

Y esta tarde se me casan, y yo me siento más orgulloso que sus padres.

 

(La moraleja es que el castigo por mi malignidad es utilizarme de fotógrafo, en fin, los pobres)

4 comentarios:

  1. anda que no te gustó a tí hacer las fotos... menudo pagamiento, casi fue un regalo

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  2. Como me alegro ^_^



    Estoy deseando ver esas fotos, a ver si te dan permiso para colgar alguna, o por lo menos, para mandarla por mail :D

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  3. Ohhhhh, qué cuento tan bonito.

    No sé por qué últimamente creo en los cuentos de hadas. A veces se cumplen.

    pd.- ¿echa un flan? ¿adónde?...;P

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  4. Aroa, qué placer fue estar por los jardines esos muerto de frío cargando el trípode y tal mientras los demás estabais calentitos tomando cerveza tras cerveza, sí, qué suerte la mía, ji ji.

    Phalo, han dado permiso, han dado permiso, ji ji. Así que la semana que viene alguna saldrá por aquí. En cualquier caso cuando vuelvan de Japón habrá que quedar con ellos para que nos restrieguen por la cara lo bonito que es aquello y yo ya de paso les enseñaré las fotos, así que verlas todas, como muy tarde, ahí.

    Marina, ¡por qué será!

    No hay nada peor que los nuevos conversos :P

    Los flanes, echados al estómago, ejem.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.