30.4.06

Dos retratos

Como es domingo, y los domingos son días en los que la filosofía es como poco peligrosa, hoy no voy a desvariar mucho, y me limito a colgar un par de retratos. Esta de la izquierda de la foto es mi agente, casi indistinguible en su estado físico, material, carnal, digamos. Sobre las luces que fluyen en el cuerpo de la imagen tengo mis dudas, porque en teoría son producto de la iluminación de la M-30, pero tengo la sospecha que en realidad esas luces son la excusa que encontró la cámara para sacar esa luz que la mujer esta lleva dentro y hacerla posar inmaterialmente.

¿Ves como los domingos no hay que filosofar? Como poco, se desvaría, y tan sólo he metido el dedo gordo del pie en las gélidas aguas de la metafísica (qué pedante). Así que retrocedo, salto atrás, y casi que lo dejamos para otro día.

El segundo retrato es de esos que alientan la confusión, porque es mío pero no es mío. Es mío en el sentido de que soy yo el que sale ahí, en pleno momento de furia dialéctica desatada (mi estado más habitual, después del comatoso y del embobado), y no lo es en el sentido de que yo no tiré la foto, porque tengo la sana y muy razonable costumbre de no malgastar tiempo ni ejercer de sadomasoquista echándome muchas fotos, tan sólo alguna muy de vez en cuando a ver si la cámara se equivoca y saca algo que quede bien (claro, no hay manera). Pero después de mucho pensarlo de forma tangencial, mientras escuchaba música y perdía el tiempo, me ha parecido que, bueno, si pongo tantas fotos aquí hay algo que de alguna manera me obliga a poner alguna en la que salga el otro lado de lo habitual, yo, el tipo ese que está detrás de las otras fotos. Pero sobre todo lo pongo porque el señor Jota, al verlo, lo ha considerado turbador, y turbar es un verbo demasiado bonito y poco frecuente como para no aprovecharlo en cuanto se presenta la ocasión. Y también como aviso y castigo: ¡Ciudadanos del mundo, contemplad por qué no debéis apuntarme con vuestras cámaras!

28.4.06

¡Por fin!

Por fin he hecho una foto que me gusta absolutamente. Se llama waiting for the prince in the white horse, porque tengo la manía, no sé por qué, de bautizar las fotos en inglés.

En fin, que estoy muy contento con ella:



También estoy relativamente contento con esta otra, que se llama dead agendas, que a su manera es parte de la otra (es lo que la princesa encantada de plástico está mirando mientras espera a su príncipe azul),



Y no tengo gran cosa más que decir, que es viernes, empieza el puente y me voy a ir dentro de un momento. Mañana si os portáis bien os cuento a qué le tenía miedo de pequeño. Si alguien lo adivina, le regalo una foto.

27.4.06

La mañana, a trozos

1. Vacas ninja.

David Gilmour dice:
¿Tú piensas que una vaca es ágil?

Sir Archibald Bradley dice:
no, por eso decía "excepto". es decir, son ágiles, pero no como las ardillas.

Sir Archibald Bradley dice:
excepto las vacas ninja, pero esas porque lo entrenan.

2. Ver y mirar, 1.

Anna dice:
hmmm.... yo creo que siento más después de ver que después de mirar. La mayoría de las cosas las miro pero ni las veo (o bueno, no tantas. un 30% de las cosas, diría yo. Luego el 20% ni tan solo las veo, y el 50% las miro. o.... o algo así).

Sir Archibald Bradley dice:
caray, qué recuento.

Sir Archibald Bradley dice:
yo miro por un ojo y veo por el otro, ahorro tiempo y cuentas de estadísticas.

Anna dice:
eso está muy bien, ¿eh?

Sir Archibald Bradley dice:
sí, lo que no sé es qué ojo se dedica a cada cosa.

Anna dice:
es cuestión de taparse uno durante un rato.

3. Acoso.

Compañero de oficina #1 dice:
Perdona, me estás tocando.

Compañero de oficina #2 dice:
Oh, perdona.

Compañero de oficina #1 dice:
Esto es acoso.

Compañero de oficina #2 dice:
Pensé que era la pata de la silla.

4. El hambre, 1.

Mars dice:
podría morderte perfectamente.

5. Cómo soy, 1.

Anna dice:
eres un repelente.

6. Cómo creen que soy.

Rocio dijo:
Eres tú el que siempre le das un doble sentido a todas las frases para que los demás intentemos pensar qué significan.

7. Cómo quiero ser.

Irene dijo:
No me extraña que te gusten esos edificios que reflejan cosas.... Me recuerdan a ti....

8. La música, 1.

Fito canta:
Ruinas...
¿No ves que por dentro estoy en ruinas?
Mi cigarro va quemando el tiempo,
Tiempo que se convirtió en cenizas...

9. El hambre, 2/Ver y mirar, 2.

Mars dice:
¿te puedo morder un ojo?

Mars dice:
a lo mejor así me tranquilizo un poco.

Sir Archibald Bradley dice:
claro mujer. Pero aún no sé cuál, tengo que hacer un experimento para ver qué ojo me sobra.

10. La música, 2.

Fito también canta:
A través de mis orejas discutiendo a pleno grito
El demonio a mi derecha y a la izquierda un angelito
Demasiado acelerado, nunca encuentro mi destino
Yo no sé si mis zapatos durarán todo el camino

11. El hambre, 3.

Mars dice:
o un pie.

Mars dice:
o un brazo.

12. Cómo es el blog.

Palabras (y números) que la gente ha puesto en Google y que les han conducido a este blog: blogspot, ylacamasinhacer, tobuk, hituero, rifle, sadicas, fotos, batalla, cartas, furgoneta, cama, asiento, rose, noches, buenas, que, escotes, contrapublicidad, raperos, curriculos, acer, para, buscar, moja, powerpoint, passendale, ella, 8105, 2110, 2251, 0096, estaqueado, zar, cort, juba, progresivo, rock, cortazar, rayuel, frase, pico, amor, riviera, sepultura, radio, por, falsa, noticia, figuras.

¡Qué bonito!, alguien vino buscando amor.

13. Cómo soy, 2.

Mars dice:
no pongas excusas.

14. La música, 3.

Cedric Bixler canta:
Radar has gathered
Midnight neuces from boxcar cadavers
Exoskeletal junction at the railroad delayed...
Exoskeletal junction at the railroad delayed...

15. El hambre, 4.

Mars dice:
¿dónde vas a comer?

Sir Archibald Bradley dice:
¡pues probablemente en el hospital, si al final me muerdes!

Mars dice:
:D

Mars dice:
tengo mucha paciencia, pero cuando la pierdo ¡¡¡TIEMBLA!!!

Sir Archibald Bradley dice:
yo es que tiemblo cuando hace frío o cuando Steven Wilson se hace un solo

Sir Archibald Bradley dice:
no cuando una tía me amenaza con morderme. Entonces más que temblar doy saltitos de alegría.

26.4.06

Apuntes

O el tipo de cosas que se pueden pensar en una estación de tren, mientras se espera a que llegue.

i. En un periódico para inmigrantes leí que la mitad de ellos quiere volverse a su país. Dejando a un lado las desconfianzas naturales hacia los periódicos gratuitos y las estadísticas, me suena a integración: La mitad de los españoles que conozco también querrían poder irse a algún sitio.

ii. Más sobre los periódicos gratuitos. Empezaron con el 20 Minutos, que se llamaba Madrid y Más, y me pareció un inventazo, y traía viñetas de Cutlass. Te lo leías en 20 minutos, ideal para el tren, y la gente los leía y los dejaba por los asientos y los bancos para que los leyese alguien más. Luego salió el Metro, que nunca me gustó. Iba de internacional y de cosmopolita, y daba grima. Cada día traía una ventanita con algún alegre ciudadano europeo diciendo cualquier parida desquiciante. Luego vino el Qué!, que da aún más asco. Sensacionalista, estúpido, qué se puede esperar de la gente que edita el Marca. Y luego el Ahora, panfleto fascista, y luego el ADN... Total, que ya no los cojo, y es un reto esquivar a los cinco repartidores que acechan en las entradas y salidas de cada maldita estación de tren o metro.

iii. Porque es bonito ir con un libro, y leer lo que uno quiere, no lo que otros le cocinan, por quintuplicado, todos los días. Antes ¿había más gente leyendo libros? Bueno, sigue habiéndolo. Nos miramos como rebeldes. Y para informarme de la realidad ya veré, si puedo, el Guiñol de Canal +.

iv. ¿Por qué se seguirá llamando así, si ahora Canal + es Cuatro? ¿Correré el peligro de hacer con los canales de televisión como con los periódicos? No creo. Al fin y al cabo veo basicamente House (y bueno, esta noche el Barcelona-Milán, y los demás canales no lo repiten reinterpretándolo con más o menos caspa o orzándolo a izquierda o derecha lo justo para que no sea muy cantoso.

v. Tres libros empezados. Obabakoak, contra el que tengo que desterrar los prejuicios que me dejó la peli (nefasta. ¡Y la crítica la ponía bien! ¿Se equivocarían todos de sala y verían otra película? ¿Me equivocaría yo?), Un pequeño burgués, y La Era del Diamante, de Neal Stephenson. Creo que voy a seguir con este y a aparcar los otros, a no ser que ocurra lo habitual, que me lo deje en la oficina o que desaparezca en algún rincón durante unos días.

vi. Hoy no hay nubes. Me voy a hacer fotos y no hay nubes. Una pena, con esos edificios que había llenos de cristaleras azulísimas. En fin. Una excusa cojonuda para irme otro día hasta el infinito a hacer las mismas fotos, versión cielo medio nublado.

vii. Pero claro, los inmigrantes tienen un país por el que sentir nostalgia, mientras que yo... bueno, yo siento nostalgia de Holanda. Claro que como quien dice me mudo allí, siempre es una forma de acercarse, aunque sea en lo electrónico. Cada bit de información irá y vendrá hasta allí, ¿curioso, verdad?

viii. ¿Cómo puede un programa producir un fichero de mensajes de errores de 36 gigas? ¿Cómo pudimos borrarlo sin ver qué decía? Bueno, aparte de que el block de notas del windows lo iba a pasar mal para tragarse aquello, que ya es una buena razón. Pero ¿qué mensaje agónico recitaría el programa, antes de colapsarse? Si en Pi se montaba la que se montaba por 216 bytes, ¿qué se podría sacar de 36 gigas?

ix. Pues si un bestseller en formato doc ocupa como 2 megas y medio, de 36 gigas puede sacarse una biblioteca considerable. ¿El reflejo de la locura de un ordenador? ¿La esquizofrenia fractal informática, obras completas?

x. En cierta manera, debe ser como un sueño. ¿No es hermoso que nadie pueda compartir nuestros sueños? Claro que un sueño es una ilusión, y por otra parte nadie comparte la percepción que tenemos del mundo, y eso lo hace distinto para todos. También es una bonita idea para una tarde de abril.

xi. ¿Lloverá pronto otra vez? Espero que sí.

xii. ¿Podré montarme algún día en el tren sin morirme de envidia cada vez que veo a una pareja sonriente abrazarse y besuquearse a pesar de los trompicones que va dando el convoy? ¿Tendrá algo que ver con que me guste tanto hacer fotos reflejadas en cualquier parte, en vez de fotos directas?

xiii. ¿Puede ser la locura una forma de reivindicarse ante el mundo, de decir "señores, miren lo que tengo, lo que me hace especial, aquí estoy yo, y no hay nadie más como yo"? ¿Y teniendo en cuenta que en realidad eso se puede decir de todo el mundo, le interesará alguna vez a alguien?

xiv. ¿Por qué me hago siempre tantas preguntas? ¿Por qué casi nunca me respondo?

25.4.06

Descenso

Vamos a rascar por debajo, a ver qué se ve. Vamos a intentar alejarnos de la superficie, donde siempre brilla alguna luz, donde siempre nada la luz de alguna estrella perdida, de alguna farola, los soles de la medianoche, la felicidad de los fotones jugando con la física como críos en los columpios. Vamos a ver que se ve debajo, donde no se ve, y tendremos que movernos a tientas, con el eco de la música. Suene pues algo que implique oscuridad, como Dark Tranquillity, y robémosles algunas letras y lancémoslas a las profundidades a ver qué forma tiene el fondo, que yace en él no escondido, pero sí invisible, tenaz, imperturbable. Primer eco,
What if:
a) some things are destined to failure
b) some things are never meant to be
c) someone never sees
d) someone never opens
e) somehow we are different

Hay arena, bailando lenta con las corrientes más profundas. Hay restos de algas negras, que jamás aspiran a ver la luz, algas orgullosas y pesadillescas de las que la luz, probablemente, huiría, si alguna vez llegase aquí: Está el miedo a la muerte, instalado desde hace tanto tiempo que aparece cubierto del óxido y la corrosión del tiempo, desgastado hasta ser más un elemento decorativo (si tiene sentido hablar de decoraciones allí donde nadie puede ver), un transfondo, una presencia habitual. Es un miedo tan viejo que ya la palabra miedo no le hace justicia, es un miedo que no mata, es un miedo degenerado en asombro, en incongruencia, porque al fin y al cabo ¿qué es la muerte, sino algo que no existe? Pero hay otros miedos que no son un ancla vieja caída, incrustada en el lecho, hay miedos que son criaturas frías y viscosas que no reflejan nada, que sólo se sienten cuando te rozan al pasar, y entonces uno piensa también que quizá no sólo la muerte, sino la vida sea una gran mentira, una incongruencia. Y de entre todos los miedos irracionales (los racionales siempre están en la superficie, y la luz los destruye, se ceba con ellos y los deshace en alivios sudorosos) los dos más grandes, si tenemos que medir el tamaño por la presión con que nos golpean al pasar, con el sentimiento de invencibilidad que nos asalta cuando sus escamas nos arañan la piel, como si en su fluir nosotros no fuésemos ni siquiera un estorbo, están el miedo al dolor y el miedo al olvido.

Pero ya no nos alcanza el primer eco. Segunda descarga:
I brought you fires
That you put out
I brought you fires
For I cannot be without

En pos de ese destello intentamos perseguir el miedo al dolor. No al dolor físico, terrible amigo que, al fin, nunca mata, que sólo eriza las terminaciones nerviosas con puntos de fuego y luz que, tal vez por una vida privilegiada o tal vez por puro desconocimiento (¿qué distingue, a veces, al dolor de la molestia, o de la molestia grave, o de la muy grave? Lo sé, lo he vivido, pero muy pocas veces para recordarlo como algo real, como algo no onírico). Es el dolor oscuro, sin luz ni fuego, el dolor que forma una presión en el interior, el dolor que tiene la culpa de que muchas noches no pueda dormir, un dolor derivado del absurdo (y por lo tanto emparentado con la vida y la muerte, probablemente): El dolor del paso del tiempo, de los segundos que pasan como viento frío, invisibles e imparables. El dolor de la incomprensión, el dolor de saber que el universo y yo, siendo la misma cosa, estamos en bandos no necesariamente opuestos, pero siempre diferentes, que viene instalado de serie en todas y cada una de las consciencias, supongo. El saber que no importa la meta, la intención, el sueño: Al final la banca hace valer su voto.

Y ya no queda nada con lo que seguir navegando. Tercera descarga, aventuremos algo de luz,
Tread not the path of least restraint
Each piece of evidence a lie, a lie
The body, the face all items in place
I don't remember a thing

Y todo es un juego absurdo, vano, venimos buscando como alegres exploradores de esta profundidad siniestra, esperando ver pasar cosas que luego, al subir a la superficie, conjuraremos con el calor y la presencia reconfortante de las cosas que veremos alrededor (hola, mesa, hola, botella, hola, sonrisa, hola, par de ojos, hola, nube), esperando ver cosas ocurriendo o yaciendo o navegando indiferentes de un lado para otro, sin hacernos caso, dejándonos en paz, y ahora tenemos aquí plantado ese último miedo, que es la suma de todos, que nos mira con ojos que no son ojos, que nos amenaza sin hacer nada, ni siquiera con su existencia, porque no necesita de ella para convertirse en un dios lovecraftiano, apocalíptico, real. El miedo a olvidar, a ser olvidado, a que las cosas dejen de existir, a no haber existido nunca. El miedo que obliga a todo ser vivo a pensar que tal vez fuese bonito dejar unos genes por ahí, que tal vez fuese buena idea escribir unas palabras y esperar (rezar, implorar, mendigar) que alguien no ya las lea, sino que las recuerde algún día.

Y pienso que no puedo seguir, que debo irme, que la vida me echa de menos ahí arriba. Son excusas, si me quedase aquí podría saber algo, lo sé, lo siento. ¿Pero quiero saber?, me dice una voz que aunque sea mía no reconozco. ¿Sabría saber? ¿Qué soy yo?

La suma de mis miedos parece una buena definición.

Hora de subir. Se suelta el lastre (que cae ahí, a acompañar a estas criaturas), de dejar que los fotones jueguen con mis retinas. Eso es lo que hay ahí debajo, lo que siempre, juegue a ser feliz o no, hay dentro.

Y ahora que estoy arriba pienso que tengo remedios contra todo eso.

A veces funcionan.

24.4.06

Inquetud

No dejes descansar mucho a los marcadores de páginas, que no pierdan la forma, que a lo mejor a corto plazo tienes que editar el que te trae a este rincón (si es que lo tienes en marcadores, que no lo sé). Estoy planeando una mudanza, que sería la definitiva. En vista de que no me hipoteco comprando casa, lo haré comprándome un terrenito en internet. Y qué mejor sitio para irse a vivir que Holanda, aunque sea la holanda virtual de los dominios .nl, así que me he pasado la mañana leyendo contratos en holandés (lo curioso del asunto es que empiezo a comprenderlos), y con una sonrisilla en la cara porque entiendo que detrás de todas esas páginas y todos estos papelotes (que en realidad no son tantos) está esa gente espigada, coloradota y rubísima que, prejuicios tenemos todos, me caen tan simpáticos.

La idea sería romper las cadenas con los sitios gratuitos, y establecerme por libre con un blog, un fotoblog y, en fin, lo que surja. Zoofilia, violencia gratuita, diatribas satánicas, lo de siempre. Ya te iré contando.


Por lo demás, después de un fin de semana de tiempo inefable (que fue tan amable de mojarme Madrid para que quedase bonito en un par de fotos) vuelve a apretar el sol y a hacer buen tiempo. Imposible no asarse al caminar por el centro de Madrid al mediodía, sobre todo si el peatón a cocinar es fiel al refranero y no piensa descubrirse hasta el 30 de mayo o hasta sufrir una lipotimia, lo que ocurra primero. Imposible no caminar por este Madrid de infarto sin sufrir alguna apareción celestial, como la que esta mañana casi atropella a un viejete (a 5 kilómetros por hora, pero suficiente para enfurecer a la victima en potencia, ya se sabe, la edad, el furor), un ángel rubio y de origen definitivamente nórdico que ha pasado un semáforo muy a lo castizo (en rojo, vaya). A un lado, el ilustre anciano gritándome indignado, porque creía que yo me había detenido a medio cruce por sus mismos motivos, y al otro yo, deshecho, pensando que qué maravillosa combinación los escotes salvajes y las bicicletas.

Ah, la primavera. Qué bonita que es.

Qué felicidad, andar viviendo a la vez los dos sueños que, mientras escribo, está cantando el Fito, con el sol y las nubes, mezclando invierno y verano.

22.4.06

V for reVolution

Supongo que debería haber escrito algo ayer. Más que nada porque este es mi blog, mío, de un tal David, en el que, oye, podría ocurrir que el tal David, es decir yo, contase algo de su vida, de mi vida. Supongo que podría, por qué no, haber abierto esta ventanita, tan inocua, tan universal, y haber contado, no sé, mis primeras horas como licenciado, o que he vuelto a la práctica de la soltería militante.

Explico eso último, porque debería haberlo explicado ayer. Pero va a ser un párrafo muy corto, aviso. Salía con Maribel. Ya no. Y no me apetece decir nada más al respecto. Y aunque me apeteciese, no se me ocurre qué más podría decir al respecto.

Solteras del mundo, temblad.

Supongo que debería haber contado eso, por qué no, y toda esa ristra de circunstancias, circunloquios, circuncisiones y circos que rodean, habitualmente, toda esta clase de temas. Pero en vez de venir aquí (fiel cronista de mi vida) y ponerme a teclear ayer cometí el maligno pecado de dedicarme a dormir once horas, y hoy el de estar demasiado ocupado haciendo nada como para venir y contarlo. Por hoy quiero decir ayer, es decir, antes, es decir, hace un rato, antes de que me fuese por ahí al cine, a beber y a hacer el idiota un rato.

Así que hoy, primer día como soltero sin compromiso, he dedicado el día a aplacar un mono que venía tomando proporciones megalíticas: Me he ido al cine, que hacía siglos que no iba, y he visto V for Vendetta, y he salido del cine llorando lo que ayer las circunstancias no invitaron a llorar (porque, vale, lo cuento, fue algo así como con mi jefa. Me voy, y reacciones de alegre indiferencia al respecto. Tengo la autoestima en coma profundo, con la tontería, uno siempre espera que decir cosas así, no sé, provoque, qué se yo, una reacción, cualquier reacción, lo que sea. En fin). La película, bueno, ya sabes (todo el mundo sabe) que es la adaptación de un cómic*. Así que yo iba esperando algo. Pero no iba, ni de lejos, preparado para ese alegato antifascista, para ese manifiesto revolucionario, para que una película de alma -hay que joderse- yanqui venga fabulando sobre un gobierno que maquina atentados contra si mismo para perpetuarse en el poder. Gran película, terrorista, flamígera, incendiaria, revolucionaria, hiperreal como sólo lo que parte lo más lejos posible de la realidad (un cómic) puede lograr ser. Una historia de amor sin rostro, unas cuantas vidas, secundarias e inmensas, trenzadas en la trama. Una alegoría de esto que vivimos, DE ESTO QUE VIVIMOS, del mundo, de hoy, de la televisión, de la política. Una de esas películas que da ganas de comprar un kalashnikov y hacer la revolución de una puta vez. Una novela romántica, de héroe contra el mundo. Y qué heroe. Y qué verborrea tenía el tipo. Y qué forma de ver las cosas. Unas quince personas con pistolas, ante él, con cuchillos, diciéndole que no tiene nada que hacer, que está vencido, que calle y muera o muera y calle, que nada puede hacer con sus cuchillos y sus truquitos de karate frente a las armas de fuego, y va el tipo, con un par, y responde, no, perdona, lo que quieres decir es que tenéis un montón de balas, y que esperáis acabar conmigo usándolas, y que si no lo conseguís os voy a matar a todos, si cuando terminéis de dispararlas, antes de recargar, no habéis conseguido matarme.

Y disparan.

Y le dan.

Y vacían sus cargadores, terminan de disparar, armas humeantes.






Y V dice:

"My turn."





* ¿Cómic o comic? Ante la duda, le pongo la tilde. Sea cómic, pues.

21.4.06

Licencia para sumar

Supongo que no hace falta explicar mucho qué significa la imagen de la derecha, ni lo que siento al respecto: La tontería que empezó hace cosa de siete u ocho años, eso de "mira, voy a empezar esta carrera, a ver qué pasa" ha terminado.

Y ya puedo decir que soy licenciado en matemáticas, toma ya. ¿Y qué viene ahora? Bueno, la siguiente carrera, que en teoría va a ser Ciencias Políticas, tendrá que esperar un tiempo, que se está muy bien sin estudiar, simplemente trabajando, ganando un sueldo y usando el tiempo libre para lo que hay que usarlo, para perderlo. Así que por ahora, la meta es hacer fotos, y ahorrar para una cámara que me deje decirle qué quiero que haga con el diafragma y el obturador. Entre eso y el photopaint (no repito el error de ayer) puedo conseguir horas y horas de felicidad y arrobamiento gratuito.

Además, hacer fotos le cambia a uno la forma de mirar las cosas. No es lo mismo mirar una calle, y verla, a estar mirando una calle y pensar "¿foto?", y "¿dónde, cómo, qué?", y "¿y el post-procesado, cuál, cómo, para qué?" Es como estar con los ojos más abiertos, vigilando: ¿Esa luz, ese cielo, esa nube, ese charcho (tema recurrente), esos ojos, no son los máximos exponentes de esa belleza sincera y esencial que tiene el mundo? Y no sé, supongo que habrá quien lo vea sin necesidad de estar pensando en echarle una foto, pero ayuda.

Como primera medida, he mandado, por primera vez, una foto a Photo Friday, un sitio de internet que cada viernes propone un desafío, una foto sobre un tema, que esta semana es "golden". No es que sea un concurso en el que den nada, pero suelen presentarse unas 500 fotos cada fin de semana, y de todo se aprende. Yo he mandado una que ya has visto aquí, ejem.

Y eso es todo. Ahora toca inmersión, que el día... bueno, supongo que ya hablaré de hoy otro día, a toro pasado.

Por si a todo pasado no encuentro teclas que golpear, pasa un buen fin de semana, ¿vale?

20.4.06

88

Ya que una incondicional preguntaba por qué pensaba titular el anterior mensaje 86, pues titulo este 88, por fastidiar.

Pensaba titularlo 86 porque pensaba ponerle un título que fuese un número, y pensé en 56, ¿por qué?, pues porque fue el primer número que se me pasó por la cabeza, y luego pensé que mejor 86, que quieras que no ya fue un año que (si le suponemos un 19 delante) me pilló siendo un chaval y haciendo tonterías por el campo, y en el que seguramente habrán pasado un montón de cosas interesantísimas que ahora mismo no recuerdo (¿no fue por ahí cuando Iron Maiden sacó el Live After Death? Qué tiempos, ahí con las mallas y los pelos)* y que lo caprichoso de la red de la oficina no me deja consultar (verás tú para subir esto y las fotos. Sí, hay fotos. Sí, más. No me vaciles, que seguro que ya las has visto con el rabillo del ojo). Pero es lo que tienen los números, siempre se les pueden buscar significados a posteriori, por ejemplo, en Pi, de Dave Aronofsky, el protagonista se obsesiona con el número 216 porque cada vez que su ordenador se cuelga le imprime un número agónico de 216 cifras, y un viejo maestro le dice que si se pone a contar encontrará el dichoso número por todas partes, que seguro que de su casa a la parada del autobús había 216 pasos, y que encontraba 216 rollos de papel higiénico en su supermercado, y en fin, cosas así. El mundo está lleno de datos que medimos en forma de cifras, y como nuestro cerebro está acostumbrado a buscar patrones en cuanto se fija en uno empieza a avisarnos cada vez que lo ve por ahí, y por eso el 216 puede ser mágico aunque la mesa tenga 4 patas y los sandwiches 2 panes, aunque tengas 3 rayajos en el coche o aunque en tu bloque vivan 87 personas. Y por eso la gente dice que pasan cosas horribles los martes y 13, o los viernes, porque el resto del día no se dedican a decir "claro, ¡fíjate, es que hoy es martes y 13!"

Pero aún así hay números que tienen significado, como este que pongo hoy, y razones para usarlos: Yo lo pongo porque es el mensaje número 88 del blog (no es que los cuente. Es que cuando voy a escribir me dice cuántos llevo), y porque ese número sí que tiene un significado concreto, como sabemos los que hemos tenido la hilarante suerte de discutir con gentecilla de la Falange y alrededores. 88 es un número que en el contexto neonazi tiene mucho respeto, porque si te pones a contar y equiparar letras, el 1 es la a, el 2 es la b, el 3 es la c y el 8 (sigue contando) es la h, entonces 88 es, se supone, hh (aunque como matemático uno siempre termina pensando ¿no será en realidad sólo una d, si vas contando módulo 28?, ¿porque qué pasa con aquellas letras más allá de la j, que no se cuentan? En fin, ellos no, y 88 es hh, la abreviatura de "Heil Hitler", y lo adoran. Así que es muy bonito, cuando se discute por internet con nazis, sobre todo si son guiris, responder a sus "88" con "68", y si alguno pregunta qué significa, responderle "Fuck Hitler".

En fin, hoy he tenido el día perro, y como digo la red, que está de un primaveral que -literalmente- no se tiene, no acompaña. Así que entre eso y una agenda mañanera no precisamente apretada, me he estado dedicando a jugar con el photoshop** y las fotos de Praga que sacó Marta, aquí mi compi de curro (ya, ya sé que la conoces. O no, ¿quién conoce a alguien, hoy en día? ¿Sabemos quién es Marta, en realidad? ¿Lo sabe alguien? ¿Lo sabe ella? Aventuro un convencido no por respuesta: Seguro que se puede usar aquello de Gödel para probarlo, más o menos). La foto del principio es la de una placa de hielo en la ventana de la habitación del hotel, y las tres siguientes, mi despedida por hoy, una visita por los tejados de la ciudad. Conviértete en gata (miau) o gato, según gustos, y salta conmigo, boing boing.

Mañana más, cuídate.







* No, fue en el 85, veo después. En el 86 sacaron el Somewhere in Time.
** No sé por qué siempre digo "photoshop" cuando quiero decir "photopaint". La costumbre. Como todo el mundo usa la patraña de Adobe, en vez de la herramienta de placer y lujuria visual de Corel...

19.4.06

Primer aviso

Vale, me doy a mí mismo el primer silbotazo de aviso: Mucho decir que nada de victimismos ni de lloriqueos existenciales en el subtítulo de la página, y últimamente no me dedico a otra cosa. Y lo siento, perdóname, pero ya sabes que quien más quien menos todos tenemos una versión pequeñaja y de andar por casa de un transtorno bipolar, y la vida es como el mus, y no siempre se puede jugar sin cartas. Y si llevas doce rondas viendo los reyes cuando los demás levantan las cartas, sin juego, sin pares (lo más terrible) y sin ni siquiera una chica de paso, digo en paso, pues al final uno termina contribuyendo como puede contra la sequía con su pequeño afluente salado naciéndole del lagrimal.

Que no, que es coña, que sabes que yo no lloro. Soy un machote, y me crié antes de toda esta palabrería sentimental, que si llorar está bien, que si hay que afrontar los sentimientos, que si la metrosexualidad y demás. Ja, afrontar los sentimientos. Eso quien se atreva, yo prefiero correr, diga lo que diga Juan de los que corren. Y yo corriendo soy muy bueno, cuando correr no es un deporte (en ese sentido me remito a lo que dije por ahí abajo) sino un acto de autoconservación, cuando en vez del verbo correr uno tiene que usar el verbo huir (fallo mío).

Pues eso. No lloro. A veces se me mete polvo en los ojos, por estar mirando cosas que implican luces muy intensas, o polvo y viento, te puedes imaginar, y a veces veo Amelie o Big Fish y me da por soltar alguna lagrimita terapéutica, pero lo que es llorar llorar, ponerse uno a pensar en su vida y abrir la garganta para convertirla en alarma antiaérea, y emitir chorros por los ojos, y romperse las uñas de arañar pavimentos, paredes y recuerdos sanguinolentos pues no, la verdad, no. Y tengo que repetirme, pero esto es lo que escribía anteayer, esa maquinaria que se programó para que mis genes floreciesen y los tigres de dientes de sable muriesen, en lo que a mí respecta, de inanición (y que ahora que lo pienso sigue funcionando en lo que a huir se refiere) termina encontrando una ventana con un sol clavado, una persiana rota, otro tornillo abandonado (la colección va viento en popa, de aquí a nada lleno un tarro), un par de ojos verdes, una sonrisa, cualquier cosa, todas, nada, qué más da, es todo mirar y sentirse vivo y ¿pero qué puta terapia es esta? Empiezo disculpándome por empezar a hacerle gestos conciliadores al victimismo y termino proclamando lo bonita que es la vida si una mañana uno tropieza con dos ojos verdes en un andén de tren.

Otra cosa no, pero extremista… bueno, qué te voy a contar que no sepas.

18.4.06

5:36

Lo siento, pero hoy toca hablar de música otra vez. Yo no quería, iba a limitarme a copiar una cita de una canción de Anathema, Flying, que como muchas de las canciones de Anathema es tristísima, y que, creo, refleja muy bien todo eso de la felicidad triste de la que hablaba el otro día, solo que en vez de ser la felicidad del observador es la de la libertad. Aunque tal vez sea lo mismo, ser libre y ser consciente, por contradictorio que pueda sonar. La canción en cuestión dice esto,

layers of dust and yesterdays
shadows fading in the haze of what I couldn't say
and though I said my hands were tied
times have changed and now I find I'm free for the first time
feel so close to everything now
strange how life makes sense in time now


Una canción de despedidas, de adioses, de comprensión, de alzar el vuelo, de la pena que eso puede implicar, en fin, muy en plan Anathema, aunque a veces tienen otra vena, la agresiva, la inclemente: I don't care where you go, you won't get away from me, o esa que como fuese dedicada a alguien es brutal, que decía

I abhor you I condemn you
cause this pain will never end
you got away without a scratch
and now you're walking on a lucky path
I have to laugh...
but you'd better watch your back


En fin, que es un grupo estupendo porque, estés como estés, siempre tienen una canción para tu estado de ánimo, y en directo es una banda genial porque logran, incluso con las canciones más tristes del mundo, poner a toda la sala a dar brincos y a cantar los coros. Se ganaron mi amor eterno la penúltima vez que vinieron a Madrid, donde rompieron un teclado hartos del mal sonido del mismo y luego la noche se volvió extrañamente íntima, como por haber sido capaces de asistir a un momento para nada frecuente, y lo revalidaron la última vez, que vinieron teloneando a Porcupine Tree (qué más se puede pedir). Al terminar su concierto se pusieron a ayudar a los roadies a retirar el equipo y a colocar el de Porcupine Tree. Luego se quedaron a ver el concierto, y cuando salieron de la sala lo hicieron con la gente, por la puerta principal, tipos adorables que no pararon de hacerse fotos con quien las quisiera y de firmar autógrafos, que luego tenían el detalle, cuando ya se iban, de irse despidiendo de la gente a la que acababan de conocer cuando les pidieron que se hiciesen una foto con ellos.

En fin, gente maja que hay en el mundo de la música. El caso es que estaba buscando la letra de esa canción y me ha dado por ir a buscar noticias suyas a su página web, www.anathema.ws, para ver si decía algo de un nuevo disco, y nada más entrar he topado con una canción nueva que tienen ahí en calidad de CD para que te la bajes, si quieres: Everything. Dicen que la han grabado y producido ellos, al margen de cualquier compañía de discos, y que ahora mismo están sin contrato. Que por eso han puesto ahí esa canción y piensan poner otras, y que a cambio hay un botón para efectuar donaciones, para que quien quiera ayudarles pueda hacerlo, en vez de estar llenando los bolsillos de hombres de negocios anónimos (dicen, textual, salvo por la traducción). Y la canción en sí es de lo más alegre que les he escuchado nunca, y la escucho y pienso en la letra de Flying, en el frío del viento en las alas, cuando uno es libre, en el miedo a esa libertad, a la independencia, y en cómo todo eso tuerce el miedo en euforia y la alegría en pena, la alegría en miedo y la pena en euforia, y el miedo, la pena, la alegría y la euforia en otra cosa, algo distinto, profundo y oscuro que lo aglutina todo y lo es todo a la vez, que sabe y huele a antiguo, a hogar, a descubrimiento. A despertar.

17.4.06

Autorretrato

Cuando uno afronta un autorretrato siempre corre el peligro de quedar bonito, y caer en el narcisismo, o parecerlo. Hace no mucho alguien me acusó de narcisista, tal vez esté susceptible con este tema desde entonces, quien sabe.

No soy narcisista. Narcisista es quien está enamorado de si mismo, y yo (que además, no me caigo tan bien como a veces parece) ya estoy ocupado, enamorado siempre de demasiadas personas (siempre de una de más), como para encima cargar con ese peso extra. Pero si digo algo bueno de mí mismo, siempre habrá quien pueda pensar "eh, mira, ¡un narcisista!", y no me gustaría que pensases eso, por eso esta introducción. No me considero nadie excepcional. Mejor que algunos, peor que muchos, especial en el sentido en el que todo el mundo lo es y ya, y lo que digo de mí mismo sé que puede decirse de mucha otra gente (de la que, naturalmente, podrían decirse también cosas mejores), pero yo soy yo y lo veo en mí, y por eso quería hacer esta especie de autorretrato, porque hoy, volviendo a casa, me he dado cuenta de algo que, no sé por qué, quiero contarte. Pero antes necesito esta disculpa y esta advertencia: Ten en cuenta que yo soy muchas más cosas que no salen en estas líneas, muchas de ellas oscuras y sombrías: Esto es sólo una pieza, y ni siquiera única.

Creo que soy un pozo, un condensador. Que mi sistema nervioso me transmite su visión del mundo para que yo sea consciente de su belleza. De acuerdo, no lo hace por eso, lo hace para que mis genes se perpetúen y para que pueda huir de los tigres de dientes de sable que nos acechaban en la oscuridad, fuera de las cuevas, hace una eternidad, pero a día de hoy mi uso de esa herramienta es la percepción de la belleza, porque ya no me acechan los tigres, y mis genes, bueno, dejemos los genes en paz. Estos días he visto irse a dos amigos, y la luz de un coche prendía de blanco su pelo difuminado. Hace tres noches una amiga lloró mientras me contaba una historia. Anteayer, en el instante en el que el atardecer y la noche se revuelcan y se confunden, el mundo estaba a su vez confundiendo y mezclando los azules y los negros. He pronunciado palabras que ha escrito mi cabeza, y que ha firmado mi corazón. He sentido la lluvia amable y dulce de la primavera. He buscado matar la última copa, la copa asesina, y tras ella vi escondidas confesiones y risas. Hace cinco días una cachorra de perro enorme se entretuvo en mordisquearme las manos mientras jugábamos, con esos mordiscos que son caricias, mientras me apaleaba con el rabo. He bailar un fuego, con su danza introspectiva y ausente, y he visto aullar al humo, mientras acariciaba la espalda de alguien. He escuchado una canción descolgándose por entre las hojas nuevas de un árbol, y he visto sonreír a mis amigos. Y me traigo todos esos recuerdos escondidos a esta página, a enseñarlos, orgulloso: Esto es a lo que me dedico, recojo estas cosas y soy feliz sintiéndolas. Aunque las cosas, a veces, no son felices en sí, pero son hermosas, y esa hermosura me trae esa felicidad más refinada, menos inmediata, más difícil de conseguir y por lo tanto más sabrosa que a veces no es alegre, y que de hecho puede ser tristísima (belleza típica de, por ejemplo, lágrimas, noches en vela, proposiciones indecentes tan razonablemente no atendidas), pero que siempre termina siendo una alegría inmensa por el hecho de estar vivo, signifique eso lo que signifique. Un inmenso agradecimiento por todas y cada una de las estrellas donde se forjaron los átomos que componen este mundo en el que tú y yo vivimos, que es muchas cosas, sí, pero que siempre es un lugar fascinante y genial.

Y hurgo en la noche, a ver qué me cuenta, a ver qué trae, con los ojos bien abiertos y el alma impaciente. Salgo a la calle buscando charcos, a ver qué reflejan. Se me amontonan los tornillos en el bolsillo de la chaqueta. Y la vida, el mundo real, reclama su tributo, que lo haga caso, que llame por teléfono, que termine un escenario, que vea la tele, que barra el cuarto de estar, que piense dónde voy a comer hoy. Tanta amenaza, tanto hostigamiento. Y yo, revolucionario de hamaca y de sofá, respondo al asedio con toda la pasión de mi resistencia pasiva.

12.4.06

Operación salida

Aires de amotinamiento rondaban ayer la oficina: Hoy empiezan las minivacaciones de Semana Santa, y se preveen como quince mil millones de desplazamientos que atestarán las carreteras, las harán rebosar de coches que fluirán con la rapidez y suavidad del hormigón armado a medio fraguar, un caos de luces rojas, pitidos y llanto de niños que amenizará la tarde-noche a un montón de gente, yo incluido si no nos andamos un poco listos.

Y por eso el amotinamiento. Ayer Fernando ya afirmaba con rebeldía que hoy por la tarde no curraba. Lo cuál está muy bien, porque él es el que me dice qué tengo que hacer, y si no está, yo aquí no pinto nada. Y por otra parte les llevo a él, a Marta, a mi agente y a su gata y al pueblo, así que tampoco va a irse para estarme esperando.

Total, que a eso de las dos de la tarde nos iremos, recogeremos a mi agente y a Lúa, y a ver si con algo de suerte nos anticipamos a la caravana inmensa que saturará todas las carreteras durante horas y horas. Si sale bien es un plan estupendo. Salir de aquí, coger el coche, y a comer a Talavera.

Crucemos los dedos porque la gente coma antes de la salida, y para que no salgan pronto. Y en fin, como soñar es gratis, yo sigo. La tarde libre, tal vez para ir al campo, a corretear bajo el sol, a saltar entre las piedras, a ver caer la tarde. Luego a casa, una ducha, cena y al bar de Leo, a tomar unas copas, ver quién aparece, tener conversaciones cuanto más absurdas mejor y, esperemos, echar unos cuantos futbolines. Y luego dormir.

Dormir. Dormir es una actividad que ahora mismo constituye un sueño en sí misma.

Y después, la resurrección: Despertar sin otra cosa que hacer más que comer y pensar qué hacer para pasar el día de la forma más tranquila posible.

Como por ejemplo, desterrando las paranoias estas sobre el cambio de interlocutor, o interlocutora de lo que escribo. Claro que no debería mencionar esto así, de pasada, al final de un mensaje tan vacío y tan intrascendente como este (que, supongo, sólo sirve para avisar de que no voy a escribir por aquí al menos hasta el domingo o el lunes que viene), debería contarlo de una vez, exorcizarlo o callarme. Así que optaré por callarme, con la excusa de que quieras que no se supone que estoy trabajando (de hecho estoy trabajando, palabra).

Recapitulando: En menos de media hora, vacaciones. Y para canalizar la euforia contenida, te dejo el trocito de canción que, por razones existenciales que no termino de intuir, en cuanto tengo un momento de silencio, me viene a la mente esta mañana:

sing destruction, sing of unfullfillment
search abandoned, let the blood be fevered
ridden of the self provided things get easier
ignite our minds and let's burn brighter, NOW!

11.4.06

Querida segunda persona del singular

El otro día hablaba con una lectora asidua sobre el uso de la segunda persona del singular, cuando escribo para ti, y dice, o dices, que le pone, o te pone nerviosa, que a veces le hace pensar, o te hace pensar, que estás metiendo las narices en algo ajeno.

Creo que este es el mensaje número ochenta y dos de este blog. Y las cosas cambian, ya lo decía Heráclito, panta rhei. Y ochenta y dos mensajes y unos cuantos meses son suficiente para que sucedan unas cuantas cosas, o un montón de cosas. Lo cierto es que uno siempre empieza a escribir con un propósito (o con varios, o muchos, o con ninguno, por qué no, pero no es el caso), con una idea (o con varias, o... en fin, ídem que el paréntesis anterior), y al cabo de este tiempo, bueno, ha cambiado todo un poco, porque es lo que tiene la vida, que pasa el tiempo, que todo lo cambia, y claro, las palabras son como las gotas de lluvia, van en general en una dirección, pero un día puede caer hacia un lado, y al día siguiente hacia otro. Esto no está siendo lo que yo pensaba que iba a ser, un rinconcillo privado donde escribir por no perder la práctica. No le di la dirección de este sitio a mucha gente, no a más de diez personas, y ahora, bueno, desde que puse el contador hasta este momento se han recibido 1673 visitas a la página. No son muchas, supongo, pero son un taco para haberle dado la dirección a no más de diez personas que supongo que habrán tenido mejores cosas que hacer que venir aquí a diario.

El caso es que tú, y ahora te hablo a ti, que estás leyendo esto, estás ahí sentado (porque imagino que estarás sentado), y yo estaba hablando con otra persona. Y pienso en lo que me decía esta lectora, y tiene razón, y tampoco me parece justo. Y además hay otra razón, que tal vez sea la más importante, y por qué no decirla al fin y al cabo: también es que estoy hasta las narices de hablar solo.

Así que recordando de nuevo 62/Modelo para armar, creo que tengo la solución. A partir de ahora la segunda persona del singular, tú, vas a ser a esta página lo que el paredro era en aquel libro, en plan humilde, claro, porque qué más quisiera yo que hacerte baby sitter de lo excepcional, pero sí un compadre rotatorio, alguien que puede ser específico o no, que a veces, por qué no, serás tú, que lees esto, y otras veces será otra persona, que puede que lea esto o no (porque en el fondo uno nunca sabe quién le termina leyendo, y eso es parte de la gracia del asunto). Yo no avisaré ni de una cosa ni de otra, o lo olvidaré o no me interesará (aunque tal vez olvide esto y termine avisando, nunca se sabe), ejerciendo mi derecho como escritor, y tú, como lector, ejercerás el tuyo de decidir a quién me estoy refiriendo cuando te hablo a ti. Pero tranquilo, no cansa.

En cualquier caso, y aunque sea un poco tarde para saludos, bienvenido. Aunque esto también es una despedida, y eso es lo triste del asunto.

Pero eh, espera, ¿bienvenido o bienvenida? Porque claro, ¿qué usar, el masculino o el femenino? ¿Sería mejor irlos cambiando indistintamente? ¿Debería usar el femenino, por ser femenino el término "segunda persona del singular"?

Fíjate, cuánto me das que pensar, y lo entretenida que me estás haciendo la tarde.

9.4.06

Rebe

Escribo con miedo porque es imposible decidir por dónde empezar a hablar de esta mujer. Asusta tanta vida cuando uno va a ponerse a contar algo de ella, y yo no soy ni Quim Monzó ni Roberto Bolaño.

En cualquier caso esto ni siquiera pretende ser algo elaborado, porque un día tenemos que sentarnos Rebe, una grabadora, un bolígrafo, un cuaderno y yo a una mesa, y escuchar su historia, para intentar fijarla en palabras. Por ahora lo único que busco es dar alguna pincelada a la imagen de esta mujer a la que todos coincidimos en considerar alguien increíble y genial.

Así que por qué no empezar por cuaquier parte. Por una niña sonriente que era feliz estudiando en su cole, en el barrio de la Coma. El colegio estaba justo al lado de su casa, así que en los recreos Rebe se plantaba en mitad del patio y gritaba "¡abuelaaa, échame la pelota!", o "¡abuelaaa, echame el bocadillo de chorizo!", para luego compartir el juego o la comida con los demás chavales. No deja de ser un detalle, en mi colegio a nadie se le ocurriría compartir bocadillo con nadie, pero supongo que Rebeca no podía dejar de ser Rebeca incluso cuando era pequeñaja.

Su familia era enorme (lo que a día de hoy le proporciona cantidades difícilmente numerables de sobrinos) y pobre (nos habló anoche de una nochebuena en la que una hermana, indignada por no poder conseguir una cena decente, salió durante horas y apareció sujetando en una mano sus zapatos, y arrastrando con la otra un carnero que su tío mató en el patio del edificio). A los doce añitos su idilio con la música le hacía concentrarse en el rap, así que se unió a un grupo de niños raperos de su barrio, los SBR. Había diferencias, de todas formas. Rebe nos hablaba de su machismo y su condescendencia, del orgullo herido de tener que imitar los pantalones amplios típicos del género por pantalones de sus hermanos mayores. Y los niños rapeaban y quedaban para pegarse con otros grupos de niños. Los pijos, o relativamente pijos, la gente que tenía dinero. Pero Rebe era una niña contradictoria e inquieta que nadie sabía exactamente cómo tratar; por ejemplo en el cole podía ser un demonio que un día le partía la nariz a un chaval grandote por llamarla gitana, pero era un demonio que sacaba sobresalientes, como si algún doctor Frankenstein especializado en niños hubiese cosido y pegado en la misma persona a la niña marginal y a la empollona de la clase. Y también en el grupo de rap también comenzó sentirse fuera de sitio, cuando les dio por meterse farlopa, robar coches y llevarlos a hacer trompos a las carreteras en construcción. Rebeca pensaba en los dueños de los coches, los vecinos del barrio, gente humilde, y se sentía mal, así que abandonó el grupo. Por aquel entonces iba mucho a un parque. A un lado estaban los nazis, y al otro los antifascistas, y ella se fue con estos últimos. Y conoció gente que le habló de todo eso de la anarquía, que leía libros y sacaba fanzines que Rebe, claro, devoró. Un día descubrió que estaba enamorada de un chaval del parque. Y también lo descubrió una que hasta ese momento fue su amiga, que también descubrió que a él también le gustaba ella, y decidió meterse por medio. Rebe, viendo toda aquella complicación, todo ese teatro de comedia barroca, decidió que no era lo suyo, y no volvió al parque. Ni despedidas ni adioses, simplemente no volvió. Como tenía unos patimes, recorría Madrid. Comenzó a salir por Malasaña y por Lavapiés, por donde ahora es imposible pasear con ella sin que se pare a hablar con alguien cada diez metros, a veinte minutos la charla si no se la interrumpe (sólo diez si se la mete prisa). Y se fue a vivir a una casa okupa, con un montón de hijos de papá, dice: Ella necesitaba una casa para vivir, y para muchos de sus compañeros aquello era una especie de juego o de pasatiempo. Recita nombres de casas okupas que encienden campanitas incluso en mi mente burguesa, historias de desalojos y de policía cargando. Así que a los quince años detuvieron a un montón de gente y fue a parar a los juzgados de Plaza de Castilla. Estaban un montón de chavales en un pasillo, uno tenía una guitarra y se puso a tocarla, y ella se puso a cantar un blues. Con el sentimiento, metida hasta las cejas en la música, no se fijó en la cámara de televisión que la estaba grabando.

Años más tarde daba una conferencia sobre okupación, y el tipo que se encargaba de la parte audiovisual de la charla se hizo con una copia de aquello, así que Rebe se descubrió de pronto contemplándose a sí misma con quince añitos y cantando un blues revolucionario en Plaza de Castilla. Cuando volvió a su barrio, siglos más tarde, descubrió que todos la habían visto por la tele. Mírala la Rebe, que dejó de venir al parque y ahí la tienes, cantando en un juzgao.

Y a partir de aquí la historia se complica, y ni siquiera tengo idea de cómo sigue: Todo son imágenes sueltas, a cuál más asombrosa, Rebe trabajando en la construcción, Rebe trabajando en alturas, Rebe escuchando a un guía en Siberia qué hacer si un oso te ataca, Rebe trabajando en Italia recogiendo manzanas, Rebe dando conferencias sobre anarquismo en aquél país.

Hay vidas que no hay genio capaz de inventar. Y cuando salimos con Rebe y Perico o cuando vamos a su casa me pregunto cómo ha podido dar la vida tantas vueltas para terminar dejándola acurrucada en su sofá, dormida como una gata feliz, escuchando el runrún de lo que quiera que estemos contando, y escondiendo tanto mundo y tanta vida detrás de los párpados.

Qué mujer más grande.

7.4.06

Bueno, vale, no

Tengo que admitirlo, no es cierta esta imagen de felicidad bucólica y primaveral que estoy vendiendo aquí. Fuera de la ventana (término difuso porque está abierta, y el oleaje de Madrid, el ruido de su tráfico, entra a golpes, guiado por el capricho del aire) a ratos llueve, a ratos está nublado, a ratos hace sol, y a ratos sale la luna. Y yo siempre he sido un vil imitador.

Pero leo lo que escribo o, sinceridad, pienso en ello, y me siento algo hipócrita, algo traidor. No todo es sol, no todo son salitos de alegría, y admitámoslo, últimamente paso bastante tiempo abatido.

(Qué palabra más bonita y más cursi, abatido. ¿No te parece a veces que las palabras cursis son como parajillos mojados con un ala rota? Dan ganas de cogerlos, acariciarlos, ponerse perdido con el barro de sus plumas. Abatido, abatido, abatido. Aunque nunca se sabe y a lo mejor terminas desplumado y en la olla, abatido)

Bastante tiempo abatido, sí.

Intento pensar por qué sólo escribo lo alegre, por qué filtro la oscuridad, y me respondo diciendo que tal vez sea que sólo escribo cuando estoy contento, cuando ando feliz. No está mal como explicación al primer bote pero ¿cómo saber si es cierta? Uno mismo es siempre la persona más fácil a la que mentir, la persona más fácil de engañar. La intuición no nos funciona, porque no queremos que lo haga, porque hay demasiadas coartadas compartidas. Me miento o me soy sincero, francamente no lo sé. Pero siempre nos quedará la lógica para esbozar las sospechas, y ante las hipótesis, la elaboración de experimentos, la búsqueda de contraejemplos, y así puedo probarme que no es cierto que sólo escriba en las cumbres de los valles. Hace tres días no estaba ahí, aunque llegué con ese rescate de la memoria infantil. No. ¿Tal vez, entonces, escriba para sentirme así? ¿Para escalar? Ahí es fácil encontrar el contraejemplo, me bastan estas líneas. Tampoco.

Recapitulemos. Soy, he sido un motor de dos tiempos, combustión y explosión, combustión y explosión, que últimamente ha tenido una etapa explosiva bastante larga, y ahora toca arder, viene tocando de un tiempo a esta parte, pero eso no se ha reflejado aquí, y yo me siento curioso al respecto: ¿por qué?

Una posibilidad: Por no querer admitirlo. Es un método clásico, alguno de los dos primeros procedimientos de aquella lista que hice hace años para afrontar los problemas: Primero negarlo, segundo ignorarlo. El tercero era huir. El cuarto, abandonar, y que los buitres y los cuervos tengan su almuerzo. Yo era muy dramático, el motor de dos tiempos funcionaba a buen ritmo, y de hecho por aquel entonces escribía al revés, sólo en las etapas de combustión. Una prosa insufrible y tétrica que aún recuerdo con vergüenza y mucha mirada de circunstancias.

Tal vez sea que no quiero compartirlo. Que no me apetece venir aquí y contar que hoy mi vida no es un capítulo de los pitufos, ni lo ha sido todos los días que he dado esa impresión. Pero de pronto anoche, mientras intentaba dormir, me pregunté ¿por qué no? Y como no pude inventarme una respuesta, aquí estoy, pintando en gris. Quiero pensar que a diferencia de como era en mis tiempos tétricos ahora no lo hago por victimismo ni por regodeo. Que lo hago porque no quiero dar una imagen adulterada. Pero ya te digo, nunca se sabe, y en cualquier caso hay que recordar las palabras de mi amigo Martin: "he who trust a writer obtains what he deserves", y las repetidas advertencias de Martin Amis de que un escritor es siempre, esencialmente y ante todo un mentiroso.

Así que desconfía.

En cualquier caso quería contarlo. Los mensajes se me van y no vuelven, las llamadas de teléfono no se cogen, y por las noches sólo tengo dos posibilidades, o no poder dormir, o no querer dormir. Y quería que lo supieses.

6.4.06

Y el suelo es un espejo

Supongo que es de esperar que el día después de un concierto uno hable de él en su blog. Sobre todo si el concierto fue estupendo, si uno se dejó la garganta de gritar, apenas puede mover las piernas 24 horas después y ha pasado el día medio en coma por el esfuerzo y el poco sueño. Aaah, hacía siglos que no lo pasaba tan bien en un concierto, que no salía sabiendo que iba a tener agujetas durante días. La culpa, de In Flames, estos traidores a los que es imposible culpar de nada, cuando se los tiene encima del escenario. Así que no lo contaré, y dejo sólo estas imágenes (contadas: hoy no hay fotos de esto),

.1 un muro de luz azul rajada de arriba abajo por un pie de micrófono en un escenario desierto,

.2 un mar de brazos saltando, sobre el que rebotaban luz y sonido desplegando, respectivamente, ecos y destellos,

.3 un roadie gordo y rubio que arrancaba ovaciones del público cada vez que cruzaba el escenario, muerto de risa por la acogida,

.4 el agradecimiento de Anders Friden, que termina sonando sincero incluso para un paranoico radical como yo.

.5 la maravilla de la música, cómo de un precipicio de distorsión y confusión puede nacer la belleza, y cómo así la música se convierte en mundo, y el mundo en música.

Podría hablar más de todo eso, y en realidad es de esperar que lo haga, así que hablaré de la lluvia. ¡Llueve! O no. Es primavera, y las nubes y el suelo, que renacen cada primavera, se hacen el amor miles de veces al día, y luego las nubes bailan con el sol para celebrarlo, mientras el suelo esboza sus sonrisas satisfechas en los tallos de los miles de millones de briznas de hierba que nacen desesperados por que el viento los meza y puedan así cantar. He salido de trabajar y el cielo actuaba: Estaba gris, granítico, serio, homérico. Una forma como otra cualquiera de despertar interés, en cualquier caso eficaz. Pero no hay forma de contener las hormonas de las nubes, y al poco las primeras gotas audaces han empezado a caer, borrando la basura del mundo con sus lametones, dándonos besos al asfalto y a mí. Así que he decidido ejercer de voyeur de ese polvo tan público, y a cambio la lluvia ha venido jugando al escondite conmigo durante todo el camino a casa. Yo doblaba una esquina, me encogía debajo de un pino, corría junto a un autobús, y las nubes me buscaban revoloteando, hinchadas de viento y de agua. Y me encontraban, y yo me dejaba llover, y paraban, y contaban unas veces hasta diez y otras hasta cien, y volvíamos a empezar.

Y yo, que para algo soy coleccionista de tornillos, tenía que venir a contarlo, y dejarlo escrito, y si te soy sincero no sólo para compartirlo contigo, sino para fijarlo en algún lugar, para dejar un recuerdo de mi silueta, dibujada en el suelo seco por la lluvia. Contarlo para que también fuera de la realidad exista, para que la imagen prenda en ti, para que suceda, y para que no ahora, en este instante plegado que es a la vez cuando yo lo escribo y cuando tú lo lees, sino más tarde, cuando estos vientos y estas nubes lleven tiempo muertas y olvidados, vuelvan a la vida dentro de ti, dentro de mí.

4.4.06

La infancia, esa edad sobrevalorada

Le pido prestada a Cortázar esa gran cita como título, porque hoy, no sé por qué, me ha dado por pensar en mi infancia, y desde que me leí 62/Modelo para armar, siempre que pienso en la infancia me viene esa frase a la mente.

Todo ha venido por culpa de mi nombre, que como sabes es bastante común. Por ejemplo ahora mismo en la oficina estamos cinco personas, de las cuales el 40% nos llamamos así. Estoy mintiendo, porque en realidad aquí hay más gente, pero están encerrados a los despachos, tal vez continuando la partida de tetris mobiliaria que hemos empezado esta mañana, cuando nos hemos puesto a cambiar muebles de sitio para hacerle hueco a un par de mesas y un par de sillas nuevas.

Siempre ha sido así, un nombre muy común que, por lo tanto, le quitaba todo su sentido al hecho de tener nombre. Se supone que un nombre es algo que te identifica, que te describe, que te distingue frente a los demás y te señala como destinatario de información: Todo eso no sirve para nada cuando te llamas como el 40% de la gente, claro. El caso es que en el cole había otros dos Davides en mi clase, y se llamaban David C. y David S. Cuando nos hacían colocarnos por orden de lista a mí solía tocarme junto a mi tocayo S., lo cuál hacía aún más complicado distinguir a qué David se referían los profesores cuando nos señalaban, pero no me importaba, porque en fin, aquel David me caía muy bien. Debía ser así, porque recuerdo que durante al menos un año él y yo compartimos pupitre. Pero de nuestras peripecias de pupitre compartido hablo luego.

Antes unas palabras sobre el otro David. Bien, él era el David Deportista. Le recuerdo, cuando éramos unos mocos que apenas llegábamos al pupitre, sacando molla y luciendo bíceps, lo que a esas edades tiene un patetismo que yo entonces más que ver apenas acerté a intuir. Cuando jugábamos al fútbol y los capitanes de los equipos pedían jugadores alternativamente, él era siempre uno de los elegidos en primer lugar, junto con otros hábiles atletas cuyo talento, a esa edad, permitía soñar con un futuro de estrella del fútbol, que luego terminaron mayoritariamente siendo los pioneros en el sexo, las drogas y el alcoholismo, cuando llegamos a la adolescencia, pero eso es saltar demasiados capítulos hacia delante. El caso es que David C. solía ser de los primeros elegidos. ¿Y el otro David? El otro David, que también era un buen jugador, estaba hecho de otra pasta, y él no era elegido, él era siempre de los que elegía. No es que fuese autoritario, un mandón ni nada por el estilo, era que, simplemente, se le daba bien, y a todos nos parecía un buen chaval, razonable y listo, y siempre se le proponía como capitán. Y yo debía caerle bien, porque a pesar de que yo pertenecía a ese último grupo de deportistas no agraciados que eran adjudicados por sorteo según la mala suerte fuese llegando, solía terminar siendo elegido por él, y formando parte de su equipo. Yo a esas edades ya intuía que alguna verdad esencial de la probabilidad sugería que el hecho de no terminar jugando la mitad de las veces con él y la otra mitad contra él sugería que me tenía algún tipo de simpatía (improbable) o que veía algo en mi fútbol que los demás nunca encontramos (imposible), al menos hasta que descubrí, muchos años después, lo que me divertía dar patadas a mis compañeros. Yo creo que, en secreto, los dos le teníamos algo de tirria al otro David que lucía nuestro nombre con unos aires que no nos convencían mucho, pero aquí entro en el terreno de las divagaciones y la suposición, y todavía no me apetece pisar esa hierba sobre la que voy a tener que caminar después.

El caso es que nos hicimos amigos, o al menos todo lo amigo que puede uno ser a esas edades, cuando uno está aún sujeto a los azares del destino y mil golpes de oleaje de la vida pueden hacer desaparecer una amistad dura como el pedernal en la sima del olvido (donde, si hay suerte, podrá uno pescarla desde su blog, un día, quien sabe), y nos pusimos a compartir pupitre, lo cuál era algo muy importante, porque pasábamos del orden de ocho horas en esos pupitres, codo con codo, y aquello podía ser un suplicio si tu compañero era un coñazo. Pero nosotros lo pasábamos bien, inventábamos juegos estúpidos y entretenidos con cualquier cosa, éramos chavales ocurrentes, él con la fantasía que le daba esa inteligencia precoz que tenía, y yo con la habitual de un hijo único acostumbrado a embestir ante cualquier escapatoria al aburrimiento, por angosta que fuese.

Y en esas pasaba el curso, cuando llegó la elección para delegado de la clase, y recuerdo que David S. se presentó, o lo presentamos, porque todos lo queríamos de delegado, y frente a él, esto ya no sé si lo recuerdo o es el eco de una fantasía que insiste en llamarse recuerdo, se presentó nuestro tocayo, David C. ¿Por qué? Supongo que por afan competitivo. La gente habla maravillas del espíritu del deporte, sobre todo en época de Olimpiadas, y yo qué quieres, lo veo como un ejercicio de egoísmo: Que si yo corro más que tú, que si yo salto más lejos, todo ese tipo de cosas que a mí, probablemente porque nunca las conseguía, siempre me dieron igual, o eso me decía. Vaaale, soy sincero: Ser hijo único, por lo que he visto (no sólo en mí) le hace a uno propenso a intentar recibir la atención de los demás, tal vez acaparándola, si se puede, pero yo con el deporte no tenía manera, y a mí en realidad esa faceta egoísta, creo, se me manifestó más tarde, y siempre se contrarrestó con mi timidez paranoide. En fin, que probablemente por el afán de competir, o sea por el afán de ganar, humillar y saberse mejor, David C. se presentó como alternativa política, o quiero recordar que se presentó, y naturalmente perdió. Éramos niños, pero no éramos imbéciles, y entre un aspirante a matón de playa (estoy siendo injusto con él, lo sé, pero entiéndeme, él ganaba, yo perdía, y la envidia de entonces, que ha tenido mucho tiempo para retocar mis recuerdos, habla por mí) y un chaval decente, majísimo y que nos inspiraba una confianza absoluta y merecida... pues no hubo color. Así que mi compañero de mesa era el delegado.

Muy majo, como tantos otros chavales que entonces conocí y ahora he olvidado, pero a David S. creo que nunca podré olvidarlo por una anécdota en concreto, que dice mucho de su carácter, y que ninguno de nuestros compañeros de entonces supo jamás. Un día teníamos que entregar una redacción, o rellenar una hoja con respuestas o alguna pavada colegial por el estilo, y bueno, yo, que siempre he sido un poco calamidad, lo había olvidado, así que la profesora, que llegaba tarde a alguna parte, le encargó a David que recogiese los deberes y se los llevase, .así que cuando él fue a empezar la cosecha por un rincón de la clase yo, en un momento y medio a escondidas, rellené un papel a toda velocidad con lo que se nos pedía. Y estaba David recogiéndolos cuando otro querido niño, maldito delator que buscaba ganarse algo sin sospechar como haría hoy, ya de adulto, que ese algo sólo podría ser desprecio, levantó un índice acusador, lo apuntó hacia mí y se puso a gritar que yo no había hecho mis deberes. En torno a mí se reunió un grupo de curiosos, ofendidos porque ellos habían malgastado en esos deberes un tiempo que, suponían, a mí me había servido para ver mil horas de televisión, leer un millón de tebeos y comerme quince toneladas de golosinas, y se oficiaban los preliminares del linchamiento cuando apareció David a mi lado, los detuvo, y se dispuso a probar mi inocencia. No le explicó a nadie el método a seguir, que por otra parte era obvio: Primero me preguntó, y yo mentí. Y después cogió mi hoja de los deberes, colocó sobre las líneas de bolígrafo sospechosas de ser recientes un dedo, y lo movió sobre el papel. La tinta, fresca, se movió. Él levantó la cabeza y cruzamos nuestras miradas durante un instante infinito, yo con el miedo a la vergüenza y el dolor de la traición cometida (al fin y al cabo le mentí) en los ojos, él con algo cristalino, profundo y denso que el pavor no me dejó entender en ese momento, y sonrió y más que decir gritó "¡esto prueba que los hizo ayer, si fuese de hoy la tinta aún estaría bien pegada!".

3.4.06

Domingo

Es domingo (o, bueno, lo ha sido hasta hace menos de una hora), día soleado y cálido, con la estación entrante luciéndose, proyectando por todas partes los argumentos de su belleza. Y para ser testigos de ella, para nada únicos, aquí mi agente y yo nos hemos ido a pasar la tarde al Retiro.

No sé qué puedo yo decir que no haya dicho la luz de la tarde, así que dejaré que hable la foto por mí.

Y como ya sé que hay unos cuantos adictos a la palabrería entre el público (increíble, sí, tenemos público), y como sé que hay quien es capaz de venir mañana a abroncarme por no haber escrito más (y no quiero mirar a nadie, ejem), me disculpo diciendo que mira la hora que es, y que pienso rescatar trocitos de mi libreta perdida y reencontrada y ponerlos por aquí. Todo por no tener que pensar cosas nuevas, je.

Oh, sí, ¡no he contado eso! Pues yo, antes de tener la cámara, tenía una libreta, y hacía retratos, y los escribía ahí. Y la perdí. O bueno, olvidé dónde estaba, y olvidé la propia libretita. Y ayer, maravillas de la entropía, la encontré. Di saltitos de alegría y todo.

1.4.06

Narrativa masturbatoria

Bueno, hoy yo pretendía haber ido al cine, a ver una película de samurais (katanas centelleando, filosofía zen, chorros de sangre y esas miradas fijas como clavos), pero un asedio de bostezos y cansancio generalizado me han impedido salir de casa. Así que la noche ha empezado algo mustia, viendo una película espantosa, la segunda parte de esa en la que unos que no la palmaban en un accidente aereo se iban luego muriendo ordenadamente de las formas más enrevesadas. La segunda es igual, una especie de rifa de accidentes mortales bien regados de casquería y cristales rotos. Sangre mucha, pero no era lo que yo buscaba. Pero cuando ha terminado me he venido arriba, me he venido arriba, así que he declarado el estado de fiesta, he colocado cerca la botella de ron y los hielos, y he puesto Kill Bill. Que en estos momentos (tan terriblemente subjetivos, aunque la subjetividad, a veces, puede acertar, por qué no) me parece la mejor película del mundo. En ese decaempate que siempre llamo mis diez películas favoritas, Brasil, Amelie, Big Fish, El Bueno el Feo y el Malo, Sin Perdón, Master And Commander, Piratas del Caribe, Underground, Delicatessen, Trainspotting, Ciudad de Dios, El Club de la Lucha... vaya, aún no he terminado y ya me salen más de diez... Eso debe ser que me hago viejo.

Ahora estoy intentando recordar las mil llamitas de historias que se me han prendido en la cabeza mientras veía la peli, pero con el placer masoquista de la intuición del olvido, del saber que esas llamas, probablemente, han ardido sólo para mí; narrativa masturbatoria; ¿seré el primero en definirla así? ¿Habré inventado un género?

Así que ahora, mientras intento recordar escucho música, Pi LT y ahora The Old Dead Tree, mientras dejo que el reloj se escurra de mis últimos minutos de consciencia para el día de hoy. Y mañana será otro día, y tal vez, quien sabe, consiga no perfeccionar la felicidad hasta este nivel, de tal calidad que algunos fragmentos de la misma se comprimen hasta volverse posos de tristeza, nevando sobre esta cosa de fuego que soy yo esta noche.

A ver si poniéndome un recordatorio aquí consigo recordar las dos llamitas, ya brasas, que sobreviven todavía en mi recuerdo: Una la del amante que escapa de la cama recién rendida para volver de vuelta con un yogur y una cucharilla, y la otra la historia absurda sobre las momias de Egipto, que aterrorizaron a todos los habitantes del país y a cualquiera que se pasase por allí hasta bien entrado el siglo X, cuando el remoto drakkar de Errif el Rojo llegó y aquellos paganos vikingos se dedicaron a cortarlas en rodajitas finas como lonchas de mortadela.

Ya, ya lo sé.

Y ¿sabes?, se está a gusto aquí. Espera, de pronto acaba de darme por pensar en la muerte. En que algún día me moriré, y la idea ha venido con la misma nitidez con que vino en mitad de aquella actuación de Les Luthiers, cuando sentí lástima por el recuerdo de esa risa que no me sobreviviría (tonto de mí, como si no fuese a ser olvidada incluso conmigo en vida), y sentí una imposibilidad conceptual al respecto. La pena de la pérdida, que por lógica es media vida. Pero mirándolo al calor de las historias de vida corta que se me acaban de morir por dentro es hermoso. La vida es esa historia que cada uno se cuenta a sí mismo, si tiene suerte con la ayuda de otros (a veces, si no tiene suerte, también con la ayuda de otros 'otros'). E igual que esas pequeñas historias han sido mi placer privado, perverso y exquisito, lo mismo es la vida.

Y así, aunque la nevada arrecie sobre el fuego, el fuego arderá siempre, hasta que se apague, y yo satisfecho con él.

¿Y ahora qué, una vez resuelto ese conflicto metafísico? ¿A qué viene planteármelo esta noche, a estas horas? Pues es fácil encontrarle ventajas. Habiendo resuelto esto gano una perspectiva, una forma de mirar y de entender. Una forma de mantener el fuego a pesar de la climatología. Una forma de enamorarse también de la lluvia, del viento y de la nieve. Y ahora el tiempo dedicado a meditar al respecto lo puedo invertir en, por ejemplo, dormir. Buenas noches.
Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.