9.4.06

Rebe

Escribo con miedo porque es imposible decidir por dónde empezar a hablar de esta mujer. Asusta tanta vida cuando uno va a ponerse a contar algo de ella, y yo no soy ni Quim Monzó ni Roberto Bolaño.

En cualquier caso esto ni siquiera pretende ser algo elaborado, porque un día tenemos que sentarnos Rebe, una grabadora, un bolígrafo, un cuaderno y yo a una mesa, y escuchar su historia, para intentar fijarla en palabras. Por ahora lo único que busco es dar alguna pincelada a la imagen de esta mujer a la que todos coincidimos en considerar alguien increíble y genial.

Así que por qué no empezar por cuaquier parte. Por una niña sonriente que era feliz estudiando en su cole, en el barrio de la Coma. El colegio estaba justo al lado de su casa, así que en los recreos Rebe se plantaba en mitad del patio y gritaba "¡abuelaaa, échame la pelota!", o "¡abuelaaa, echame el bocadillo de chorizo!", para luego compartir el juego o la comida con los demás chavales. No deja de ser un detalle, en mi colegio a nadie se le ocurriría compartir bocadillo con nadie, pero supongo que Rebeca no podía dejar de ser Rebeca incluso cuando era pequeñaja.

Su familia era enorme (lo que a día de hoy le proporciona cantidades difícilmente numerables de sobrinos) y pobre (nos habló anoche de una nochebuena en la que una hermana, indignada por no poder conseguir una cena decente, salió durante horas y apareció sujetando en una mano sus zapatos, y arrastrando con la otra un carnero que su tío mató en el patio del edificio). A los doce añitos su idilio con la música le hacía concentrarse en el rap, así que se unió a un grupo de niños raperos de su barrio, los SBR. Había diferencias, de todas formas. Rebe nos hablaba de su machismo y su condescendencia, del orgullo herido de tener que imitar los pantalones amplios típicos del género por pantalones de sus hermanos mayores. Y los niños rapeaban y quedaban para pegarse con otros grupos de niños. Los pijos, o relativamente pijos, la gente que tenía dinero. Pero Rebe era una niña contradictoria e inquieta que nadie sabía exactamente cómo tratar; por ejemplo en el cole podía ser un demonio que un día le partía la nariz a un chaval grandote por llamarla gitana, pero era un demonio que sacaba sobresalientes, como si algún doctor Frankenstein especializado en niños hubiese cosido y pegado en la misma persona a la niña marginal y a la empollona de la clase. Y también en el grupo de rap también comenzó sentirse fuera de sitio, cuando les dio por meterse farlopa, robar coches y llevarlos a hacer trompos a las carreteras en construcción. Rebeca pensaba en los dueños de los coches, los vecinos del barrio, gente humilde, y se sentía mal, así que abandonó el grupo. Por aquel entonces iba mucho a un parque. A un lado estaban los nazis, y al otro los antifascistas, y ella se fue con estos últimos. Y conoció gente que le habló de todo eso de la anarquía, que leía libros y sacaba fanzines que Rebe, claro, devoró. Un día descubrió que estaba enamorada de un chaval del parque. Y también lo descubrió una que hasta ese momento fue su amiga, que también descubrió que a él también le gustaba ella, y decidió meterse por medio. Rebe, viendo toda aquella complicación, todo ese teatro de comedia barroca, decidió que no era lo suyo, y no volvió al parque. Ni despedidas ni adioses, simplemente no volvió. Como tenía unos patimes, recorría Madrid. Comenzó a salir por Malasaña y por Lavapiés, por donde ahora es imposible pasear con ella sin que se pare a hablar con alguien cada diez metros, a veinte minutos la charla si no se la interrumpe (sólo diez si se la mete prisa). Y se fue a vivir a una casa okupa, con un montón de hijos de papá, dice: Ella necesitaba una casa para vivir, y para muchos de sus compañeros aquello era una especie de juego o de pasatiempo. Recita nombres de casas okupas que encienden campanitas incluso en mi mente burguesa, historias de desalojos y de policía cargando. Así que a los quince años detuvieron a un montón de gente y fue a parar a los juzgados de Plaza de Castilla. Estaban un montón de chavales en un pasillo, uno tenía una guitarra y se puso a tocarla, y ella se puso a cantar un blues. Con el sentimiento, metida hasta las cejas en la música, no se fijó en la cámara de televisión que la estaba grabando.

Años más tarde daba una conferencia sobre okupación, y el tipo que se encargaba de la parte audiovisual de la charla se hizo con una copia de aquello, así que Rebe se descubrió de pronto contemplándose a sí misma con quince añitos y cantando un blues revolucionario en Plaza de Castilla. Cuando volvió a su barrio, siglos más tarde, descubrió que todos la habían visto por la tele. Mírala la Rebe, que dejó de venir al parque y ahí la tienes, cantando en un juzgao.

Y a partir de aquí la historia se complica, y ni siquiera tengo idea de cómo sigue: Todo son imágenes sueltas, a cuál más asombrosa, Rebe trabajando en la construcción, Rebe trabajando en alturas, Rebe escuchando a un guía en Siberia qué hacer si un oso te ataca, Rebe trabajando en Italia recogiendo manzanas, Rebe dando conferencias sobre anarquismo en aquél país.

Hay vidas que no hay genio capaz de inventar. Y cuando salimos con Rebe y Perico o cuando vamos a su casa me pregunto cómo ha podido dar la vida tantas vueltas para terminar dejándola acurrucada en su sofá, dormida como una gata feliz, escuchando el runrún de lo que quiera que estemos contando, y escondiendo tanto mundo y tanta vida detrás de los párpados.

Qué mujer más grande.

4 comentarios:

  1. :)
    Totalmente de acuerdo.
    Mira que puedes conocer gente, con sus ideales, su política, su inconformismo....un poco como somos todos. Pero Rebe no habla de ello, Rebe lo ha llevado a la práctica.
    Sobre su historia, su vida..... sin palabras. No conozco a nadie que tenga la mitad de fuerza que esta chica (jajajaj en todos los sentidos!!) ni de alegria!! (que seria de mi sin sus rebeabrazos y sus historias de lentejas!!!!).
    Esta niña es sabiduria pura!!!amén de ser la personificación del encanto!!!así que no me extraña que pasear con ella por Lavapies se convierta en algo así como ir con el Papa por el Vaticano (por que anda que no hicimos paradas anoche!!!)

    ResponderEliminar
  2. Mujer, vaya comparación, ¡el Papa precisamente! ó_Ô

    Qué chungo.

    Aunque me ha recordado esa otra historia de su madre dándole una paliza al cura...

    Es que encima la mujer tiene miles de millones de historias, y las va soltando con cuentagotas. Yo creo que es un plan para engancharnos, o algo. Claro que qué falta hace.

    ResponderEliminar
  3. Qué bueno, su madre aporreando a un cura...
    Su madre también debe ser la ostitú de alucinante.

    Esperaremos qué hagas eféctivo, lo de sentarte grabadora y boligrafo en mano frente a Rebeca, y nos deleiteis con su vida :)

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.