30.4.08

a modo de epílogo

Llegó por fin mi jefe. Me llamó a su despacho y, unusualmente sonriente, me ha dicho que está de acuerdo con mi crítica, punto por punto. A lo largo de los doce millones de puntos que debía de tener aquello.

El Datawarehouse sigue amenazado, pobrecito mío, pero es una sensación rara que un jefe esté de acuerdo con uno frente a la barbarie.

Yo no recuerdo que me hubiese pasado nunca, hum.

 

Dicho lo cuál y casi como quien dice me voy de vacaciones así que ale, a pasarlo bien, y hasta la semana que viene. O hasta el domingo. O por ahí. Ya se verá.

the datawarehouse wars

Suena a pre-post-antesecuela de Star Wars, ¿verdad?

Pero no, esto no ocurrió en un lugar muy, muy lejano hace la hueva de tiempo. Esto es el presente. Es hoy.

Y hoy es un día siniestro.

Hoy, escribiría jovial y retozón como siempre, que es víspera de vacacioncitas de cuatro días que incluirán playa y fotos del oleaje y alguna exposición larga nocturna, y olé, pero no puedo. No, hoy no puedo.

Día negro para el Datawarehourismo. Día negro para esto a lo que me dedico. Mis pobres datos...

Hablé ayer de una reunión y hablé del tipo que hablaba, el Asesor Externo, el tipo que se ha pasado 5 meses sonriendo, diciendo hola, haciendo comentarios amigables y gritando por el teléfono a otros asesores, supongo que amigos suyos, para quedar para comer, y que finalmente también estuvo trabajando, haciendo sus tablitas de excel y hojitas de power point.

Si es que se venía venir. Si la primera semana yo no sé qué chiste fácil hice con el Excel (una forma estupenda de romper el hielo con un desconocido en un ambiente oficinesco, caray) y el tío hasta se me ofendió y se me vino arriba defendiendo el honor de Microsoft, la joya de la corona que hay sobre la gorda y eminente cabeza de Bill Gates. Yo pensé que estaría loco, que a fin de cuentas todos tenemos nuestras cosillas, y no le di más importancia... hasta ayer.

En fin, tras la reunión escribí el post de ayer y pasé el día trabajando y recordando las barbaridades y estupideces que había dicho el bueno del Asesor Externo, y considerando las tropelías y los imposibles que promovía, así que la última hora y media de trabajo la dediqué a redactar mi crítica a su exposición y mi opinión al respecto. En fin, ya sabes lo incontinente dactilar que soy, así que me quedó un texto inmenso donde conseguía no llamarle imbécil incapaz a nadie, y donde soné relativamente cordial pese a que iba a cuchillo contra las cosas que no me parecieron bien, que fueron todas, mayormente. Y antes de irme me pasé por la puerta del despacho de mi jefe con este trotecillo mío ágil que tanto divierte a la Muchacha, y atrincherado tras el marco sostuve con él este diálogo.

–Hola, paladín de las tinieblas.

–Hola, señor del Datawarehouse.

–Hmmm, oye, ¿puedo mandarte un correo con mi opinión sobre la reunión de esta mañana?

–Claro.

–... –yo tamborileaba sobre el marco de la puerta y paseaba la vista por el techo.

–... –esperaba paciente mi jefe. Paciencia tiene para aburrir.

–... –miraba las plantitas que tiene junto a las ventanas y seguía con un bello tamborileo con un compás de siete tiempos.

–¿Qué pasa? –preguntó tras un cuarto de hora de soportarme pasear la mirada por toda la habitación.

–Es que es un poco largo –le dije yo.

–No hay problema –me tranquilizó.

Así que yo me consideré liberado de la culpa que podría provocarme mandarle un correo cuya lectura podía llevarle quince horas, vine al ordenador, pulsé “enviar”, apagué todo y salí corriendo.

Luego me compré un bañador y dos camisetas que no fueron de Iron Maiden, gracias al asesoramiento y al empeño de mi Agente, que le tiene manía a las camisetas de Iron Maiden y yo no sé por qué, porque de Iron Maiden yo solo tuve una camiseta, roja, y ya hace 17 años de eso, y después fuimos a tomar café y comer bollitos con la Muchacha, que nos estafó vilmente y nos dio café descafeinado, con lo que se convierte en la sospechosa nº 1 a la hora de buscarle culpables a mi narcolepsia, como si un posible contagio oral no fuese suficiente.

Y regresé a casa a tiempo para ver palmar al Barça y ver el capítulo nuevo de House, que es uno en el que al final una puta, vestida de Virgen María, sonríe, que a mí me encanta por dos razones, primero porque la mujer lanza una sonrisa clavadita a una que la Muchacha esgrime bastante y segundo porque, coño, todo ese asunto de una puta haciendo de Virgen me trae a mí nostálgicos recuerdos de cuando no llamé puta a la Virgen. Pero tenía yo un runrún de fondo todo el rato, y no dejaba de releer, mentalmente, el correo que le había enviado a mi jefe. Vale: No había llamado imbécil, estúpido ni gilipollas a nadie, pero cuando uno dice que quiere asumir que todo el mundo sabe hacer su trabajo para luego explicar y razonar por qué no está de acuerdo y lo hace a conciencia suele quedar implícita su opinión sobre aquel a quien rebate. Y también me encendí bastante escribiendo y pude ser un poco cáustico. Y en fin, dije aquello de que me avisasen de si piensan seguir adelante con la tontería, para que me busque otro trabajo, y el apartado de “enumeremos la lista de falacias lógicas que dijo este hombre y pensemos qué pretendía con ellas” tal vez fuese rencor mal refinado. Por no hablar de la sección de trampas, trucos y mentiras empleados. Y al fin logré dormirme después de ver el capítulo nuevo de How I Met Your Mother, pensando que hacía mucho que no enviaba yo cartas suicidas y que los guionistas de la serie son perfectamente capaces de volver al tema de la cabra de aquí a un año.

Así que hoy ando con el ánimo un tanto inquieto. Del jefe ni rastro, anda por ahí reunido. Yo tecleo. El asesor, cuatro metros a mi derecha, contempla embelesado una tablita de Excel.

Tiemblo y velo armas y cruzo los dedos deseándole suerte a mi fiel, complicado y barroco Datawarehouse. Me nombraron su defensor, y por Satán que lo voy a defender, así tenga que secuestrar el servidor, llevármelo a casa y dormir abrazado a él con un cuchillo bajo la almohada y un kalashnikov bajo las sábanas.

Yo te defenderé, bonito. Tú sigue con tus cosas, tus consultas y tus volcados incomprensibles de datos.

29.4.08

la culpa del retraso

“La pena es la gente que abusa y escribe novelas. O, peor, poesía. Ahí, rimando, que queda ridículo. Tipos de cuarenta años, ya en edad de tener un trabajo de estos serios, de ir con corbata a la oficina, escribiendo poemas. De amor. Hombre, por favor. Que hagas eso con quince años, pues vale. Pero ya con cuarenta. Tu mirada me atraviesa el alma, etcétera. Hombre, por favor.”

(Jaime, en La decadencia del ingenio)

 

El organigrama de una secta satánica se parece bastante al de cualquier otra forma de organización humana: Está el sumo sacerdote satánico, que preside, dirige, anima, apadrina y protege benébolo a sus pupilos, están los clérigos demoníacos, que nos aglutinan por dedicaciones, especialidades y utilidad, estamos los curritos y, no podía faltar, está el asesor externo que pasa meses y meses sonriendo y hablando a gritos con otros asesores externos sobre mesas de restaurantes y horarios de comida que a los demás nos están vedados, en fin, y yendo y viniendo cuando le da la gana.

El sumo sacerdote es un tipo sonriente de rasgos afilados, pelo liso y levemente canoso y puños blancos, y naturalmente es la voz de Satán en la Tierra (voz que cambia, porque los demonios, que son muy suyos, van rotando en el cargo de señor de los infiernos; seres súmamente civilizados los demonios, tan raros después de los dos milenos de mala prensa con los que uno los mira la primera vez). Bajo él,  los clérigos son gente adorable; una que de vez en cuando se trae a la oficina sus dos retoños, que corretean y ríen y gritan bajo su mirada deshecha de felicidad, otro que no sabemos por qué tiene la obsesiva manía de cortarse las uñas todo el rato encerrado en el baño, otra de sonrisa apacible, pelo canoso y brillo asesino en los ojos, que a mí me cae de maravilla y que el resto temen como a la muerte, y al fin está el de mi facción, que es un tranquilísimo primo segundo de Florentino Fernández que usa el mismo tono relajado y calmo tanto para interesarse por un informe como para comunicarte que se va al hospital porque su mujer está de parto (y que además puede decir y de hecho dijo ambas cosas en la misma frase separándolas con una humilde coma).

Y luego, estamos los diáconos, los acólitos y la secretaria del sumo sacerdote.

Toda esta fauna andaba hoy un poco revuelta porque el asesor externo iba a darnos una charla en la que nos contaría sus conclusiones, sus ideas y, en fin, el resultado de su trabajo (que al final ha sido que prescindamos de todo software específico y profesional ¡y usemos Excel!, porque por lo visto su última versión es monísima), y yo he estado a punto de perdérmela porque esta mañana estaba yo como cada día inmerso en meditaciones sobre la condición humana ahí sentadito en el metro, con mi librito y escuchando al señor Tim McIlrath cantar “and if you see me just walk on by, walk on by, forget my name and I’ll forget it too”, cuando trrring, trrring, me ha sonado el telefono: Era la Muchacha, que como es poeta pasa mucho tiempo en el platónico mundo del arte, y que a veces en los viajes entre mundo y mundo sufre olvidos o despistes, y así se había quedado encerrada en casa sin llave con la que abrir las puertas de mi humilde guarida. Así que he tenido que dar media vuelta, correr (esta vez yo también) por andenes, escaleras y calles, liberarla, despedirme con una caricia comprensiva y un último beso, y cuando ya por fin volvía a emprender el camino a la oficina marcar el número de Satán, pedir que me pasasen con un compañero y decirle que dijesen lo que dijesen las apuestas esta vez no, que hoy no es que me hubiese dormido, sino que la Muchacha, aparte del Palacete, pasa tanto tiempo en las nubes que se ha montado ya allí castillos que ríete tú del Alcazar de Segovia, y en fin, a veces la entretienen de más.

Y al fin he llegado a tiempo para la reunión, por los pelos, y todos han menado la cabeza, sonrientes y divertidos, y me han dicho que vaya par y que sin duda somos tal para cuál. Reacción esta mucho más amigable y fraterna que la que hubiese obtenido si, digamos, esta historia no fuese cierta y lo que hubiese ocurrido fuese que, simplemente, otra vez y como ya es rutina, cierto acólito bobalicón y perezoso se hubiese quedado dormido.

Corolario: La narcolepsia se contagia por vía oral. Sépalo vuesa merced.

28.4.08

metro racing cup

Bajaba yo esta mañana al metro pensando que qué graciosa es la gente; resonaba un convoy en las vías y como siempre en estos casos la gente corría escaleras abajo, para intentar robarle unos minutos al reloj y coger ese tren, pero como pasa la mitad de las veces no era nuestro tren el que estaba ahí, sino el de la vía de enfrente. Y cuando la gente gira la última esquina y se encuentra con esa escena todo el mundo frena en seco, se pone muy digno y hace como si no hubiese acelerado el paso para nada. Como si estuviesen respondiendo a algún interlocutor producto de la esquizofrenia “¿quién, yo, corriendo? Valiente tontería, ¿no ve que es el tren de enfrente el que está ahí, no el mío?”, como si correr les hiciese sentirse estúpidos y se sintiesen avergonzados por su fervoroso galope de hace apenas unos segundos. Y claro, como todo el tropel de gente que ha llegado a la vez que ellos son, simultáneamente cómplices de esta mentira y quienes la imposibilitan, porque ellos también han bajado corriendo, surge un aire extraño de desconfianza corporativista.

A mí me todo esto me ha hecho gracia y me ha dado por pensar eso, “qué graciosa es la gente”. Es raro que yo piense eso, porque yo dialogo con mis esquizofrenias como el que más y encima suelo andar en ese entrañable punto del espectro social que va de la fobia al ansia homicida, pero después de mucho meditarlo creo que hoy tengo una opinión más tierna de lo habitual sobre mis congéneres, los seres humanos.

Y claro, me he puesto a pensar en el por qué, y se me ha ocurrido que va a ser por la película que vi el jueves, Lars y una chica de verdad, película que nos metimos a ver casi sin querer Juanito y yo, el sábado, cuando llegamos tarde al cine y todo lo demás había empezado.

No voy a decir gran cosa de la película: Nos gustó, nos sorprendió y nos hizo salir contentos y un tanto reconciliados con la especie humana, y aunque la vocecita cínica y misántropa que traigo de serie dice que es lo que tiene el cine, que construye falsdedades y les da un aire real, yo por ahora sobrevivo pensando que qué bonito todo.

Tampoco diré nada del fin de semana de cine que me he pasado, entregado a la cinefilia por la narcolepsia de la Muchacha.

Y bueno, pensándolo bien no voy a decir nada de nada, porque me voy a casa, y así miro un rato más a la gente corretear por el metro, que no sé por qué, pero me apetece.

25.4.08

hace mucho que no hablo de Satán

Así que hoy, un poco de rutina oficinesca.

En nuestro diaria labor para facilitar el feliz regreso de Satán a la Tierra, hay algunos compañeros míos que pasan mucho tiempo hablando por teléfono. Es normal; Satán no viene solo, sino con toda su cohorte de alegres compañeros, y en fin, hay que reservarles hoteles, unas entradas para el Calderón (lo prefieren al Bernabéu, como les va lo de ver sufrir...), prepararles una excursión y enterarse de si alguno prefiere, durante la misma, el sandwich lo prefieren del chope que viene con aceitunitas o del que no.

Pues bien, a mí no me llama nunca ni dios (je, je, menos mal, qué susto, vaya marrón), porque como yo trabajo diciéndole a la base de datos “¡vamos, bonita, que tú puedes!” para que vaya bien, mientras le doy unos cariñosos cachetitos para que no salte por los aires y tengo cuidado de que no haga de las suyas, porque la base de datos tiene la deliciosa manía de sumar siempre cosas de más, cuando a uno, por matar el tedio, le da por decirle que sume cosas.

Antes he bajado hablando de esto en un ascensor con M., el simpático Señor del Submundo (es su cargo en la oficina). Ha sugerido al hipótesis de que igual es que yo le decía que sumase las cosas que no eran, y yo claro, le he abofeteado y luego le he pedido perdón y le he explicado que es que soy muy mío y que me sienta muy mal que alguien dude de mi trabajo. No porque las sumas estén mal hechas, sino porque yo de lo que trabajo es guardian de la moral de la base de datos, como decía.

Y decía también que a mí no me llama ni dios, que se me pierde el discurso. Aún así paso el 40% del tiempo cogiendo el teléfono. ¿Y por qué?, me preguntarás extrañada, intrigada y ansiosa de revelaciones. Pues porque aquí la gente se pasa el día paseando y nunca están cuando suenan sus teléfonos, así que yo se los descuelgo y digo ¿sí?, y digo no, no está, se ha ido al baño a tocarse / al baño a drogarse / al baño a jugar al Pang (esto es lo que hago yo cuando voy al baño). Entonces del otro lado me dicen “ah, vale, pues dile a [insertar nombre de compañero aquí] que me llame”,  y yo digo vale, y los dos colgamos muy felices por el trabajo (el mío, extra) bien hecho. Luego nunca digo nada, porque no reconozco la voz de nadie, y mi educación y mi respeto a la privacidad me impiden siempre preguntarles que quién coño son. Además que qué iban a pensar de un compañero que lleva seis meses con ellos y que sólo sabe cómo se llaman unos diez acólitos (ayuda que casi todos ellos se llamen A.).

Del 60% del tiempo restante, paso un 5% mirando las nubes, un 5% en el baño jugando al Pang, como contaba, y un 50% escribiendo correos. También me pagan por eso, porque escriba correos, siempre que difunda en ellos un grato tufillo que haga que el mundo nos mire con simpatía porque, las cosas como son, desde que Dios le ganó la timba a Satán sus medios de comunicación nos han estado machacando, y pimba, y pimba.

Por eso yo mando los correos simpáticos que mando, y no cuento los insultantes que, en cualquier caso, son siempre para personalidades públicas o mis amigos, que no son personaldiades públicas, en todo caso púbicas, pero prefiero no pensar en eso porque me provoca imágenes desagradables.

Me despido con un ejemplo. Una compañera del Bremen preguntaba que qué vamos a hacer mañana, sábado, que otro fugaz compañero, que cual hombre orquesta es multitalentista (¿multitalentudo? ¿multitalentosos? ¿multitalentil? en fin, eso) da un concierto en Clamores, presentando un disco que ha grabado, y en fin, no doy su nombre porque antes muerto que haciendo propaganda cantautoril en este reducto de la estridencia. Yo he respondido con estas afables líneas que copio y pego, y así de paso cuento mi estupendo plan para mañana.

            De: Pequeño Planeta Dui Dui, <satan_es_tu_amigo@hail_satan_hail_satan.co.uk>

A: La panda de escritorzuelos borrachos, degenerados y echaos a perder.

Asunto: Re: Concierto de Pablo Ager.

 

Salve a la Bestia, Devoradora de Mundos.

Yo no puedo, he quedado con unos amigos para hacernos tatuajes carcelarios con tinta tóxica, masturbarnos pensando en Esperanza Aguirre (es un reto nuestro que tenemos, si alguno lo consigue llamamos al Guinness) y fumar opio y perejil en un sótano húmedo y tenebroso mientras bebemos Nesteas de limón y vemos una película que dice uno que ha conseguido donde una niña coreana (de la Corea Pata Negra, la del norte) le atiza con un palo de golf de los de hierro [insertar numerito grande aquí] a un cura noruego y/o albino que sufre un evidente, dicen, problema de obesidad, mientras le repite una y otra vez, cantando, “Ie kwong twa Seng-Peh”, que por lo que dice un traductor de internete de estos de todo a cien significa “yo soy tu rubio dios”, mientras de fondo suena un grupo nazi ruso de folk-metal pagano (Nokturnal Mortum, se llaman, son tan cucos) y un proyector proyecta (que previsibles son los proyectores, pobrecillos) sin sonido Siete Novias para Siete Hermanos. Dice la crítica que he leído que al final consigue hacer un hoyo en 87 golpes, y no quiero ni pensar en qué agujero mete el qué.

Hemos comprado como ochocientos kilos de patatas fritas, así que pensaré muchísimo en vosotros.

Intentaré que eso, el pensar en vosotros, no coincida con los momentos de impacto del palo de golf con las pelotas, que luego uno asocia y eso se mete en el subconsciente y ya me veo yo diciéndoos la próxima vez que os vea “¡hola, qué tal!”, mientras esgrimo un palo de golf de abajo arriba entre vuestras inocentes piernecillas.

Y la Muchacha no sé, creo que tenía que hacer algo relacionado con el contrabando de órganos, pero eso que os lo cuente ella, que si lo digo yo a) invado su privacidad, cosa que naturalmente sólo hago en mi blog, que para algo está, y b) seguro que meto la pata y luego ella se enfada y me dice que si éste es el caso que le hago, y en fin, no es eso, si yo le hago siempre mucho caso (excepto cuando me habla por las mañanas cuando yo estoy tomándome el café y leyendo el As, pero coño, uno tiene que tener su momento de espiritualidad, digo yo), pero es que luego mi natural distraído y desmemoriado hace que la vida se me confunda. Por ejemplo, ¿de qué estábamos hablando?

¡Ah, sí! Ya me acuerdo (mentira, he tenido que releerlo todo).

Así que nada, pasadlo bien.

Si el domingo no estoy esclavizado acarreando puentes levadizos, pianos de cola y mesas de banquete de 15 metros, igual me voy al cine, por si a alguien le apetece acoplarse para ver a Jack Black haciendo remakes de clásicos del ídem (del cine, no de Jack Black).

Nada más, ¡hail Satan!, ¡hail Satan!, ¡hail Satan!, y muchos besitos.

(Obsérvese el tono jovial pero firme del saludo y la despedida; puro y duro lavado cerebral)

Y con esto me despido, buen finde y pedazo de parrafada que me he marcado como quien no quiere la cosa.

Y si os pensábais que hoy tampoco iba a hablar de la Muchacha, ¡ja!

Ala, pásalo bien, que el Taxi Verde sea contigo, y no te dejes atropellar.

24.4.08

breve tutorial informático

Ayer, reunión de escritorzuelos en torno a una mesa en un bar de Lavapiés. La Muchacha se entretenía pidiéndome que le pusiese mi cara de pena (“esa no. Esa no. ¡Esa!”), ETDN tomaba apuntes sobre el pasado del Taller, Vega follaba en el cuarto de baño con Javier Bardem, Conde-Duque dormitaba en el salón de su casa y Peter nos ilustraba a todos con sus mil y un consejos sobre el uso y el abuso del ordenador personal. Alguien le propuso que se montase un blog paralelo con consejos de informática, así que hoy yo, que soy un copiota de mierda, me adelanto y hago lo propio con cinco útiles consejos.

Estos son:



Cómo acabar con el llanto

Pulse, en este orden y sin soltarlas, las teclas [Ctrl] + [Lágrima] + [Suprimir]. Como hay diversos tipos de lágrimas, hay varias lágrimas disponibles ( `, ‘ , ´ ) según hacia donde sople el viento o suspire uno al llorar. También hay disponibles en los teclados estándar una lágrima para los inuit (los esquimales de toda la vida), que lloran nieve ( * ), otras tres para lágrimas largas y desesperadas ( \, |, / ) e incluso una para cuando la lágrima cae sobre el cuerpo de la persona amada y lo surca, ( S )

Cómo generar un agujero de gusano en su pantalla

Todo el mundo conoce la utilidad de los agujeros de gusano; al permitirnos viajar a distancias remotas en un instante o viajar en el tiempo nos librarán de, por ejemplo, que el café se nos quede frío (podremos viajar atrás en el tiempo al momento en el que tenía la temperatura adecuada) o que nos queme (podemos viajar hacia delante hasta cuando tenga la temperatura adecuada), que no lleguemos a tiempo a una reunión atajando por el espaciotiempo aunque esta ya haya terminado, o ver películas que aún no se han estrenado yendo al futuro y comprando el dvd en cualquier top manta. Para generar el agujero, simplemente coja la papelera de reciclaje, vacía, y colóquela dentro de la papelera de reciclaje.

Cómo producir un error de Dios

En tiempos de tragedia y de dolor uno puede tener cierta tendencia a culpar a Dios de sus males. No es mala idea, por tanto, humanizarlo, librándole de la carga de la responsabilidad de todo lo que ocurre en el mundo, es decir, asumiéndole una capacidad para el error. Para ello, le haremos cometer uno, aprovechando que Dios, creador de todo, creó la Matemática, obviamente parte del todo: Abra la calculadora de su ordenador (en Windows XP mejor pulse inicio, luego ejecutar, escriba “calc” y pulse enter, y quedará como todo un profesional), y calcule el resultado de dividir 0 / 0.

Cómo comprobar si Dios le ha abandonado

También puede comprobrar si esa entidad grandilocuente a la que se le supone la omnisciencia pero se le consiente un cierto carácter distraído está pendiente de usted en este preciso instante (o en cualquier otro, gracias al uso de un agujero de gusano). Para ello, contemple la lista de programas y servicios que se ejecutan en su ordenador (en Windows XP abra el Administrador de tareas y busque en las pestañas de Aplicaciones y Progresos, y luego busque los servicios –inicio, ejecutar, y ahora escriba “services.msc” y pulse enter). En todas las búsquedas ordene los resultados por orden alfabético y compruebe si God.exe está ejecutándose.

Cómo viajar en el tiempo sin recurrir agujeros de gusano

Como los agujeros de gusano no le dejan a uno ser muy preciso sobre en qué momento del tiempo va a ir uno a parar siempre es conveniente tener un método de afinado preciso. Para ello, disponemos de una herramienta que nos permite recalibrar nuestra ubicación en el tiempo sin cambiar nuestra posición en el espacio. Para viajar en el tiempo, haga doble click sobre el reloj que aparece abajo a la derecha de su pantalla. Aparecerá la información referente al presente en el que vive. Para viajar a otro punto del tiempo, introduzca la nueva fecha y hora (tenga cuidado porque el tiempo seguirá corriendo a una velocidad de 1seg/seg en su nuevo presente, así que si viaja, digamos, demasiado cerca del fin del mundo, podría quedarse sin tiempo para cambiar de fecha y regresar, o si viaja después, o antes del Big Bang se saldrá del universo. Como medida prudencial no viaje más de 13.700.000.000 años hacia el pasado).



Para otro día dejo cómo encontrar al amor verdadero, cómo lograr la vida eterna, cómo provocar lluvia, cómo estar en dos lugares a la vez y cómo encontrar un taxi en Madrid un sábado por la noche a las tres de la madrugada.

23.4.08

el día del libro

Como todos sabemos, y si no ya nos recordarán los telediarios, hoy, 19 de septiembre, digooo, 23 de abril (casi se nota que el programa es en diferido, uf), se celebra el Día del Libro mediante diversos actos. Por ejemplo, los catalanes se regalan libros y rosas, y un puñado de gentuza lee trocitos del Quijote, como si no hubiese más libros en el mundo y logrando, en su empeño, que haya gente como yo que siente urticaria proyectiva hacia el pobre libro.

Lo que ya no todos sabemos y algunos telediarios callarán alegremente es que no sólo se celebran los libros, sino también los derechos de copyright. Quienes creemos que el arte es propiedad de quien lo ama pero que está secuestrado por bandas de mercaderes mafiosos, nos jodemos.

Se eligió el día de hoy, 19 de sept... eeeh... 23 de abril, con la excusa de que hoy hace exactamente 392 años fallecieron Cervantes, que en realidad murió el 22 de abril de aquel año, Shakespeare, que en realidad murió el 3 de mayo, y Garcilaro de la Vega, quien por cierto se llama así y no “Garcilarso”, como yo siempre pensé, de qué cosas se entera uno. No deja de resultar la mar de llamativo que para celebrar el día del libro se use de referencia un día que más o menos conmemora que el mundo perdió a tres autores, dos de ellos considerados, probablemente, los dos escritores más importantes que jamás han existido, con permiso de Homero y, en fin, todos los demás. Como si alguien estuviese pensando en realidad, al elegir el aniversario de sus muertes “¡al fin, tres menos!”

Pero en cualquier caso a mí todo esto me deprime. Me deprime porque yo no veo que haya nada que celebrar en los libros. A fin de cuentas la mayoría de la gente lee la basura inocua y facilona que les mete en vena la publicidad y el boca a boca del rebaño. ¿Estamos celebrando que gente como Ken Follet o Dan Brown o J. K. Rowling se forre gracias al marketing, que la gente sea tan estúpida como para buscar lecturas que no le compliquen la vida o que quien sueñe con ser escritor, sea bueno o malo, tenga casi todas las papeletas para la frustración?

No puedo dejar de pensar que todo esto es como rendirle un homenaje a gastronomía organizándole un brindis a la vajilla y a Ronald McDonald. S

Este día la tradición debería ser que las editoriales publicasen a un total desconocido, y la gente comprase libros cuyos autores fuesen nuevos y anónimos. Que se celebrase la literatura como algo vivo, algo que crece y evoluciona y trata de sobrevivir a la dictadura de los mercaderes y la necrofilia institucional, contenta con sus cadáveres disecados hace 392 años. Que dejásemos de poner flores en las tumbas y las puertas de los bancos de los grandes, y escuchásemos todas esas voces cuyo silencio, en realidad, deberíamos estar lamentando hoy.

Pero en fin, es el día del libro.

 

Así que yo os regalo uno.

22.4.08

la veddad oz hará libdez?

“Pues eso: que el limón sigue siendo el líder ideal para nuestro partido, el más fiel a sus raíces y al programa de renovación y de vertebración del estado que según algunos proponemos. Yo es que no lo tengo muy claro porque aún no me he podido leer el programa. Tengo mucho lío en el trabajo. Y fuera del trabajo. Ayer estuve planchando, por ejemplo.”

(Jaime, Politk Analist insuperable en La decadencia del ingenio)

 

Y una miedda. Otda maczima que no ze cumple, y un cadajo la veddá le va a haced libde a uno. A mí, ahoda mizmo, me edtá obligando a cecead.

Todo podque la Muchacha, inzizto, ez maligna. Que ya zé que nadie me cdee y que va a dad igual que lo diga o no pedo ziempde me quedadá, algún día, el conzuelo de poded demitidme a ezta página y zeñaladla con el dedo y decid “¿veiz, cabdonez, oz lo dije o no?”, ezpero que ya zin cecear podque ezto la veddad ez que tiene zu punto de entdetenido pedo dezulta de lo máz ecztenuante. Ademáz de hacedle zentid a uno como un niño pequeño diciendo bobadaz cuando intenta dizcutid algo y clado, al cambiad la edde pod la de, en vez de edcdibid “pedo” ezcdibe “pedo”. Dezulta confuzo de edplicad en eztad condicioned, pedo yo hago lo que puedo. ¡Ahí eztá otda vez! En fin.

Puez en fin, dezulta que a la Muchacha y a mí noz ha dado en eztaz últimaz zemanaz pod emulad a Indiana Jonez y haced nueztda adqueología padticulad, devizitando aquelloz tiempoz que hemoz dado en llamad la pdehiztodia, que zon loz que pdecediedon a ezta eda de luz y de felizidad ecztdema en que vivimoz, conociéndonoz, haciendo guaddedíaz y en fin, todo ezo. Zolo que había una hiztodia que nunca ze animaba a tedminadme de contad.

–Andaaa, cuéntamelooo –le inztaba yo.

–Esa te la cuento un día que me emborrache –ze me ezcurría ella, diéndoze y zin cecead, podque ella no cecea.

–Vengaaa, cuéntamelooo –inziztía yo, hodaz, díaz o, lo máz habitual, zegundoz máz tadde.

–Esa te la cuento el miércoles por la noche –dijo otda vez, que al fin no pudo zed podque tuvo que idze a toda pdiza.

–Muchachaaa, que me corroe la curiosidaaad –inziztía yo, que pod aquel entoncez tampoco ceceaba.

–Esa no te la cuento, que me da vergüencita –dijo, laz doce millonez de vecez ziguientez que yo la pdegunté.

Y clado, yo ez que zoy un tipo muy cudiozo y muy plazta, como ze deduce de contad que zegún lo antediod lo la pdegunté al menoz doce millonez doz vecez pod aquello. Y al fin ezte fin de zemana, pdobablemente hadta del acozo al que he zometido a zuz amigaz pada que me la cuenten (tal vez me pazaze un poco con aquello del loz baddeñoz de agua fdía, loz electdozhockz y loz Childden of Bodom) me dijo que de acueddo, que me la contadía el domingo pod la noche pedo que yo tenddía que pagad un pdecio. Eztuvimoz penzando en uno adecuado, y finalmente decidimoz ezto, que ceceadía ezta zemana. Didía que encima lo decidimoz de común acueddo pedo ez que yo no zé qué tiene de bilatedal que ella diga algo y que azienta yo, que digo “lo que tú digaz, capullito de alelí” y pavadaz pod el eztilo a todo lo que ella dice. Azí que me la ezcdibió en un cuadednito que tiene en caza pada, qué coincidencia, edcdibidme cozas, y eza noche yo zacié mi cudiozidad.

Y conzecuentemente, ya zé qué ze digo en Códdoba, puez.

Y cumplo mi pago, y ceceo.

En vizta de la zondiza que luce mi zoñoliento doztdo, valió la pena.

 

Ahoda ando penzando en cozaz que puedo decid nodmalmente zin tened que cecead. No zalen muchaz, pedo zon zuficientez; como puedo decid con nodmalidad “hola”, “hey”, “nada”, “bien”, “ah”, “no”, “vale” y “chau”, tengo de zobda como pada zatizfaced laz nezezidadez dialezticaz del tdabajo. Y fueda de aquí da un poco igual, a eztaz altudaz no cdeo que Juanito llegue ni a zodpdendedze pod vedme ejedciendo una nueva fodma de feliz idiotez.

¡Anda mida, también puedo decid bien “feliz”!

21.4.08

gente a la que yo atropellaría feliz

En la etérna búsqueda de la incoherencia pura y total hoy inauguro una sección cuya continuidad supongo que andará por el rango que va de lo errático a lo inexistente: La de la gente a la que yo atropellaría feliz al volante de algún vehículo de gran tonelaje, por aquello de F = m x a que decía Newton, digamos un Hummer o algo por el estilo.

Pero claro, como ancha es Castilla y el mundo, que se extiene ligeramente fuera de los márgenes de la misma, lo es por tanto aún más, toca acotar, así que hoy hablaré sólo de quienes serían mis objetivos de ensueño ateniéndonos al mundo de la televisión. Ese top-5 lo formarían las siguientes personas o grupos de personas:

  1. Todos los responsables de los anuncios de Citroën: No los soporto, no los entiendo, son absurdos, y la única impresión que me dejan es que esa gente quería hacer publicidad gastándose mucho dinero y al final se olvidó de que intentaba anunciar coches. El peor, aquel en el que un coche se convierte en un robot, en plan Transformer total, y se pone a hacer piruetas y patinaje artístico en un lago helado ante unos orgullosos tipos que tienen pinta de científicos, ingenieros, padres de la criatura o gentuza similar. Me es complicadísimo imaginar que pueda haber alguien tan bobo como para decir “¡ala, mira, en ese anuncio el coche se convierte en un robot, vamos a comprarnoslo!”, y se me hace impensable que una empresa contrate los servicios de publicistas capaces de pensar esa pedazo de tontería. No soy capaz de recordar haber visto un anuncio de Citroën en 10 años sin sentir ansias homicidas y dolor físico.
  2. El tipo que pone la vocecita a los anuncios de tonos, melodías, juegos y demás gilipolleces para el teléfono móvil en los anuncios de Padre de Familia y de Futurama. Sugerir que alguien se baje no ya una melodía hortera, sino ochocientas, seguidas, del tirón, debería estar penado primero como maltrato psicológico, porque encima te ponen la puta canción acompañada de imágenes insoportables, y también debería ser considerado como lo que es: enaltecimiento del terrorismo.
  3. Iker Giménez, su programa de Cuarto Milenio, y todo aquel que haya podido impedir su emisión, ya sea mediante una negativa, un disparo en el estómago a tiempo o un paquete bomba enviado con primor. Alguien que vende basura informativa haciéndola pasar por cierta, que alude a expertos y cienca desde el fango de lo inverosimil, que desprestigia a los científicos y al método científico y que promueve el abandono de la razón en pro de la estupidez, y que encima lo hace delante de una cámara de televisión, se merece el atropello y luego unas cuantas sesiones de marcha atrás y repetición, incluyendo una a cámara muy lenta.

Y pese a ser tan cortita la pobre, tres puntos en una lista de un tipo de mi promiscuidad verbal, qué vergüenza, yo creo, honestamente, que la tele sería mucho mejor si pudiese yo cumplir esos tres sueños.

El fin de semana bien, bien. Gracias por preguntar.

 

19.4.08

duermevelas

-¡Tú no sabes todo lo que he tenido que hacer para conseguirte Doritos! -exclamé yo.

-Pero qué dices -dijo la Muchacha.

Era normal su extrañeza. Al fin y al cabo estábamos aquí, solos, a oscuras y naturalmente sin Doritos, charlando en duermevela, y de pronto esa frase había conseguido deslizarse desde una región de mi cerebro que probablemente se había dado un paseo informal por las regiones del sueño. Ella se echó a reír y yo me sentí bastante bobo.

Y después de un par de ay ays y de unos cuantos movimientos compasivos de cabeza continuamos con la conversación previa. Duró dos frases más. A la tercera la Muchacha dijo

-¡Mira, un cumpleaños!

Estando aquí, solos, a oscuras y naturalmente sin nadie celebrando ningún cumpleaños en la habitación.

Nos quedan unas conversaciones muy poco cuerdas y para nada coherentes, a esas horas de la noche.

La Muchacha lee esto en la ventanita del blogger y dice

-Anda, borra todo, bonito.

Y yo, como no le da la gana contarme aquello de Córdoba, pues cojo y le doy al botón de enviar, ji ji.

17.4.08

último día de Londres

Como en la ya penúltima reunión del taller literario no teníamos ningún tema que proponer ni ideas al respecto Peter tuvo un plan perfecto: Ya que la Muchacha se retrasaba, cuando llegase todos debíamos escucharla sin abrir la boca, mirándola silenciosos y expectantes, y la primera frase que dijese sería el tema sobre el que escribir nuestros siguientes relatos. A todos los presentes nos pareció bien y aguardamos impacientes, preguntándonos qué diría, con qué chispazo de misticismo nos sorprendería, qué verso habría de inspirarnos, si tal vez no le inquietase nuestra espera y atención y dijese algo al respecto; es lo que tiene ser poeta, que se generan expectativas. Cuando por fin llegó caminó hasta nosotros sonriente y saltarina, sin notar el silencio ansioso de nuestra espera, y dijo:

―Yo también he traído patatas.

Así que ese fue el tema. Por lo visto resultó todo un reto plantearse un relato alrededor de esa frase. Otra noche, entre copa y copa, hablamos sobre ello, y yo conté que andaba sobradísimo, que no sólo tenía tema sino que había descartado algunos, y les conté que uno era un cuento de espías en el que esa frase era la contraseña con la que un agente revelaba a su contacto su identidad. Javier, barriendo para casa, dijo que lo que sería ya la releche sería escribir eso pero no a mi manera, no a la venga folios y folios de prosa errática, sino a la suya, a la del microcuento, a la de la precisión de las 200 o 300 palabras.

Así que como cuantas más reglas y más feroces más divertido suele ser el juego, es lo que escribí, aunque me pasé por 23 palabras.

Este era el cuento:

 

Último día de Londres

 

 

"I mean, if the spaghetti hits the fan, now we're really in trouble"

(General "Buck" Turgidson en Dr. Strangelove, or: How I Learned to Stop Worrying and Love the Bomb)

 

―Yo también he traído patatas ―respondes. El hombre junto a ti estruja las suyas, se levanta, las tira a la papelera y se aleja arrebujado en su gabardina. Esperas un rato y lo sigues. No correr. No ponerte nervioso. Simplemente masticar tus patatas y mover los pies, doblar esquinas y poner cara de cretino; un paseante más. Al rato el hombre entra en un café. Le sigues. Intercambiáis los sobres en el baño: el dinero por el carrete fotográfico. Él sale. Tú tiras las patatas, abres el grifo, cuentas hasta veinte, cierras el grifo y sales. Cruzas nervioso el laberinto de calles hasta tu refugio, y escondes el carrete en la suela hueca de una bota. Sólo entonces cedes al optimismo, te dices que vas a salir de esta. La adrenalina remite. Miras la hora y haces cuentas... Ocho horas para el vuelo a Londres... Da tiempo. Sales, pasas tres horas en un infernal mercado comunista, y cruzas de nuevo la ciudad, silbando, feliz. Ilsa te recibe incrédula, la pobre pensaba que no volvería a verte. Hacía la comida, una sartén chisporrotea al fuego. La miras, le ofreces la compra, y repites la consigna; tú también has traído patatas. Te hace muchísima gracia. Ella, agradecida, se somete al capitalismo; paga en sexo. Mucho sexo, muy buen sexo. Tan bueno que a las cuatro horas descubres con espanto que, efectivamente, han pasado cuatro horas. Corres mucho y maldices más, para finalmente ver a lo lejos como tu avión alza el vuelo, perezoso, indiferente a tus jadeos, a tu sudor y a tus insultos en alemán. Y piensas que Elizabeth se va a enfadar, el siguiente avión no despegará de Berlín Este hasta mañana. Aunque da igual, porque por no hacer bien tu maldito trabajo a la hora prevista del aterrizaje de ese primer vuelo Londres ya sólo será un humeante cráter radiactivo, la fantasía rota de unos tiempos mejores que ya nunca, nunca ocurrirán.

 

 

 

(...Y según contó ayer y publica hoy, Vega también recogió el guante y escribió su relato de espías y de patatas en forma de microcuento, solo que ella sí que ha logrado frenar antes de la barrera de las 300 palabras)

(Y ya no recuerdo cuál iba a ser mi idea larga, ay la memoria)

16.4.08

chema

Andaba yo ayer escondido en mi cuarto mientras Juanito acometía las labores de limpieza de la casa, no porque yo sea un perro –aunque en rigor...–, que esta semana le toca a él, sino porque Juanito de cerca es peligroso con una escoba en las manos, cuando leí esta noticia en El País, cuyo titular y primer párrafo copio a continuación:

Muere Chema, el panadero de 'Barrio Sésamo'

Un fulminante cáncer acaba con la vida del actor de 51 años

 

El actor que daba vida al entrañable panadero de Barrio Sésamo, Juan Ramón Sánchez Guinot, murió el jueves pasado, según han confirmado fuentes del teatro que regentaba, la madrileña sala Tribueñe. Murió en su casa, rodeado de su familia, víctima de un cáncer que se lo llevó en poco más de un mes. Fue incinerado el sábado. Su mujer, Consuelo Vivares (la actriz que se escondía dentro del muñeco de Espinete, en la misma serie) decidió que el mejor homenaje a su marido era no suspender la función durante el fin de semana, pese a que ella misma coprotagonizaba la obra que estaban representando, Por los ojos de Raquel Meyer. Ése fue su particular tributo al hombre con el que había compartido su vida y su profesión, y con el que tenía un hijo de veintipocos años.

Me levanté, salí de mi habitación, arrastrando los pies, fui a buscar a Juanito y aguanté estoico su alegre y entusieasta salva de escobazos.

–¿Qué pasa? –me preguntó, preocupado, cuando vio que yo no reaccionaba.

–Una noticia que acabo de leer, que me ha dejado en estado de shock.

–¿Y qué decía? –preguntó él, curioso.

–¿Te acuerdas de Barrio Sésamo?

–Claro.

–Pues resulta que Chema se follaba a Espinete –le conté.

Barrio Sésamo ha sido un programa mítico para mi generación. Todos crecimos con aquello. Supongo que eso significa que aquella serie se convirtió para nosotros en un referente más de nuestra educación. Es fácil ver hoy referencias suyas por todas partes, desde las evidentes, como las apariciones de la Rana Gustavo en Padre de Familia, hasta las quizá no tan evidentes y tal vez incluso inexistentes que yo me empeño en ver en Trancas y Barrancas, salvajes y cafres marionetas de la nueva generación. Y como todo el que crece con algo, en cierto momento todos nos lo tomamos a cachondeo, que si lo que manchaba el mandil de Chema no era harina, que si Epi, Blas y la homosexualidad, que por qué todos los niños querían ser amigos de Ana, en fin, esos chascarrillos que no eran más que la excusa para recordar con cariño aquello intentando no parecer unos sentimentales, cosa muy mal vista en esta mi generación.

Y qué quieres; muchos chascarrillos hablaban del romance nunca consumado cara a la cámara entre Espinete y Don Pimpón. Y yo leo la noticia, recuerdo a Chema con una sonrisa, descubro por fin su nombre, leo que siguió ardiendo con la llama del teatro toda la vida y la verdad, me alegro de que fuese él quien se metió entre las sábanas de Espinete. Aquel panadero sonriente y alegre se lo merecía mucho más que ese bicho raro que nunca se supo si era un buho o un oso o un alienígena o el monstruoso amigo imaginario de alguien. Descanse en paz, Juan Ramón Sánchez Guinot, gracias por haber contribuido a la educación de toda una generación (y lo siento por el resto de influencias esta estupidez innata nuestra, que tal vez no le diese el lustre suficiente), y viva para siempre en nuestro recuerdo y en nuestras coñas bienintencionadas, en nuestras bromas, que sirven para acordarnos con cariño de aquellos personajes que se nos metieron dentro y que ahora ya son parte de nuestra infancia.

Pensándolo a fondo, pocas cosas más geniales se pueden conseguir en la vida.

Viva para siempre, pues.

15.4.08

si (p(X) > 0.117%) entonces (Mexico + D300)

"Cuando subo al autobús ya ni siquiera me siento. Me quedo de pie en el centro, a la altura de la puerta, y desde allí vigilo todos los peligros que acechan a las viejas, como un Mitch Buchanan pero más urbano y en menos hortera (esto último no es nada difícil). Digo yo que el ayuntamiento me podría poner gratis el Abono Transportes."

(Conde-Duque, Los evangelios de la risa absoluta)

 

Siempre vale la pena recordarlo (aunque quien esté harto de esto, que se salte dos párrafos alegremente): en probabilidad dice la teoría que no es razonable apostar a algo en lo que la ganancia esperada multiplicada por las probabilidades de ganar (a eso se le llama ganancia esperada, que puede parecer un nombre un tanto absurdo, pero que tiene que ver con la esperanza como concepto matemático. Sí, existe una esperanza como concepto matemático, es la leche) da un número menor que lo que te gastas apostando. Es por esto que es súmamente irrazonable apostar, digamos, dos euros a la Bonoloto si el premio es menor de 27.967.632 € (en realidad, mayor, pues habría que cubrir la probabilidad de que existan más ganadores y toquemos a menos pasta y demás, pero vale para hacerse una idea).

Pues bien, entonces el asunto es que una ley de la prudencia y el sentido común dice: no apuestes si la ganancia esperada es menor que lo que te gastas apostando. Es decir, no esperes que un matemático vaya por ahí jugándose cien pavos a que sale un 6 en un dado sin trucar; espera más bien que, si le dejas, se apueste 100 pavos a que sale entre 1 y 5 (friquis del mundo, hablo de los dados del parchís de toda la vida, no de esas herejías euclídeas de doce y veinte caras).

Hoy yo he hecho una apuesta que me ha salido por 5'85 €, por un premio de 5.000 €. Esto significa que si la determinación del premio fuese aleatoria, que no lo es, y si hacienda no existiese, que existe, yo habría sido razonable si menos de 854 personas optásemos a ese premio. Así que me pregunto yo ¿cuánta gente puede presentarse a un concurso de fotografía como ese?

Como no tengo ni puta idea y a los sueños les importa un carajo la probabilidad, yo me desentiendo y me dedico a lo mío, que es pensar en qué voy a gastarme mis 4.500 €, que es lo que quedará una vez descontada la comisión de mi agente, y ojito, que me refiero a mi agente fotográfica, de reciente contratación, ña ña ña.

Es casi tan rápido de decidir que no he alcanzado a parpadear antes de pensarlo: En una Nikon D300 y un viaje para dos a Mexico, para que la Muchacha me enseñe sitios donde probar la cámara, y a la que estamos para bañarnos a la luna en alguna playa, visitar a sus amigos transoceánicos, cantar Extremoduro desde el escenario de algún bar, emborracharnos unas cuantas veces y volvernos a este lado del mar con un porrón de fotos que ver, sonrientes y abrazados, una tarde en que la lluvia caiga tranquila y bostezante sobre esos patios interiores donde se guardan la paz de Madrid y el secreto de la eterna felicidad.

Que los he visto yo ahí, ahí, detrás del rosal.

14.4.08

fotografía reflex digital (SLR), 2/2

Bueno, vamos a completar este tutorial esquelético a toda prisa que, de todas formas yo creo que va a resumir todo lo que yo hago para sacar las fotos.

Antes de nada algo que olvidé ayer: Aparte de probar las cosas, siempre viene bien saber cómo las hacen los demás. En muchos los tropecientos mil blogs que pueblan internet, los fotógrafos incluyen los datos de sus fotos; aunque el post-procesado puede poner una foto patas arriba, la base está ahí. Por ejemplo en mi foto de ayer, si se aprieta donde pone "info + words" aparece la ventanita de los comentarios, donde aparte de la miniatura de la foto y, en las raras ocasiones en las que existen, los comentarios, pone esto: NIKON D50, Exposure: 1/200 sec, Aperture: f 5.6, Focal lenght: 55 mm, ISO: 200, flash: no. Que viene a decir qué cámara he utilizado, cuál fue el tiempo de exposición, la apertura del obturador, la distancia del zoom, la sensibilidad del sensor y que no usé flash.

Y bueno, a ver cómo nos ventilamos lo de hoy.

Manual de fotografía SLR digital en dos ratos, parte 2
La santísima trinidad: El RAW, el HDR y el Photoshop.

1. Insistiendo: Que viva el formato RAW; montarse un laboratorio de revelado en casa.

Decía yo anteayer que siempre que se puede hay que grabar la foto en RAW. Ocupa bastante más que el jpg, pero tiene toda la información que recoge la cámara al hacer la foto. ¿Y para qué nos sirve esto? Pues para lo mismo que un negativo fotográfico. Igual que estos podían ser revelados de formas muy distintas y dar lugar a fotos radicalmente diferentes, el archivo RAW nos permite hacer lo mismo. Para esto hay programitas específicos, aunque yo me las apaño con el Photoshop (pasando antes las fotos a un formato estandar DNG, porque los de Nikon son un tanto especialitos y tienen su formato que sólo usan ellos y sólo lee su software, pero como yo el software de Nikon ni sé dónde lo guardé ni, naturalmente, lo instalé, tiro antes del Adobe DNG Converter, un programita gratuito que sirve para pasar el negativo al formato estándar de Adobe, y que tienen para bajarse gratis aquí. Es sencillísimo de usar, simplemente hay que darle a cambiar las preferencias la primera vez, marcarle que queremos conservar la imagen RAW, especificar dónde querremos que nos guarde los negativos y luego volver a la pantalla principal del programita, elegir la carpeta en la que están, darle a convertir y borrar los archivos originales cuando termine).

Quien tenga una cámara que grabe en DNG o en un formato que el Photoshop lea directamente, puede saltarse este paso y hacer click en el primer RAW. Da igual uno que otro. El caso es que si alguien está acostumbrado a usar el Photoshop pero nunca ha abierto un archivo RAW notará las cosas un poco distintas la primera vez que lo utilice: Le saldrá una pantalla de carga de la foto. Arriba aparece toda la información de la foto que ya debería estar sonándonos, sobre velocidades, aperturas y sensibilidades, hay herramientas para cortar la foto, girarla, ampliarla y mirar colores para el balance de blancos, para ver las zonas iluminadas y oscuras, sale un histograma de la misma (el histograma es el gráfico que representa la distribución de las zonas claras y oscuras de luz y de los colores en la foto, y conviene que anden por el medio en una foto equilibrada y normalita; si está todo muy a la izquierda es que es demasiado oscura, si está todo muy a la derecha, es que es demasiado clara, y si no es eso lo que pretendíamos, ala, a tomar nota. Muchas cámaras, si no todas ya, dejan ver esto in situ, en sus pantallas, lo que nos puede ayudar a elegir los ajustes a la hora de hacer las fotos). Bajo el histograma tenemos un desplegable con los ajustes de la imagen; si ya hemos abierto el RAW y lo hemos llevado al Photoshop antes nos saldrán sus últimos ajustes, y esto nos deja volver a los que traía la foto de la cámara, utilizar los de la última foto que hemos procesado aquí (viene muy bien para series de fotos similares que queramos que tengan una pinta y un tratamiento parecidos), y debajo están las pestañitas de los ajustes y sus opciones. Y aquí ¿qué decir? Que juegues y pruebes, es todo muy intuitivo; puedes ajustar las sombras, el brillo, el contraste, controlar el balance de blancos de manera continua y no sólo mediante los escasos modos que traen las cámaras (que, de todas formas, también vienen ahí, en otro desplegable), hacer efectos oscureciendo los bordes, correcciones de color... y variar la exposición. Esta la guardo para la última por ser la más fabulosa: Resulta que tenga la cámara la exposición que tenga, no es definitiva: El RAW guarda o simula (no lo tengo claro) más valores, que nos permiten corregirla... y que están ahí almacenados, lo cuál en el punto siguiente nos va a parecer algo estupendo. En fin, por lo pronto hay que jugar con todas las barritas, ver qué hacen, ver qué nos convence y qué no para cada foto, y luego, antes de darle a Open o Done, algo importante, ajustar la profundidad de la imagen abajo a la izquierda a 16 bits por canal: Esto hará que cada color quede como un valor de 16 bits en lugar de uno de 8, que es el que tiene un jpg, y significa que tendremos mucha más información de colores y más campo en el que jugar luego procesando la foto. Y cuando terminamos de jugar y tenemos la foto como un archivo de 16 bits, ya podemos darle a abrir y empezar a jugar con el Photoshop.

Pero claro, ese es el punto 3, no el 2. Porque hay otras formas de aprovechar lo genial de los archivos RAW.

2. El High Dinamyc Range, o que la cámara funcione como un ojo (o no).

Antes de nada un poco más de teoría: cualquiera que ha hecho fotos con contrastes de luz considerables ha sentido la frustración de ver que, luego, lo que él ve no se corresponde con lo que sale en la foto. Nuestro iris funciona de manera adaptativa, de forma que cuando vemos una escena con una luz intensa y sombras profundas distinguimos, hasta cierto punto, la escena completa, mientras que si con una cámara haces la foto con la luminosidad de la zona clara las zonas oscuras te saldrán demasiado oscuras, y si la haces enfocando a la zona oscura las claras serán un brillo indistinguible: a la mierda los detalles.

Para corregir esto, para tratar de simular el funcionamiento de nuestro iris, se inventó el HDR, siglas de High Dinamyc Range, o Alto Rango Dinámico. En teoría el HDR está pensado para hacerse a partir de varias fotos hechas con distintas exposiciones: Aquellas que sean muy cortas dejarán pasar poca luz y, por lo tanto, permitirán apreciar detalles de las zonas claras, y aquellas que sean largas recogerán mucha luz y permitirán ver los detalles de las zonas oscuras. Luego las herramientas de software juegan con la información de todas esas fotos y nos permiten montar fotos que combinan la información de todas ellas, y bienvenidos al reino de los detallitos.

El problema de los HDR "originales" es, precisamente, que requieren de varias fotos, que encima deben ser esencialmente la misma, salvo por la exposición. El asunto se complica si uno va por la vida sin trípode, o el objeto al que se fotografía es algo que se mueve. Pero, y aquí está la parte del invento que a mí me hace el tipo más feliz del mundo con alguna foto, recordamos que el archivo RAW nos dejaba jugar con las exposiciones... podemos coger un RAW y grabarlo con varias exposiciones y luego abrirlo como si fuesen fotos distintas, y no será lo mismo, pero casi. De hecho algunos programas de trabajo con HDR ya lo hacen directamente si uno abre el archivo RAW desde ellos... esto es lo que llamamos pseudo-hdr (o más en rigor Tone Mapping) y no es difícil ver que es algo que, efectivamente, me gusta bastante; casi una tercera parte de mis fotos son así, y eso que durante bastante tiempo no comencé yo a hacer estas cosas.

El mismo Photoshop trae, al menos a partir de la versión CS2, software para jugar con archivos HDR, aunque yo utilizo otro programita, el Photomatix Pro, que fue el que a mí me recomendaron y que da unos resultados estupendos. Sobre cómo conseguirlo no diré nada, ahí está su página web, buscando en Google, y todos somos mayorcitos para saber cómo se consiguen las cosas, que no voy a tener que contarlo yo todo, y sobre cómo usarlo tampoco diré gran cosa: Practicar y jugar con él es demasiado divertido como para quitarle a nadie la sorpresa de ir descubriendo qué imagen aparece ante sus ojos según va probando cosas. Si acaso que hay que darle al menú HDR, luego a Tone Mapping, y no olvidar que en la ventanita que nos saldrá entonces hay que marcar arriba el botoncillo de output depth de 16 bits, por las mismas razones que cuando abríamos un RAW con el Photoshop. Y cuando estemos contentos y seamos felices pulsar Ok, y grabar la imagen como un archivo Tiff de 16 bits, que ya podremos abrir con el Photoshop.

Aunque antes, una consideración más. Es un tanto quisquillosilla, pero bueno. Quien quiera conservar la información que trae el archivo RAW sobre los detalles de la foto (que, me parece increíble no haberlo aún, se llama EXIF data), que luego los fotoblogs ponen sin que nos cueste nada y que siempre es interesante compartir, tiene que dar un pequeño rodeo más. El Tiff del Photomatix no guarda esa información, así que yo cuando trato el archivo RAW con el Photomatix lo que hago es abrir el RAW de cualquier manera con el Photoshop, darle a Ok, abrir el Tiff, copiarlo encima tal cual y borrar la capa base original (que está en el RAW, que siempre conservo, por si un día le dan a uno ganas de empezar de cero con una foto y tratarla de otra manera, que a veces pasa). Esto tiene la ventaja de que aunque recortemos la foto como esta no constituye el fondo, sino una imagen superpuesta, si luego la recortamos la imagen estará ahí fuera de los bordes aunque no la veamos, y podremos rectificar su posición, ajustar el corte y demás (de hecho es aconsejable "desprender" la foto de la capa de fondo si uno la abre a secas con el Photoshop y piensa recortar la foto, por lo mismo).

Y por fin, de una u otra manera, hemos llegado al Photoshop, la madre de todas las herramientas de tratamiento de imagen, que nos vamos a quitar de encima de dos patadas.

3. Photoshop; contraste, color, saturación y ruido.

Por fin aquí. En fin, este programa tiene mil posibilidades, doce mil opciones, una parva de plugins y usos y usos, así que lo mejor viene siendo conseguir un manual o apuntarse a un curso sobre su uso, y (o si no se puede o no hay tiempo) hurgar mucho en sus opciones y ver qué pasa cuando se hace tal cosa. Pero en fin, al final yo siempre termino usando las mismas cuatro cosas, así que yo voy a contar esas y a partir de ahí a buscarse la vida y emprender el vuelo en solitario, padawan.

Antes de nada, el ruido: Consigue a toda costa un plugin llamado Noise Ninja, instálalo y léete cómo se usa. Es muy simple, reduce cantidad el ruido de una foto y, a la que está, puede hacer maravillas con las texturas.

Respecto al resto de las cosas, antes otro consejo: Las capas son nuestras amigas. Haz click en Ventanas y luego en Capas, y asegúrate de que esa ventanita está siempre a la vista: En el Photoshop puedes aplicar los efectos directamente sobre la imagen o como capas superpuestas a la misma. Si haces lo primero no hay vuelta atrás, hay una imagen unos efectos aplicados, y ya. Si haces lo segundo, puedes combinarlas, reordenarlas, darles transparencias, reajustarlas y probar combinaciones. Así que en vez de hacer las cosas eligiendo las opciones que vienen en Filtros y en Imagen > Ajustes, dale al icono que hay al pie de la ventana de capas y elige ahí crear capas con los efectos. De estos voy a decir algo de cuatro.

Para ajustar el contraste y la luminosidad de la foto tenemos los niveles y las curvas, que son algo así como el premio gordo del Photoshop. Los niveles nos dejan reajustar el histograma de la imagen definiendo a partir de qué brillo consideraremos que los colores son el blanco y el negro, y ajustar el contraste en algún punto entre ambos (ensayo y error, nada más que decir. Las curvas sirven para hacer lo mismo de una manera no lineal, y dando la posibilidad de hacerlo por separado para cada color. Al principio intimida ver esa línea ahí y mirarla sin saber qué pretende que hagamos con ella, pero es cosa de probar. En general, las curvas en forma de S, con la parte de la izquierda baja y la parte de la derecha alta, oscurecen las zonas oscuras, aclaran las claras y generan diferencias de contraste... ya, ya, lo sé, huíamos de esto y por eso decíamos que el hdr era la releche... pero ahora podemos hacerlo donde nosotros queremos, no donde toca, y mantener los detalles acentuando las luces y las sombras a placer. Juega, acostúmbrate a encontrar los contrastes que te gustan con los niveles, y luego intenta hacer lo mismo con las curvas. En cuanto se les coge soltura los niveles pasan a la historia.

Para ajustar los colores, la opción es la que pone nosequé-saturación (en el mío pone hue y no sé cómo se traduce eso al español ahora mismo). Si estamos con la opción "master" en el desplegable, podemos cambiar todos los colores de la foto con la barrita de hue, manipular su intensidad o incluso suprimirla con la de saturación, y darle o quitarle brillo. Si vamos color a color podemos acentuarlos todos por separado, suprimir alguno, acentuar otro... hacer click en pixels de la imagen ayuda a cambiar las definiciones de colores del Photoshop. ¿A nadie le extrañaba que los colores que sacaba Peter Jackson en El Señor de los Anillos fuesen tan vivos y tan oníricos? Pues así se hace. Juega con eso y al fina de una foto hecha con niebla por una ventana sucia de un coche a la carrera podrás sacar esto. Y también puedes darle al botón de colorear y convertir todos los colores a los de una cierta gama, y sacar fotos sepia, o azules, o verdes, o rojas.

Y por último, la saturación. Esta palabra ha salido ya unas cuantas veces y se merece un apartado para ella solita. Cuando yo me compré mi querida Nikon mucha gente me preguntó si hacía fotos en blanco y negro y se quedaba extrañadísima cuando le decía que no. Sus cámaras compactas sí que tenían un modo para eso, decían. Las SLR no suelen tenerlo porque lo que hacen ahí las analógicas es prescindir de toda la información de color, a secas, y prescindir de información así por las buenas es una tontería si luego puedes especificar tú qué quieres perder y cómo. Suele salir mejor, a la que uno le pilla el truco.

Para pasar las fotos a blanco y negro ya hemos visto herramientas: Al abrir un archivo RAW con el Photoshop salía por algún lugar una barrita que era la saturación y que, al moverla del todo a la izquierda, puede dejar la foto en blanco y negro. En el Photomatix hay otra opción parecida, que a mí me gusta mucho para dejar las fotos con un 25 o un 30% de color, aunque lo suyo sea siempre hacer esto ya desde el photoshop.

La ventana de efectos de saturación, de nuevo, nos dejaba prescindir de colores y dejar la foto en blanco y negro, pero lo que más control nos permite al respecto es el mezclador de canales (channel mixer, no sé si en español le habrán encontrado un nombre más digno). Este define cómo se aplican los colores en la imagen, y tiene abajo un cuadrado para marcar si queremos una foto monócroma en blanco y negro. Si lo marcamos, veremos que nuestra imagen se queda sin color, y que la barra del rojo está al 100% y las de el azul y el verde están al 0%: Eso es porque al prescindir de la información de los colores, el Photoshop está utilizando toda la del rojo para definir el blanco y negro. Pero podemos cambiarla, poner el rojo a 0 y repartirlo todo entre el azul y el verde, y obtener blancos y negros mucho más oportunos: No es lo mismo una foto con cielo azul de fondo a la que simplemente hemos quitado la saturación que una que tiene en cuenta cómo queremos usar el azul, ni una de un bosque que tire de verde que una que no lo haga.

Y en fin, termino aquí, que llevo sentado tecleando cosa de hora y media y aquí Juanito ya ha venido sartén en mano a preguntarme si estaba bien, que desde que llegó a casa no me ha visto moverme.

Se siente por el ladrillo, pero quería yo escribir todo esto porque a mí, en su día, podría haberme ahorrado tiempo, porque hay que compartir lo que se sabe y porque mantengo la esperanza de que le venga bien a alguien, si alguien sobrevive a su lectura, porque aunque yo acostumbre a soltar mítines que ríome yo de Fidel Castro en sus años de primera senectud, a quien encima esto no le interese puedo haberle hecho reventar una vena.

En fin, que sí, que me apiado y ya paro. Y si por un casual alguien tuviese alguna duda o sugerencia o comentario o corrección ya sabe, aquí debajo se pueden dejar comentarios.

Ala, a hacer fotos, chavalada.

12.4.08

fotografía reflex digital (SLR), 1/2

Como mucha gente me piropea las fotos y me mira como si yo supiese algo del tema, y como he visto que hay gente que tiene una SLR (de Single Lens Display, las cámaras reflex, vaya) digital y que no les saca ni la mitad del partido que podrían (¡hola, Muchacha!), y como en realidad no sabiendo casi nada, que es lo que yo sé, pueden hacerse fotos apañadas, pues ala, a compartir: voy a dedicar el fin de semana a contar cómo se usa una cámara de fotos como la mía, y cómo procesar las fotos así en plan rapidito.

Hoy, lo primero:

Manual de fotografía SLR digital en dos ratos, parte 1
Cómo se usa la cámara. Modo de prioridad de apertura, modo de prioridad de exposición, sensibilidad ISO y que viva el formato raw.

1. Consideraciones previas, ¿cómo funciona la cámara?

Antes de nada, hay que tener una ligera idea de cómo funciona una cámara digital. Estas consisten en un sensor que recoge la luz, considerando su brillo y color (grosso modo así es, aunque se complican un tanto la vida con tecnicismos), una lente y un obturador. El sensor puede trabajar con más o menos sensibilidad, digamos que simulando la sensibilidad de la película fotográfica de las cámaras analógicas. La lente sirve para transmitir la luz al sensor, y con el zoom podemos acercar o alejar la imagen. El obturador se abre, deja pasar luz el tiempo necesario (o el decidido) para que el sensor recoja luz suficiente como para poder reflejar la escena, y se cierra el obturador. Tachán, ya tenemos una foto.

2. Modos de disparo, prioridad de apertura (A) y prioridad de exposición (S).

Pero claro, hay formas y formas de hacer la foto: Si la sensibilidad del sensor es baja, necesitaremos más luz para que la imagen salga clara, y si está alta, necesitaremos menos luz. Lo primero nos interesará cuando haya bastante luz, y lo último en ambientes oscuros o cuando pretendamos hacer una foto muy rápida: que se necesite menos luz significa que necesitaremos menos tiempo para hacer la foto. El obturador puede estar más o menos tiempo abierto, y puede abrirse mucho o poco. Cuando se abre mucho se recoge más luz, cosa estupenda para hacer fotos rápidas, o en ambientes oscuros o para conseguir profundidades de campo estrechas, con los objetos desenfocados borrosos y difuminados. Cuando se abre poco o pasa poco tiempo abierto, la foto es más lenta y recibimos más luz y por lo tanto más información, como convendría si por ejemplo queremos hacer una foto a alguien que se halla cerca de la cámara y pretendemos también recoger el paisaje que tiene a su espalda.

Las cámaras de fotos vienen con un montón de modos de disparo. Que si deportes, que si retratos, que si paisajes... podemos olvidarlos: No nos valen. Los que hay que utilizar son básicamente tres: el de prioridad de apertura, y el de prioridad de obturación y el manual.

Los dos primeros son, digamos, semiautomáticos. A la cámara le decimos qué queremos hacer con la velocidad de la foto o con la apertura del obturador, y ella decide la otra variable. El modo de prioridad a la apertura nos interesará cuando haya buena luz, y permite controlar el desenfoque del fondo de la foto, por ejemplo. La apertura suele aparecer en el visor de la cámara o sobre alguna pantallita, asociada a la letra f. Si es baja, significa que el diafragma se abre mucho. Entra más luz, y se consiguen desenfoques a distancias más cercanas y más lejanas de lo que estamos enfocando. Si es alta, significa que el diafragma se abre poco. Entonces se notan menos que uno esté enfocando cerca, los fondos se verán nítidos. Pero al entrar menos luz, hará falta más tiempo de exposición. Es un experimento curioso enfocar una imagen con una apertura, mirar el tiempo de exposición que dice la cámara que va a utilizar, cambiarlo y ver cómo cambia ese tiempo: Acabo de hacer una prueba y para una misma escena, con la misma luz y la misma sensibilidad, mi cámara decía que mantendría el obturador abierto 1/15 de segundo con una apertura de 4.8, y 2.5 segundos con una apertura de 29: casi 40 veces más tiempo.

Yo (y por lo que leo por ahí casi todo el mundo) suelo usar aperturas grandes (o sea, valores bajos, normalmente lo planto en el 5.6 y de ahí no salgo). Suele salirme más rentable hacer la foto más rápido y qué le vamos a hacer, me gusta el efecto del desenfoque en el fondo cuando apunto a algo cercano. Pero si estás haciendo una foto a una ola que rompe o al tráfico en un carretera y quieres cierto aire de movimiento borroso, puede interesar utilizar una apertura menor.

El modo de prioridad de exposición suele ir asociado a la letra S, y nos permite fijar la otra variable, la del tiempo que va a estar el obturador abierto y va a estar llegándonos luz a la cámara. Este tiempo se suele medir en fracciones de segundo, y entonces sale sólo un numerito, o en segundos, y entonces sale el tiempo acompañado de las comillas que lo representan. Este modo suelo usarlo yo cuando es de noche y quiero que la imagen salga nítida aunque quede un tanto oscura. La idea es simple, cuanto menor tiempo, menos se mueve todo, el objetivo y las manos que sujetan la cámara, así que más nítido sale todo. Y cuanto más tiempo, más luz recogemos. Por ejemplo, si se pretende apuntar al cielo y que salgan las estrellas, o recoger un paisaje a la luz de la luna, necesitaremos una foto de larga duración (y probablemente un trípode, aunque el viejo truco de enfocar, poner el temporizador para que el movimiento del disparo no mueva la cámara y dejarla descansando apoyada en algo inmóvil a mí me ha dado momentos de alegría inmensos). Si queremos hacerle una foto a un pájaro que aletea y queremos ver los detalles de las plumas de sus alas, necesitaremos una foto rápida, es decir, una exposición muy corta.

Y el modo manual nos permite controlar las dos variables. En teoría sería la opción ideal cuando uno tiene cierto arte, pero personalmente prefiero que la propia cámara, que sabe cuánta luz necesita mejor que yo, decida una de las dos.

3. La sensibilidad ISO.

Respecto a la sensibilidad de la cámara, es tan simple como parece, con un sólo pero. Se mide en valores ISO, y cuanto menor sea, más luz necesitaremos, y por lo tanto más tiempo será necesario para hacer la foto. El inconveniente de las altas exposiciones es que suelen acarrear ruido, que son errores que recoge la cámara, y se manifiestan como puntitos de colores discordantes en la imagen, y que suelen quedar horriblemente mal. Por eso suele interesar utilizar una sensibilidad baja sobre todo si hay poca luz, con lo que puede darse la paradoja de que necesitemos una sensibilidad alta y una velocidad lo más corta posible para tener luz suficiente para que no nos quede movida la imagen, pero nos convenga una sensibilidad baja y una duración larga para que no haya ruido. Si el objetivo está inmóvil y tenemos un trípode o hacemos el apaño de hace un par de párrafos, es recomendable lo segundo. La mejor idea es mantenerlo lo más bajo posible, y sólo subir la sensibilidad si no hay forma de conseguir la luz necesaria manipulando la abertura y el tiempo de exposición. Aunque como en todo, uno puede tirar de sensibilidades altas para acortar aún más el tiempo necesario para sacar una foto nítida a plena luz. Esto por lo viso los fotógrafos deportivos suelen hacerlo bastante a menudo.

4. Demás consideraciones, brillo, formato de imagen, etc.

Y poco más tiene la cámara. Suelen traer un control sobre la claridad o la oscuridad de la foto en sí, un corrector que se supone que aclara o oscurece la escena; poco uso le doy. Yo por defecto la tengo un pelín oscurecida porque leí por ahí en un reportaje sobre mi cámara que convenía porque tendía a sacar las fotos demasiado claras, pero pocas veces lo toco; en el viaje a Galicia hurgué en esas cosas para que el tiempo de exposición pudiese subir y para poder hacer fotos del mar borroso sin andar trasteando con la apertura, y puede usarse para utilizar exposiciones más largas y conseguir aumentar el contraste desde la propia cámara, forzando que las zonas oscuras sean muy oscuras y permitiendo que las claras salgan muy brillantes. Del enfoque y del zoom no creo que haya gran cosa que decir, enfoca lo que quieras que salga enfocado y utiliza el zoom para encuadrar la escena que quieres reproducir, y siempre, siempre, siempre, absolutamente siempre, saca las fotos en formato raw.

El formato raw, "crudo", es un archivo en el que las SLR (y bastantes cámaras compactas, ya, y menos mal) guardan toda la información de la foto; si guardamos nuestras imágenes como jpg, se pierde un montón de información al aplicar los algoritmos que comprimen la imagen. Todo eso se queda en el raw, que sería el "negativo" de la imagen, digamos, y que luego podremos revelar con nuestro querido amigo el Photoshop de mil maneras distintas. Por lo pronto, guardar las fotos en raw tiene dos ventajas muy evidentes a corto plazo: la primera, que así podemos desentendernos totalmente del balance de blancos, que en vez de limitarse a los modos que vienen en la cámara podremos ajustar con una precisión brutal como nos de la gana. Y la segunda, que sin archivo raw lo que escriba mañana va a tener bastante poco sentido.

5. Las reglas están para romperlas, y el flash, que nos olvidábamos de él.

Lo bueno que tiene saber cómo funciona la cámara es que le deja a uno un margen de maniobra muy alto. Uno puede saber qué es lo adecuado, en teoría, para cada caso, y darle la vuelta, y por ejemplo sacar una foto lenta a unos pájaros para conseguir un efecto de movimiento, o utilizar el flash para una foto nocturna que, por tanto, tendrá bastante luz y podrá ser corta, pero hacerla larga para formar alrededor de la imagen un halo borroso con la luz que recoge la cámara después de la que le ha venido rebotada del flash.

A propósito del flash, yo a priori siempre lo he considerado algo de lo que prescindir siempre que sea posible, pero el flash, como todo, está ahí para que juguemos con él, para que experimentemos sus usos, para que veamos que hace y lo incorporemos a nuestro arsenal de probabilidades. Y luego ala, a experimentar, a jugar y a sacar fotos a patadas, que a fin de cuentas no nos vamos a gastar un duro en el revelado.

11.4.08

homo homini ovis

“Sólo sé que no sabéis nada”

(Ángel, Está la cosa muy mala)

 

¡La primavera! Me encantan las mañanas en la que ni es invierno ni es verano, cosa rarísima en Madrid, esta ciudad en la que parece que sólo existen esas dos estaciones y que las dos restantes, esas que implican nacimientos o defunciones de hojitas, pasan a velocidad de vértigo en cuestión de minutos. Pero estamos teniendo suerte estos días, llueve, y no hace ni frío ni calor. Madrid parece ciudad europea y todo, con tanta lluvia.

Así que yo salgo de mi casa canturreando “hampti hampti hatanewa” (es lo que tiene el Oceanic Remixes & Reinterpretations de Isis), saltando charcos y parapetado bajo mi paraguas cada día más decrépito; ya son dos las varillas que han mudado su propósito de soporte de tela impermeable a elementos terroristas con el propósito de hundirse en la carne de quien sea, y voy hacia el metro. Es lo único que desentona con el tiempo, con esta alegría primaveral. O igual no, porque, y esto me recuerda una de esas dudas mías absurdas, ¿alguien sabe por qué cuando llueve el metro va peor? No digo con más o menos gente, que eso es normal, o que dependa de la gente, porque a veces va hasta las trancas y no va mal, es que cuando llueve hay retrasos, paradas y pausas inmensas entre convoy y convoy, y en fin, es algo que para un medio de transporte que circula bajo tierra, donde joder, no llueve. ¿Cómo distingue el tren si arriba está cayendo agua o no? Qué raro todo.

Y pensando en eso se me ha pasado el viaje en un tris; en cierta estación yo estaba ahí sentado sumido en mis pensamientos y con la vista clavada en ese cartel que decía el nombre de la estación, y he podido estar ahí mirándolo cosa de 15 segundos tan pancho antes de que asociase que esas letras formaban las palabras “Avenida de América”, ¡qué coincidencia!, la misma en la que yo me bajo, así que he tenido que pegar un bote y salir corriendo y escurrirme entre las puertas que ya se cerraban para desilusión de toda la gente que quedaba dentro del tren, que a cualquiera le anima el día ver a un empanao de la vida que se pasa su parada. Joderse, señores. Y muy ufano he recuperado algún segundo perdido con un ágil trotecillo por el anden, hasta dar alcance a la riada humana que fluye hacia arriba, hacia las calles, por escaleras mecánicas y pasillos, en modo automático. Y al fin hemos afrontado todos el último tramo, el que se abre a la calle, y ha pasado algo que a mí me ha parecido curiosísimo: Todo el mundo que iba ante mí ha enarbolado y desplegado sus paraguas, y por estas cosas del furor del clima primaveral y las corrientes de aire del metro soplaba un aire de espanto que ha ido dando la vuelta uno a uno a todos los paraguas, y claro, se ha llenado la escalera de gente que apretaba los dientes y tiraba de varillas y reconducía hacia la normalidad a sus súbitamente juguetones paraguas.

A mí me ha hecho gracia no por eso, sino porque ahí estaba la escalera abarrotada de gente formando sobre ellos un techo de tela que sustituyese al del metro y les protegiese de la lluvia, solo que, en fin, es que había charcos, vale, y el cielo estaba gris, no lo niego, pero llover, lo que se dice llover, pues no llovía. Así que me he sentido un tanto rebelde y un tanto avispadillo sorteándoles con las manos en los bolsillos, el paraguas cerrado bajo el brazo y la corbata al viento, y hasta creo haber sentido sobre mi espalda alguna que otra mirada de ese odio visceral que sienten quienes habían seguido a la masa, habían abierto sus paraguas y ahora los mantenían así porque sólo quedaban dos opciones, o reconocer el error, o fingir que en realidad sí que llovía.

Claro, he llegado pensando “qué bichos más curiosos somos los seres humanos”, y que la cita esa de homo homini lupus está equivocada y debería ser como la que titula esto.

Me ha durado hasta que he abierto el correo y he visto el spam, que hoy empeñado en que me muero de ganas de verle el conejito a Britney Spears. Y eso ya me ha devuelto a mi rutina laboral, y en fin, diligente, eficaz y bien dispuesto, he comenzado a trabajar.

 

Postdata: Quería dedicarle este post a Belén, que ha sido extraditada a Irlanda, que seguramente esté ya hasta las narices de cielos grises y lluviosos y que aún así fijo que me estará leyendo, por lo que acaba de decir en un comentario. Y trasladarle la promesa de que en cuanto haga sol, yo se lo cuento (más por dar envidia que por compartir y aliviar soledades, pero tampoco se le pueden pedir peras al olmo). Así que ale, dedicado queda.

 

Post-postdata: No, no me he olvidado de la peli lésbica en el Retiro. Paciencia, que todo el que espera sabe que la victoria es suya (pues la vida es larga, etcétera etcétera).

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.