28.4.08

metro racing cup

Bajaba yo esta mañana al metro pensando que qué graciosa es la gente; resonaba un convoy en las vías y como siempre en estos casos la gente corría escaleras abajo, para intentar robarle unos minutos al reloj y coger ese tren, pero como pasa la mitad de las veces no era nuestro tren el que estaba ahí, sino el de la vía de enfrente. Y cuando la gente gira la última esquina y se encuentra con esa escena todo el mundo frena en seco, se pone muy digno y hace como si no hubiese acelerado el paso para nada. Como si estuviesen respondiendo a algún interlocutor producto de la esquizofrenia “¿quién, yo, corriendo? Valiente tontería, ¿no ve que es el tren de enfrente el que está ahí, no el mío?”, como si correr les hiciese sentirse estúpidos y se sintiesen avergonzados por su fervoroso galope de hace apenas unos segundos. Y claro, como todo el tropel de gente que ha llegado a la vez que ellos son, simultáneamente cómplices de esta mentira y quienes la imposibilitan, porque ellos también han bajado corriendo, surge un aire extraño de desconfianza corporativista.

A mí me todo esto me ha hecho gracia y me ha dado por pensar eso, “qué graciosa es la gente”. Es raro que yo piense eso, porque yo dialogo con mis esquizofrenias como el que más y encima suelo andar en ese entrañable punto del espectro social que va de la fobia al ansia homicida, pero después de mucho meditarlo creo que hoy tengo una opinión más tierna de lo habitual sobre mis congéneres, los seres humanos.

Y claro, me he puesto a pensar en el por qué, y se me ha ocurrido que va a ser por la película que vi el jueves, Lars y una chica de verdad, película que nos metimos a ver casi sin querer Juanito y yo, el sábado, cuando llegamos tarde al cine y todo lo demás había empezado.

No voy a decir gran cosa de la película: Nos gustó, nos sorprendió y nos hizo salir contentos y un tanto reconciliados con la especie humana, y aunque la vocecita cínica y misántropa que traigo de serie dice que es lo que tiene el cine, que construye falsdedades y les da un aire real, yo por ahora sobrevivo pensando que qué bonito todo.

Tampoco diré nada del fin de semana de cine que me he pasado, entregado a la cinefilia por la narcolepsia de la Muchacha.

Y bueno, pensándolo bien no voy a decir nada de nada, porque me voy a casa, y así miro un rato más a la gente corretear por el metro, que no sé por qué, pero me apetece.

3 comentarios:

  1. Jajaja, David, a partir de septiembre, si me admites aún sin ser gran fan del Norris, comparto con vosotros cinefilias. Que nos vamos a Madrid!!!

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  2. Adoa, lo fue, lo fue, feliz el madtez, aunque hubo un café dezcafeinado, habdaze vizto hedejía.

    Carmeeen, que yo no discrimino a naiden por sus gustos, ni por las carencias de los mismos, ja ja.

    Es coña. Lo de carencia de gusto, no lo de yo-ente-no-discrimitatu... ti... tu... vense. Ay, se me alargan las palabras.

    Aguardaré ansioso tu legendario advenimiento, pues.

    Y genial avatar esa pedazo de fraggle, ja ja.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.