25.4.08

hace mucho que no hablo de Satán

Así que hoy, un poco de rutina oficinesca.

En nuestro diaria labor para facilitar el feliz regreso de Satán a la Tierra, hay algunos compañeros míos que pasan mucho tiempo hablando por teléfono. Es normal; Satán no viene solo, sino con toda su cohorte de alegres compañeros, y en fin, hay que reservarles hoteles, unas entradas para el Calderón (lo prefieren al Bernabéu, como les va lo de ver sufrir...), prepararles una excursión y enterarse de si alguno prefiere, durante la misma, el sandwich lo prefieren del chope que viene con aceitunitas o del que no.

Pues bien, a mí no me llama nunca ni dios (je, je, menos mal, qué susto, vaya marrón), porque como yo trabajo diciéndole a la base de datos “¡vamos, bonita, que tú puedes!” para que vaya bien, mientras le doy unos cariñosos cachetitos para que no salte por los aires y tengo cuidado de que no haga de las suyas, porque la base de datos tiene la deliciosa manía de sumar siempre cosas de más, cuando a uno, por matar el tedio, le da por decirle que sume cosas.

Antes he bajado hablando de esto en un ascensor con M., el simpático Señor del Submundo (es su cargo en la oficina). Ha sugerido al hipótesis de que igual es que yo le decía que sumase las cosas que no eran, y yo claro, le he abofeteado y luego le he pedido perdón y le he explicado que es que soy muy mío y que me sienta muy mal que alguien dude de mi trabajo. No porque las sumas estén mal hechas, sino porque yo de lo que trabajo es guardian de la moral de la base de datos, como decía.

Y decía también que a mí no me llama ni dios, que se me pierde el discurso. Aún así paso el 40% del tiempo cogiendo el teléfono. ¿Y por qué?, me preguntarás extrañada, intrigada y ansiosa de revelaciones. Pues porque aquí la gente se pasa el día paseando y nunca están cuando suenan sus teléfonos, así que yo se los descuelgo y digo ¿sí?, y digo no, no está, se ha ido al baño a tocarse / al baño a drogarse / al baño a jugar al Pang (esto es lo que hago yo cuando voy al baño). Entonces del otro lado me dicen “ah, vale, pues dile a [insertar nombre de compañero aquí] que me llame”,  y yo digo vale, y los dos colgamos muy felices por el trabajo (el mío, extra) bien hecho. Luego nunca digo nada, porque no reconozco la voz de nadie, y mi educación y mi respeto a la privacidad me impiden siempre preguntarles que quién coño son. Además que qué iban a pensar de un compañero que lleva seis meses con ellos y que sólo sabe cómo se llaman unos diez acólitos (ayuda que casi todos ellos se llamen A.).

Del 60% del tiempo restante, paso un 5% mirando las nubes, un 5% en el baño jugando al Pang, como contaba, y un 50% escribiendo correos. También me pagan por eso, porque escriba correos, siempre que difunda en ellos un grato tufillo que haga que el mundo nos mire con simpatía porque, las cosas como son, desde que Dios le ganó la timba a Satán sus medios de comunicación nos han estado machacando, y pimba, y pimba.

Por eso yo mando los correos simpáticos que mando, y no cuento los insultantes que, en cualquier caso, son siempre para personalidades públicas o mis amigos, que no son personaldiades públicas, en todo caso púbicas, pero prefiero no pensar en eso porque me provoca imágenes desagradables.

Me despido con un ejemplo. Una compañera del Bremen preguntaba que qué vamos a hacer mañana, sábado, que otro fugaz compañero, que cual hombre orquesta es multitalentista (¿multitalentudo? ¿multitalentosos? ¿multitalentil? en fin, eso) da un concierto en Clamores, presentando un disco que ha grabado, y en fin, no doy su nombre porque antes muerto que haciendo propaganda cantautoril en este reducto de la estridencia. Yo he respondido con estas afables líneas que copio y pego, y así de paso cuento mi estupendo plan para mañana.

            De: Pequeño Planeta Dui Dui, <satan_es_tu_amigo@hail_satan_hail_satan.co.uk>

A: La panda de escritorzuelos borrachos, degenerados y echaos a perder.

Asunto: Re: Concierto de Pablo Ager.

 

Salve a la Bestia, Devoradora de Mundos.

Yo no puedo, he quedado con unos amigos para hacernos tatuajes carcelarios con tinta tóxica, masturbarnos pensando en Esperanza Aguirre (es un reto nuestro que tenemos, si alguno lo consigue llamamos al Guinness) y fumar opio y perejil en un sótano húmedo y tenebroso mientras bebemos Nesteas de limón y vemos una película que dice uno que ha conseguido donde una niña coreana (de la Corea Pata Negra, la del norte) le atiza con un palo de golf de los de hierro [insertar numerito grande aquí] a un cura noruego y/o albino que sufre un evidente, dicen, problema de obesidad, mientras le repite una y otra vez, cantando, “Ie kwong twa Seng-Peh”, que por lo que dice un traductor de internete de estos de todo a cien significa “yo soy tu rubio dios”, mientras de fondo suena un grupo nazi ruso de folk-metal pagano (Nokturnal Mortum, se llaman, son tan cucos) y un proyector proyecta (que previsibles son los proyectores, pobrecillos) sin sonido Siete Novias para Siete Hermanos. Dice la crítica que he leído que al final consigue hacer un hoyo en 87 golpes, y no quiero ni pensar en qué agujero mete el qué.

Hemos comprado como ochocientos kilos de patatas fritas, así que pensaré muchísimo en vosotros.

Intentaré que eso, el pensar en vosotros, no coincida con los momentos de impacto del palo de golf con las pelotas, que luego uno asocia y eso se mete en el subconsciente y ya me veo yo diciéndoos la próxima vez que os vea “¡hola, qué tal!”, mientras esgrimo un palo de golf de abajo arriba entre vuestras inocentes piernecillas.

Y la Muchacha no sé, creo que tenía que hacer algo relacionado con el contrabando de órganos, pero eso que os lo cuente ella, que si lo digo yo a) invado su privacidad, cosa que naturalmente sólo hago en mi blog, que para algo está, y b) seguro que meto la pata y luego ella se enfada y me dice que si éste es el caso que le hago, y en fin, no es eso, si yo le hago siempre mucho caso (excepto cuando me habla por las mañanas cuando yo estoy tomándome el café y leyendo el As, pero coño, uno tiene que tener su momento de espiritualidad, digo yo), pero es que luego mi natural distraído y desmemoriado hace que la vida se me confunda. Por ejemplo, ¿de qué estábamos hablando?

¡Ah, sí! Ya me acuerdo (mentira, he tenido que releerlo todo).

Así que nada, pasadlo bien.

Si el domingo no estoy esclavizado acarreando puentes levadizos, pianos de cola y mesas de banquete de 15 metros, igual me voy al cine, por si a alguien le apetece acoplarse para ver a Jack Black haciendo remakes de clásicos del ídem (del cine, no de Jack Black).

Nada más, ¡hail Satan!, ¡hail Satan!, ¡hail Satan!, y muchos besitos.

(Obsérvese el tono jovial pero firme del saludo y la despedida; puro y duro lavado cerebral)

Y con esto me despido, buen finde y pedazo de parrafada que me he marcado como quien no quiere la cosa.

Y si os pensábais que hoy tampoco iba a hablar de la Muchacha, ¡ja!

Ala, pásalo bien, que el Taxi Verde sea contigo, y no te dejes atropellar.

2 comentarios:

  1. Me gusta esa oficina. Sí, decididamente, mañana podríamos cambiarnos, ¿qué tal se te dan a ti las reuniones en idiomas desconocidos?

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  2. Yo he tenido algunas de esas reuniones que cuentas...
    qué horror.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.