“La pena es la gente que abusa y escribe novelas. O, peor, poesía. Ahí, rimando, que queda ridículo. Tipos de cuarenta años, ya en edad de tener un trabajo de estos serios, de ir con corbata a la oficina, escribiendo poemas. De amor. Hombre, por favor. Que hagas eso con quince años, pues vale. Pero ya con cuarenta. Tu mirada me atraviesa el alma, etcétera. Hombre, por favor.”
(Jaime, en La decadencia del ingenio)
El organigrama de una secta satánica se parece bastante al de cualquier otra forma de organización humana: Está el sumo sacerdote satánico, que preside, dirige, anima, apadrina y protege benébolo a sus pupilos, están los clérigos demoníacos, que nos aglutinan por dedicaciones, especialidades y utilidad, estamos los curritos y, no podía faltar, está el asesor externo que pasa meses y meses sonriendo y hablando a gritos con otros asesores externos sobre mesas de restaurantes y horarios de comida que a los demás nos están vedados, en fin, y yendo y viniendo cuando le da la gana.
El sumo sacerdote es un tipo sonriente de rasgos afilados, pelo liso y levemente canoso y puños blancos, y naturalmente es la voz de Satán en la Tierra (voz que cambia, porque los demonios, que son muy suyos, van rotando en el cargo de señor de los infiernos; seres súmamente civilizados los demonios, tan raros después de los dos milenos de mala prensa con los que uno los mira la primera vez). Bajo él, los clérigos son gente adorable; una que de vez en cuando se trae a la oficina sus dos retoños, que corretean y ríen y gritan bajo su mirada deshecha de felicidad, otro que no sabemos por qué tiene la obsesiva manía de cortarse las uñas todo el rato encerrado en el baño, otra de sonrisa apacible, pelo canoso y brillo asesino en los ojos, que a mí me cae de maravilla y que el resto temen como a la muerte, y al fin está el de mi facción, que es un tranquilísimo primo segundo de Florentino Fernández que usa el mismo tono relajado y calmo tanto para interesarse por un informe como para comunicarte que se va al hospital porque su mujer está de parto (y que además puede decir y de hecho dijo ambas cosas en la misma frase separándolas con una humilde coma).
Y luego, estamos los diáconos, los acólitos y la secretaria del sumo sacerdote.
Toda esta fauna andaba hoy un poco revuelta porque el asesor externo iba a darnos una charla en la que nos contaría sus conclusiones, sus ideas y, en fin, el resultado de su trabajo (que al final ha sido que prescindamos de todo software específico y profesional ¡y usemos Excel!, porque por lo visto su última versión es monísima), y yo he estado a punto de perdérmela porque esta mañana estaba yo como cada día inmerso en meditaciones sobre la condición humana ahí sentadito en el metro, con mi librito y escuchando al señor Tim McIlrath cantar “and if you see me just walk on by, walk on by, forget my name and I’ll forget it too”, cuando trrring, trrring, me ha sonado el telefono: Era la Muchacha, que como es poeta pasa mucho tiempo en el platónico mundo del arte, y que a veces en los viajes entre mundo y mundo sufre olvidos o despistes, y así se había quedado encerrada en casa sin llave con la que abrir las puertas de mi humilde guarida. Así que he tenido que dar media vuelta, correr (esta vez yo también) por andenes, escaleras y calles, liberarla, despedirme con una caricia comprensiva y un último beso, y cuando ya por fin volvía a emprender el camino a la oficina marcar el número de Satán, pedir que me pasasen con un compañero y decirle que dijesen lo que dijesen las apuestas esta vez no, que hoy no es que me hubiese dormido, sino que la Muchacha, aparte del Palacete, pasa tanto tiempo en las nubes que se ha montado ya allí castillos que ríete tú del Alcazar de Segovia, y en fin, a veces la entretienen de más.
Y al fin he llegado a tiempo para la reunión, por los pelos, y todos han menado la cabeza, sonrientes y divertidos, y me han dicho que vaya par y que sin duda somos tal para cuál. Reacción esta mucho más amigable y fraterna que la que hubiese obtenido si, digamos, esta historia no fuese cierta y lo que hubiese ocurrido fuese que, simplemente, otra vez y como ya es rutina, cierto acólito bobalicón y perezoso se hubiese quedado dormido.
Corolario: La narcolepsia se contagia por vía oral. Sépalo vuesa merced.
Los poetas, esos seres, son los peores, huya usted maese, huya... O no, que a mí la Muchacha me cae mu requetebién. Insisto en que en Septiembre nos vamos a Madrid y añado que me encanta su blog y lo linkeo, anda que no...
ResponderEliminarSi es que la muchacha es encantadora, ya te lo digo yo. Princesa que necesita que su principe la rescate de vez en cuando.
ResponderEliminarSupongo que "benébolo" es la forma toledana de decir "benévolo". Enorme juego de palabras, me quitaría el sombrero si lo llevara.
ResponderEliminarPor otra parte... ¿Excel? No me digas más: la consultora de turno le ha clavado a tu empresa un par de millones de lereles por la epifanía. Y ahora os tendréis que gastar otros tantos en las licencias de Office 2007, porque claro, no se van a equivocar los consultores, con lo que cobran.
Qué gran jugada... ¿has pensado ya el trabajo que te puede suponer migrar gigas y gigas de BBDD Oracle a Excel? ¡Te lo vas a pasar pipa!
Hum. No sé yo si he dejado bien claro que Alguien no tuvo culpa alguna, y que de hecho ni estaba, y que lo que pasó fue que Otro Alguien se quedó dormido y luego se inventó una bella historia, hum. A ver a ver.
ResponderEliminarCarmen, huir no, que para huir por lo general se corre y correr, ya lo dijo Rogelio, jugador épico del Betis, es de cobardes.
Beleeén; de tan encantadora yo ya la veo bruja (y aquí yo soy el embrujadooo, que cantaban aquellos). Más maja que las pesetas, en cualquier caso, sí, sí. Tengo que estar de acuerdo, con lo que me jode y con lo en contra que estoy siempre con estar de acuerdo, yo.
Óscar, ah, me lo dejas en bandeja para atribuirme un mérito que no merezco, pero bueno, seré honesto, aprovechando que nadie lee comentarios: No no, de genialiad nada, lo que pasa es que la b y la v están pegaditas y se me fue el dedo, tan voluble él cuando quiere. Pero vamos, que me guardo la palabra, benébolo, claro que sí.
Dedo malo, dedo malo. Hoy castigado sin hurgar nariz, ala. ¡No, dedo no, no me pongas esa cara! Te lo tienes bien merecido.
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...bueno, pero solo un poquito de escarbamiento, y que no se repita.
Ah, cuan débil soy.