11.4.08

homo homini ovis

“Sólo sé que no sabéis nada”

(Ángel, Está la cosa muy mala)

 

¡La primavera! Me encantan las mañanas en la que ni es invierno ni es verano, cosa rarísima en Madrid, esta ciudad en la que parece que sólo existen esas dos estaciones y que las dos restantes, esas que implican nacimientos o defunciones de hojitas, pasan a velocidad de vértigo en cuestión de minutos. Pero estamos teniendo suerte estos días, llueve, y no hace ni frío ni calor. Madrid parece ciudad europea y todo, con tanta lluvia.

Así que yo salgo de mi casa canturreando “hampti hampti hatanewa” (es lo que tiene el Oceanic Remixes & Reinterpretations de Isis), saltando charcos y parapetado bajo mi paraguas cada día más decrépito; ya son dos las varillas que han mudado su propósito de soporte de tela impermeable a elementos terroristas con el propósito de hundirse en la carne de quien sea, y voy hacia el metro. Es lo único que desentona con el tiempo, con esta alegría primaveral. O igual no, porque, y esto me recuerda una de esas dudas mías absurdas, ¿alguien sabe por qué cuando llueve el metro va peor? No digo con más o menos gente, que eso es normal, o que dependa de la gente, porque a veces va hasta las trancas y no va mal, es que cuando llueve hay retrasos, paradas y pausas inmensas entre convoy y convoy, y en fin, es algo que para un medio de transporte que circula bajo tierra, donde joder, no llueve. ¿Cómo distingue el tren si arriba está cayendo agua o no? Qué raro todo.

Y pensando en eso se me ha pasado el viaje en un tris; en cierta estación yo estaba ahí sentado sumido en mis pensamientos y con la vista clavada en ese cartel que decía el nombre de la estación, y he podido estar ahí mirándolo cosa de 15 segundos tan pancho antes de que asociase que esas letras formaban las palabras “Avenida de América”, ¡qué coincidencia!, la misma en la que yo me bajo, así que he tenido que pegar un bote y salir corriendo y escurrirme entre las puertas que ya se cerraban para desilusión de toda la gente que quedaba dentro del tren, que a cualquiera le anima el día ver a un empanao de la vida que se pasa su parada. Joderse, señores. Y muy ufano he recuperado algún segundo perdido con un ágil trotecillo por el anden, hasta dar alcance a la riada humana que fluye hacia arriba, hacia las calles, por escaleras mecánicas y pasillos, en modo automático. Y al fin hemos afrontado todos el último tramo, el que se abre a la calle, y ha pasado algo que a mí me ha parecido curiosísimo: Todo el mundo que iba ante mí ha enarbolado y desplegado sus paraguas, y por estas cosas del furor del clima primaveral y las corrientes de aire del metro soplaba un aire de espanto que ha ido dando la vuelta uno a uno a todos los paraguas, y claro, se ha llenado la escalera de gente que apretaba los dientes y tiraba de varillas y reconducía hacia la normalidad a sus súbitamente juguetones paraguas.

A mí me ha hecho gracia no por eso, sino porque ahí estaba la escalera abarrotada de gente formando sobre ellos un techo de tela que sustituyese al del metro y les protegiese de la lluvia, solo que, en fin, es que había charcos, vale, y el cielo estaba gris, no lo niego, pero llover, lo que se dice llover, pues no llovía. Así que me he sentido un tanto rebelde y un tanto avispadillo sorteándoles con las manos en los bolsillos, el paraguas cerrado bajo el brazo y la corbata al viento, y hasta creo haber sentido sobre mi espalda alguna que otra mirada de ese odio visceral que sienten quienes habían seguido a la masa, habían abierto sus paraguas y ahora los mantenían así porque sólo quedaban dos opciones, o reconocer el error, o fingir que en realidad sí que llovía.

Claro, he llegado pensando “qué bichos más curiosos somos los seres humanos”, y que la cita esa de homo homini lupus está equivocada y debería ser como la que titula esto.

Me ha durado hasta que he abierto el correo y he visto el spam, que hoy empeñado en que me muero de ganas de verle el conejito a Britney Spears. Y eso ya me ha devuelto a mi rutina laboral, y en fin, diligente, eficaz y bien dispuesto, he comenzado a trabajar.

 

Postdata: Quería dedicarle este post a Belén, que ha sido extraditada a Irlanda, que seguramente esté ya hasta las narices de cielos grises y lluviosos y que aún así fijo que me estará leyendo, por lo que acaba de decir en un comentario. Y trasladarle la promesa de que en cuanto haga sol, yo se lo cuento (más por dar envidia que por compartir y aliviar soledades, pero tampoco se le pueden pedir peras al olmo). Así que ale, dedicado queda.

 

Post-postdata: No, no me he olvidado de la peli lésbica en el Retiro. Paciencia, que todo el que espera sabe que la victoria es suya (pues la vida es larga, etcétera etcétera).

1 comentario:

  1. ay ay ay ay ay
    gracias!
    es el primer post que me dedican en mi vida. Que se me salta la lagrimilla, y estoy currando!!
    gracias
    y besos

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.