29.2.08

qué bonita es la filosofía matinal

La privación del sueño y la propensión a la filosofía que surge cuando la cabeza de uno anda aún empeñada en utilizar la lógica de lo onírico más que la que enseñan en la Facultad de Ciencias de la UAM llevan a sendas tortuosas pero de pintorescos paisajes. Por ello, esta mañana yo he tenido una serie de pensamientos la mar de estúpidos pero entretenidos que me están ayudando a pasar esta última mañana de semana moribunda (en lo laboral, que ahora es cuando empieza lo bueno, claro).

 

Mi primer pensamiento de hoy, que podría ir para la lista de revelaciones, ha sido sobre la publicidad subliminal:

1. La publicidad subliminal en el cine.

¿Sólo yo me he dado cuenta de que cuando en Forrest Gump (y más tarde y por fagocitación en El Club de la Lucha) dicen eso de “¡corre, Forrest, corre!” en realidad están haciendo publicidad encubierta del Ford Escort? ¡Corre, Ford Escort... re...!

 

El segundo es político, algo muy propio en esta semana interdebatil:

2. ¿En qué coño piensan los publicistas de los partidos políticos?

No es una pregunta literal, es decir, no es que quiera conocer los nombres de las mujeres con las que fantasean ni detalles acerca de una de sus partes íntimas, aunque eso sin duda también sería un bonito tema filosofal. Es sólo que ayer salí de la oficina y me encontré a Zapatero ahí al lado de un mensaje que decía “vota con todas tus fuerzas” y yo, que soy así de literal, me imaginé al votante socialista adoptando frente a la urna pose de karateka ante pila de maderos, alzando su mano con la papeleta y grito apropiado mediante (“mamá dónde está mi kimono - ¡¡¡KIAAAA!!!”) (más publicidad encubierta, por cierto, dentro de la publicidad. Metapublicidad encubierta) abatir la mano partiendo la urna en mil pedazos o en dos perfectas mitades según el poder del kung-fu de cada cuál. ¿Quiere el PSOE disparar el gasto público haciendo necesaria una inversión de la leche en urnas electorales? ¿Es una incitación a la violencia y quieren que luego vaya cada cuál al partirle las rótulas al interventor del PP? Pero en serio, ¿cómo coño se vota con fuerza?

 

Pero hay más que pensar al respecto.

2-bis. Pero en serio, ¿en qué coño piensan los publicistas de los partidos políticos?

Sigue sin ser pregunta literal. Leo en otro maravilloso cartelón un lema del PP que pide el voto con cabeza y corazón. No sé los demás pero yo nunca jamás me he dejado en casa, a la hora de votar, a ninguno de esos dos órganos, un tanto repugnantes vistos a la fría luz de la objetividad pero muy queridos para mí.

En cualquier caso ese lema me hace pensar en zombies. Quizá lo que el PP dice es que no quiere que les voten zombies, y quizá, como a ellos votarse a sí mismos les debe parecer lo más razonable que cualquiera podrá hacer, y extrapolando un poco lo que cualquier persona con cerebro (y corazón) puede hacer. No sería raro, teniendo en cuenta que consideran que ellos y sólo ellos son los españoles, que España es lo que ellos dicen y que los demás somos todos unos saboteadores y unos antipatriotas que sólo queremos convertir este país en un mosaico de parcelitas todas independientes y a la gresca y nada gloriosas ni excitantes para esos a los que los patrioterismos les pone cachondos.

O tal vez sea al revés, tal vez sabiéndose apoyado por legiones zombies que les votan igual llueva o nieve, atraigan sobre nosotros las iras de los terroristas islamistas, apoyen y participen en guerras injustas o nos mientan deliberada y repetidamente en intentos rastreros y miserables de seguir mandando, lo que pidan ahora sea el voto del resto. Pero no les veo yo haciendo tal ejercicio de sinceridad introspectiva, la verdad.

 

Y al hilo del lema violento del PSOE y de lo que leí en el blog de ÓsQar y de lo que pensé yo viendo el trocito de debate del lunes que vi,

3. ¿Y por qué no somos todos un poco más honestos y hacemos un debate más entretenido?

Sinceramente, para las próximas generales hay que librarse del pusilánime del Manuel Campo Vidal. Aunque aún no he visto a Olga Viza metida en liza y agradezco que su nombre de para rimas como la de la primera mitad de esta frase, tampoco tengo mucha fe en ella, pero por ahora la doy el beneficio de la duda y la eximo de mi crítica. En fin, que el Manuel Campo Vidal no me sirve para un debate así, tan correcto él, tan ecuánime, tan malo para el espectáculo, frustrando tanto los deseos de la audiencia como, y era evidente, los de los propios debatientes. Viendo los escasos minutos que vimos, a Juanito y a mí se nos ocurrieron múltiples mejoras, como

a)       equipar a ambos candidatos con porras de goma y dejarle a cada uno propinar 5 hostias con ella a su adversario en el momento en el que le pareciese oportuno (yo iría a por el condicionamiento pavloviano: Las 4 primeras, en los dientes, según abriese la boca el rival. Y con la 5ª haría trampas y lo estrangularía, si aún así no se callase). Al que muestre dolor o se vea influido en su discurso, descontarle un 10% de los votos por quejido.

b)       proporcionar a ambos sendas pistolas automáticas y soltarlos en una plataforma petrolífera en pleno mar del norte, desierta y atiborrada de cámaras de alta definición, diciéndoles que hay un terrorista ahí y que deben eliminarlo y que quien lo elimine verá el valor de sus votos duplicado. Encargara Michael Mann el montaje de todo eso para hacer una película.

c)       organizar un campeonato de lucha al estilo de las primeras temporadas de Dragon Ball en alguna isla del sudeste asiático con forma de sandía con palmeritas. Apuntar a todos los candidatos, ministrables de economía, etc, e incluir monjes shaolin, a Jackie Chan y a los de la Isla de los Famosos. En el mejor de los casos, con algo de suerte tendríamos a Jackie Chan de presidente. En el segundo mejor, los políticos y los famosetes se llevarían algunas de las hostias que tienen pendientes en su debe. Y en el peor, bueno, nos libraríamos de todos una temporada. Ah, y rodarlo todo y decirle a Ang Lee que hiciese una película al respecto.

 

Y en fin, la mente, que no sabe que está encerrada en una caverna de hueso un tanto angosta, sigue flotando por ahí,

4. ¿qué pasaría si alguien rescatase las buenas ideas del Equipo A?

Estaremos todos de acuerdo, espero, en que el Equipo A es una serie estupenda cuando uno es un zagal sin ambiciones narrativas pero que se viene abajo en cuanto uno prueba tramas decentes (y a quien no lo esté le ignoro, que esta es mi patria). Pensaba yo hoy en lo entrañable y genial que le sigo viendo a la serie, que se resume en la divertida fobia de Mr. T. / M. A. a volar y sobre todo de esa puta manía de John “Hannibal” Smith de interpretar una y otra vez a la Cosa del Pantano en pelis de serie Z en sus ratos libres entre las misiones de turno siempre encargadas por pechugonas supuestamente guapas y su pobres padres, atribulados por el malo malísimo de turno. Estos dos detalles dan una profundidad al personaje que, por la reiteración, acaba perdiendo algo de impacto, pero yo lo veo genial, la verdad. Ser prófugo de la justicia y no parar de intervenir en pelis costrosas dice mucho de alguien.

 

Y bueno, tenía pensadas más cosas pero con mi mente escindida entre resultarle eficaz a Satán e ir redactando esto lo he olvidado todo.

28.2.08

el gusto por el trabajo

“Y así es como Farfour, el ratón integrista, se ha convertido en el Chanquete del mundo islámico.”

(Jose A. Pérez, Mi Mesa Cojea)

 

Dicese de una reunión que no es productiva cuando para completar este diálogo

–¿Los archivos que saca eso se pueden grabar como html?

–No.

hacen falta cinco horas.

Ah, el hastío de las reuniones. Sucedió ayer, y me dejó sumido en una melancolía que al pronto se tornó pereza y vagancia, de la que alehop, acabo de salir justo a tiempo para afrontar mi trabajo de hoy, que consiste en sumar números entre 1 y 7 a números entre el 20 y el 53, desordenados a lo largo de unos cuantos ficheros, esperando que cuando termine de hacer tal cosa más o menos al azar nada salte por los aires cuando le de a cierto botoncito.

Después de la infame reunión de ayer y de deshacernos de los cadáveres de los consultores me fui a comer con aquella a la que por abreviar llamaremos mi jefa. Como yo estaba muerto de hambre a mí me dio por hablar mientras esperábamos a que nos sirviesen la pitanza, y en fin, nos estuvimos contando cosas y compartiendo algo que une muchísimo entre compañeros, insultos hacia objetivos comunes (pobres consultores). Trajeron al fin viandas y andaba yo embuchándome pisto manchego como si no existiese mañana cuando ella, con la vista melancólica perdida en el cenagal tomatero que era mi plato a esas alturas, me preguntó

–¿Y te gusta tu trabajo?

Yo me interrumpí con el tenedor a medio camino de la boca aún medio llena del viaje anterior, y mientras la salsa goteaba sobre el plato desde mi boca abierta de par en par sopesé rápidamente la posibilidad de estar siendo sometido a una prueba de fe. Pero como no tengo fe ninguna y no puedo ser despedido por razones religiosas sin una indemnización de escándalo, fui sincero, y respondí

–Hmmm, sí.

Cosa que a la que por abreviar llamaremos mi jefa le debió parecer algo raro, por cómo me miró. Pero bueno, viendo lo que la cuento cada vez que hablo, cosa que intento evitar, ya debe ir acostumbrándose a que yo le parezca raro.

Como de costumbre, a la respuesta rápida para salir del paso, que tiene más de intuitiva que de razonada, siguió un análisis interior, cuya conclusión es la misma aunque la respuesta, en rigor, era.

–No.

Pero claro, habría que detallarla. Habría que añadir

–Ni puta falta que hace, la verdad.

Y claro, la cosa no se quedaría ahí, y todavía me quedaría decir

–Si yo aquí vengo a pasar el rato haciendo lo que sea para cobrar a fin de mes. Si fuera de aquí yo tengo mi vida, y ahora estoy escribiendo, tengo un blog estupendo y escribo un cuento cada 15 días, y además hago fotos, que aunque tenga el objetivo jodido y un fotoblog en pausa hasta que lo resuelva mato el mono cuando puedo y en la cámara se acumula un centenar y pico de pruebas, planos cortísimos y experimentos, y mientras voy practicando con el Photoshop, y todo eso por no hablar de la Muchacha, que por sí sola se bastaría para que mi vida fuese estupenda. Y duermo poco, los días fuera de aquí me cunden, y vengo más o menos a descansar, a pensar que qué bien todo y a matar el rato mientras la Muchacha está lejos, haciendo cosas por ahí. Y lo peor es tener que levantarme por las mañanas, sobre todo cuando ella está por ahí en modo dicharachero, que se pone graciosísima, pero como lo compensáis pagándome dinero para que le invite a copichuelas, al cine y a cenar, pues qué coño, qué me importan a mí las reuniones de cinco horas por una gilipollez o pasarme dos días sumándoles números del 1 al 7 a números del 20 al 53. Me gusta mi vida. Y el trabajo me importa una mierda, así que no, no me gusta, ni me disgusta: me da igual.

Pero claro, como responder eso implicaba que se enfriasen las albóndigas que ya traía Jose, el camarero del que tengo que hablar aquí algún día, pues la intuición, en el tiempo del “hmmm” que precedió la respuesta, tomo el mando, dijo “resume y come, David”, y eso hice.

 

 

 

 

26.2.08

el puto debate de los cojones

"ZP ha hecho una división entre cero. Y no ha pasado nada. Pero qué mal rollo. (...) Rajoy sigue hablando de cosas que sabe todo el mundo. Y a mí no me las han dicho. Hijoputas. (...) Coño, que han sacado un bonobús de verdad. (...) Yo creo que mientras enfocan a Campo Vidal ellos dos se sacan la lengua."

(RinzeWind, cronista, en Las Penas del Agente Smith)

 

En ocasiones, y esta es una, me gustaría ser mis padres. Así, aparte de vivir diversas paradojas la mar de entretenidas que seguro que harían de mis horas muertas un placer infinito de consideraciones genetico-evolutivo-relativistas, podría sumarme a esa amplia españolidad que tras el "debate" de anoche tuvo las cosas claras: leo que el "debate" tuvo un clarísimo vencedor: Zapatero, para los votantes del PSOE, y Rajoy para los votantes del PP. Salen dos, pero ambos son clarísimos. Eso, y no otra cosa, es lo que da sentido a los "debates" como el de anoche (sí, los entrecomillados). Gástate una pasta montando una mesita infinita, pásate semanas discutiendo sobre la temperatura ambiente, el ángulo de cámara, la altura de las sillas y la densidad específica y plasticidad del espumillón de su acolchado, y que se quede todo el mundo como estaba. Eso es dinero bien gastao y lo demás, tonterías.

A mí me queda el consuelo de saber que la gente no es tan gilipollas como para dar por vencedor al que quedase más guapo o tuviese mejor hecho el nudo de la corbata (qué obsesión tengo de un tiempo a esta parte con ellas). Para preocuparme ya tengo los comentarios pre-"debate", sobre todo ese que hablaba de "la fiesta de la democracia". ¡Claro hombre! Tienes ahí a dos políticos que llevan años dando razones para que se les vote (como presidentibles o para el ostracismo. Qué gran pérdida, la del recurso del ostracismo ateniense), y lo que cuenta es la cantidad de cosas que puede uno decir en un par de horas.

En fin. Yo, que a pesar de mis lamentos no soy mis padres, vi el debate desde la incertidumbre cuántica del ateo político, y lo vi así: En la esquina izquierdaaa, con corbata azul con pintitas claras, ideología de centro derecha y setenta y tantos kilos de peso, ¡¡¡Zapaterooo!!!, y en la esquina derechaaa, con ideología de extrema derecha, cuernos, rabo, lengua bífida, pezuñas, pestilente hedor a azufre y corbata rojaaa (mi abuela ha tenido una cierta influencia en mi forma de ver las cosas, me temo), ¡¡¡Rajoyyy!!!, ding, ¡que empiece el combate! Y luego poco más. Ni una maciza paseándose entre sección y sección con un biquini ajustado, una sonrisa brillante y un cuerpo descomunal (ya puedo ir olvidándome de esa fantasía, entre la paridad y lo del sexismo, malos tiempos corren para el morbo). Empezó, sin tia buenorra con cartelito, decía, y al rato comenzaron con las falacias lógicas, aquello de contarlas se hizo aburrido enseguida y como en cierto momento Rajoy ya había dicho que lo del 11-M no pudo ser ETA porque estaba acabada y Zapatero andaba jactándose ¡en comparaciones con Bush! yo pensé que mejor reservar las sobras rancias de mi cordura para los libros encuadernados en piel humana con invocaciones a dioses primigenios que atesoro debajo de mi cama sin hacer, y Juanito y yo nos dedicamos a ver un par de capítulos de How I Met your Mother y uno de Dexter: Total, pensaba yo, seguro que algún periódico de izquierdas tiene la gentileza de estar puteando a algún becario para que al término del "debate" cuelgue una transcripción del mismo en su web, como de hecho y como constaté con cierta melancolía así fue.

Yo, la verdad, cada día estoy más hasta las narices de ambos. El argumento de que cualquier voto es bueno con tal de impedir que salga Rajoy, pero sólo un voto bueno es útil, ya me lo conozco y me huele a chamusquina, a zanaoria colgando de palito, a bipartidismo y a estafa. El que la importancia de mi voto dependa de a quién se me pase por la cabeza votar, de los habitantes de mi municipio y de otras variables arcanas que probablemente ignore, me suena a antidemocrático. El hecho de haber sobrevivido a ocho años de aznarismo (vale, no todos lo hicimos. Pero hay que reconocer que la inmensa mayoría de nosotros sobrevivió, seamos positivos) y el que Zapatero apoye a los risueños individuos de la SGAE que me cobran por los dvds donde guardo mis fotos y los discos de artistas que ellos no gestionan y yo me bajo y adopte medidas de derechas como repartir los famosos 400€, surrealista. Que ambos partidos ignoren cualquier cambio en la ley que cuenta los votos por ser sus dos evidentes beneficiarios, me parece ruin. Así que me queda hacer caso a aquella canción de los Reinci que en algún momento tendré que buscar y colgar por aquí, y no votar a nadie, con el consuelo de saber que si gana Zapatero la economía irá de puta madre y me soltarán 400€, y si gana Rajoy todos seremos ricos.

Aunque es esta una decisión provisional. Por si las moscas, y atendiendo a no sé qué optimismo que probablemente sólo sea el principio del sendero hacia otra decepción que la verdad es que ya va a dar en callo, me queda leerme los programas de los partidos nacionalistas. Esta mañana he leído a uno de CiU decir que los 400€ casi mejor usarlos para subir las pensiones, medida esta que sí sería de izquierdas y que también me deja confuso porque yo siempre pensé que CiU era de derechas. Qué pluralidad nacional tan rara esta.

En fin. Suspiro, sacudo la cabeza, intento sacar todo esto de mi degradada masa encefálica: Tampoco vale tanto la pena. Qué sería de mi vida si no me encontrase cartas de amor de la Muchacha hacia cierto gran felino, y su olor en mi bata, y un beso suyo en una nota, y tuviese así cosas realmente dignas de pensar que rumiar cuando, por fin, uno se va a la cama y se duerme sonriente y cronopio feliz apretando la citada bata contra sus narices.

25.2.08

and the oscar goes to... ¡Whoopi Goldberg!

“Estos señores, muy simpáticos, han agradecido el premio a un montón de familiares.”

(blogdecine.com)

Hay mil cosas que contar hoy:

  1. cómo fue el cumpleaños al que asistimos (en la morada del taliban intelectual del friquismo musical, cinematográfico y comiqueril del huniverso, no confundir con el universo sin h: Perro) mis compañeros de revival friqui de la semana pasada del que me da algo de reparo poner link porque, bueno, va al post que hay justo debajo de este. Cruzo los dedos para que la Muchacha incumpla sus amenazas y haga una crónica del evento como la que me hizo en riguroso directo. Oh, Crom, escúchame desde tu montaña: ya sé que no te rezo habitualmente, pero dale un empujoncito, y si no, ¡mira que subo y te parto la cara, eh!
  2. cómo recientísimos estudios hechos por mí (más recientes que el pan de hoy, de hecho), han demostrado que la verborrea y la locuacidad es un algo (no vamos a llamarlo enfermedad, todavía) de transmisión sexual.
  3. que perdió el Madrid ante el Getafe, en un intento desesperado, noble y digno del más grande aplauso de darle interés a esta Liga que ya se estaba quedando sin gracia. Igual que a mí en el Need for Speed me da a veces por dejar pasar a todos los rivales cuando voy en cabeza para darme el lujo de adelantarles otra vez (y cómo. ¡Y cómo!), el Madrid debe caer hasta salir de los puestos de Huefa (no confundir con la Uefa) antes de pisar a fondo otra vez: Con un par.
  4. que mi compañero de piso, Juanito, no sólo hace lasañas deliciosas, que luego la gente le encasilla y no señora no: Hace cosas con pescado y con todo tipo de carnes y, eventualmente, con alguna cosa verde, que son, todas y cada una de ellas, como para sacarle a hombros por la puerta de la cocina, cosa que no hago porque él es pesado, la Muchacha exigente, y yo debo conservar fuerzas y obrar por órdenes de prioridad. Andamos a la búsqueda de testigos
  5. más cosas que no recuerdo y/o no añado aquí que si no queda esto larguísimo, para variar.

Pero como anoche fueron los Oscars de Holywood y, según se esperaba, los Coen (sin hache intercalada, por mucho que digan Desconvencida y El País, que se la pone y se la quita según le da) arrasaron, hoy toca hablar de ellos, de Cormac McCarthy (Cormac, sin k, por mucho que diga blogdecine) y, cómo no, de quien que como españoles de pro que somos nos provoca una especial alegría por el orgullo patrio, Whoopi Goldberg: En resumen, hoy toca hablar de No es país para viejos (No Country for Old Men), y de paso cumplir la promesa que le hice a Ángel en un post suyo así de cine y películas y cosas de esas y tal.

Como soy así de listo y esto yo lo veía venir, anoche emprendimos el segundo intento ver la película en cuestión, por fin, esta vez con éxito, pues estaba expectante y distraída la horda de espectadores que –condicionados por la saturación de la prensa y por ese patriotismo que yo, como todo patriotismo por otra parte, veo tan estúpido– abarrotaron las salas dejándome a mí sin entrada la otra vez ya ves por qué, porque Whoopi es español, como Mariajo Rajoy y un señor de Cuenca: Es de esperar. Quienes van a ver una película con aplicación fanática porque su protagonista es paisano y lo sacan mucho por los telediarios pueden ser perfectamente quienes esperan a ver si la peli se lleva premio para ir a verla, no sea que en realidad no sea tan buena o algo.

A mí la película me gustó. Era de esperar, pues aunque No es país para viejos está en el tercer puesto de mi ranking privado de libros de Mr. McCarthy, habiéndome leído sólo tres (el ranking va: 1ª con diferencia La Carretera, 2ª Meridiano de Sangre, 3ª esta), el libro tramaba una historia que a los Coen les viene como un guante. Si Cormac es El Escritor del texano que de duro que es parece fósil más que persona y de paisajes tan áridos y hostiles como las tramas de sus libros, los Coen, que para algo rodaron Fargo, eran los directores óptimos para una adaptación así, y lástima me da que no sean ellos quienes anden detrás de la adaptación de Meridiano de Sangre, con lo curioso que sería, por otra parte, verles metidos al Western (aunque por lo visto esa película la va a hacer Ridley Scott, que por otra parte es una elección cojonuda). Clavan los paisajes, clavan la descripción de los personajes, que son tal cuál el libro, salvo algún detalle interpretativo como la cara de Anton Chigurh o su digamos pintoresco corte de pelo (del que Whoopi ha comentado que es el más horroroso que ha lucido en su vida, en el discurso de recogida del Oscar), cosa que al fin y al cabo había que inventar porque Cormac no es muy dado a perder tiempo en descripciones.

Eso me hace pensar dos cosas que yo creo que son determinantes en mi veredicto final sobre el papel de Anton Chigurh y, por lo tanto, el Oscar al Mejor Actor Secundario de Whoopi Goldberg: La primera es que pese a la ausencia de descripciones y la narración exclusiva de las acciones, el protagonista, el personaje de Lewellyn Moss (interpretado magistralmente por Josh Brolin) es, en el celuloide, una copia calcada al personaje que uno espera leer tras las palabras del libro, cosa que no pasa en el caso del antagonista, Anton Chigurh; Whoopi le da una dimensión de ridiculez y locura, por el gesto y el peinado, que uno no se espera en un personaje de Cormac, que desentona por lo accesorio, lo barroco: Igual explica por qué va por ahí paseándose con un compresor con el que reventar cerraduras y cráneos, pero yo lo veo irrelevante, innecesario. Igual es lo que ha logrado el Oscar para Goldberg, pero yo pienso, honestamente, que igual se lo hubiese llevado limitándose a ser un asesino despiadado y rocoso y punto. E igual se lo ha llevado por sus indudables dotes de actor, que por mucho que exagere la prensa nativa hay que reconocer, pero no puedo dejar de pensar que el propio personaje traía implícito el premio, y que el Oscar probablemente hubiese sido igual para cualquier otro actor que interpretase el papel, desde John Cusack hasta, no sé, por ponernos delirantes la histriónica Javier Bardem (que al fin y al cabo, se llevó un Oscar incluso por Ghost).

Respecto al resto de la película los Coen suavizan la trama, la hacen menos dolorosa y le realzan o incluso aportan ese humor negro suyo que les brota cuando hacen algo bien, y a lo largo del metraje Tommy Lee Jones resulta más un contrapunto gracioso que el náufrago desesperado de la cordura que era en el libro. Esto hace que la película sea menos desesperada y más entretenida, algo apropiado para una película, pero deja una parte del desenlace, que no cuento por no joderle el argumento a lectores o espectadores, en un limbo de lo confuso que en el libro era eficaz pero en la película pare más un tijeretazo involuntario y considerable al metraje que otra cosa. Aunque lo compensan con algún que otro detallazo increíblemente eficaz, como que en la película sólo suene música en dos ocasiones (la primera, simplemente genial, y la segunda al final, con las letras), lo que enfría y endurece la película hasta límites, efectivamente, mccarthianos.

Así que como veredicto, me parece bien que premien a los Coen. No es la mejor película que se ha hecho este año, pero sí es la mejor película que ellos han hecho en mucho tiempo así que a ver si así, premiándoles como buenos chicos cuando se portan bien, se dejan de barrabasadas (léase El hombre que nunca estuvo allí) y estupideces (léase Crueldad intolerable). Y me parece inevitable que, de rebote, se premie a Cormac McCarthy, de quien probablemente escriba más esta semana, pues en mi nada humilde opinión es el mayor novelista vivo que existe a día de hoy. Y el que tiene los cojones más grandes. Y el que yo elegiría si alguien me dijese que a que escritor escogería como compañero para sobrevivir a un accidente aéreo en el desierto.

22.2.08

friqui outsider

“Han detenido a tres jóvenes por quemar catorce contenedores la pasada madrugada, sin averiguar antes si había una intención artística detrás, como todos podemos intuir.”

(Sólo digo una cosa)

 

Por circunstancias de la vida, el martes quedé para ir a vetustas tiendas friquis con dos amigos a los que hace siglos que no veo más que con la excusa de algún cumpleaños o una repentina reunión para vaciar un barril de cerveza siempre coincidiendo con alguna grave enfermedad de tu humilde servidor (que a estas alturas sospecho es la causa esperanzada de la celebración). Llamémosles D. y J. Aquel día, cosa insólita, llovió a mares, y como habíamos quedado después del trabajo, servidor fue con el plus de la corbata (es que cómo cambia la vida) sobre mi ya de por sí espectacular porte, agradecido por la lluvia que me da la excusa de poder llevar a Goterillas, mi paraguas, y blandirlo para espantar a las masas de jovenzuelas que normalmente mi elegancia atrae cual parabrisas a nube de mosquitos veraniegos. J, de igual manera, vino trajeadísimo, y los dos nos admiramos con mutuo asentimiento, gruñimos unos cuantos monosílabos piropeantes y nos dimos hostias budspencierianas en el hombro hasta que apareció D que venía, como siempre, hecho unos zorros y sin terminar de comprender por qué la gente se acerca, le da monedas y le dice “toma bonito, para que te compres unos pantalones”. Claro, lo abroncamos, porque hay que ir de traje a las tiendas friquis, hombre, que se note que estamos limpios, porque desentonaba con nosotros, caray, y sobre todo porque no se puede ir dando tanta envidia por la vida, que no está bien, y una vez abroncados nos fuimos a las citadas tiendas, J debajo de su paraguas, yo debajo del mío y D en el entorno del mío desde el cuál yo no llegaba a darle patadas y él mantenía una secreta esperanza de refugiar la cabeza bajo el relativamente protector despliegue de Goterillas. Que algún precio habrá que pagar por la libertad de poder vestir como un personaje de Mad Max.

Así que caminamos por detrás de Sol y fuimos a donde hace mil años conocimos las tiendas de cómics, de juegos de rol, de gente (y gente consigue tener género y ser masculino) fea con gafas y granos que sólo hablaba con citas de Star Wars, Indiana Jones o Tolkien y su legión de cutres seguidores en la senda de lo fantástico, y contemplamos la desolación del barrio. La Plaza de la Luna, con tanta lluvia y tanto diseño moderno, parecía un maldito canal, anegada y limpia, sin aquella tierra en la que tantas litronas nos bebimos (creo que en total fueron dos, pero la idea era lo que contaba) mientras los yonquis venían a maravillarse porque no fumábamos ninguno. En la esquina donde estaba aquella fabulosa tienda de música heavy de la muerte, ahora había una de alimentación: nos paramos un rato bajo la lluvia ahí, lamentándonos por el indefectible y destructivo paso del tiempo, en parte como homenaje a la tienda desaparecida (y enumerábamos todas las demás, que han sido casi todas), en parte para dejar que D se mojase bien a fondo, y seguimos caminando: Resultó que todas y cada una de las friquitiendas, y en esa calle hay doscientas mil, seguían ahí, tal cuál, como y donde las conocimos hace más de una década. Y uno siempre pretende ir de cínico por la vida, y de descreído, y de indiferente, pero era inevitable, había algo tierno en ello.

Las conclusiones fueron varias: Que el friquismo es un buen negocio, que alguien puede vivir bien haciendo algo que le gusta, que existen friquis de más de 40 años, que aún es posible entrar a una tienda y que esté sonando el Piece of Mind de los Iron Maiden, y sobre todo que los friquis son gente encantadora que no monta grandes escándalos aunque uno, al esgrimir a Goterillas fuera del paraguero, rocíe con abundante agua toda la maldita sección de comics de importación, ante los gritos de pasmo y admiración de sus amigos. Que su paciencia es infinita aunque escuchen la misma coña estúpida sin gracia catorce veces seguidas. Y que por mucho que yo siempre fuese un poco outsider dentro del friquismo, o así me consideré yo por sentir ese lado ridículo que nadie más parecía ver, a uno se le pierden diez años cada vez que cruza la puerta de una tienda de comics o de rol.

Seguid ahí, chavales, seguid ahí. Alguien tiene que mantener a los dragones a raya, vivir en las nubes, hacer de la vida un sueño y convertir algún sueño en realidad. Y si los sueños son cutres y la literatura apesta, pues bueno, siempre será mejor que la de las etiquetas de las mandarinas.

21.2.08

el azar, el azar

“Mira, yo estoy en un punto en el que si me dicen que estaré siete años sin sexo, pero al octavo follaré, acepto sin dudarlo.”

(de Pajas Mentales)

 

Con tiempo y con antipatía, la vida me ha ido haciendo conocer gente que ejerce o se dedica a diversas profesiones o actividades, gente que es tal o cuál cosa. Por ejemplo, en mi móvil se guardan los teléfonos de 102 personas que incluyen abogados, administrativos, albañiles, alguaciles, amas de casa, analistas, antropólogas, arquitectas, estudiantes, biólogas, camareros, campesinos, conductores de ambulancias, constructores, consultores, contables, diseñadoras gráficas, ejecutivas agresivas, enfermeras, escritores, exnovias, farmacéuticos, físicos, ganaderos, informáticos, investigadores, jardineras, jubilados, locutoras, matemáticos, mecánicos, médicos, músicos, pastores, periodistas, pintores, poetas, presentadoras, profesores, repartidores, técnicos, traductoras, y traficantes de drogas, por orden alfabético. De esas 102 personas, sólo 3 son periodistas, entre otras cosas, y sus nombres (y por lo tanto sus teléfonos, en la pantallita) aparecen de forma consecutiva en la agenda de mi teléfono. La probabilidad de que esto ocurra son, si no me he equivocado en las cuentas, 153 entre 250.000, es decir, un 0’0612%.

Esa sublista consecutiva tiene más curiosidades, como que las tres son mujeres, que están ordenadas por orden de antiguedad, de la más reciente a la más veterana, y que las tres tienen otras dedicaciónes u oficicios que empiezan también por p, que ocupan también posiciones consecutivas en la lista del párrafo anterior. Para más inri, esta mañana le he llevado un café a la cama a su primera integrante por orden alfabético, que quién iba a ser sino la Muchacha. Ella, medio dormida, ha desenterrado la cara de la almohada y me ha mirado con cara esa cara cint-eastwoodesca que está aprendiendo a copiarme y que le queda tan poco creíble como la mía, y me ha dicho.

–Me caes bien.

Que en la pose clint-eastwoodesca significa cosas que no creo que haga falta que explique.

Luego, ya de lejos y por otros medios, me ha contado una historia vieja. Hace mil años jugaba con sus amigos en un cobertizo. Supongo que sería uno de esos juegos supuestamente proféticos y simplemente ñoños a los que todos hemos jugado con fervor durante la adolescencia, porque le dijeron que escribiese un nombre. Cuenta que el cobertizo estaba alumbrado por velas que habían robado de sus casa, y cuenta que era una bobada. Pero que por puro azar ella empuñó un un rotulador azul y escribió un nombre, que luego resultó ser el mío.

La vida, a veces...




Edit: Metí la pata al calcular el porcentaje. La discusión sobre su valor y cómo sacarlo, en los comentarios, para quien le interese.

20.2.08

un día de la Muchacha, casi

“...y el amor está en el aire, amigos. Se respira amor. Se vive el amor. El amor revolotea a nuestro alrededor... ¡Quita, bicho!”

(Jotace, en El Blog de Jotace)

 

“9.00 llamar a ### (N.d.M.C: el señor constructor que se va a encargar del acondicionamento de palacio). Que empiece ya o me come la ansiedad.

(mientras, desayunando).

9.30 Entrevistar al ganador del circuito de jóvenes artistas del noroeste. Sacar tiempo a lo largo del día para ir a hacer unas fotos a la exposición.

11.00 Investigar los niveles de los embalses antes y después de las lluvias. Averiguar de dónde viene el agua de la que bebe la comarca.

12.30 Llamar a la vecina que da clases de cocina en su casa para ver cuándo puedo ir a hacerle una foto y hablar con ella para la sección 'Vecinos'.

13.00 Tal vez ir corriendo a hacer las fotos a la mujer/ tal vez empezar a transcribir la entrevista a ### (N.d.M.C: apellido raro que suena a solemne).

14.00 comer estaría bien.

15.00 llegar al periódico y consultar las noticias en: Europa Press, madrid.org, www.munimadrid.es. Checar los periódicos. Hacer llamadas. Consultar los buzones. Fotos de AFP tal vez. Presentar los temas a ### (N.d.M.C: ¿un compañero de trabajo? Probablemente).

16.00. Entregar la primera página. La 4.

17.00 Entregar la segunda página de Comunidad con la entrevista a cuatro columnas al consejero.

18.00 entrega de la tercera página / Selección de temas para Apuntes de España y el Mundo.

19.00 (cómo me estoy riendo de estas estimaciones) Entregar la última página.

19.20 salir corriendo hacia Madrid.

20.00 respirar. Decirle a ### (N.d.M.C: ¿el mío? ¿Otro? No sé, no sé) en algún momento que no me da tiempo a enseñarle palacete.

20.15 preguntar a los vecinos el nombre del administrador de la finca.

20.30

Taller.

(el relato sin hacer)

22.30 recibir llamada de ### y ### (N.d.M.C: amigas suyas) diciendo que no.

00.30 ### ### ### ### (N.d.M.C: Censurado, que algo tendremos que dejar para nosotros solitos).”

 

(Última N.d.M.C: Las N.d.M.C -notas del monje copista, o corta-y-pega-ista- son mías)

No es que la Muchacha se dedique a mandarme todos los días su agenda del día siguiente, naturalmente; sería que estaba agobiándose al respecto y me la incluyó anoche en un correo como aviesa y totalmente innecesaria forma de ganarse, en el rato para mí asignado, unos abrazos reconfortantes y algunas carantoñas antiestrés. El caso es que inaugurando el día, rayando la media noche, me mandó ésta (que, me cuenta en el primer correo matinal, ha termiado siendo carne de papelera).

Yo lo leía enternecidísimo, porque me hacía verla por ahí correteando,  brincando, preguntando, escribiendo cosas en una libretita concentradísima mientras saca un poco la lengua, fotografiando, canturreando canciones horribles de seres infames y tecleando, y también porque no le falta ni una tilde.

Pero qué raro es esto del amor.

19.2.08

y bueno, ¿qué tal todo por la oficina?

“no me conformaría con menos que Batista vs Rajoy y Zapatero vs Enterrador. Pero habrá que ser realistas.”

(Super SantiEgo, en La Realidad Estupefaciente)

Me puede la prisa hoy: Tengo que salir pitando de aquí en un cuartito de hora y he quedado después tres veces tres: Al final tengo tal lío de planes en la cabeza que empiezo a pensar que he quedado con Elena para ir a ver el Roma-Madrid en un sex-shop de Gran Vía; al fin, algo por el estilo era. Y me he pasado el día haciendo cosas útiles y productivas, como mis deberes de mañana (en los que he empleado una técnica nueva, brutalmente audaz y probablemente nefasta), y cosas absurdas, como trabajar, habrase visto.

¿Que qué técnica era esa? Que no quería contar eso, cojones, ¡y que tengo prisa!

Venga, va, pero rapidito: Consiste en un tercio de privación del sueño, un tercio de improvisación y un tercio de tirar de procesadores secundarios o terciarios porque todo el rato tenía otras cosas que hacer. Lo que está escrito lo está a base de poner frases tal cuál cada rato, cuando el alt+tab tenía la gracia de caer en el procesador de textos. ¿Pero han salido cuatro hojas? Pues sí. Ala, hecho. Sólo tengo que releer y cambiar, probablemente, todos los tiempos verbales, y comprarme un casco por si las lapidaciones.

¿Puedo ir al grano ya?

¿¡Que quieres que cuente qué!?

Ignoraré eso.

Esta mañana, ¡sorpresas da la vida!, ha venido a vernos a la oficina uno de mis ex-jefes, al que llamaré G, porque su nombre empieza por J pero igual que ermita debería llevar h, Jenaro debería llevar G, en fin: Que ha venido el tal G, a reunirse con mi jefe, sin prefijo. Como se da la circunstancia de que de todos los que allí fuimos compañeros y entablamos amistad mas Fer (que no es que no fuese compañero y amigo, es que ya lo era de antes. Derechos de familia) seguimos en contacto y tenemos opiniones que grosso modo coinciden en qué está bien, qué está mal y qué está fatal, y que coinciden con exactitud en que ahí pasan y se hacen cosas que entran dentro de esa última categoría.

Claro, mantenemos el contacto. Empezamos haciéndole la fiesta de despedida a Guillermo, y luego, como todos nos vamos, no damos abasto a tanta cena de despedida, claro, hablamos, nos contamos qé tal nos va y cómo siguen las cosas por allí. Y aún quedan un par de valientes ahí, buscando salida, que nos cuentan esto último puntualmente: es fácil, siempre va peor.

Hay algo súmamente necrofílico, entonces, en acompañar a tu ex-jefe, cuando se va, y tomarte un café con él, y rezando por ser capaz de aguantar y, preguntar “y bueno, ¿qué tal todo por la oficina?”

Y he conseguido aguantarme la risa hasta que su taxi ha desaparecido en el tráfico.

18.2.08

rewind

“(...) hoy nos da un poco igual incluso esto, poner una palabra detrás de otra, esta vanidad, este empeño por hacernos escuchar, esta estupidez.”

(Xavie, en Ideas y Fragmentos)

Hoy:

Llueve. Como llueve, yo estoy contento. Tarareo mentalmente melodías de esas que yo llamo de lluvia. Agonizo, muerto de sueño. Temo bostezar, porque si empiezo no podré parar y mi bostezo será tal que podría tragarme el mundo. Estoy contento. Miro por la ventana. Miro mi lista de tareas, y la veo bajo control. Bien: no me apetece demasiado correr, hoy. Ni hablar. Ni hacer nada salvo dejar pasar las horas una tras otra hasta que me pueda meter en la cama otra vez. Así que vuelvo a mirar por la ventana.

Empieza la semana a ritmo lento. Eso es bueno. Nada de correr. Nada de prisas, por ahora.

A ver cuánto tarda la realidad en decir que ella quiere jugar a otra cosa y toca pisar el acelerador a fondo.

No dejo de preguntarme ¿habrá mucha gente que busque en Google cosas que ven en sus sueños?

 

Ayer, domingo:

Como día, el de ayer fue un día sumamente pedagógico con una lección clara: los domingos no son días para pensar, ni planificar, ni tener ideas. Para ahorrarle un paseo a la Muchacha montamos un operativo de desplazamientos de lo más pintoresco y enrevesado, que al final no sirvió para nada. Al final, se dio el paseo, lo cuál estuvo bien, porque caminamos por el barrio de mentira y nos tomamos batidos de chocolate y cafés extraños en una de las mil cafeterías estupendas que hay por ahí. Increíble la muchacha, aún no es residente-residente, y ya conoce y es conocida hasta a los bomberos con los que se cruza, seres pintorescos que juegan al tetris en los cruces angostos de las callejuelas bañadas en lluvia, con sus camiones que son tan inmensos en esas escalas de casas de muñecas. Como día, ayer fue raro, pero estupendo. Un día de esos en los que uno al fin termina yéndose a dormir demasiado tarde porque no irse a dormir es la única forma de que el día no termine.

Soñó conmigo la Muchacha, por cierto, y en sus sueños me inventó una hermana, Laura, que tenía un blog cuyo nombre, como si el sueño hubiese sido mío, empiezo a olvidar, fundido en la bruma de esos mundos repentinos y fugaces de lo que se ve durmiendo. Buscamos el blog en Google, y no lo encontramos. La busco yo a ella, ahora, y no veo gran cosa, a no ser que esté en Lima, intentando vender un Volvo 240GL.

 

Anteayer, sábado:

Si lo del neurotismo fuese una carrera de relevos, mi agente me ha quitado el testigo, ha batido todas las marcas olímpicas y ha seguido corriendo para salir del estadio y acelerar y acelerar hasta taladrar el horizonte en una carrera desquiciada. El sábado tocó duelo en el palacete: de un lado, calzón rojo y doscientos diez quilos de peso, mis amigos, esa gente harta de soportarme, y del otro, con calzón azul y varias toneladas de peso (es que son más, que no le llamo nada a nadie) los de la muchacha. Primera vez que coincidían, casi todos ellos. Terminaron en un bar, hablando cruzados. Su Clari con mi Juanito, su Campa con mi agente, su María con mi Fer. Yo sonreía contento, y silenciaba mi pequeña decepción. Yo esperaba algo más de violencia, de corporativismo, de lucha, algún “qué coño miras, que yo soy de pueblo”, pero nada, ni un mísero bofetón, todo el mundo hablando  tan feliz de la vida. Si es que no se puede conocer gente así de maja, son así de decepcionantes, de sociables y de encantadores (al menos mientras no están ocupados gritándonos “¡iros a un motel, coño!”). Así que en parte fue un alivio hablar con Vero después para que dijese todas esas tonterías sobre lo insoportable que es y lo mal que le cae a la gente. Sin poder darse cuenta que la gente estaba demasiado ocupada pensando que qué maja como para pensar que qué cansina.

 

El viernes:

Misterios resueltos, muerte del anonimato, explicitación: fiat lux. Es lo que tienen los puntos de vista, la polifonía, los contrastes de voces. Quien tenga dudas sobre quién es quién, sobre quién se esconde detrás de tal o cual referencia, sólo tiene que cruzar versiones de una misma historia de diferentes narradores. Y claro, esa coral de narradores y narraciones es inevitable cuando a uno le da por quedar con una panda de narradores que, claro, son sistemáticos escritores de blogs. Especialmente temible es Guille, fiel cronista de sus actividades nocturnas (o de la parte de ellas más social y más pública). Y temible con razón: Cuando hay dos grupos de seis personas pasando una noche juntos y uno y sólo uno de los nombres es diferente en ambas versiones, se está dando información extra sobre ese personaje. Se le alumbra con dos focos. Tampoco es que importe, porque hay anonimatos que ya no tienen sentido, que buscaban sólo enmascarar la realidad ante los ojos de alguien que ya la conoce, pero hey, es cosa de pensar si en honor de la Ley de Protección de Datos se puede plantear una denuncia millonaria que pague, qué sé yo, dos billetes de avión al DF: soñar es gratis (menos mal).

Pero claro, al final es que no. A uno siempre le enternece que en vez de ser objetivo digan de uno que complementa con chistes e ironías, en vez de decir, las cosas como son, que a lo que uno se dedica es a interrumpir las conversaciones con todas y cada una de las insensateces que a uno se le pasan por la cabeza (que son muchas).

Definitivamente, no se puede conocer gente así de maja, en fin.    

17.2.08

revelaciones i - xv



I.
La Tierra no es perfectamente esférica. Es cúbica. Las aristas las disimulan en las fotos de satélite vía Photoshop, que lo sé yo.

II.
Aznar, Paco Clavel, Denis Hamilton, Matt Dillon, el compañero de piso de mi hermano, digooo el hermano de mi compañero de piso y el futbolista Hakan Sukur son en realidad la misma persona. Piensa: ¿alguna vez se les ha visto juntos a los cuatro? No, ¿verdad? Pues eso.

III.
Los lunes, en realidad, tienen 57 horas; un complot entre la Patronal, la NASA, los relojeros y Aznar/Clavel/Hamilton/Dillon/Sánchez/Sukur frena la rotación del cubo terrestre cada lunes para que las resacas nos parezcan más atroces y para que trabajemos más. ¿Pensabas que estabas de la olla porque se te hacían eternos? Pues no, pues no.

IV.
Debajo de mi casa hay una base alienígena de extraterrestres venidos de Sigüenza. Sigüenza, en realidad, es un planeta con forma de octoedro que orbita alrededor de Tau Ceti, famoso por su chorizo de matanza y la frondosidad y buen olor de su tomillo. Lo sé porque lo digo yo, que siempre tengo razón.

V.
El día 9 de agosto de 1987 nunca existió. La conjura Aznar/Clavel/Hamilton/Dillon/Sánchez/Sukur + relojeros + NASA + Patronal lo suprimió como experimento para acortar las vacaciones y privarnos de un día de descanso, ya que caía en domingo. El experimento salió bien y aunque al principio la gente se extrañó un poco la conjura etc etc lo remedió contratando agentes que fueron por ahí diciéndole a todo el mundo "¿te acuerdas que el 9 de agosto de 1987 nos fuimos de excursión a ver Cuenca?" y pavadas por el estilo. No repitieron el experimento para no salir a mal con la Iglesia, que no se deja engañar porque sólo escucha a Dios y que se mosqueó considerablemente al perder un día tan importante para El Señor. Lo sé porque yo por aquel entonces todos los domingos cenaba queso fresco hecho por mi abuela y tortilla, y no recuerdo la cena de aquel día.

VI.
Esa misma gente es la que se dedica a defender la existencia de Teruel, que en realidad sólo es un error en los mapas que cuesta más dinero corregir que fingir correcto. Toda la pasta que se destina en los presupuestos a Teruel va para los bolsillos de la conjura. Toda la gente que dice ser de Teruel es miembro de la conjura. Toda la gente que dice haber visto Teruel ha sido llevada a una ciudad de mentirijillas donde actores contratados por la conjura fingen ser turolenses.

VII.
Las guitarras eléctricas en realidad no hacen ruido: Todo lo hace el guitarrista con la boca. A ver si no los Rolling cómo iban a seguir tocando a pesar del Alzheimer y todo lo que se fueron metiendo mientras estaban vivos.

VIII.
Los Rolling Stones están muertos. El último en caer, incomprensiblemente, fue Jagger, que murió en 1979. Según fueron cayendo, inspirados por la leyenda del Cid, sus agentes los disecaron y movieron como títeres, dando el pego bastante bien. Después de Parque Jurásico, convencidos por la tecnología digital, los reemplazaron por efectos digitales. Lo que la gente cree que es el escenario de los Rolling es en realidad una pantalla de cine. Lo que la gente cree que son las luces son los proyectores.

IX.
Todos los Oscars de 1961 fueron para la película rusa Davai, Szvsilenko, Davai, pero como eran tiempos de la Guerra Fría todo esto se disimuló y fingieron el reparto de premios que sale si uno busca en Google y que yo no me voy a molestar en mirar porque, total para qué, si es falso.

X.
Todas las películas a las que le asignaron los Oscars de Davai, Szvsilenko, Davai son inventadas y no existen como tales. La película fue dirigida por el cadáver incorrupto de Karl Marx, y es un musical romántico que cuenta, mediante inmensas coreografías donde decenas de miles de personas bailan desnudas, la historia de amor entre una repostera y el rodillo que usa para amasar la harina. Y sí, es lo que parece (el rodillo se llevó el Oscar al mejor actor de reparto).

XI.
Desde el advenimiento del último profeta (Cristo, Maoma o Bob Marley, según creencias) han nacido otros tres hijos de Dios. Pero todos prefirieron guardar silencio porque nacieron en Finlandia y fueron bautizados con nombres típicos de allí, Timo, Tuomo y Heikki, y pensaron con razón que nadie se tomaría en serio nombres como esos.

XII.
Douglas Adams tenía razón respecto a los delfines, en Hasta luego, y gracias por el pescado. En serio, ¿a nadie le parecía rarísimo que Flipper fuese tan listo?

XIII.
Vilamatas, nuestro escritor más universal, no es hijo de dios, pero sí sobrino lejano. Una que yo me sé que una vez le dio un portazo en los morros está, sin saberlo, condenada al infierno, porque aquel día Villamatas rezó para chivarse a su Tío Tercero.

XIV.
En Arabia Saudí en realidad no hay petroleo. Meten Coca-Cola en los barriles, se ríen por lo bajini y llevan turbantes para poder taparse la boca cuando ya no pueden contener la risa. Sólo ellos se han dado cuenta de que la coca-Cola, además de tomar un sabor estupendo cuando uno la mezcla con alcohol, sirve de combustible y de agua bendita. Y somos tan bobos de no extrañarnos por su inmenso consumo de Coca-Cola y porque la piden en barriles.

XV.
Yo en realidad no existo, tú estás fatal, miras un ordenador que en realidad es un cartón de leche y ni siquiera te estás dando cuenta del chute de litio que un enfermero sanitario te está metiendo en vena en este preciso instante, con el uso exclusivo de su mano izquierda. Y mejor no te digo qué hace, mientras, con la derecha, ni por qué sientes, mientras me lees, ese picor ahí.

16.2.08

náufragos del desencanto

Qué bonito título para una canción así lamentable y sentimentaloide, ¿eh?

Pues no. Esta entrada se llama así porque yo, que para algo me he tragado años y años de Facultad de Ciencias y Departamento de Matemáticas, soy un tipo literal, cuando me da la gana y me despierto con resaca.

Ayer nos juntamos la orda de literatos, o parte de ella. Estaba la Muchacha, obviamente, y estaban Guille y el Peter Parker de Vicentito, léase Ernesto, y estaban también Vicky y Rebeca: tres zagales y tres zagalas, que viva la paridad, oriundos de todos los rincones de este dicen que bello y dicen que país, o nación, o lo que se tercie (yo, por eso de que hoy me he despertado literal, diré península, aunque no hubiese ningún portugués ni ningún gibraltareño), que viva la pluralidad esa de la que a veces hablan los políticos, esa gente tan necesitada de años y años de Facultad de Ciencias y Departamento de Matemáticas. Estábamos más, pero se fueron yendo, y en fin, nosotros y una autoproclamada guía, que nos dijo que si queríamos ir al Desencanto, un sitio muy mono, con música, ¿cómo dijo?, ah, sí, moderna. Yo no, yo quería ir al Ladrón, porque soy tipo de costumbres y porque cierta parte de mi cuerpo se pone en posición de firmes cuando escucha a la Creedence, pero como soy así de majo calle cual tipo mudo (la literalidad, en fin) y los demás hicieron lo propio, supongo, así que alegres y audaces fuimos para allá con sumo interés en saber qué era eso de la música moderna. Caminamos al azar por unas cuantas calles, hicimos unos cuantos giros feroces y aleatorios en unos cuantos cruces, la Muchacha, a pesar de calzar sus divertidas botas negras, no derrapó en ninguna curva, pendiente o masa acuática estática (léase charco) y llegamos. Dejamos en un rincón los accesorios típicos de estas fechas, popularmente conocidos como abrigos, nos emplazamos en un lugar estratégico frente a la barra, y después de redimir a Guille a los ojos del mundo escuchando sus opiniones respecto a la música, digamos, de autor, los seis nos pusimos a hablar de eyaculaciones hacia dentro y de qué significaría eso de estar metido en faena y proclamar que se había cogido la divergente: misterios irresolutos del sexo. Y digo que nos pusimos a hablarlo los seis, y no los siete, porque nuestra guía y capitana dijo, según llegamos, que un momentito, que iba a buscar a no sé quién, que la esperásemos ahí que ahora mismo volvía, y se desvaneció en la noche.

Pasó el tiempo.

La música moderna resultó ser una repetición secuencial de loops de esos que uno hace con un programita de ordenador ajustando slides para que un loop suba de volumen mientras otro baja, añadiendo aquí y allá beats y ploms, ploms, ploms, de tal forma que al fin resulta que uno parece estar escuchando lo mismo durante horas y horas, sin que algún purista como unos cuantos de los que allí estábamos vea méritos suficientes para considerar aquella bazofia auditiva como música. Exagero, claro, pero sólo un poco.

Pasó más tiempo, y nuestra guía no regresaba.

Poco a poco, las esperanzas murieron.

Las copas se terminaron, y fueron reemplazadas por otras.

El tabaco se terminó, y fue reemplazado por tabaco de liar porque en los sitios de música moderna las máquinas de tabaco no funcionan.

Pasó todo el tiempo del mundo, y nuestra guía seguía insistiendo en no regresar.

Perdimos toda esperanza.

Otros náufragos se vuelven caníbales. Nosotros nos volvimos escatológicos.

Otros náufragos escriben HELP en la playa, a base de alinear cocos a la espera de que un avión optimista y curioso lo lea en la playa o que la siguiente marea alta se de un festín de coco, lo que ocurra primero, que suele ser lo segundo. Nosotros nos resistíamos, desesperados, a los empujones de la gente que pasaba camino del baño de avión que, sorprendentemente, formaba parte de aquel bar.

Otros náufragos, al fin, son rescatados al fin por cargueros senegaleses atiborrados de sacos de heroína que los suben a bordo, los alimentan, los afeitan y los venden como esclavos en el primer puerto que les pille de camino. Nosotros, como por Madrid cargueros últimamente no pasan muchos, nos fuimos a otro bar, en cuya misma puerta, redención y terapia, pudimos escuchar esto,



Que no es moderno ni actual. Y nos pareció a todos estupendo.

15.2.08

100 días de Pax Cecilia

“San Valentín, un santo que, por cierto, fue canonizado en 1969, una terminación numérica tan adecuada como irreverente para el santo del amor. Pero eso es otra historia.”

(Peluche, Tantos hombres y tan poco tiempo)

 

((Hoy, preludio #1, una reivindicación: Con lo pastelero que se ha vuelto mi blog ¿esperabas ayer alguna gansada, por San Valentín? ¡Pues ala, resistí, ja! Pero no puedo jactarme demasiado de ello, honestamente yo soy el primer sorprendido))

(Hoy, preludio #2, tienes que hacer click aquí y dejar que suene música, y lo estoy pidiendo por favor y no quiero empañar la alegría de este viernes tan bonito recurriendo a la coacción violenta, bate de beisbol con clavos en la punta mediante)

Y ya por fin, hoy, mi versión de la Pax. César Augusto tuvo su Pax Romana, que duró dos siglos; yo tengo a The Pax Cecilia. Hay grupos de música que marcan tiempos en el curso de la historia de cada uno, por cuándo se conocen, por las circunstancias de las que pasan a ser banda sonora, y The Pax Cecilia ya se ha convertido en uno de esos grupos, por lo que ha sido este tiempo, por su música, y por esa filosofía de la música, gratis, para quien le guste, con un par. Y ayer ahí tenía yo en el buzón una cajita que, por detrás, estaba forrada de sellos, por delante tenía el nombre y el logo del grupo –inmensa alegría, saltitos, sesión de fotos, en fin– y dentro, regalado como prometían, el disco. Así que se da la curiosa circunstancia de que los dos últimos discos originales que he conseguido me han llegado sin pagar un duro (y encima con una puntería inquietante sobre la inmensidad del calendario, el primero justo en mi cumpleaños, y este en San Valentín. Como sugiere la Muchacha ¿será que Correos me quiere?) regalados por los artistas, amigos o desconocidos. Como además son de dos grupos buenísimos y por lo general sumamente desconocidos, para saciar mi ego, a mí todo esto me hace tremendamente feliz.

Pero me hace más feliz aún escucharlos mientras pienso en la Pax Romana y en este periodo de mi vida que va más o menos desde que les conocí, o un poco después, hasta el presente: Me daba cuenta yo ayer de que se han cumplido, ultimamente, los cien días desde que, *cof, cof* Leticia, *cof, cof*, desapareció por fin de mi vida (por ahora literalmente: 100 días viviendo en el piso de arriba y aún no me he cruzado con ella. ¿Cuánto rencor se le puede guardar a alguien por hacerle faenas, que ni siquiera porque te las hagan, para jugar al escondite, al silencio acechante en el rellano y al recorrer aceras agazapándose entre los coches con tanta insistencia? ¿Tanto le jode cruzarse con aquel que dio todo por ella y al que puteó a cambio sistemáticamente? En fin, ella sabrá y a mí, curiosidad al margen, la verdad es que me importa un rábano), y como dice Elena es como si alguien me hubiera quitado un mal de ojo: En ese tiempo he cambiado de trabajo para venirme aquí a la secta satánica (donde se está de maravilla), he vuelto a escribir en serio (o todo lo en serio que uno puede escribir hasta empezar a pensar tonterías al respecto), he conseguido vender un par de fotos (lástima de objetivo roto, en fin, a ver si mi economía revive y retomo ese vicio), he conocido a gente estupenda, entre el taller y los amigos de la muchacha, y sobre todo, en fin, la Muchacha, la Muchacha, ay la Muchacha, como supongo que se habrá notado por aquí a pesar de mi exquisita discrección.

Así que yo escucho The Pax Cecilia, con su música melancólica y preciosista, con ese piano que, junto al de Muse, es de los más bellos que se pueden encontrar en un grupo musical, y ronroneo sin parar.

Luego dice la Muchacha que me restriego como un gato. Cómo no.  

14.2.08

caminar dando saltitos

Hace nada leía que Arjen Robben, a quien pagan un pastón considerable por, entre otras cosas, correr, en realidad no sabe correr. Pisotea el campo muy, muy deprisa, y se desplaza muy, muy rápido, pero de forma desordenada e incorrecta, lo cuál le ha ido desgastando hasta el punto de pasarse la vida lesionado a pocas carreras que se pegue. Y los técnicos del Madrid han decidido adiestrarle, enseñarle a correr de nuevo.

Suerte (sueldo aparte) que tiene Robben; por lo general nadie nos enseña gran cosa sobre cómo caminar, cómo correr. Cuando uno es pequeño y da sus primeros pasitos algo aprende, por el método del ensayo y error y aprendiendo de una forma sumamente pavloviana a no pegarse muchos batacazos, que el suelo tiene la mala costumbre de estar duro y doler, y ya con eso, literalmente, se tira millas. Pero luego según pasan los años nadie tiene en el colegio o el instituto una asignatura sobre andares y pasos. Antes, ah la nostalgia, estaba la mili, donde entre otras cosas cosas de evidente utilidad –como por ejemplo disparar un CETME, revolcarse por el barro, perder horas y horas haciendo el canelo en garitas, pelar patatas, sacarse masters de mus y de futbolín, exagerar/inventar batallitas, forjar amistades con gente con la que no se comparte nada a base de botellines y drogas blandas y no tan blandas y escaquearse de cualquier cosa– le enseñaban a uno a desfilar y marchar. ¿Pero ahora? Nada de nada. Nuestra civilización pacifista y pusilánime se derrumba al paso inconexo y caótico de nosotros, los que no sabemos ni caminar, ni correr, ni marchar, ni desfilar. Excepto quizá si eres top-model, cosa que a mí, que me gusta atiborrarme de croquetas y lasaña, me da una soberana pereza, la verdad.

Así que no veo cómo sorprenderme cuando me llega la muchacha y me dice que camino de una forma rara.

–Caminas dando saltitos –concreta.

Y claro, cada uno tiene su forma de caminar, autodidacta y chapucera, y pienso en Robben. Pero eso explica que camine de forma rara, no que de saltitos. Pienso en los pájaros, cuando nos humillan a los seres que no volamos rebajándose a nuestro nivel y pliegan sus alas y se desplazan a ras de suelo, que también lo hacen así, a saltitos. Pienso mucho en todo esto, y por fin la respondo

–Culpa tuya, antes de conocerte yo caminaba arrastrando los pies.

Pero como tal vez le dedique demasiado tiempo a pensar determinadas cosas cuando por fin respondo ella ya no me oye, principalmente porque ya ha pasado un día desde que me dijo aquello, y ya no está a mi lado, y andará por ahí trabajando, oteando el mundo desde su torre de vigía. Y la gente de mi secta satánica, que son quienes ahora me rodean, me mira raro y menea la cabeza y piensa que menudo elemento han fichado.

Que piensen lo que quieran. Yo estoy contento y soy feliz.

Como prueba mi raro caminar.  

13.2.08

fe de erratas, otra vez

¡¡¡He escrito hojas sin h!!!

 

Lo siento pero esta vez a la mierda todo: En cuanto llegue a casa edito, corrijo y borro esto.

Quien quiera que ejerza sobre él mi fascismo represor borrando sus palabras, que responda aquí.     

un niño que ayer me cayó bien

“¿Qué es peor, seguir un buzón, seguir al que sigue un buzón o seguir a la que sigue al que sigue un buzón?”

(Sólo digo una cosa)

 

Siete de la tarde, Línea 6.

La profesora tiene cara seria, de prisa, de agobio. Va corrigiendo su pila de ejercicios entre los bamboleos del metro, soportando las miradas curiosas de algún pasajero somnoliento y las apreturas a las que la somete un orondo lector de mierda (de Ken Follet, concretamente) que no hace ningún esfuerzo por restringir la amplitud que le piden tanto su orondo cuerpo como el orondo mamotreto que va leyendo. Pasan las hojas; sumas, restas, diagramas, letras grandes a lápiz, nombres de alumnos en lo alto de cada hoja, Alicia, Daniel, Juan, Sonia, Pedro, Jonathan, Jessica. Hay ejercicios para que los niños inicien el arduo camino que les llevará desde el recuento digital de canicas hasta el cálculo de índices de crecimiento de alguna economía asiática, hay ejercicios para que se acostumbren a ir retorciendo el lápiz y transcriban en forma de garabatos comprensibles sus pensamientos, hay ejercicios para que busquen pautas y patrones, y hay un ejercicio de buscar las diferencias, tal vez para que dentro de una década esos niños obtengan altas puntuaciones en las máquinas de los pubs, mirando copa en mano los dibujos de Mordillo a la caza de patas de más, ventanucos de menos, ladrillos defectuosos y nubes mordidas. La profesora pasa las ojas maquinal, rápida y eficiente, garabateando “B” en casi todas ellas y mirando de vez en cuando el reloj. Sólo a veces se detiene y suspira, y entre sacudida y sacudida del metro escribe que el “–“ era porque se trataba de restar y no de sumar y por eso no era “+”, o que aquello debería ser una v y no una b, o que cuando pedía buscar dos conjuntos quería decir dos, y no catorce. Las pausas la desesperan; sabe qué respuestas están bien, reconoce los ejercicios bien hechos en el tiempo de un parpadeo, y quiere ventilárselos cuando antes; tiene mucho que hacer. Las pausas le hacen volver a mirar el nombre escrito en lo alto de la hoja, sacudir la cabeza, morderse el labio inferior. Alicia, como no. En qué estarías pensando, Daniel. Qué ganas tenías de irte a ver la tele, Juan. Les garabatea la regallina-corrección y sigue adelante, esperando una buena racha de ejercicios rápidos a ver si le da tiempo a despacharlo todo antes de llegar a Nuevos Ministerios.

Y llega por fin a un ejercicio de de los de diferencias. Son dos dibujos sencillos, que a la manera de un cómic barato reflejan una escena palaciega. En cada una de ellas, el salón de un castillo, la mesa de un banquete, una tronera desde la que se divisa o no, según qué imagen mire uno, una alta torre del homenaje y en primer plano, una damisela y un cortesano.

Ella lo mira, mira el nombre del autor, y vuelve a mirar el ejercicio. Salta a la vista que no es como los demás. En primer lugar, está coloreado. En segundo lugar, no tiene marcadas las diferencias: las tiene corregidas. El niño que hizo eso se extralimitó. El niño que hizo eso se estaba divirtiendo con el ejercicio, jugaba con él. Lo mira un buen rato antes de empuñar el clásico bolígrafo rojo y escribir, con el pulso de yonqui pasando el mono que le produce el bamboleo del viaje, que no se trataba de hacer todo eso, que sólo había que hacer notar las diferencias con flechitas, con círculos, daba igual. Escribe dos líneas, y luego contempla una vez más los dibujos, inmóvil, y al fin recuerda que tiene prisa, sonríe, escribe “MB” a toda velocidad, lo rodea en un amplio círculo que cruza medio dibujo y pisa el acelerador a fondo mientras se lanza al siguiente alumno, y al siguiente, y al siguiente.

Pero ya no deja de sonreír, aunque no le da tiempo a terminar antes de Nuevos Ministerios, donde se baja, tan contenta, y se va caminando deprisa por el andén.

Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.