Qué bonito título para una canción así lamentable y sentimentaloide, ¿eh?
Pues no. Esta entrada se llama así porque yo, que para algo me he tragado años y años de Facultad de Ciencias y Departamento de Matemáticas, soy un tipo literal, cuando me da la gana y me despierto con resaca.
Ayer nos juntamos la orda de literatos, o parte de ella. Estaba la Muchacha, obviamente, y estaban Guille y el Peter Parker de Vicentito, léase Ernesto, y estaban también Vicky y Rebeca: tres zagales y tres zagalas, que viva la paridad, oriundos de todos los rincones de este dicen que bello y dicen que país, o nación, o lo que se tercie (yo, por eso de que hoy me he despertado literal, diré península, aunque no hubiese ningún portugués ni ningún gibraltareño), que viva la pluralidad esa de la que a veces hablan los políticos, esa gente tan necesitada de años y años de Facultad de Ciencias y Departamento de Matemáticas. Estábamos más, pero se fueron yendo, y en fin, nosotros y una autoproclamada guía, que nos dijo que si queríamos ir al Desencanto, un sitio muy mono, con música, ¿cómo dijo?, ah, sí, moderna. Yo no, yo quería ir al Ladrón, porque soy tipo de costumbres y porque cierta parte de mi cuerpo se pone en posición de firmes cuando escucha a la Creedence, pero como soy así de majo calle cual tipo mudo (la literalidad, en fin) y los demás hicieron lo propio, supongo, así que alegres y audaces fuimos para allá con sumo interés en saber qué era eso de la música moderna. Caminamos al azar por unas cuantas calles, hicimos unos cuantos giros feroces y aleatorios en unos cuantos cruces, la Muchacha, a pesar de calzar sus divertidas botas negras, no derrapó en ninguna curva, pendiente o masa acuática estática (léase charco) y llegamos. Dejamos en un rincón los accesorios típicos de estas fechas, popularmente conocidos como abrigos, nos emplazamos en un lugar estratégico frente a la barra, y después de redimir a Guille a los ojos del mundo escuchando sus opiniones respecto a la música, digamos, de autor, los seis nos pusimos a hablar de eyaculaciones hacia dentro y de qué significaría eso de estar metido en faena y proclamar que se había cogido la divergente: misterios irresolutos del sexo. Y digo que nos pusimos a hablarlo los seis, y no los siete, porque nuestra guía y capitana dijo, según llegamos, que un momentito, que iba a buscar a no sé quién, que la esperásemos ahí que ahora mismo volvía, y se desvaneció en la noche.
Pasó el tiempo.
La música moderna resultó ser una repetición secuencial de loops de esos que uno hace con un programita de ordenador ajustando slides para que un loop suba de volumen mientras otro baja, añadiendo aquí y allá beats y ploms, ploms, ploms, de tal forma que al fin resulta que uno parece estar escuchando lo mismo durante horas y horas, sin que algún purista como unos cuantos de los que allí estábamos vea méritos suficientes para considerar aquella bazofia auditiva como música. Exagero, claro, pero sólo un poco.
Pasó más tiempo, y nuestra guía no regresaba.
Poco a poco, las esperanzas murieron.
Las copas se terminaron, y fueron reemplazadas por otras.
El tabaco se terminó, y fue reemplazado por tabaco de liar porque en los sitios de música moderna las máquinas de tabaco no funcionan.
Pasó todo el tiempo del mundo, y nuestra guía seguía insistiendo en no regresar.
Perdimos toda esperanza.
Otros náufragos se vuelven caníbales. Nosotros nos volvimos escatológicos.
Otros náufragos escriben HELP en la playa, a base de alinear cocos a la espera de que un avión optimista y curioso lo lea en la playa o que la siguiente marea alta se de un festín de coco, lo que ocurra primero, que suele ser lo segundo. Nosotros nos resistíamos, desesperados, a los empujones de la gente que pasaba camino del baño de avión que, sorprendentemente, formaba parte de aquel bar.
Otros náufragos, al fin, son rescatados al fin por cargueros senegaleses atiborrados de sacos de heroína que los suben a bordo, los alimentan, los afeitan y los venden como esclavos en el primer puerto que les pille de camino. Nosotros, como por Madrid cargueros últimamente no pasan muchos, nos fuimos a otro bar, en cuya misma puerta, redención y terapia, pudimos escuchar esto,
Que no es moderno ni actual. Y nos pareció a todos estupendo.
16.2.08
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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.
Pues sí que os inspiró la noche a todos. Está gracioso saltar leyendo versiones: a Vega, a Guille, a tí. Qué duro es Madrid de madrugada para retirar una furgoneta de la línea azul con tres horas de, algo como descanso y un Hombrecillo abandonado al sueño ... subir un mueble SOLITA a una casa vacía, echarse unos kilómetros sin café...
ResponderEliminarQue si no, también habría escrito algo.
Besos Daviiiid
Voy a acumular batería otro ratito más. Para después. Otra noche en esta ciudad.
"Actual", creo que el término para la música fue "actual".
ResponderEliminarRedimido G.