30.5.06

¡A volar, a volar!

Ando desaparecidísimo, lo sé, pero la agenda se ha conjurado para hacerme un truco de magia digno de Tamariz, digno de Gandalf, digno de Nietzsche: ¿Ves la de horas libres que vas a tener por la tarde? Pues un pase por aquí, un pase por allá, ¡y ya no hay horas libres!

Aunque bueno, eso fue sobre todo ayer, que tenía que ir a inglés, y antes fue fin de semana, y el fin de semana fue intenso de narices, entre viajes al pueblo, comuniones, fiestas en casas okupas y visitas deliciosas a la Feria del Libro, donde me vine con un fardo de material leíble y una sonrisa que no cabe en tu monitor, fíjate lo que te digo. Pero en serio, algo le pasa al tiempo que en cuanto que uno se descuida, se larga, y cuando uno no se descuida también. Así que me veo enfrentado a disyuntivas dramáticas: ¿Desayunar o llegar tarde? ¿Dormir o leer? ¿Hablar con adolescentes trasnochados por el msn o atender a la cena? Así pasa, que adelgazo, me duermo en las reuniones con mi jefe (literalmente, por un instante: Qué momentazo), y hay quien me va llamando míster importante porque, oh tragedia, soy tan cruel que no puedo pasarme horas y horas cruzando tonterías con él. En serio, que yo no soy un buen remedio para el tedium vitae, que yo tengo muy mala hostia, gentes del mundo, no me agregéis a vuestros emeeseenes que muerdo, y el que avisa no es traidor, lo cuál es estupendo porque ahora que lo pienso me descarta como posible causa de que mi agente haya sacado hoy de su biblioteca, o librioteca, que decía el ínclito Perro, el libro que precisamente ha sacado.

¿Me notas atropellado? ¿Me lo notas? ¿Sí, verdad? Pues así todo el día. Pero luego se terminará House, y me iré a la cama, y no tendré sueño y sí ganas de leer, ¿y para qué sirve estar vivo si uno no puede hacer lo que le hace feliz? Y dormir está sobrevalorado, excepto cuando sueño ciertas cosas que no voy a poner aquí no sé por qué (bueno, sí que lo sé).

Pero para tener esos sueños no me hace falta ni siquiera estar dormido. Vivir es soñar. Me dan ganas hasta de hacer símiles náuticos al respecto, de esos que hago cuando estoy contento. Pero en lugar de eso me voy a ir a cenar.

26.5.06

Sin título (aún)

Espero que por lo menos te sorprendan estas palabras aquí, viendo la hora que es y considerando el hecho de que yo ya no sólo no tengo acceso a Internet desde el trabajo sino que además, como luego me iré al campo, no lo tendré hasta mañana como muy pronto y hasta pasado si la agenda hace de acordeón encogiente y se apretuja mañana para dejarme sin respiros, como últimamente le ha dado por hacer.

¡Pero aquí estoy! Un plan audaz puede permitirme reparar el no haber escrito nada ayer aquí, con la única ayuda de un reproductor de mp3 y un asalto implacable al ordenador de mi compañera, que espero que no tenga marcada la página de Blogger como posible escondrijo del Maligno, y por ende como lugar del que proteger los ojos de aquellos empleados que son dignos de conectarse al mundo exterior.

Pero tengo que decirte que no es que tenga gran cosa que decir, en realidad, y tú que eres muy lista y me conoces muy bien problamente intuya que no, que hay algo que me está alegrando la mañana y que yo considero algo importante... pero claro, es algo importante para mí, y definitivamente algo que me apetece comprar. Del tiempo de, por fin, trabajo, estoy arañando segundos sueltos que estos últimos días he dejado de dedicar en exclusiva a preparar fotos viejas para subirlas al fotoblog (anoche dejé lista la programación del fin de semana, y esta mañana se habrá subido una y entre hoy y mañana deberían ir yendo tres más, que no son lo mejor que me queda por subir, pero así me reservo algo que considere más propio para empezar la semana con ganas), y me he dedicado a abrir ventanitas del word y a aporrear teclas un rato en él. Con dos resultados, por ahora: El otro día empecé a escribir una historia que ya está al punto de cocción para empezar a hacer algo con ella, la segunda cosa que más ganas tenía de escribir y la más fácil de las dos. Y hoy por fin he empezado con la otra, que definitivamente va a ser algo mucho más complicado y satisfactorio. En dos arrebatos he escrito algo más de dos mil palabras, y tengo ganas de dar saltitos de alegría, porque ya sé de qué va, ya sé lo suficiente de qué historias cuenta para empezar a contarlas y descubrir sus revueltas según se vayan escribiendo, ya conozco a sus personajes y sobre todo ya sé cómo quiero escribirlas. Porque escribir es un lío. Es como en el golf pero en complicado, es darle palos a una pelotita y encauzarla en un agujerillo, pero hay multitud de palos, circunstancias y maneras de actuar (digo yo, que en mi vida he jugado al golf ni creo que lo haga porque el agua debería ser para regar huertas y para beber y no para sostener conceptos burgueses ni hacer ricos a especuladores inmobiliarios). ¿Escribo en primera persona? ¿Tercera? ¿Segunda? ¿En pasado o presente? (¿por qué casi nadie escribe en futuro? Bueno, a mí se me haría cansado, creo) ¿Narrador omnisciente o implicado en la historia? ¿En qué tono? Así que por fin me he arrancado, y creo que he tomado medidas como para no decidirme a cambiar todas las opciones porque me canse de ellas o dejen de parecerme buenas. Así que como es viernes, si hoy bebes algo levántalo en dirección a mi portátil y brindemos porque ójala hoy haya nacido un libro.

24.5.06

Me siento querido

En otro orden de cosas, qué capacidad mía esta de sacar a la gente de quicio por decir lo que pienso sin rodeos y a las claras, jur. Resulta que en un foro del pueblo que me consta que parte del público conoce, pero parte no (y para ellos esta perla) se han puesto a hablar en un tema de la intención o posible intención o vete tú a saber del ayuntamiento de nombrar una calle en honor a un ilustre vecino que fue militar condecorado en la guerra del Sahara. Así que claro, todo regocijo y alborozo, porque la verdad es que lo de los nombres de las calles es para que nos azoten, aún tenemos una Calle Generalísimo, y ahí llegué yo para decir que los soldados son asesinos, y que puestos a dedicarle calles a la gente anda que no hay profesiones.

Pues menos mal que las piedras no traspasan las pantallas ni se adjuntan bien en los correos, oye. Que si estoy insultando a no se quién... En fin. Decir que un fontanero arregla tuberías o que un carnicero rebana animales debe ser insultante también, supongo.

Bueno, pues a lo que iba, que hoy uno de mis fans de por allí ha dejado este hermoso tema que a continuación copio, por si a algún moderador ruborizable y que no me odie (no sé yo si eso los descartará a todos) decide atentar contra la libertad de expresión y la autodenuncia de su autor y borrarlo. Esto es:

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¿Es Diedne gilipolla?


Lo primero será explicar, (se sabe de buena tinta que el susodicho diedne sólo, tiene una neurona), que gilipolla es una palabra compuesta por un lado tenemos gili y por otro polla,

Veamos que dice el RAE:


1. Gili: (Del caló jili, inocente, cándido, der. de jil, fresco). 1. adj. coloq. Tonto, lelo. U. t. c. s.
2. Polla: 3. f. malson. pene.



Según lo expuesto gilipolla es la persona que es lelo del pene, será muy discutible y no tengo datos para saber si diedne es gilipolla (lelo del pene), pero mientras no se demuestre lo contrario creo que si, que lelo del pene si que lo es, lo que me lleva a afirmar que diedne es gilipolla.

A un gilipolla se le reconoce sin lugar a dudas por sus gilipolleces y la última de Diedne es de ser el campeón de los gilipollas, por atacar bajo un nick diedne (¿quién es diedne?) a la memoria de una persona como D. Luís Jiménez Fuentes, que solo por el hecho de ser un antepasado, le debe un respeto a el y a sus descendientes.

Tus estupideces, ojo que si te estoy llamando estúpido, no paran, esa forma de dialogar tuya, primero atacas a degüello y luego vas razonando, es lamentable, que la uses una y otra vez.

Te has aprendido cuatro consignas, las defiendes, siempre atacando a los demás, intentas ser hiriente, ya que te presumes de ser anarquista, los anarquistas no ponemos la otra mejilla, ni pedimos ni damos tregua, ni dialécticamente ni con las armas, pero tenemos respeto y disciplina.

Ya que tu lógica no admite el gran error que has cometido llamando asesino a D. Luís Jiménez Fuentes, que luego has intentado suavizar llamándole homicida y ya como de cachondeo “este buen hombre”. Tendrías que saber, que “este buen hombre” es un héroe nacional, reconocido con la más alta condecoración Española, que murió por sus ideas (republicanas) y que cuando nadie se acuerde ni siquiera de tu triste memoria, todavía D. Luís Jiménez Fuentes estará en los libros de historia, en el museo del ejercito, etc…, a parte de en los corazones de la gran familia que dejó tras su muerte.

Voy finalizando, efectivamente diedne eres un estúpido, un inmaduro, por supuesto no eres ni serás jamás anarquista, debes aprender a ofender sin dialogar o a dialogar sin ofender.

Así pues mi conclusión final diedne eres un gilipolla.

Un saludo


P.D. “Diedne el gilipollas ¿Es un tonto del culo?” Próximamente en el foro.

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Y yo, la verdad, me siento halagado. Entre toda la gente que ha entrado después para decirle que de qué coño va, y en ver cómo puedo sacar de quicio a un tipo que es un impresentable... pues no sé. Joder, me siento vivo.

Esto es una provocación para que sea aún más directo y más explícito y más sincero, me da a mí. Pobrecillo.

La movida completa, aquí.

Marx estaría contentísimo

Por fin puedo decir que justifico mi sueldo, que no es una cosa que en realidad me preocupe porque al fin y al cabo no se nos paga por trabajar, sino por el tiempo que nos roban y que podríamos estar dedicando a la ocupación más maravillosa del mundo, no hacer nada, o a hacer fotos, dormir, leer, pasear, ver películas, hacer el amor (si se puede y nos dejan), comer, beber o atropellar embarazadas con el ordenador.

Pero desde ayer estoy trabajando en su versión literal. Finalmente el hombrecillo que me quería aquí se dignó a pasarnos unos datos y pedirnos cosas al respecto para que yo pudiese hurgar en ellos, ponerlos un orden y hacer que se entienda algo y se pueda sacar alguna conclusión. La base de datos es la de las bajas por enfermedad de la empresa-cliente, así que llevo dos días leyendo palabras como glaucoma, dispepsia, nefropatía o sinovitis, y ayer, cuando afronté el capítulo semanal de House (M.D.) iba yo ya más en plan colega de ese médico que pretendo convertir en referente educativo para mis hijos el día que los tenga (planeo hasta comprarles pequeños bastoncitos); no es que sepa en qué consisten estas enfermedades pero hey, las reconozco de leídas, y algo es algo.

Así que ahora las ocho horitas de trabajo se pasan más rapidas, y ya la alergia no me está matando, lo que siempre ayuda. Estamos mi compi Cristina y yo con dos ordenadores, ella con uno de la empresa que tiene conexión a Internet aunque de estas corporativamente paranoicas que no deja entrar en según qué páginas, como por ejemplo la de mi correo, y yo con el portátil, así que por lo menos música no me falta, y de cuando en cuando robo algunos minutos de productividad laboral para juguetear con alguna foto. Ante nosotros se extiende el trozo de departamento de los informáticos, sospecho. Al menos cumplen con lo que uno espera de los informáticos. Visten con vaqueros y amplias camisetas con motivos arcanos como fotos del Pato Donald (aunque como en todo grupo de informáticos también los hay de esos que parece que quieren pasar de incógnito y se visten con camisas de cuadros pequeñitos, remetidas en los pantalones), barbas de tres días (excepto, claro, los de las camisas de cuadritos, que además tienen menos pelo. ¿Habrá correlación entre el estado de calvicie y el vestir del informático?), se visitan los unos a los otros constántemente para medio sentarse medio tumbarse sobre sus mesas y mantienen interesantes debates sobre lo estúpida que es la gente que considera Matrix una fantasmada cuando ello implica ignorar la premisa de la película de que todo es, desde su origen informatizado, una gran ficción en la que como tal podría ocurrir cualquier cosa, y demás tertulias que habitualmente me pierdo porque por interesantes que sean no puedo evitar, cuando les escucho, ese sentimiento que me da siempre que no tengo música, el de que estoy malgastando mi tiempo. Ya, sé que sería infantil pensar que escucharé música por siempre jamás. No, un día moriré, y ese día se acabo lo que se daba, y aunque tengo dicho que me entierren con el iPod en marcha (y si no lo he dicho lo digo ahora, conste pues) no soy tan inocente de pensar que la batería vaya a durar eternamente, ni que haya forma de recargarla más allá de la muerte.

Problema este que deberán afrontar los teólogos modernos, cuando tengan narices para darle la cara a nuestro tiempo: ¿Hay enchufes después de la muerte? De los de corriente eléctrica, pregunto, porque está claro que los teólogos opinan que del otro enchufe sí que hay, que por algo creen en Dios y son buenos, qué cosa más inquietante esa de las religiones que obligan por decreto a la bondad con la amenaza de palos eternos si no. ¿Para qué hacer que la gente sea buena, si puedes amenazarles para que de igual y se limiten a portarse bien?

Si sigo hablando del tema me lo voy a terminar tomando en serio, y voy a tener que repetir que soy ateo, que el universo es música y yo parte de él, y que la música seguirá cuando yo no esté aquí, y lo que ahora soy yo seguirá siendo parte de la misma, así que por mí todo bien, en fin. A lo que iba.

A nuestra espalda tenemos lo que tiene pinta de ser un pequeño departamento de delineación, donde siempre hay dos mujeres (son tres, pero nunca las veo a las tres a la vez, imposible) haciendo esos vuelos rasantes a toda velocidad que hace la gente que maneja el AutoCAD y sabe lo que está haciendo con él y para qué sirve la ruedecita del ratón. Dibujan muebles. Yo, como hace dos trabajos tuve un contacto más bien íntimo con la delineación, e íntimo pero desde luego no bíblico con los delineantes, las miro con cariño, también porque hay dos de ellas que son dos tías francas y ruidosas a las que da gusto escuchar desvariar cuando son las tres de la tarde y ya empiezan a ponerse contentas porque no queda nada para irse a casa (costumbre esta para mí nueva en este gremio; en el otro sitio se iban poniendo fúnebres según se acercaba la hora de salida, porque entonces empezaba la desesperación de ver por cuántas horas pasábamos aquel límite. Qué costumbres más tontas coge la gente). El caso es que como las miro con tanto cariño ayer la paranoia me sugirió que ciertos comentarios confusos podrían significar que una de ellas es consciente de esta actitud mía y probablemente la malinterprete, probablemente ayudada por esos vistazos que uno, que no es de piedra y sí en cambio un gran amante de la belleza en todas sus formas, lanza a la caza de escotes, traseros, caras, ojos, manos, pelo y demás rasgos. O eso, o están locas por mí y no saben cómo disimularlo. Casi siempre termino pensando esto de las actitudes incomprensibles de las mujeres y en menor medida de los hombres, ahora que lo pienso. Sé que es un error, pero suele ser divertido.

Así que así se nos pasan las mañanas, mi compi trabaja y perrea por el correo que ella sí puede utilizar, y yo trabajo, perreo y escucho música y juego con fotos que entre los ficheros con códigos de texto de delante y los entramados de líneas de colores de detrás forman una especie de isla de colorines, una ventanita a algo que me tranquiliza saber ahí conmigo, a mi alcance.

La única faena más o menos gorda es que no tengo internet, pero se puede vivir sin red, dicen. Espero que lo que me pasó la semana pasada fuese como pensé una reacción alérgica al polen que flota por el campo que tenemos aquí a mi lado derecho, y no una reacción a la falta de conexión. No, en serio, no lo echo de menos. Lo único, el correo, poder hablar mientras trabajo con la gente, eso sí, claro. Y poder gastar algo de tiempo aquí, claro. Pero poco más. Aunque eso sea mucho y me destroce esas ruinas tan agradabadables a las que me he venido acostumbrando.

Bueno, voy a ver si encuentro el casco y el chaleco antibalas y voy a la cocina. Y respondo a los privados por aquí, si no os importa: Maestro Jota, jamás se me ocurriría retarle en nada, pues le tengo por un jedi de noveno dan en el arte de vivir bien (entendido de forma literal, no en plan desahogao). Y si se admiten apuestas entre nuestras abilidades destructivas en la cocina, yo apostaría por ti. ¿Y decís que mañana es el día del friquismo, y que me vaya a hacer fotos para celebrarlo? Pues, uh, de hecho he quedado para ir por ahí a hacer fotos, así que ya puestos, por qué no.

En fin, me llama el deber. Deséame suerte.

Lo sé, lo sé

Últimamente no escribo nada. Palabra de niño bueno que mañana te cuento una historia laaarga y llena de esas tonterías que te hacen sonreír. Pero es que no doy abasto. Salgo por ahí, hago fotos, trabajo, voy a inglés, correteo, brinco, hago cabriolas y cuando me quiero dar cuenta son las doce y media pasadas y debería irme a dormir (TENGO que irme a dormir, por la cuenta que le trae al universo).

Pero que sepas que mañana pienso dedicarle la tarde a esta paginita. Bueno, y a la cocina, que ahora mismo parece Stalingrado en plena campaña, si cambias los pobres soldaditos muertos por platos sucios y los cráteres de obuses por vasos por lavar. Y tengo que poner una lavadora. Y tengo que dejar de decir lo que tengo que hacer y encontrar un momentito para hacerlo.

Mañana. Palabra. No te enfades. Besos, besos. Miles de ellos.

22.5.06

Resto de un naufragio

A veces me siento como un madero que va flotando a la deriva, ola arriba, ola abajo, y que de vez en cuando algún naufrago viene y se me abraza. Pero como buen resto de naufragio no hago buena balsa. Tanta astilla, tanto encontrar corrientes caprichosas, y a la que el náufrago de turno se descuida, se duerme o mira el cielo en busca que gaviotas que anuncien la costa yo me hundo un poquito y ale, a navegar.

Lo que leído de otra forma supongo que podría querer decir que a veces siento que me cargan con lastres. Pero no es eso.

El caso es que como todo buen resto de naufragio a mí me gustaría ser un barquito. Con mis velas para jugar con el viento, con un ancha para rascarle al mar el lecho, con un barril de ron y otro de manzanas, con una horda de grumetes trepándome jarcias arriba y jarcias abajo, pero sobre todo con mis velas, para convencer al viento de que me llevase en esa o aquella dirección. Un par de cañones tampoco vendrían nada mal, para rendirme a esa pasión por el ruido, y para hacerle un par de desconchones a los barcos juguetones que se acercasen cargados de piratas retozones. Y una tripulación con algún irlandés que tocase el violín cuando la mar estuviese tranquila en el verano y los marineros no tuviesen otra cosa que hacer para matar el tiempo que cantar y pisotearme la cubierta al ritmo de la música. Y un capitán viejo y cascarrabias, con un catalejo oxidado, enredado en una batalla con el síndrome de Korsakoff por recordar en qué maldita isla enterró el Pirata Harris su maldito tesoro.

Habría playas, habría olas de doce metros con las que bailar a muerte, habría tempestades y tormentas, habría fuegos de San Telmo, y un día habría un arrecife o una fragata o una ola demasiado grande o una ráfaga de viento demasiado fuerte o una mujer demasiado irresistible y entonces naufragaría y sería, tan feliz, el resto de un naufragio. Pero qué recuerdos flotarían conmigo.

Y mientras floto sin más recuerdos que nos que invento, silbando Lúnasa e intentando no pensar en la canción Stop Swimming de Porcupine Tree.

17.5.06

Número equivocado

Primer día de trabajo en Móstoles D.F.: Nuevo horario, de ocho (oficialmente menos algo, y efectivamente pasadas) a cuatro de la tarde, yendo en coche, viniendo en coche, con todo lo que ello implica: aire acondicionado, velocidad y música escandalosa removiendo el viento. Y en casa a las cuatro y media de la tarde. Muerto de sueño, porque tengo que recuperar ese vicio absurdo del dormir, pero bueno, todo se andará, y cualquier noche de estas el cansancio me hará caer en la cama y hundirla hasta que los despertadores monten sus aquelarres matutinos.

El otro día (una forma como otra cualquiera de decir otro día, no recuerdo cuál exactamente) sonó el teléfono y cuando lo cogí me preguntaron algo en un idioma que no conozco pero reconozco; una señora llamaba desde Francia preguntando por un nombre que ni conocí ni reconocí. La señora hizo un repliegue mental para recurrir a un español poco practicado y me preguntó si estaba llamando a cierto número de teléfono. Como dio la increíble casualidad de que era el mío le dije que sí, que estaba llamando a ese número. Y me preguntó de nuevo por ese nombre, yo negué de nuevo, y la llamada terminó con la pobre mujer pidiéndome disculpas y yo pidiéndoselas a ella, no sé exactamente por qué, pero es que siempre siento mucho que la gente no pueda hablar con quien quiera hablar, supongo que porque muchas veces no puedo hablar con quien quiero (la gente no sabe lo que tiene que agradecerle a esa circunstancia) y me solidarizo, o por la puta empatía de los cojones, que siempre tiene que ponerle a uno los pies en los charcos de los disgustos ajenos. El caso es que hoy, cuando estaba en trámites para meterme en la ducha han llamado al telefonillo y no, no era la francesa, era un albañil, que ha preguntado algo que yo no estaba cualificado para responderle, así que le he aconsejado marcar cualquier otro botoncito del portero automático y cuando iba dando brincos camino del baño y el agua fresquita que allí me esperaba con su promesa de higiene, frescor y alegre masaje se han puesto a sonar los teléfonos de la casa. ¿Sí, quién es, que se une a esta conjura para retrasar el momento de mi ducha? Pues la señora de Francia otra vez, que volvía a preguntarme por ese nombre que tampoco hoy he conocido ni reconocido. Lo siento, pero creo que esa persona no vive aquí, digo. Y la señora se ha armado de paciencia, a empezado a tirar de los hilos de su español oxidado y me ha asegurado que estaba llamando al número correcto, que alguien, imagino que una conocida suya y del objetivo fallido de su llamaba, se lo había confirmado. Pues le aseguro que esa persona no vive aquí, le he dicho, muy convencido. De nuevo hemos cruzado varias salvas de disculpas, y luego hemos colgado. Yo, por si las mocas, he recorrido la casa en busca de polizontes franceses, y o son muy hábiles jugando al escondite o yo estaba en lo cierto. Y por fin me he podido meter en la ducha, mientras pensaba en todo eso de las llamadas a números que no son equivocados, pero que no conducen a quienes se pretende. Qué triste, ¿verdad?

Me voy a ver si me afeito y duermo un rato. Buenas noches.

16.5.06

Cronopios, garrapateros y tártaros

Antes de nada que sepas que esto se acaba: Ves haciendo las maletas que nos vamos de Blogger, por razones que por ahora no voy a contar, que es tarde, mañana madrugo (más, quiero decir, si me dejas llamarle madrugar a lo que hacía hasta hoy) y tengo otra cosa que contarte.

Sobre cronópios, garrapateros y tártaros, que, supongo, son tres formas de designar a un mismo tipo de ser viviente. Y si quieres metemos a los trabubus en el lote.

Este fin de semana eran las fiestas de Talavera, y el domingo tocaban Los Delinqüentes, concierto que me hubiese encantado que vieses, que empezó ya con buen pie (un pie inmejorable) al ritmo del Dame veneno que quiero morir, y terminó con un epílogo surrealista bajo la melodía del Show de Benny Hill y todos los músicos (que son muchos, pero parecen más) correteando por el escenario. Y en medio la risa, el baile, las palmas, las voces roncas de tanto cantar, labios rotos de risa y nubes de humo de diversos pelajes, aromas y pedigríes o pedigrís, que no sé cómo se dice. Y la cabeza llena de rimas, de declaraciones de intenciones conmovedoras por lo zalamero y lo sincero, de poesía. Y se delatan, se delatan: uno sospecha por la alegría, porque suele suponerse que los cronopios no pueden actuar con esa felicidad, que eso es asunto de esperanzas (desde luego no de famas, pobres, tan estiradas: tenían una caseta en la feria, y nos pasamos dos noches a su puerta, entre camisas de rayas y zapatos lustrosos), pero las esperanzas cantan otras cosas, y se las toman tan en serio que no pueden permitirse sonreír, y no sonreír es imposible con la música de esta gente. Así que sólo pueden ser cronopios, cómo si no iban a haber soltado un globito con forma de caballo para que trepase a los cielos para pasmo de aviadores y gente de altas miras. ¡Estirpe nueva, que sonríe y hace sonreír desde lo alto de los escenarios! Y encima van ahorrándole a los entomólogos, biólogos y parapsicólogos la tarea de pensarles el nombre, que gentil por parte del Manuel, que en paz descanse, pobrecito, si el eco de las dedicatorias y el cariño de la gente le dejan, y que antes de palmarla tuvo el detalle de inventarse el término de la subespecie de cronopios a la que pertenece esta gente: El garrapatero.

Y con tanta psicodélica, tanta alegría, tanto alcohol barato y un libro de Cortázar a medio leer era inevitable que Calac y Polanco llegasen a la feria de Talavera. Yo no los conocía más que de leídas, pero quién no iba a reconocer a dos tártaros argentinos que bebían como posesos y bailaban intentando no parecer hacerlo mientras gruñían a todo el que quisiese oírles diálogos del estilo de "che, esto al lado del tango no es nada", "tiene usted toda la razón del mundo, compadre, y bien sabe lo que me rompe el alma tener que dársela", y por el estilo.

Y la penilla: Qué pena que tú y el resto de cronopios que pobláis el mundo no pudieseis estar ahí esa noche, conmigo, para darles codazos a los tártaros y para bailar y sostener un rato las copas que nos turnábamos para poder dar palmas a placer.

Cosas como esa redimen un fin de semana, aunque sea esa redención pequeñita y tan escasa que no da para extenderla, como una mantita en invierno, para que pudiese quitarle el frío del alma a alguien más aparte de mí, que al fin y al cabo a mi alma tampoco le hace tanta falta y luego da igual y siempre se me resfría.

Vuelve uno a Madrid, se vuelve medio loco con el juguete nuevo del fotoblog y tú claro, andarás por ahí dando al botón de actualizar e insultándome, porque no actualizo esto para entretenerte en el trabajo o matar un ratito leyendo las tonterías que puedan ocurrírseme. Pero no te preocupes: Si cuanto más tarde, mejor. Si hubiese escrito esta mañana te habrías quedado sin que te hablase del chino de debajo de mi oficina.

Ah, claro, que aún no he hablado de él.

Vale, voy. Resulta que debajo de la oficina hay un establecimiento de estos que el vox populi ha definido como chinos. Y detrás del mostrador hay un chino (sorprendente) muy salao al que veo muy a menudo, porque como tengo la costumbre de comer en parques y en los parques está muy difícil conseguir alimentos sin llevarse un paraguazo o un puntapié, según la climatología, pues suelo entrar ahí para abastecerme para mis paseos de mediodía, esas emboscadas amistosas que tanto agradezco, que se agradecen, que tanto agradezo que se agradezcan, etcétera etcétera, y en fin, el caso es que el chino en cuestión siempre me ha parecido un tipo simpatiquísimo, pero es que hoy me ha hecho pensar que en china también hay cronopios (lógico, si pensamos que Papá Trabubu es chino, al fin y al cabo), porque cuando he ido el tipo andaba en la trastienda, a la que se llegaba por una escalerita y una puerta diminuta, donde crujía y chisporroteaba una sartén que llenaba la tienda de un olor riquísimo, y de donde ha salido en calzoncillos y todo sonrisa el chino este al requerimiento de mis mugidos que clamaban alguien que me cobrase un par de sandwitches.

¡Y luego cómo no voy a ir por la calle muerto de risa!

13.5.06

Amanece, y mientras:

Palabras que se deshacen.

Copas olvidadas junto a enchufes (fuertes flashbacks de las Fiestas).

Anathema como banda sonora para el sueño.

Amistades.

Obsesiones.

Palabras que se deshacen, continuamente.

Luces, cámaras tan remotas, pulsos tan débiles: frustración.

Pasados que pasan a saludar, hola.

Pájaros cantando, ¿ya?

Luces que se deshacen, palabras tan remotas.

Palabras tan cercanas.

Despedidas de cine.

Mujeres buenas que me llamarán.

Pensamientos desparramados por el suelo de la ciudad, antes, ahora por el suelo de la casa.

Pensamientos que llegan ya por las rodillas, y suben: pensamientos que tendré que nadar o me ahogarán (y qué muerte tan dulce sería).

Pensamientos hechos de palabras que se deshacen, y de luces que pasan y se reagrupan en el este.

Pensamientos cruzados, que requieren más de un tú. Hablo de ti, pero también hablo de ella. Si me apuras, también de aquella (si me apuras, inventaré miles de tús).

Despedidas que se deshacen, pero que fueron de cine.

Y soñar con duendes, pistolas de plástico, colinas de atardecer, bosques de pelusa.

Soñar con cartografías dérmicas (tu valle, tus colinas, tus prados, tus pozos, tu volcán, tu cielo estrellado, yo con casco y bigote de explorador victoriano), con almohadas sonrientes, con noches que no terminan aquí, noches que no existen.

Y si sonríes todo va bien.

Y si no sonríes, sabes que me matarás.

(Sonríe, bonita)

12.5.06

Pues ya está

¡Ya tengo un fotoblog! La dirección, facilita de recordar. Si esta es www.davidruiz.eu/blog, aquella es www.davidruiz.eu/photoblog. Me he pasado un buen rato hurgándole, subiendo la primera foto y preparando un par de ellas más que se vayan subiendo solas... va a haber unas cuantas repes de por aquí, aviso, pero es que quiero subirlas ahí porque Blogger las va borrando cada cierto tiempo y yo quiero conservarlas. Y porque caray, algunas son dignas de fotoblog, ¿no?

En cualquier caso eso tendrá repercusiones en esta página: Es bastante probable que a partir de ahora se vean pocas imágenes por aquí. Al fin y al cabo, ya hay otro sitio para ellas. Por un lado se pierde la mezcla... pero por otro ninguna cosa interfiere con la otra.

Así que nada, si tienes hambre de fotos ya sabes dónde tienes que hacer click.

11.5.06

¡Empieza la mudanza!

Ya, ya sé que hoy no he escrito casi nada, aún, y que de hecho no voy a escribir casi nada, que me veo venir. Pero es que ha sido un día muy ocupado. Así lo primero, ya puedes entrar a este blog a través de esta otra dirección, www.davidruiz.eu/blog. Por ahora el blog sigue estando en Blogger, pero lo bueno que tiene entrar por aquella dirección es que lo cambie allí o lo deje aquí, aquella dirección siempre va a apuntar a donde esté el blog. Lo malo, claro, que depende de los azares y los caprichos de dos servidores distintos, el que tiene la página que trae a esta y el de Blogger... pero tampoco fallan tanto, ¿verdad?

Pues entre eso, mirar tonterías, hacerme una nueva dirección de correo acorde con las circunstancias, poner la portada de la vieja página en la nueva y trabajar en los ratos libres se me ha ido el día, y no tengo gran cosa que contar. Aparte de haberme dado un placer consumista al comprarme un libro de Cortázar (y no he podido elegir cuál. Estaban todos en una estantería, a la derecha del cartoncillo que anunciaba "Julio Cortázar", menos este libro, manchadillo y arrugado por los bordes, que estaba al otro lado, y me ha parecido tan triste que estuviese ahí que he tenido que coger ese), mientras filosofaba yo sobre el parecido de librerías y kioskos con las flores (a lo mejor yo por eso de siempre he ido regalándole libros a las mujeres que merecían flores, ahora que lo pienso), y de los lectores viciosos que van o vamos por ahí con las abejas que con la excusa de sacar un placer del asunto nos dedicamos a ser polinizados por la literatura. Que luego florecería si alguno escribiésemos algo. Ey, ¡estoy escribiendo esto! Pues ya sabes de dónde viene. De los libros de Tom Sharpe, Neal Stephenson, Luis Landero y François Nourissier (si no me las doy de pedante reviento) que me he estado leyendo últimamente. Y bueno, de los blogs que visito, claro. Porque mucho odiarlos y mucho aborrecerlos pero alguno hay que valga la pena, ¿eh? En fin. Estaba claro que entre tantos algo decente tendría que haber. Pero en general sigo pensando igual, que para algo soy un elitista que se las da de intelectual, veo películas en versión original y escucho música que no escucha ni dios (¡y con cuánto orgullo! ¿Cuánta gente, en todo el planeta, ha tenido hoy estómago para mezclar The Decemberists, Moonsorrow, Fito, Porcupine Tree, Dark Tranquillity, Led Zeppelin, Neutral Milk Hotel, Oceansize, Isis y la banda sonora de los Happy Tree Friends?).

Mezclar, mezclar. Si es que mezclar es genial: ¿qué nos enseña el alcohol? Que si mezclas, potencias los efectos. Así que como buen yonqui aplico a unos vicios la sabiduría que saco de las resacas de los otros.

Y como buen yonqui me descubro echando de menos rutinas recientes, porque hay presencias que son como debería ser el hachís. Y como buen yonqui he vagado por las calles, esquivando a un montón de gente que hacía miles de cosas rarísimas (escena típica, claro), y he terminado buscando consuelo en el refugio de otro antiguo vicio: Los pinchos de tortilla + caña de cierto bar de Tirso. Y cuando he llegado allí, con toda mi necesidad expuesta en mis ojos y la desesperación tirándome de la sonrisa, el camarero, atribuladísimo, me ha dicho que se les había acabado la tortilla, hoy. Me ha consolado las lágrimas invitándome a millones de tapas, y con la euforia del momento yo le he jurado amor eterno, que durará hasta que consiga volver a las rutinas-drogadicciones más satisfactorias. Ya me voy conociendo, es lo que tiene la edad.

Y ahora voy a poner el South of Heaven de Slayer, para relajarme antes de meterme en la cama con mis amantes de esta noche, Julio Cortázar y señora. Así que buenas noches, y dulces sueños.

10.5.06

Panopticon

Del paseo por Madrid de hoy (son varios, a lo largo del día, pero todos, incluidos todos los de los días pasados y por venir, terminan convirtiéndose en un único paseo) me quedo con la cara de una preciosa gitanilla que no conseguía esconder la belleza de su cara detrás de su máscara de pena profesional, con un perro minúsculo que hacía esfuerzos considerables pero nada eficaces por contribuir al abonado de un árbol bajo la vigilancia avergonzada de su dueña, con el enamoramiento típico y brutal que acecha en cada vagón del metro, con la dureza del adoquinado, con la cólera repentina del sol, que ayer todo el mundo buscaba pero del que hoy todo el mundo huía a la que se podía.

Todo muy brillante, muy tranquilo, pero con un pulso subterraneo, subliminal, que me da mala espina. Claro que en cuanto me descuido todo me da mala espina.

El caso es que una amiga se ha hecho un blog. Ya sabes cómo son estas cosas, relaja eso de escribir aquí y mandar al mundo unas cuantas ideas, unos trocitos de nosotros mismos, convertir internet en un panopticon (no le he robado el título al disco de Isis por nada), donde uno escribe, sin saber quién lee, ni si alguien lee, por mucho que uno pueda hacerse alguna idea por cortesía de las páginas de contadores y los proveedores de servicio, gente cotilla y chivata toda ella. Y naturalmente no me ha dado la dirección. Con lo que yo soy para estas cosas, la curiosidad me mata. Yo busco posibles palabras que ella pueda haber escrito, y se las susurro al google, un poco avergonzado, a ver si la encuentra, pero nada. Después del terrible esfuerzo de imaginación, del test psicológico (que afortunadamente nadie analiza) que significa pensar en esa persona y pensar qué palabras puede estar escribiendo y usando como título.

A mí se me está comiendo la curiosidad, obviamente. Pero también, ¿recuerdas aquello que escribí de ser un buscador, de necesitar músicas, películas, imágenes, palabras que encontrar? Pues lo encontraré o no, pero hay algo, dentro de mí, que aparte de estar ya medio roído hasta el tuétano por la maldita curiosidad está contentísimo de tener algo más que buscar. Tan contento que lanza desafíos al viento, ¡aparecerá!, ¡encontraré la url de marrás! Y no sirve de nada auto-contestarme que tal vez no. Que al fin y al cabo la mujer es a) discreta y b) más lista que yo, así que puede ser tarea imposible.

Pero al fin y al cabo, ¿qué más da? Lo que cuenta es buscar. Es tener algo que buscar, y buscarlo. Y siempre quedará cobijarse bajo aquel verso de Machado: Todo el que espera sabe que la victoria es suya.

Y me quedo pensando más palabras que buscar.

9.5.06

Día 0

Lo había llamado día 1, pero con el lío este de si contar los naturales incluyendo el cero o no, y de diferenciarlos, en cualquier caso, de los numerales, he optado por reivindicar el cero, ese pobre cero, el más bostezante de entre todos los números, y llamar día cero al que podría llamarse el primer día. ¿De qué? De algo. ¿Cómo que de qué algo? Ah, perdón, esto es un blog, no un interrogatorio, mala suerte. Así que puedo contar cosas a medias, a traición, y haciendo salvajes cambios de tema como por ejempl...

Ando meditando yo sobre la mudanza (como para romper el cuello de alguien, el viraje, ¿eh?). Ya, ya sé que aún no va a ser. Ya, ya sé que soy un poco obsesivo, siempre pensando las cosas tan a priori, cuando aún no hace falta. No creas, no creas, ahora lo hago muchísimo menos que antaño (qué bonita palabra. Me gusta más "añejo", pero no veo cómo usarla), pero es que en este momento es eso o trabajar un ratito, y he decidido tomarme un respiro para aporrear teclas por placer, vicio barato donde los haya. El caso es que yo pienso que tengo que conseguirme un software para montar el blog, porque el del fotoblog ya lo tengo, y que lo más probable es que una vez montado no encuentre la forma, si la hay, de llevarme los datos de aquí a su nuevo hogar holandés, lo cuál nos llevaría al siguiente dilema, oh gran recompensa de mi lado obsesivo, que siempre se lanza a estas aventuras con el convencimiento de que si corre lo suficiente terminará tropezando con uno: ¿Empiezo de cero, o intento rescatar lo ya escrito? Supongo que podrá hacerse, con paciencia y dedicación, yendo mensaje a mensaje, y reconstruyéndolos allí. Si me dejase cambiar la fecha, para ajustarla a la original, sería viable: Más o menos, copiar y pegar 102 veces, por ahora. Lo malo serían vuestros comentarios, que ya son bastantes más de 102. No sé. Siempre podría hacer uno por mensaje y ponerlos todos del tirón. Todos, desde los más nuevos a los añejos (conseguí usar la palabrita, qué alivio).

Todo esto suponiendo, claro, que no haya una forma fácil de hacerlo. Lo digo apelando a mi torpeza y a tu inteligencia y conocimiento del medio, amable lector, para que te des el lujazo de corregirme y, de paso, ahorrarme trabajo.

Lo que sí que he notado es que ya hay fotos que no me gusta poner aquí. Creo que me estoy reservando para el fotoblog. No son muchas... de hecho un montón de las que ya he puesto irían ahí, pero hay una o dos que no me apetece poner antes aquí. Una de unos pececillos. Es un precedente, supongo. Y el signo de un cambio que se acerca.

Me gustan los cambios, y tal vez por eso piense tanto en ello, y no por encontrar algo con lo que preocuparme, ¿no crees?

So I stand still
In front of the crowd
Excited faces, what will be next?
I still don't have a clue
I still don't have a clue...


¿Por qué esa mini-canción siempre me pareció tan alegre?

8.5.06

Volando solo

Venía yo hoy a trabajar pensando en esa canción de Extremoduro, ese grupo que durante siglos he aborrecido porque, supongo, les escuchaba ya demasiada gente (y también porque siempre me ha dado mal fario la gente que iba de malota por la vida), y que ahora tolero porque siendo como son ya más que nada un asunto de recuerdos la masa social que brincaba con su música ahora ha pasado a otros palos musicales más actuales y a veces tan literalmente palos, como, por decir alguno, mi tocayo Bisbal, de quien no voy a decir nada porque estoy de buen humor, más o menos, y también (sigo hablando de por qué ahora sí puedo tolerar a Extremoduro. Sí, me está quedando un primer párrafo espesito. Es lunes, es lo que tiene) porque a día de hoy es una banda semiextinta, y yo siempre les he tenido mucho cariño a las bandas extintas o semi, como Kula Shaker, Led Zeppelin, los Skyclad de la era de Martin Walkyer, y otros grandes grupos que ahora mismo no consigo recordar, además de todos esos grupos que siguen sacando discos sin saber que no, que ya no hace falta, que están en mi categoría de extintos desde hace tiempo (mira Metallica, que siguen sacando discos sin saber que desde hace 12 años ya no existen).

Mejor empiezo otro párrafo: Ese no conducía a ninguna parte. Venía pensando en esa canción que, para mí, es junto con la de Ama, ama, etcétera, una de las dos mejores canciones del grupo, por su vitalismo, su ritmillo en crescendo, su poesía, sus metáforas y su final psicodélico proclamando cómo este planeta nuestro está como de hecho está lleno de enanos, mentales en su gran mayoría y pigmeos del África en pequeña, sonriente y ensortijada proporción. Venía pensando en ella porque entre los gigas de música que acarreo con tanto regocijo no estaba esa canción, y supongo que a todos nos pasará que siempre queremos escuchar precisamente esa maldita canción que no tienes en ese momento, y sé mientras lo digo que no es el caso porque ahora bien contento que estoy escuchando Antimatter, que debe ser, por cierto, uno de los grupos más melancólicos y más hermosos del mundo. Aunque también venía pensando en la canción por su sentido literal, porque ahora, como quien dice, yo ando volando solo, y eso tiene su gracia, su frío y su arte, y por eso canto muy bajito cosas como ¿dónde me escondo si no va a salir el sol?, quizás mañana me sienta mejor... nunca estoy solo con nadie... y ahora me cuelgo del aire...

Pero claro, ¿qué es la soledad?, porque tampoco dramaticemos (o nos consideraremos alcohólicos, suicidas, imbéciles y demás entradas del catálogo depresivo). Solo, solo, lo que se dice solo no estoy: no me dejan esas almas benditas que alegran el mundo con su existencia y que no dejan de sorprenderme con su amistad. Solo, entonces, quiere decir sexualmente soltero, estado que tiene su cosa crispante, si tenemos en cuenta esa vieja costumbre mía que para nada desaparece de irme siempre a enamorar de mujeres que tienen mejores cosas que hacer que ir a encapricharse conmigo, pero que también tiene su cosa eufórica. Oh, seres comprometidos del mundo, miradme a los ojos, si podéis encontrarlos, y decidme que nunca echáis de menos el asaltar la calle sabiéndoos poseedores de un Magnum 44 cargado y listo entre las piernas, deseoso de disparar sus andanadas de amor hirviente en las entrañas de alguna dama desprevenida, si sois hombres, o de una entrepierna hambrienta y babeante deseosa de devorar a algún mocetón desprevenido (no sé por qué estoy asumiendo que hablo con heterosexuales, pero vamos, que la idea es la misma si no lo eres). Y cuidado con las sonrisas, las miradas y los gestos, que iluminarán los rostros de la gente como posibles blancos móviles.

Es entretenido, en serio.

Aunque luego, si eres idiota, como yo, te vuelves a casa con tu pistola cargada y no sabes muy bien qué hacer con ella, pero al fin y al cabo la vida es bastante más que un tiro al blanco, y aunque no hayamos participado en ningún tiroteo este fin de semana, salvo por cuando me pasé de frenada etílica el viernes, ha sido un gran fin de semana: Quedé con Elena, a quien hace siglos que no veo, y a quien es injusto no ver más a menudo, apareció mi agente, apareció el más borracho de mis jefes, y terminamos tres personas en el club más extraño de todo Madrid, un local rojizo y negro con jazz de fondo (sería jazz, pero es más una suposición que un recuerdo), metido en lo que un día fue un piso residencial que ahora tiene las viejas habitaciones convertidas en saloncitos donde la gente es muy simpática y muy sociable a no ser que vayan, como íbamos unos cuantos, pasadísimos de frenada (reitero la metáfora pero es que me gusta, qué le voy a hacer) y no sean muy hábiles encontrando palabras. Al día siguiente pagué la penitencia, que adoptó la previsible forma de la madre de todas las resacas, y decidí irme a purgarla solito al cine, así que terminé cenando con mi agente y una amiga en una terraza de Lavapiés y cruzando las calles de Madrid con otro grupo de amigos al que tampoco veo todo lo que quisiera, aunque eso, para parte del grupo, sea ya exagerar porque sí que nos estamos viendo bastante, y el domingo tuve el pequeño triunfo de despertarme pletórico, y pasar la tarde en el campo, con mi guía de la noche anterior, que volvió a ejercer de tal y me sacó de la Comunidad de Madrid para enseñarme lo bonito que era el mundo antes de que Gallardón fuese invocado a nuestro plano de existencia. Arboles con profundos problemas de caspa algodonosa, que por cierto, chirriaban (es la primera vez que escucho a los árboles hacer ese ruido tan propio de las puertas, y la primera vez, claro, que soy consciente de que o bien los árboles anticipan un posible futuro, o bien las puertas recuerdan un lejano pasado), naves industriales que, según rumores de la guía-confidente, esconden reliquias de los romanos del estilo de mosaicos y alfileres, un hermoso puente, un sol aún más hermoso, una nube puñetera que con la excusa de querer salir en las fotos impidió por un tiempo la fotosíntesis de un par de alegres seres humanos (alegres a pesar de los trastornos ciclotímicos que, supongo, todos tendremos), recuerdos compartidos que ya no duelen, lo cuál es fabuloso, y un reloj que en cuanto nos descuidamos echó a correr engañando al mismísimo sol, enganchado en la nube aquella.

La verdad es que incluso para un ser razonablemente inteligente e imaginativo como yo, que siempre puede soñar algo mejor sobre lo que sentirse frustrado, es difícil no salir sonriente, cansado y contento de fines de semana así. Aunque uno vuele solo y al final de la noche, cuando todo se apaga y los ecos de lo vivido se quedan en el sofá viendo la programación nocturna, termine solo en la cama, como casi siempre, y con un par de ideas muy concretas sobre como el mundo ya sería perfecto si lograse convencer a alguna que otra persona para que me hiciese de mantita, para darme calorcillo, y de osita de felpa, para defenderme de los terrores nocturnos.

¡Empieza la semana! ¡Hagamos juego, señoras y señores!

4.5.06

Replanteamiento

Creo que ha llegado el momento de que me replantee qué es este blog, para qué sirve, qué significa y qué va a pasar con él a partir de ahora.

Esto empezó siendo un lugar privado que no conocía ni dios excepto tres o cuatro amigos. Algo muy restringido y muy ignorado, donde no había ningún problema en contar cualquier cosa, porque la contaba a gente con la que tenía confianza y que me caía bien.

Pero claro, es un blog abierto. Empezó a subir el contador de visitas, y un buen día empezó a llegar gente que no conozco. Amigos de amigos, muchas veces. Bueno, tampoco importa, no me conocen, y los amigos de mis amigos no pueden ser mala gente.

Y ahora hemos llegado al punto en el que ya no sólo entran los amigos de mis amigos. Entra gente que va por Google buscando vete a saber qué (sadicas, fotos, batalla, cartas, furgoneta, cama, ectétera. Y primera señal de peligro, ¿qué hace la palabra "hituero" metida en esa lista?), y peor, gente que llega a traves de hacer click en una página a la que pueden llegar, sin ningún control, desde la página de algún foro. Total, que ahora ya entra gente a la que no puedo considerar ni amigable ni querida, porque son desconocidos, y a los que a lo mejor no me apetece contar las cosas que, en otras circunstancias, contaría a la gente con la que sí tengo confianza. Y aún peor, entra gente que supone que me conoce. Los he visto, y supongo que te he hablado de ellos. Te leen en tres o cuatro sitios, y asumen que sabes cómo eres. Como a lo mejor nos leen no debería decirte que opino que hay gente por ahí que parece que tiene algún tipo de tara mental que le impide comprender cualquier cosa que yo pueda decir (estoy pensando en una psicóloga medio facha y gran fan de Nietzsche y gente por el estilo), pero a la que esa tara hace pensar que naturalmente que me conocen y me comprenden. Claro. Porque han leído tres o cuatro opiniones mías, porque tal vez me conozcan de vista, porque, en definitiva, son gente lista, sabia y que está de vuelta de todo, y yo tengo que encajar en sus bonitos esquemas.

Tenemos que afrontar que hay gente lee esto sin pararse a pensar por qué yo no di esta dirección en aquel foro, y que tal vez fuese para que las respuestas de aquí no se conviertan en alegres conferencias sobre circunstancias de su vida que a mí no me interesan en lo más mínimo o en imitaciones de chats para matar el tedium vitae. Mea culpa por contestar, y mea culpa, que podría restringir las respuestas a usuarios de blogs... pero entonces me perdería las de un buen puñado de gente a la que quiero un montón.

Así que pienso qué hacer. ¿Cierro el blog? Tranquila, no me apetece. ¿Le cambio la dirección sin avisar más que a un puñado de gente? No serviría de nada, ahí está Google para encontrarnos en unos cuantos milisegundos. ¿Empiezo a escribirlo en inglés? Te juro que me lo he planteado. Así que creo que lo que voy a hacer va a ser seguir como si tal cosa, pero con dos cosas bien presentes: La primera, que no tengo por qué responder a quien no quiera responder, y quien quiera entender que entienda, y de todas formas la cantidad de respuestas que van llegando me están complicando bastante el poder responderlas, si quiero trabajar algo a lo largo del día. Y la segunda, que si bien cualquiera tiene el derecho de escribir lo que le salga de las narices como respuesta, que para eso hace click y le sale una ventanita para hacerlo, yo, que soy el dueño de esto, también tengo, a mi vez, el derecho de pulsar el botoncito que borra las respuestas.

Entiéndeme, no es que no me guste leer a todo el mundo, ni mucho menos. Pero si hay gente con la que no tengo ningún interés en comunicarme en persona ni por otros medios, que los hay, no sé por qué voy a tener que hacerlo por aquí, si este blog soy más yo que cualquier otra cosa que haya por internet.

Y a quien pueda ofender, ya sabe que nadie le obliga a volver.

Miedos infantiles / flores

Hoy toca algo en dos partes, y así me redimo por no haber escrito nada ayer (estuve ocupado con un ataque de apatía, unos cuantos correos electrónicos, algo de trabajo y la parte segunda de esto que escribo hoy), así al estilo del Last Chance To Evacuate Planet Earth de Porcupine Tree. Primero la historia infantil (solo que la mía no es una historia de amor) y luego algo más instrumental, si es que eso existe en la literatura (aunque no tenga que ver con sectas suicidas).

1. Miedos infantiles

No era a la oscuridad. Recuerdo que cuando era pequeño veía películas en las que otros niños le tenían miedo, y dormían con una luz encendida, o tal vez la puerta del pasillo abierta y a luz encendida en él. "Genial", pensaba yo, "así cuando vengan los malos no irán por ahí tropezándose". Además yo veía un poco absurdo dormir con la luz dada si una vez dormido yo, desde luego, no iba a ver otra cosa que mis sueños, para los que no hace falta luz.

Como mucho podría tenerle algo de miedo a los bichos, pero yo tenía bastante claro que aquellos monstruos no poblaban la oscuridad ni los rincones, sino mi mente, y que en realidad no estaban allí. Pero como era hijo único y siempre me gustaba jugar solo, fingía que eran reales, y actuaba a veces como si estuviesen allí. Por ejemplo cuando dormía muchas veces me apretaba en un lateral del colchón, para que el ser que se infiltraba bajo mi cama no me empalase si le daba por clavar estoques (no sé por qué pero eran estoques: demasiado largos para ser cuchillos, y demasiado estrechos para ser espadas) hacia arriba a través del colchón. O dormía de cara a la pared para que pudiesen pasearse por la habitación sin preocuparse de si les veía o no.

Es curioso porque hablo de esto como algo de mi infancia, pero a día de hoy sigo actuando igual. ¿Nunca has tenido la impresión, aunque no hubiese nadie alrededor, de que alguien pronunciaba tu nombre? Bueno, yo sí, y suelo contestar. Por educación, supongo. Y recuerdo que no hace demasiado un día llegué a casa y sentí que había alguien más allí; tuve la impresión, fortísima, vívida y absolutamente paranoide de que había alguien más en casa. Así que dejé la puerta abierta y haciendo bastante ruido fui al cuarto de baño, donde pasé un rato más largo del necesario. Luego fui a la cocina, cogí un cuchillo (de hecho mi cuchillo favorito. ¿Todo el mundo tiene un cuchillo favorito?), recorrí la casa desde el fondo hasta la puerta, y ya confirmando que la casa estaba vacía cerré la puerta.

No se trata sólo de jugar con esas impresiones, con esos inventos de nuestra fantasía. Se trata de dejarles un margen, de no terminar de negar su existencia. Yo hice eso para que quien estaba en la casa supiese que yo había llegado y pudiese salir. No deja de ser curioso que tenga este respeto con entidades que sé que son inventos míos, pero tenga tan mala leche con los inventos de los demás (estoy pensando en Dios).

Recuerdo también que una vez, siendo yo muy pequeño, tuve miedo, creo que de una película que por la edad con que la vi y lo impresionable que era yo es de las cosas más aterradoras que he visto nunca por una pantalla. Era una peli en blanco y negro de dinosaurios y cavernícolas en la que no se hablaba, y la banda sonora consistía en una serie de golpes y chasquidos. Pues bien, no sé si ese día u otro yo estaba en el cuarto de estar con mis padres, y como yo me tenía que ir a dormir me mandaron a lavarme los dientes: Un paseo de dos metros a oscuras desde la puerta del cuarto de estar que teníamos entonces hasta el baño. Y yo dije que me daba miedo. Así que mi padre me dijo que no tenía nada a lo que tenerle miedo, y que para confirmarlo me recorriese la casa sin dar una luz. Yo puse cara de pena, salí por la puerta y esperé mientras pensaba mentalmente cuánto tardaría en llegar al salón, cuanto en cruzar el pasillo, cuanto en llegar a la terraza, y luego marcha atrás, así que cuando terminé mi paseo imaginario asomé la cabeza y dije que ya había vuelto (es la mentira más antigua que recuerdo haberle contado a nadie). ¿Y bien, había algo de lo que asustarse?, me preguntó mi padre. Y yo, claro, dije que no. Aunque yo podía poblar cada centímetro cuadrado de imaginaciones siniestras y susceptibles ante cualquier invasión de su oscura intimidad.

Pero ni la oscuridad ni esos monstruos de la fantasía me daban miedo. A mí lo que me daba miedo era lo que no era fantasía: El mundo real, y concretamente el mundo real tal y como yo lo veía a través de la televisión y de los libros de ciencia ficción que leía desde que aprendí a hacerlo. Y con lo que más desvelos pasé durante mi infancia fue (era jodido adivinarlo, lo admito) con la idea de que se desatase una guerra nuclear entre la Unión Soviética y Estados Unidos. Así, como suena. Yo sabía qué era una bomba nuclear y qué hacía, porque leía revistas que lo explicaban con todo detalle, y sabía también qué arsenal tenía cada país, y que había de sobra para terminar con la vida de todo el mundo varias veces. Así que soñaba despierto con alarmas antiaéreas disparadas en mitad de la noche, con gente intentando refugiarse en sótanos, con levantar la vista y ver el cielo cruzado de estelas brillantes que lo recorrían de lado a lado en la oscuridad de la noche, anunciando el fin del mundo. Y esta última fue una imagen que me persiguió durante muchísimo tiempo, hasta que un día me puse a pensar en el tema con unos conocimientos recién aprendidos de geografía. Resulta que según como yo me lo imaginaba, los misiles cruzarían el cielo en dirección norte-sur y sur-norte, pero Estados Unidos pillaba al Oeste y Rusia al este, así que tendrían que ir en la otra dirección. Después de tanto tiempo imaginándome el apocalipsis así, no pude verlo de la otra forma, así que descarté el mío por imposible y me quedé tan contento.

(nota al margen: La foto anterior no es mía, por primera vez en mucho tiempo. Pero es que no tengo la posibilidad de hacer una foto como esa... aunque ahora que lo pienso podría poner Dr. Strangelove y hacer unas cuantas fotos de la parte final, pero eso tendría que ser más a medio plazo... Lástima que no lo pensase anoche)

2. Flores

Si quieres que la gente te mire, compra un ramo (no hace falta que sea grande) de margaritas lilas y métete en la Renfe con él. La gente te mira con curiosidad, con envidia, te sonríe, te pone ojos como platos, te hace hueco para las flores o se dedica a intentar aplastártelas: Todo un mundo nuevo de reacciones humanas, la sociedad entera trasladando sus modos habituales de conductas a un contexto nuevo, el de un miembro de su tribu de urbanitas que de pronto recorre el tren con un ramito de flores, para más inri lilas.

Pero claro, si quieres arrancarle una sonrisa a una amiga que está teniendo un día de mierda, en mitad de un día gris y lluvioso (sobre todo si ella no comparte mi punto de vista sobre la lluvia), preséntate en su parada del autobús con un ramo de margaritas lilas. Y si lo haces probablemente luego estés de acuerdo conmigo en que uno nace para tardes como la de ayer, y que son cosas como esa la que terminan haciendo que uno sonría antes de dormirse.

2.5.06

No dicen diferente

Dicen raro. ¿Claro que quién no es raro? Tanto polvo, tanta barra, tanta gente y todos aspiramos a nuestra cuota de rareza, todos queremos ser diferentes, únicos, especiales, y cultivamos nuestras rarezas y las proclamamos a los cuatro vientos: ¡Colecciono tornillos! ¡Escucho bandas que no conoce ni Peter! ¡Odio el teatro! Y así sucesivamente.

A mí me llaman raro y, te lo confieso, me pongo contento, se me infla el orgullo, ronronea mi vanidad. Me gusta ser raro. Me gusta que la gente piense que soy raro. Pero viendo las cosas desde dentro la verdad es que creo que soy raro de cojones. Lo digo con el tenue recuerdo de los sueños de esta noche (noticia: ¡He conseguido dormir ocho horas! Abusando ya de la palabra, la verdad es que eso, últimamente, es raro, y linda con lo excepcional), he soñado que comía albóndigas con mi familia, que sufría toda clase de catástrofes nocturnas en una fiesta con la logística de la diversión clandestina. Por el tono podrían haber sido pesadillas, pero eran tan extrañas que la propia extrañeza le ha robado el protagonismo a las sensaciones opresivas, frustrantes y aterradoras de la pesadilla, ha sido como si mi tocayo David Lynch dirigiese una película de terror adolescente: En vez de salir terror, saldría una paranoia lynchiana.

Así que me he despertado bastante perplejo, y pensando que menos mal que la gente que me llama raro no puede ver mis sueños, o la palabra se les quedaría corto, y empezarían a buscar otras que ya tuviesen más repercusiones psiquiátricas.

Claro que habrá que ver los sueños de los demás, los tuyos por ejemplo, porque admito que soy raro, pero asumo que por mucho que lo sea esto no tiene nada de excepcional, y que cualquiera, visto desde la distancia necesaria, es a su manera la persona más rara del mundo.

Por lo demás termina el puente, que creo que puede resumirse, de alguna manera, con la imagen de mi agente anoche en Lavapiés, negociando poesías a cambio de cigarros y bostezando como una bendita. Así que mañana toca volver a madrugar, a ir a trabajar, a pasar todo el día fuera de casa, a eso que se llama la rutina laboral. Y que me apetezca volver a ella también debe ser raro, supongo.

En otro orden de cosas, y siguiendo, espero que por poco tiempo, esta mezcla de blog y fotoblog, la foto de hoy se llama retrato familiar, y es la foto de la que más orgulloso me siento de las que hice ayer. No es que hiciese muchas, pero no sé, me gustan los colores, es parte del género minimalista que me enseñó una amiga a la que quiero muchísimo, y no es algo que suela hacer mucho habitualmente.
Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.