Ando desaparecidísimo, lo sé, pero la agenda se ha conjurado para hacerme un truco de magia digno de Tamariz, digno de Gandalf, digno de Nietzsche: ¿Ves la de horas libres que vas a tener por la tarde? Pues un pase por aquí, un pase por allá, ¡y ya no hay horas libres!
Aunque bueno, eso fue sobre todo ayer, que tenía que ir a inglés, y antes fue fin de semana, y el fin de semana fue intenso de narices, entre viajes al pueblo, comuniones, fiestas en casas okupas y visitas deliciosas a la Feria del Libro, donde me vine con un fardo de material leíble y una sonrisa que no cabe en tu monitor, fíjate lo que te digo. Pero en serio, algo le pasa al tiempo que en cuanto que uno se descuida, se larga, y cuando uno no se descuida también. Así que me veo enfrentado a disyuntivas dramáticas: ¿Desayunar o llegar tarde? ¿Dormir o leer? ¿Hablar con adolescentes trasnochados por el msn o atender a la cena? Así pasa, que adelgazo, me duermo en las reuniones con mi jefe (literalmente, por un instante: Qué momentazo), y hay quien me va llamando míster importante porque, oh tragedia, soy tan cruel que no puedo pasarme horas y horas cruzando tonterías con él. En serio, que yo no soy un buen remedio para el tedium vitae, que yo tengo muy mala hostia, gentes del mundo, no me agregéis a vuestros emeeseenes que muerdo, y el que avisa no es traidor, lo cuál es estupendo porque ahora que lo pienso me descarta como posible causa de que mi agente haya sacado hoy de su biblioteca, o librioteca, que decía el ínclito Perro, el libro que precisamente ha sacado.
¿Me notas atropellado? ¿Me lo notas? ¿Sí, verdad? Pues así todo el día. Pero luego se terminará House, y me iré a la cama, y no tendré sueño y sí ganas de leer, ¿y para qué sirve estar vivo si uno no puede hacer lo que le hace feliz? Y dormir está sobrevalorado, excepto cuando sueño ciertas cosas que no voy a poner aquí no sé por qué (bueno, sí que lo sé).
Pero para tener esos sueños no me hace falta ni siquiera estar dormido. Vivir es soñar. Me dan ganas hasta de hacer símiles náuticos al respecto, de esos que hago cuando estoy contento. Pero en lugar de eso me voy a ir a cenar.
Aunque bueno, eso fue sobre todo ayer, que tenía que ir a inglés, y antes fue fin de semana, y el fin de semana fue intenso de narices, entre viajes al pueblo, comuniones, fiestas en casas okupas y visitas deliciosas a la Feria del Libro, donde me vine con un fardo de material leíble y una sonrisa que no cabe en tu monitor, fíjate lo que te digo. Pero en serio, algo le pasa al tiempo que en cuanto que uno se descuida, se larga, y cuando uno no se descuida también. Así que me veo enfrentado a disyuntivas dramáticas: ¿Desayunar o llegar tarde? ¿Dormir o leer? ¿Hablar con adolescentes trasnochados por el msn o atender a la cena? Así pasa, que adelgazo, me duermo en las reuniones con mi jefe (literalmente, por un instante: Qué momentazo), y hay quien me va llamando míster importante porque, oh tragedia, soy tan cruel que no puedo pasarme horas y horas cruzando tonterías con él. En serio, que yo no soy un buen remedio para el tedium vitae, que yo tengo muy mala hostia, gentes del mundo, no me agregéis a vuestros emeeseenes que muerdo, y el que avisa no es traidor, lo cuál es estupendo porque ahora que lo pienso me descarta como posible causa de que mi agente haya sacado hoy de su biblioteca, o librioteca, que decía el ínclito Perro, el libro que precisamente ha sacado.
¿Me notas atropellado? ¿Me lo notas? ¿Sí, verdad? Pues así todo el día. Pero luego se terminará House, y me iré a la cama, y no tendré sueño y sí ganas de leer, ¿y para qué sirve estar vivo si uno no puede hacer lo que le hace feliz? Y dormir está sobrevalorado, excepto cuando sueño ciertas cosas que no voy a poner aquí no sé por qué (bueno, sí que lo sé).
Pero para tener esos sueños no me hace falta ni siquiera estar dormido. Vivir es soñar. Me dan ganas hasta de hacer símiles náuticos al respecto, de esos que hago cuando estoy contento. Pero en lugar de eso me voy a ir a cenar.