Venía yo hoy a trabajar pensando en esa canción de Extremoduro, ese grupo que durante siglos he aborrecido porque, supongo, les escuchaba ya demasiada gente (y también porque siempre me ha dado mal fario la gente que iba de malota por la vida), y que ahora tolero porque siendo como son ya más que nada un asunto de recuerdos la masa social que brincaba con su música ahora ha pasado a otros palos musicales más actuales y a veces tan literalmente palos, como, por decir alguno, mi tocayo Bisbal, de quien no voy a decir nada porque estoy de buen humor, más o menos, y también (sigo hablando de por qué ahora sí puedo tolerar a Extremoduro. Sí, me está quedando un primer párrafo espesito. Es lunes, es lo que tiene) porque a día de hoy es una banda semiextinta, y yo siempre les he tenido mucho cariño a las bandas extintas o semi, como Kula Shaker, Led Zeppelin, los Skyclad de la era de Martin Walkyer, y otros grandes grupos que ahora mismo no consigo recordar, además de todos esos grupos que siguen sacando discos sin saber que no, que ya no hace falta, que están en mi categoría de extintos desde hace tiempo (mira Metallica, que siguen sacando discos sin saber que desde hace 12 años ya no existen).
Mejor empiezo otro párrafo: Ese no conducía a ninguna parte. Venía pensando en esa canción que, para mí, es junto con la de Ama, ama, etcétera, una de las dos mejores canciones del grupo, por su vitalismo, su ritmillo en crescendo, su poesía, sus metáforas y su final psicodélico proclamando cómo este planeta nuestro está como de hecho está lleno de enanos, mentales en su gran mayoría y pigmeos del África en pequeña, sonriente y ensortijada proporción. Venía pensando en ella porque entre los gigas de música que acarreo con tanto regocijo no estaba esa canción, y supongo que a todos nos pasará que siempre queremos escuchar precisamente esa maldita canción que no tienes en ese momento, y sé mientras lo digo que no es el caso porque ahora bien contento que estoy escuchando Antimatter, que debe ser, por cierto, uno de los grupos más melancólicos y más hermosos del mundo. Aunque también venía pensando en la canción por su sentido literal, porque ahora, como quien dice, yo ando volando solo, y eso tiene su gracia, su frío y su arte, y por eso canto muy bajito cosas como ¿dónde me escondo si no va a salir el sol?, quizás mañana me sienta mejor... nunca estoy solo con nadie... y ahora me cuelgo del aire...
Pero claro, ¿qué es la soledad?, porque tampoco dramaticemos (o nos consideraremos alcohólicos, suicidas, imbéciles y demás entradas del catálogo depresivo). Solo, solo, lo que se dice solo no estoy: no me dejan esas almas benditas que alegran el mundo con su existencia y que no dejan de sorprenderme con su amistad. Solo, entonces, quiere decir sexualmente soltero, estado que tiene su cosa crispante, si tenemos en cuenta esa vieja costumbre mía que para nada desaparece de irme siempre a enamorar de mujeres que tienen mejores cosas que hacer que ir a encapricharse conmigo, pero que también tiene su cosa eufórica. Oh, seres comprometidos del mundo, miradme a los ojos, si podéis encontrarlos, y decidme que nunca echáis de menos el asaltar la calle sabiéndoos poseedores de un Magnum 44 cargado y listo entre las piernas, deseoso de disparar sus andanadas de amor hirviente en las entrañas de alguna dama desprevenida, si sois hombres, o de una entrepierna hambrienta y babeante deseosa de devorar a algún mocetón desprevenido (no sé por qué estoy asumiendo que hablo con heterosexuales, pero vamos, que la idea es la misma si no lo eres). Y cuidado con las sonrisas, las miradas y los gestos, que iluminarán los rostros de la gente como posibles blancos móviles.
Es entretenido, en serio.
Aunque luego, si eres idiota, como yo, te vuelves a casa con tu pistola cargada y no sabes muy bien qué hacer con ella, pero al fin y al cabo la vida es bastante más que un tiro al blanco, y aunque no hayamos participado en ningún tiroteo este fin de semana, salvo por cuando me pasé de frenada etílica el viernes, ha sido un gran fin de semana: Quedé con Elena, a quien hace siglos que no veo, y a quien es injusto no ver más a menudo, apareció mi agente, apareció el más borracho de mis jefes, y terminamos tres personas en el club más extraño de todo Madrid, un local rojizo y negro con jazz de fondo (sería jazz, pero es más una suposición que un recuerdo), metido en lo que un día fue un piso residencial que ahora tiene las viejas habitaciones convertidas en saloncitos donde la gente es muy simpática y muy sociable a no ser que vayan, como íbamos unos cuantos, pasadísimos de frenada (reitero la metáfora pero es que me gusta, qué le voy a hacer) y no sean muy hábiles encontrando palabras. Al día siguiente pagué la penitencia, que adoptó la previsible forma de la madre de todas las resacas, y decidí irme a purgarla solito al cine, así que terminé cenando con mi agente y una amiga en una terraza de Lavapiés y cruzando las calles de Madrid con otro grupo de amigos al que tampoco veo todo lo que quisiera, aunque eso, para parte del grupo, sea ya exagerar porque sí que nos estamos viendo bastante, y el domingo tuve el pequeño triunfo de despertarme pletórico, y pasar la tarde en el campo, con mi guía de la noche anterior, que volvió a ejercer de tal y me sacó de la Comunidad de Madrid para enseñarme lo bonito que era el mundo antes de que Gallardón fuese invocado a nuestro plano de existencia. Arboles con profundos problemas de caspa algodonosa, que por cierto, chirriaban (es la primera vez que escucho a los árboles hacer ese ruido tan propio de las puertas, y la primera vez, claro, que soy consciente de que o bien los árboles anticipan un posible futuro, o bien las puertas recuerdan un lejano pasado), naves industriales que, según rumores de la guía-confidente, esconden reliquias de los romanos del estilo de mosaicos y alfileres, un hermoso puente, un sol aún más hermoso, una nube puñetera que con la excusa de querer salir en las fotos impidió por un tiempo la fotosíntesis de un par de alegres seres humanos (alegres a pesar de los trastornos ciclotímicos que, supongo, todos tendremos), recuerdos compartidos que ya no duelen, lo cuál es fabuloso, y un reloj que en cuanto nos descuidamos echó a correr engañando al mismísimo sol, enganchado en la nube aquella.
La verdad es que incluso para un ser razonablemente inteligente e imaginativo como yo, que siempre puede soñar algo mejor sobre lo que sentirse frustrado, es difícil no salir sonriente, cansado y contento de fines de semana así. Aunque uno vuele solo y al final de la noche, cuando todo se apaga y los ecos de lo vivido se quedan en el sofá viendo la programación nocturna, termine solo en la cama, como casi siempre, y con un par de ideas muy concretas sobre como el mundo ya sería perfecto si lograse convencer a alguna que otra persona para que me hiciese de mantita, para darme calorcillo, y de osita de felpa, para defenderme de los terrores nocturnos.
¡Empieza la semana! ¡Hagamos juego, señoras y señores!
8.5.06
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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.
A decir verdad yo en todo el tema balístico del que hablas, como en la mayoría de aspectos de la vida, tiendo a mostrarme de lo más pragmático. Sobra decir que claro que he visto alguna moza o parte de moza que ha despertado mis instintos cuando no habían sido invitados a pasear previamente. Pero la verdad es que nunca he salido en ese plan, y menos regresado. Bueno, menos no, más bien al revés, nunca he vuelto así, y menos he salido con esa intención.
ResponderEliminarDespués de todo, no es lo mismo, pero ahí están las manos para apartarnos de las posibles obsesiones. Tal vez sea como hablaba ayer con una amiga, que me falta ver pelis porno, y que soy incapaz de fantasear con una completa desconocida con la que me cruce por la calle. Aunque la conversación con mi compi tenía más que ver con machismos y eso de ayudar especialmente a una chica guapa porque es guapa. Digo yo que se debería de ayudar especialmente a alguien que necesita ayuda de manera especial, independientemente de su aspecto o sexo. Porque total, al fin y al cabo lo único que obtendrás son las gracias (o eso es lo que mi falta de ver pelis porno me dice).
En fin, ya sabes, ser un paladín de Onán no es ,ala cosa. De aquí a poco tendrás el brazo derecho como Rafa Nadal tiene el izquierdo.
Mmmmmm extremoduro, ^-^
ResponderEliminarHe tenido que leer dos veces esto de:
"si lograse convencer a alguna que otra persona para que me hiciese de mantita"
por que la primera vez me he comido una t y la cosa quedaba como rara ju ju ju.
Yo no suelo salir en busca de alguien a quién devorar, pero la verdad es que las últimas ocasiones que se me ha puesto alguien "a tiro" lo único que he conseguido es que se me acreciente mi a-sexualidad, así que na… mejor sigo con mi celibato, que es la mejor vacuna contra el dolor de corazón o como dice extremoduro : “…qué nunca llevo el corazón encima, por si me lo quitan”
Es curiosísimo lo del chirriar de los árboles, yo solo les he oído gritar cuando se queman. La próxima vez abriré más las orejas cuando vaya a un bosque.