18.8.09

Oxolotán, Tabasco

El Chapu tiene un chapulín de mimbre colgado del retrovisor (junto a un mono araña) y conduce como pienso que deben conducir todos los antropólogos. Opuesto al resto de la mexicanía -y de la humanidad- conduce despacito y mirando, y mientras no para de hablar, saludar a los coches con los que nos cruzamos y de decir que si habla demasiado lo mandemos callar, que se lo dice a sus alumnos, que es un no parar de comentarios y datos.

-Papá, papá -le reclama atención su hija desde el asiento de atrás.

-¿Qué, Renata? -le responde.

-¡Compra Davides! -grita ella.

Yo creo que le caigo bien a Renata. Es la viva estampa de la niñita de Monstruos S.A.

Estamos incomunicados en Oxolotán, su pueblo. Nada de cobertura telefónica ni nada que se le parezca. Si el universo entero excepto Aroa y los cordobeses opinaban que Córdoba era un lugar al que ir era una pérdida de tiempo, de este lugar lo opinaban los cordobeses. No sé si esto significará "hasta ellos" o será algo polar, menos por menos más, y entonces el mundo debería pensar que este lugar es la leche.

En realidad lo es. Cuando llegábamos, contemplando las montañas por las que nos encaramábamos, con su verdor indecente y su vegetación pervertida y sus miles de bichos cruzando la carretera, pensé que Peter Jackson hubiese montado los escenarios de Hobbitón aquí si hubiese conocido este lugar. O quizá no: unas temperaturas que no bajan de 30º y una humedad que no cae del 90% quizá hubiese complicado el asunto del maquillaje más allá de la tolerancia del Photoshop.

En cualquier caso aquí estamos, sudando y tan contentos que ya andamos prorrogando los días que íbamos a pasar aquí (en principio iba a ser uno). Nos cuenta el Chapu que Tabasco tiene menos de 20 municipios y Veracruz más de 200, y que junto a Chiapas es lo más pobre que tiene México. Nos cuenta que eso es contradictorio, porque Tabasco, debajo de su manto de montes y vegetación, tiene petróleo. Nos habla de la gente aquí, del alcoholismo, la pobreza y los suicidios. La verdad es que lo que cuenta es bien triste, pero después de cada tristeza y cada concesión al pesimismo el Chapu firma las frases con una risa.

A mí me caen estupendamente él, su mujer Mónica y Renatita, que juega al escondite conmigo cada vez que deja de verme; ¿dónde está David, dónde está David?

Además a la Muchacha le cambia la r del nombre por una d y me mata de risa.

Para venir aquí cruzamos un buen trecho de México de noche, dormidos en un autobús lleno de durmientes. Siete horas desde el adiós a Córdoba y los cordobeses (con tequila para cerrar las heridas de la boca, y con el cielo que indeciso entre lloriquear y montar una fiesta se decidió por hacerlo todo a la vez y nos soltó tormenta tras tormenta). A veces yo me despertaba y miraba por la ventana. Se tenían así visiones de pesadilla: el tránsito de los inmensos camiones mexicanos, el cielo negro súbitamente violeta y azul oscuro rasgado por el trazo de un relámpago. Nos despertaron, ya amanecidos, los baches de la estación de Villahermosa, donde ya nos esperaba el Chapu agitando los brazos.

Villahermosa es una ciudad con un crecimiento a la DF, o sea, cancerígeno. Contradice totalmente su nombre, y los conductores parecen madrileños (excepto el Chapu y, asumo, el resto de los antropólogos que hubiera conduciendo).

Así debería llamarse este pueblo, si los nombres fuesen fieles a lo que nombran. Y lo de Oxolotal, con su eco de nomemclatura médica, se lo dejamos a esa ciudad de crecimiento exponencial y cemento sucio.

Ahora nos vamos a dar brincos por los puentes colgantes que cruzan el río, a dar un paseo en barca, a buscar unas cascadas en las que remojarnos. Luego nos tomaremos unas chelas y espero que conozcamos la universidad donde da clase el Chapu. Y mañana, si el paisaje no nos gana los ojos otro día más, nos iremos a San Cristobal de las Casas.

2 comentarios:

  1. ¡San Cristóbal de las Casas! Cuántas resonancias...

    Dale un abrazo de mi parte a Adoílla.
    PS: Así que Villahermosa...

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  2. Al final no vamos para allá: se nos complica la agenda. Y demasiado perroflauta.

    Para compensar, le daré quince abrazos a Adoilla.

    Y sí, Villafea, más bien, pero sí.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.