¿Vuelan los pavos? ¿No, verdad?
La secretaria del Sumo Sacerdote (ella odia que la llamen secretaria, y en rigor no lo es, pero por eso mismo la llamo yo así aprovechando que no nos lee) tiene un pavo real encima del monitor de su ordenador.
Bueno, mejor digamos tiene un dibujo de un pavo. Seamos exactos. La imagen de un pavo de verdad encima de su monitor es demasiado estupenda como para provocarla sin el mérito de que sea real.
En fin, el pavo está dibujado en un circulito de cartón y ella lo tiene en la rendija superior de la pantalla, como si la misma fuese una rejilla de un Mercedes y el pavo (su dibujo en cartulina) el chirimbolo del Mercedes que con tanto entusiasmo coleccionaban los punkis de mi infancia (nota a quien corresponda: Word reconoce punkis, pero no punquis. Qué cosas), y yo, que soy así de majo, me he acostumbrado a propinarle un rotundo golpe con mi disparado dedo índice de la mano diestra cada vez que paso por allí. Al pavo de cartulina, no a la secretaria, que tiene siempre a mano unas tijeras descomunales y afiladísimas que esgrime con aterradora maña. El efecto (del golpe de mi enérgico dedo), siempre el mismo, es que el pavo (léase su dibujo en cartulina) se desprende de su no muy eficaz soporte y revolotea y da vueltas por el aire, hasta aterrizar siempre en puntos distintos pero por lo general lejanos al punto de partida.
Luego por lo general la secretaria que no es tal (voy a patentar los cargos que no son) entrecierra sus ojos, frunce sus ceños y arruga sus mofletes y por sus indignadas bocas suelta una ráfaga de improperios y maledicencias de las que yo huyo con ese clásico caminar a saltitos que tanto enternece a la Muchacha y soltando una risita traviesa, ji ji ji.
El caso es que yo no comprendía por qué hacía esto con el pavo. Para tocar los cojones, me podrías decir, y yo te podría contestar que la secretaria que no es tal es mujer al uso y que por tanto no tiene cojones que tocar, y tú podrías responderme que joder, que ya entiendo qué quieres decir, y yo te contestaría que sí, pero que qué te cuesta expresarte con rigor, y tú alzarías los ojos al cielo, hastiada, y suspirarías y dirías venga: por molestar. Y yo hasta el otro día te habría dado la razón, resignado. Pero no. Como suele pasarme y ya he confesado demasiadas veces, reconozco pertenecer a esa sospecho que abundante casta de los que posponen los motivos a los actos, y que aceptando la complejidad de las motivaciones humanas en lugar de aventurarlas como buenamente puedan las investigan a toro pasado, en base de los hechos. Esto hice yo el viernes, que con el trajín del metro hice una de las dos únicas cosas que puede uno hacer en un día de averías y retrasos y aglomeración: me puse metafísico (la otra es volverse un psicópata), y comprendí por fin que todo mi afán era hacer que el pobre bicho alado volase al fin. Porque tiene que ser tristísimo ser un ave y no volar. ¿Para qué entonces esas magníficas alas y ese aerodinámico plumaje? ¿Para limitarse a usarlo a la hora de amortiguar caídas y darle algo más de eficacia a los saltitos para subir escalones? Triste vida la de los pájaros así como por ejemplo las gallinas. Si yo fuese un ave odiaría ser gallina. Si yo tuviese alas, coño, las usaría.
Y pensando en eso me quedo, y pensando qué cosas hay, equivalentes a las alas, que tenemos y no usamos. Porque seguro que las hay. Y yo las voy a usar. Con un par (sobre todo obviamente si, como las alas, vienen en lotes de dos).
Pues mira, tampoco utilizamos los músculos de las orejas. Las podríamos mover, pero pasamos, como el pavo...
ResponderEliminarAunque yo una vez conseguí mover uno... voy a ver si lo muevo de nuevo!!!!!
Mira, hay un pájaro rarísimo en Australia que ni siquiera tiene alas.
ResponderEliminarEso sí que es una faena.
Menuda frustración, pobre.
Este corto habla de eso:
http://es.youtube.com/watch?v=sdUUx5FdySs
¡Un placer leerte, por cierto!
Lo siento, Virginia, pero dediqué un año entero del Bachillerato Elemental (cosas de aquellos tiempos, ahora sería EGB) a controlar los músculos de las orejas y mañana te puedo hacer una demostración de que puedo mover las dos al tiempo o cualquiera de ellas independientemente.
ResponderEliminarSi el anfitrión de aquí, que por la longitud de sus escritos debe tener bastante tiempo, tuviera a bien encontrarme un motivo para aquello, eso que me ahorraba.
Gracias mil, por anticipado.
Vicky, pero esos músculos, que yo sepa y a falta de ver la demostración de Nán por si las moscas, no sirven para volar, y los de las alas sí. Noslomismo, noslomismo.
ResponderEliminarEso sería más como decir ¡ah, si nuestro apéndice! Si total, no vale para mucho...
Ro, antes de nada bienvenida a este mi blog, y disculpa por la tardanza de la respuesta. Es que ando liadillo. Pero si el pájaro no tiene alas, bueno, lo sigo viendo mejor que tenerlas para nada. Aunque ahora que lo pieno las de las gallinas y los gallos quizá no sirvan para volar, pero sí para asarse, hum. Y eso es estupendo, qué duda cabe, hum.
Y un placer más grande ser leído.
Nán, si alguna vez montamos un grupo de superhéroes, te veo provocando huracanes mediante la eficaz agitación de orejas (no es que te esté llamando orejotas, conste, que no, sino hábil con la musculatura auditiva). Entre ese superpoder, el mío de toser como una mala bestia y el de Vicky de provocar resacas, que tiemblen los malignos.
Y tampoco tengo tanto tiempo, eh. Es que tecleo muy rápido. Tecleomurápido. ¿Ves?
De nadas mil, por si las moscas y por el motivo para agitar las orejas. ¡Combatamos el mal! ¡Temblad, Bush, Israel y tertulianos!