3.11.08

fomentando el darwinismo

Somos tan distraĆ­dos que a veces llegamos a olvidar que somos extremadamente distraĆ­dos y nos sorprendemos por situaciones como la de ayer: quedamos la Muchacha, mi agente y yo para darle a mi compaƱero de piso su regalo de cumpleaƱos, y habĆ­amos olvidado el detalle de quedar tambiĆ©n con Ć©l. AsĆ­ que nos sorprendimos, como decĆ­amos, pero luego nos pareciĆ³ lo mĆ”s normal del mundo, por cĆ³mo somos, y nos fuimos a tomar un cafĆ© y a llamarle para que mientras viniese a por su regalo.

Le llamƩ yo y le dije

–Juanito, vente, que hemos quedado para darte tu regalo de cumpleaƱos y se nos ha olvidado llamarte.

–Es que estoy viendo la FĆ³rmula 1 –protestĆ³.

–Hostia –dije yo, ¿¡ya ha empezado!? ¿No era a las ocho?

–No –dijo–. Ahora, a las seis.

Entonces la Muchacha y mi agente, dƔndose cuenta de que me perdƭan, saltaron sobre mƭ, me arrebataron el telƩfono y lo amenazaron con los fuegos del infierno si no se venƭa.

–Vale, pero tengo que ducharme y afeitarme –dijo Ć©l–. TardarĆ© un rato.

–¿Como cuĆ”nto? –preguntaron escamadas.

–Como la hora y media que dura la carrera –murmurĆ© muerto de envidia.

Ellas me miraron con odio cuando Ć©l les respondiĆ³ que entre unas cosas y otras como una hora y media.

Cuando quedaban tres vueltas para el final le llamƩ, oficialmente para meterle prisa, asƭ que vivƭ el ridƭculo de Ferrari y el espejismo de victoria final de Felipe Massa retransmitido por telƩfono.

DespuĆ©s de una serie de cafĆ©s jamaicanos y otra de tanques de cerveza apareciĆ³ y nos invitĆ³ a cenar. La Muchacha amenizĆ³ la velada contĆ”ndonos su historial de psicĆ³pata del reino animal. No sĆ© por quĆ© nos pusimos a hablar de bichos y ella, con cara circunspecta, nos contĆ³ que cuando era pequeƱa su hermana tenĆ­a una tortuga que se llamaba Encarna, y que Encarna desapareciĆ³. Y que un dĆ­a estaba ella tan feliz de la vida cortando el cesped cuando de pronto sonĆ³ “crock” y pensĆ³ que ya se habĆ­a dado con una piedra, pero no: cuando levantĆ³ el cortacesped ahĆ­, ensartada por un aspa, estaba Encarna, la tortuga desaparecida.

Nos contĆ³ que otra vez tuvo un pececito negro, y que cuando durante una limpieza alguien le dijo que le cambiase el agua al pez ella fue tan contenta y sacĆ³ al pez de la pecera y lo echĆ³ en el barreƱo que habĆ­a junto a la pecera. Ella pensaba que era agua, sin mĆ”s, pero resultĆ³ que era lejĆ­a. Dice que el pez quedĆ³ blanquito y muy, muy mustio.

Las aves tampoco se han librado de su azote: una vez dice que le regalaron uno de esos pollos pintados de colores que regalaban a los niƱos de pequeƱos cuando no habĆ­a tamagochis; el suyo venĆ­a en rosa. A ella le dio una pena inmensa y se sintiĆ³ ofendidĆ­sima por el pobre pollo, asĆ­ que decidida a devolverle al pobre pollo su color original llenĆ³ un lavabo de colonia y lo echĆ³ dentro. El pollo muriĆ³ medio ahogado medio intoxicado.

La mirĆ”bamos horrorizados mientras ella pasaba por encima del reino de los insectos contando, precisamente, lo poco que le importaba pasarle por encima a cucarachas, escarabajos y demĆ”s, cuando se puso a meditar sobre si lo suyo no serĆ­a algĆŗn tipo de herencia paterna. Contaba que una vez su padre llevĆ³ a un montĆ³n de crĆ­os a no sĆ© quĆ© sitio que regalaban animalitos, y que todos volvieron con un hamster o un ratoncillo o algo asĆ­. Y que en el camino de vuelta a casa detuvo la furgoneta en la que los trasladaba y les propuso invitarles a un helado. Los niƱos, claro, dijeron que vale, y McGregor, viendo el zoolĆ³gico que se montarĆ­a con tanto bicho en la cafeterĆ­a a la que iban dijo que los animales tendrĆ­an que esperar en el coche. En pleno agosto y a mĆ”s de 40 grados a la sombra, cuando los niƱos volvieron manchados de helado aquella furgoneta era un inmenso cementerio de mascotas.

La mirĆ”bamos un poco asustados cuando terminĆ³ de enumerar sus crĆ­menes. Entonces me mirĆ³, leyĆ³ el temor en mis ojos y me dijo

–Pero no te preocupes, Davicillo. SĆ³lo mato animales…

Yo sonreĆ­, mĆ”s tranquilo, y ella me abrazĆ³, y mientras lo hacĆ­a me pareciĆ³ escucharla decir, muy, muy bajito.

–…animalito mĆ­o.

6 comentarios:

  1. jajajaj, y aƱadiĆ³ "mascotica de la mĆ­a vida, cosa bonita te voy a cambiar de colorrrrr", jejejejej
    Me encanta la imagen de la pobre Encarna en el cortacƩsped.
    Muchacha Mata-Culebras, la voy a fichar.

    ResponderEliminar
  2. Y mira que es encantadora la jodĆ­a pero...es inquietante tanta muerte casual a su alrededor!
    jajajaja... y que graciosa es, dicho sea de paso :D
    Los despistes, por dios, los despistes, a mi eso si que asusta :S

    ResponderEliminar
  3. bueno, y hay otro incidente con un pollito monĆ­simo llamado Gaviota que no he visto reflejado por aquĆ­????

    se le habrĆ” olvidado a la Muchacha que debido a sus malignos deseos la pobre Gaviota acabĆ³ aplastada por una puerta cual dibujo animado....
    (no fue la mano ejecutora, pero yo se que fue ELLA)

    Gaviota en el recuerdo
    ni olvido!!!
    ni perdĆ³n!!!

    ResponderEliminar
  4. estoy oyendo a alguien que estĆ” gritando por Noviciado: mentiraaaaaaaaaaaaaaaa!!!! pero dormir con un pollo o su femenino que una no entiende de sexadores de bichos...porque eso iba a convertirse en una gallina... era muy desagradable!!!!! y ese pi pi pi desinflao... toda la noche...

    ResponderEliminar
  5. MarĆ­a: tambiĆ©n nos hablĆ³ de ese animal infecto, pero el tribunal no encontrĆ³ evidencias de culpabilidad. Aunque la intuiciĆ³n sea tan clara. Pero hay que ser riguroso. Ejem. Y bastantes cadenas perpetuas por maltrato animal acumula ya, para andar discutiendo por un bicho mĆ”s un bicho menos.

    ResponderEliminar

Con la tecnologĆ­a de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la mĆŗsica que no le gusta a nadie y las pelĆ­culas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez mĆ”s libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pĆ”nico, no cuelgo aquĆ­.