Somos tan distraĆdos que a veces llegamos a olvidar que somos extremadamente distraĆdos y nos sorprendemos por situaciones como la de ayer: quedamos la Muchacha, mi agente y yo para darle a mi compaƱero de piso su regalo de cumpleaƱos, y habĆamos olvidado el detalle de quedar tambiĆ©n con Ć©l. AsĆ que nos sorprendimos, como decĆamos, pero luego nos pareciĆ³ lo mĆ”s normal del mundo, por cĆ³mo somos, y nos fuimos a tomar un cafĆ© y a llamarle para que mientras viniese a por su regalo.
Le llamƩ yo y le dije
–Juanito, vente, que hemos quedado para darte tu regalo de cumpleaƱos y se nos ha olvidado llamarte.
–Es que estoy viendo la FĆ³rmula 1 –protestĆ³.
–Hostia –dije yo, ¿¡ya ha empezado!? ¿No era a las ocho?
–No –dijo–. Ahora, a las seis.
Entonces la Muchacha y mi agente, dĆ”ndose cuenta de que me perdĆan, saltaron sobre mĆ, me arrebataron el telĆ©fono y lo amenazaron con los fuegos del infierno si no se venĆa.
–Vale, pero tengo que ducharme y afeitarme –dijo Ć©l–. TardarĆ© un rato.
–¿Como cuĆ”nto? –preguntaron escamadas.
–Como la hora y media que dura la carrera –murmurĆ© muerto de envidia.
Ellas me miraron con odio cuando Ć©l les respondiĆ³ que entre unas cosas y otras como una hora y media.
Cuando quedaban tres vueltas para el final le llamĆ©, oficialmente para meterle prisa, asĆ que vivĆ el ridĆculo de Ferrari y el espejismo de victoria final de Felipe Massa retransmitido por telĆ©fono.
DespuĆ©s de una serie de cafĆ©s jamaicanos y otra de tanques de cerveza apareciĆ³ y nos invitĆ³ a cenar. La Muchacha amenizĆ³ la velada contĆ”ndonos su historial de psicĆ³pata del reino animal. No sĆ© por quĆ© nos pusimos a hablar de bichos y ella, con cara circunspecta, nos contĆ³ que cuando era pequeƱa su hermana tenĆa una tortuga que se llamaba Encarna, y que Encarna desapareciĆ³. Y que un dĆa estaba ella tan feliz de la vida cortando el cesped cuando de pronto sonĆ³ “crock” y pensĆ³ que ya se habĆa dado con una piedra, pero no: cuando levantĆ³ el cortacesped ahĆ, ensartada por un aspa, estaba Encarna, la tortuga desaparecida.
Nos contĆ³ que otra vez tuvo un pececito negro, y que cuando durante una limpieza alguien le dijo que le cambiase el agua al pez ella fue tan contenta y sacĆ³ al pez de la pecera y lo echĆ³ en el barreƱo que habĆa junto a la pecera. Ella pensaba que era agua, sin mĆ”s, pero resultĆ³ que era lejĆa. Dice que el pez quedĆ³ blanquito y muy, muy mustio.
Las aves tampoco se han librado de su azote: una vez dice que le regalaron uno de esos pollos pintados de colores que regalaban a los niƱos de pequeƱos cuando no habĆa tamagochis; el suyo venĆa en rosa. A ella le dio una pena inmensa y se sintiĆ³ ofendidĆsima por el pobre pollo, asĆ que decidida a devolverle al pobre pollo su color original llenĆ³ un lavabo de colonia y lo echĆ³ dentro. El pollo muriĆ³ medio ahogado medio intoxicado.
La mirĆ”bamos horrorizados mientras ella pasaba por encima del reino de los insectos contando, precisamente, lo poco que le importaba pasarle por encima a cucarachas, escarabajos y demĆ”s, cuando se puso a meditar sobre si lo suyo no serĆa algĆŗn tipo de herencia paterna. Contaba que una vez su padre llevĆ³ a un montĆ³n de crĆos a no sĆ© quĆ© sitio que regalaban animalitos, y que todos volvieron con un hamster o un ratoncillo o algo asĆ. Y que en el camino de vuelta a casa detuvo la furgoneta en la que los trasladaba y les propuso invitarles a un helado. Los niƱos, claro, dijeron que vale, y McGregor, viendo el zoolĆ³gico que se montarĆa con tanto bicho en la cafeterĆa a la que iban dijo que los animales tendrĆan que esperar en el coche. En pleno agosto y a mĆ”s de 40 grados a la sombra, cuando los niƱos volvieron manchados de helado aquella furgoneta era un inmenso cementerio de mascotas.
La mirĆ”bamos un poco asustados cuando terminĆ³ de enumerar sus crĆmenes. Entonces me mirĆ³, leyĆ³ el temor en mis ojos y me dijo
–Pero no te preocupes, Davicillo. SĆ³lo mato animales…
Yo sonreĆ, mĆ”s tranquilo, y ella me abrazĆ³, y mientras lo hacĆa me pareciĆ³ escucharla decir, muy, muy bajito.
–…animalito mĆo.
jajajaj, y aƱadiĆ³ "mascotica de la mĆa vida, cosa bonita te voy a cambiar de colorrrrr", jejejejej
ResponderEliminarMe encanta la imagen de la pobre Encarna en el cortacƩsped.
Muchacha Mata-Culebras, la voy a fichar.
Y mira que es encantadora la jodĆa pero...es inquietante tanta muerte casual a su alrededor!
ResponderEliminarjajajaja... y que graciosa es, dicho sea de paso :D
Los despistes, por dios, los despistes, a mi eso si que asusta :S
pero quƩ accidentes tan encantadores!
ResponderEliminarbueno, y hay otro incidente con un pollito monĆsimo llamado Gaviota que no he visto reflejado por aquĆ????
ResponderEliminarse le habrĆ” olvidado a la Muchacha que debido a sus malignos deseos la pobre Gaviota acabĆ³ aplastada por una puerta cual dibujo animado....
(no fue la mano ejecutora, pero yo se que fue ELLA)
Gaviota en el recuerdo
ni olvido!!!
ni perdĆ³n!!!
estoy oyendo a alguien que estĆ” gritando por Noviciado: mentiraaaaaaaaaaaaaaaa!!!! pero dormir con un pollo o su femenino que una no entiende de sexadores de bichos...porque eso iba a convertirse en una gallina... era muy desagradable!!!!! y ese pi pi pi desinflao... toda la noche...
ResponderEliminarMarĆa: tambiĆ©n nos hablĆ³ de ese animal infecto, pero el tribunal no encontrĆ³ evidencias de culpabilidad. Aunque la intuiciĆ³n sea tan clara. Pero hay que ser riguroso. Ejem. Y bastantes cadenas perpetuas por maltrato animal acumula ya, para andar discutiendo por un bicho mĆ”s un bicho menos.
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