21.9.07

hmmm, así que era esto



(Hoy toca llúvia de música, ole)

Claro, por eso no podía yo hablar de César Vallejo; primero porque no llovia, y finalmente, ayer, porque era jueves, y si el mismo señor Vallejo falló por un día y se murió un miércoles, no iba yo a acertar con el día en cuestión.

César Vallejo sirve de ejemplo ilustrativo sobre mi relación con la literatura. O mi falta de relación, porque vale, conozco a cuatro o cinco escritores que me dan para hacerle el listo y el leído y conocer alguna que otra palabreja complicada como epanortosis, cosa que luce mucho en los botellones y las fiestas químicas como todo el mundo sabe o se limita a sospechar, según la poca o mucha fortuna de cada cual. Lo que nos lleva a una escena de Shawn of the Dead, esa grandiosa película que Sergio probablemente deteste como hace con todo lo que el mundo tiene de bonito y de bello, que no vello, y de la que hablé yo hace tiempo (llamando Shawn a Shaun, por cierto, pero nadie me corrigió la errata. O no me lees, o no me prestas atención y yo sin supervisión me vengo abajo, me vengo abajo); en la escena en cuestión Shaun se pone a decir cosas muy razonables y termina con una cita, que no recuerdo textualmente y debida a un ilustre personaje que tampoco recuerdo, sobre la coordinación humana en tiempos de crisis. Todos quedan admirados, porque Shaun no es precisamente un doctor en literatura anglosajona, y entonces Liz se le acerca y le dice que si leyó eso en un posavasos de Guinness, cosa que él confiesa y sobre la que le pide silencio. Pues con César Vallejo a mí me pasa algo parecido. Queda muy elegante decir que se lo conoce, citarlo, hablar de los jueves lluviosos en París, recitar con voz afectada ese versito suyo que yo tengo aquí clavado en la zona noble de mi gélido músculo cardiovascular, "esta tarde llueve como nunca; y yo no tengo ganas de vivir, corazón", pero como este blog, básicamente, consiste en que yo me sincero y, por lo tanto, me pongo a caer de un burro, tengo que confesar, no ante ninguna Liz (qué más quisiera yo que tener una Liz a la que rescatar de los zombies, ah. Bueno, tal vez 500.000.000 €, pero es que tengo unos planes que necesitan financiación) (¿que qué planes? Convertirme en malo de peli de James Bond, por supuesto), sino ante ti, que soy un patán y que a César Vallejo lo conozco por las Cuevas del Sésamo, antro madrileño en el que

a) hay que hacer cola durante horas para entrar, en una escalera infecta por donde la gente se tiene que restregar al pasar camino del baño con los que esperan (lo cuál, la mitad de la mitad de las veces, está bastante bien, la verdad) y
b) tiene un piano que un tipo toca con mucho entusiasmo que
c) nadie escucha (al piano) porque
d) todo el mundo grita y fuma así que
e) el garito está lleno hasta las patas de humo y además
f) el servicio, aparte de la simpatía y extremada tolerancia del pianista, es nefasto y
g) sirven una sangría que no es que esté rica, o no sé si lo estará o no porque a partir de la tercera jarra (por cabeza) uno pierde no ya el sentido del gusto sino también su memoria, y a lo que vamos,
h) pretende tener una cierta atmósfera literaria/intelectualoide que fomentan mediante la presentación, en una vitrina de unos viejísimos libros dedicados por escritores que yo personalmente no conozco (lo cuál no quiere decir absolutamente nada) y, sobre todo, de la acumulación, por las paredes, de citas de escritores, filósofos y mentes pensantes de diversa índole y condición.

La que nos mataba de la risa cuando yo solía ir más a menudo, que era cuando estudiaba matemáticas, era la que adornaba la entrada: En la puerta de la Academia de Atenas se prohibía el paso a quienes no supiesen Geometría, y aquí estaba la versión de no sé qué poeta (ya te digo que soy un ignorante de tomo y lomo) que prohibía el paso a quienes supiesen geometría. Pues no tuvo que soportar aquel primer año el Pita (un coleguita que resultó ser un crack, porque aprobaba todo y con nota mientras los demás sacábamos nuestros dignos suspensos o más dignos aún "no presentado". Aunque luego se metió a ingeniero así que algo burro sí que tenía que ser), cuando cada vez que llegábamos ahí todos nos reíamos y le decíamos que entonces él no podía pasar, pero nosotros sí, con nuestros suspensos en Geometría I. Qué tiempos. Luego, cuando quien más y quien menos empezamos a aprobar o a dejar la carrera y dejar de venir a las Cuevas, decidimos unánimemente y sin mediar palabra alguna hacernos los desentendidos de todo aquello.

El caso es que con el tiempo y la insistencia me pasé mucho tiempo sentado en muchas mesas muy diversas de las muchas que tenía e, imagino, tendrá por los siglos de los siglos ese garito que yo no sé cómo consigue que Sanidad no lo cierre, prenda fuego, arrance de su ubicación y lance, con ayuda de la Agencia Espacial Rusa, al espacio profundo, y recuerdo de muchas de ellas diversas anécdotas con las que, haya paz, no te pienso aburrir. Pero la que más recuerdo era la que estaba frente a ese genial verso de Vallejo, postal parisina, aunque entonces yo no lo sabía, y aunque, descubriese más tarde, habla de Lima, y postal de la tristeza, aunque eso era imposible no leerlo. Viene de un poema que, descubrí infinito tiempo más tarde, se llama Heces, y dice así,

Esta tarde llueve como nunca; y no
tengo ganas de vivir, corazón.
Esta tarde es dulce. ¿Por qué no ha de ser?
Viste gracia y pena; viste de mujer.
Esta tarde en Lima llueve. Y yo recuerdo
las cavernas crueles de mi ingratitud;
mi bloque de hielo sobre su amapola,
más fuerte que su "¡no seas así!"
Mis violentas flores negras; y la bárbara
y enorme pedrada; y el trecho glacial.
Y pondrá el silencio de su dignidad
con óleos quemantes el punto final.
Por eso esta tarde, como nunca, voy
con este búho, con este corazón.
Y otras pasan; y viéndome tan triste,
toman un poquito de ti
en la abrupta arruga de mi hondo dolor.
Esta tarde llueve, llueve mucho. ¡Y no
tengo ganas de vivir, corazón!


Y así, poco a poco y por una culpa de mi ansia por ingerir cantidades industriales de alcohol, es como yo me voy culturizando. De Vallejo, de todas formas, lo que más admiro fue su determinación, esa claridad que tuvo para dejar bien claro que moriría en París un día de lluvia,

Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy, de otoño.


Y bien, falló por un día, porque murió un miércoles santo, y falló por dos estaciones, pero quién sino un poeta puede cambiar de estación si le da la gana, pero al menos acertó en lo de la lluvia, lo cuál no deja de quitarle mérito viendo la maña que se dan los meteorólogos.

Yo, sospecho, aprecio especialmente a Vallejo por que las casi dos únicas cosas suyas que conozco tienen que ver con la lluvia, así que era normal que no pudiese hablar de él hasta que el día se presentase como se presentaba hoy, lluvioso. Ya sabes que me encanta la lluvia. Pero pensando en la lluvia y en Vallejo he terminado pensando en que, curiosamente, las referencias climatológicas hacen que el arte gane puntos para mí. En casi cualquier contexto: En el cine, Sin City no sería Sin City sin su lluvia, ni Blade Runner, ni Black Rain (¡que encima menciona la lluvia en el título, ah!), ni La Selva Esmeralda, ni Salvar al Soldado Ryan, ni Algo en Común, ni La Cosecha del Hielo, ni infinitas más. En literatura, Cortázar define con la lluvia después de aquel concierto delirante la propiedad más esencial y más indefinible del amor.

Y en música, ahí está esa canción de Anathema que está clavada junto a ese verso de arriba en mi descreído músculo cardiovascular, "there is a storm closing in, voices calling in the wind, this serenade is growing colder breaks my soul that tries to sing" de la que siempre estoy hablando, y otra que para mí siempre ha sido una canción especial para mí, por significación, por la inmensa carga alegórica que le encuentro, por el remanso que supone en un disco por lo demás contundente y laberíntico, esa que dice "mention this to me / and watch the weather change"...



...que a mí me parece tan acertada, tan descriptiva, y me hace pensar en todas esas veces en los que un simple comentario ha servido, o habría servido, para cambiar el tiempo, para que una noche fría y siniestra se convierta en un día de sol, o un otoño en primavera, o una tormenta de hielo en un día de playa tropical.

Lo cuál, a su vez y dando el siguiente pasito, me hace pensar Otra Puta Vez En Lo Mismo De Siempre, lo cuál me jode no ya por lo que tenga o pueda tener de masoquismo, que tengo tales callos en el alma que ya mis latigazos sólo me sirven para contar el paso del tiempo, sino porque implica tener que darle la razón a Pip, y yo odio andar dándole la razón a la gente que me cae bien.

0 réplicas:

Publicar un comentario

Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.