4.8.09

una boda, dos aplausos y un abucheo

1. una boda

Cuando Gema y David comenzaron a salir juntos yo llevaba un par de años o tres estudiando Matemáticas, los años aún comenzaban por otro dígito y el Efecto 2000 era un asunto ya de chufla pero del que nos reíamos con cierto temor reverencial, quizá intuyendo incrédulos que, como al final nos pasó (a nosotros y por lo visto sólo a nosotros), se concretase en un apagón real.

Comenzaron a salir un uno de agosto. Por eso se fueron a vivir juntos también un uno de agosto y por eso se casaron el sábado, uno de agosto. Porque así se olvidan de complicaciones a la hora de recordar fechas. Con apuntarse en la alarma del móvil que el 1 de agosto tienen que decirse felicidades se olvidan de un montón de rutinas felicitatorias. Son gente razonable.

Es decir, gente, aunque sólo fuese por eso, muy distinta a mí.

Él, además, es distintísimo en otros muchos aspectos. Por ejemplo, en política, donde es patriota y de derechas (aunque le honra no ser un enrocado político, y siempre he aplaudido esa amplitud de miras que le permite votar, para su ayuntamiento, a Izquierda Unida, porque según dice, al margen de cuestiones políticas, le parece que lo están haciendo bien. Supongo que también somos muy diferentes en eso, en la amplitud de miras).

No diré que somos amigos, porque nos vemos mayoritariamente en el pueblo, porque no nos seguimos en el día a día, porque nos encontramos de pascuas a ramos. Pero sí diré que él es una de esas personas que uno sabe que aunque no estén, estarán si hace falta y se los llaman.

Además, si alguien me dice la palabra “noble”, la primera imagen que me viene a la cabeza es la de David.

Estoy hablando más de David que de Gema, pero tengo mi excusa: para la boda me ficharon los dos, pero Gema me secuestró como su fotógrafo.

Así que por escrito hablo más de él. Por compensar. Y también porque me resulta curioso que con tanto que nos separen nos llevemos tan bien (aunque ¿cómo llevarse mal con alguien así?).

2. dos aplausos

Los dos aplausos van para las víctimas de la campaña de marketing que David realiza con mi fotoblog entre la gente de su curro. Según deambulaba yo con Canita para arriba y para abajo se acercaron dos compañeros suyos. Una tiene en su salón una ventana a Madrid que es una foto mía. El otro dijo ser fan del fotoblog y del blog. Así que desde aquí, aplausos agradecidos a los dos. Casi ya puedo decir que tengo fans y todo, ¡qué cosa estupenda!

3. un abucheo

Hay más gente de la que me separan más cosas todavía que de David. Por ejemplo, podría suceder que además de, digamos, de derechas y patriota, perteneciese a alguna secta de integristas católicos de esas que en mi mapeado mental yo siempre ubico a la derecha del Opus (más por gusto de exagerar que porque sepa nada al respecto, pero en fin, mi cabeza es mía). Gente con la que a pesar de todo, pensaba yo, se puede mantener un respeto mutuo, una educación, una cortesía.

Yo pensaba que se podía porque, de hecho, ese respeto, esa cortesía y esa educación se han mantenido durante, también, muchísimo tiempo.

Pero resulta que no, que esas cosas deben tener fecha de caducidad.

Ya me sorprendió a mí bastante, durante la despedida, escuchar una conversación en la que salía mi nombre (en realidad, mi apodo). No aposta, líbreme el dios del tipo del que hablo; es que las paredes eran de papel, y lo que se decía en un rincón de la casa se oía con claridad si no por toda ella sí, al menos, al otro lado de una pared, como estaba yo aquella noche, intentando dormirme y escuchando que yo había sido quien se había puesto a criticar que había poca bebida, y que patatín patatán. ¿Yo –pensé–, el tipo que cuando se acabó el whisky y el ron y la gente comenzó a protestar, dijo y predicó con el ejemplo que a qué venían las quejas, cuando teníamos cerveza, para darle volumen al trago, y orujo, para darle octanaje?

Alguien debe estar confundido, me dije yo. Y no le di más importancia que esa suspicacia que uno no puede evitar sentir cuando escucha a alguien echarle mierda encima cuando ni tiene razón ni el inculpado está presente para aclarar cualquier malentendido, cualquier duda. Defenderse de una acusación absurda, vaya.

Pero no, claro. Para qué. Y además, me dije yo, dándome media vuelta en la cama, qué me importa a mí lo que puedan decir de mi persona. Digo yo que a estas alturas quienes me tengan algún aprecio ya serán capaces de distinguir qué he podido decir, y qué nunca he podido decir.

Y en fin, maledicencias al margen yo suponía que el estatus de la cortesía y la educación a pesar de tanta diferencia irreconciliable se mantenía. Y resulta que no: que el viernes el tipo en cuestión se dedicó a saludar a todo bicho viviente (…que salude, porque ya había con quién hacía excepciones), excepto a tu humilde servidor, para luego pasar todo el fin de semana dándole la espalda a uno como si no estuviera, y hablando por encima de su hombro hacia un interlocutor situado detrás cuando algún mensaje podía ser, también, para mí.

Y a mí más que nada me decepciona un poco el tema. No porque no me hable, ya digo que somos tan distintos que probablemente no tendremos nada de qué hablar (aunque debo confesar que me pirraría un buen debate teológico con alguien así, la verdad). Sino por la ruptura de esa cortesía que yo, la verdad, valoraba. Porque me gusta pensar que puedo llevarme bien con gente diferente.

Aunque que no sea así la verdad es que tiene sus cosas. Por ejemplo, puedo decir cosas como: Pablo, vete a la mierda. Y dedicarle un abucheo.

5 comentarios:

  1. La ruptura de la cortesía.

    Lo siento, David, pero, te ha quedado un poco Marías la cosa ....

    Venga, no niegues que el comentario te ha levantado una sonrisa, que te estoy viendo desde aquí.

    Besos veraniegos, anda

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  2. Pues claro que lo negaré, mira:

    ¡No!

    ¿Ves?, total, tú sabes que miento, y yo quedo bien.

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  3. ¡Buuuuhhhh!
    (me sumo al abucheo).

    Plas,plas.
    (y a los aplausos).

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  4. Me lo pasé pipa.
    Y lagrimitas y tó como en las grandes eventos.

    Sobre lo demás: ¡bah!
    Si te consuela una mijita, a mí nunca me habló.

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  5. Nán: pues di que sí, sumar está bien. Al menos en estas cosas. Sobre todo en los aplausos.

    Aroa: razón de más para dejar el silencio cortés y denunciar la gilipollez.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.