Porque qué bonito es poder respirar y constatar que uno sigue vivo y que ha sobrevivido a una titánica batalla contra los elementos, la meteorología, las diversas adversidades y la lucha contra los caimanes.
Así estoy yo ahora, respirando y sintiéndome como Conan después de rebanarles el cuello a todos los malos del negro raro ese que se convertía en culebra.
Entiendo que desde fuera parecerá menos, parecerá sólo que esta mañana me he tirado al Cenote (y qué rica y qué transparente está ese agua profunda y clara y fresquita y llenita de peces), he chapoteado un rato y desenredado un par de kayacs para que la Muchacha y yo remásemos un ratito y echásemos un par de carreras y guerras de agua, y que el único caimán que hay es ese del que hablaba ayer, que es XXL, y al que ni siquiera hemos visto (y mira que lo hemos buscado, lo prometo). Pero yo siento later la hazaña dentro de mí, y eso debe ser lo que cuenta.
Más objetiva azaña debió ser la de anoche, supongo. Cerquita de nuestro hostal había noche de salsa. Es decir, un bar en la playa con un concierto de salsa, un montón de gringos bailando, y una barra donde pedir copas y chelas. ¡Queremos ir, queremos ir!, dijimos la Muchacha y yo, dando saltitos, más emocionados por la playa de noche y por las copas (es que nos gusta mucho brindar) que por la salsa. A los del hostal les dio pereza llevarnos, así que nos dijeron ¿sabéis qué, alguno de vosotros tiene carnet de conducir aquí? ¡Yo, yo, yo lo tengo! Pues toma las llaves, güeyyy.
Y a la que íbamos preguntamos si alguien más quería ir, y para allá que fuimos con 4 canadienses la mar de simpáticos, con los que hemos quedado ya esta noche para irnos a la playa a ver deshovar a las tortugas marinas, bajo ese cielo estrellado inmenso y cuajado de estrellas que hay aquí. Y para bebernos una botella de tequila con toronja, hemos pensado la Muchacha y yo (en serio, cuánto nos gusta brindar), pero eso los canadienses no lo saben todavía, es sorpresita, ji ji.
Así que así estabamos anoche, conduciendo por las carreteras de Tulum, esquivando cangrejos y topes. Con las ventanillas bajadas y la risa de hilo musical. En cuanto nos bajamos del coche y nos metimos en las cabañitas el cielo se puso a tronar y relampaguear, y nos fuimos durmiendo mientras fuera la lluvia desanimaba a los moscos y hacía gotear la jungla alrededor de la cabañita.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Con la tecnología de Blogger.
Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.
0 réplicas:
Publicar un comentario