23.8.09

Ruinas de Tulum, Quintana Roo: ah, lo bonito, esa cosa tan rara

Según íbamos a las ruinas de Tulum pensaba yo que cómo se me está complicando el asunto de escribir todos los días en el blog nuestras andanzas mexicanas. En parte es porque siendo esta parte la de las vacaciones de las vacaciones, o meta-vacaciones, no hacemos muchas cosas (despertar, desayuno, ver ruinas, playa, comer, playa, beber, playa, dormir). En parte también es por culpa de lo bonito que es todo. Porque la belleza, como la felicidad, son conceptos difíciles de atacar desde el frente literario. A no ser que uno decida ponerse cursi, supongo. Es por eso que cuesta menos escribir sobre melancolía, tristeza y demás. Como que se sueltan los verbos y corretean y fecundan palabras y forman frases. Pero ante la felicidad y/o la belleza, el ojo se queda extasiado y el único pensamiento que nos sale (o al menos que me sale a mí) es "¡uoooh!". Ante la felicidad y lo hermoso se nota hasta donde le llega a uno el calado literario, de qué es capaz y donde se le atraganta el motor. A mí se me atraganta, definitivamente. Pensándolo bien por eso mismo casi nunca escribo de la Muchacha, y ella simplemente es una presencia que revolotea sobre estos posts, o que de vez en cuando dice algo.

Tiene todo esto un algo de observar al sol por su reflejo, por su proyección.

El caso es que hemos ido a ver las ruinas de Tulum, esta mañana.

Tulum, como Palenque y demás cosillas de esta inmensa parte de México, era feudo Maya, aunque hay que decir con una mano en el corazón que de todos los Mayas que poblaron mesoamérica, los de Tulum fueron los más listos y los más adelantados a su tiempo. Los más listos porque en vez de plantar su templo en mitad de la selva, o en lo alto de una montaña, o en mitad de un pantano, como hicieron los Aztecas, estos debieron pasarse por aquí, ver la playa y pensar "coño, ¿y si montamos el negocio aquí, y a la que terminemos los ritos nos damos un chapuzón?" Y los más adelantados a su tiempo porque con la playa y demás, el conjunto de templos y ruinas de Tulum tienen toda la pinta de haber sido, en su día, el primer hotel con spa y toda la vaina del mundo.

Así que pensando esas cosas y trepando senderos y contemplando iguanas hemos pasado la mañana. He hecho la foto típica de Tulum, obligatirio hacer esa foto que, me constaba ya antes de venir, todo el mundo hace. De hecho había hasta cola para colocarse en el sitio donde se ve el templito y la playa. En cualquier caso y por buscar algo más de originalidad he hecho otras cuantas fotos que espero menos convencionales, con la reserva que me da pensar que tampoco es que haya sido tan rompedor, que no me he descolgado por ningún acantilado ni me he tirado de codos al suelo ni nada por el estilo. Salvaré la honra en el post-procesado, espero.

Pero ahí están las fotos. Son preciosas porque aquello lo es. Son preciosas, y lo único que me duele es que son tan preciosas como las de cualquier otro que hacía cola ante aquella barandilla para hacer la foto. No dejan de ser la versión fotográfica del "uoooh", única respuesta instintiva a la belleza.

Y en definitiva, son preciosas porque son preciosas, porque esto es precioso. Y quizá lo que me duela es que no veo mucha forma de embellecerlas mucho más, que pensar en procesarlas y tal me da la mala espina de intuir que poca cosa se podrá cambiar. Y por eso quizá sean más artísticas la fealdad, el drama, lo trágico, lo sucio. Porque se puede dejar bonito. Pero es que lo bonito ya está así, y lo más fácil si se toquetea, si uno no anda fino, es que empeore.

Pensándolo bien, lo bonito es un asco. ¡Pero es que es tan bonito!

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.