23.8.09

Tulum, Quintana Roo: a mí esto ya no me lo cuentan

Hay bien poco que decir de Tulum, en realidad.

Mirando las fotos, he hecho unas 20, y unas 10 piden fotoblog a gritos, y tampoco creo que haga muchas más (pienso esto como autoconvencimiento, porque me he dejado el cargador de la cámara en Playa del Carmen y ando casi sin batería. Déjame que me lo crea). Tengo foto de nube sobre el mar, foto de palmerita con playa de fondo, foto de grupo de palmeritas con playa de fondo, y variantes.

Tampoco se puede hacer más porque el paraíso es como es, cada palmera es perfecta, cada trocito de mar bonitiquísimo, y así todo el rato. Hasta un fan como yo de la grieta, la roña, la decadencia y la herrumbre no puede dejar de decir pues sí que hay que joderse, sí, qué bonito todo.

Como experimento, cuando caminábamos este mediodía por la playa, me puse a pensar si no sería quizá Tulum la playa perfecta porque siendo como es una playa estupenda le falta todo lo que le sobra a otras muchas playas que podrían haber sido estupendas, o al menos estar bien.

Por ejemplo, si a cualquier playa española del levante le quitas la gente, la arena que hierve, el agua demasiado fría o caliente, los hoteles en primera línea de playa cada 10 metros y la gente gritando, sale algo parecido. Si luego encima lo plantas aquí en el Caribe, pues eso, Tulum debería llevarse un 5 de nota, porque juega con mucha ventaja.

Anotado me queda como uno de los lugares más bonitos que he visto en mi vida.

Dice la Muchacha, que me lee por encima del hombro mientras escribo, que salude a su madre y que diga también que se ha echado la siesta más bonita de su vida. Tirada en la playa. Tengo una foto suya de como 5 segundos antes de que dejase de leer a quedarse roque, la pobre.

Antes de esa siesta que me obliga a contar nos hemos metido a un hotelito a comer. Es decir, al Hotelito, porque no había otro a la vista, ni nada, porque ¿he dicho que la playa está desierta? Yo pensaba que era una metáfora, en fin, qué maravilla. Ah, sí, la comida. Hasta me ha dado por pedir pescado, yo qué sé, por ponerle alguna pega al día, y ni así, qué rico todo. La camarera era bastante simpática. Nos ha estado preguntando que dónde nos alojábamos y bla bla bla, y resulta que es la novia de uno de los encargados de nuestro hostal. Vecinos en Tulum, tenemos ya.

Nos hospedamos en una cabaña en el sitio del que hablaba, un hotelito u hostalito o lo que sea de Justino. Tenemos una mosquitera y un bote de repelente para mosquitos, y la playa a un cigarro de paseo. El hostelito tienen un cenote, que pese a lo que pueda parecer no es una gran cena, sino un estanque profundo y con cuevas y matojos todo alrededor y hasta un cocodrilo. Dicen que es pequeñito y que no muerde, que para la única que tiene peligro es para Lola, la perrilla de Justino, que sí tiene un tamaño más confundible con el de una cena de mini-cocodrilo. Hemos salido a buscarlo en una canoa, la Muchacha y yo, pero no lo hemos visto.

En fin, sufro mucho pensando en mi batería descargada, no me convenzo mucho, la verdad, con lo de bah, si ya tengo mi foto arquetípica de palmera, patatín patatán. Otro consuelo viene de pensar que mañana iremos a las ruinas famosérrimas de aquí, donde haré el resto de fotos obligatorias que hay que hacer aquí. Y luego a quemar lo que me quede de batería y después a consolarme dedicándonos a hacer cosas que impliquen mucha agua salpicando o mucho estar tirado en la playa leyendo sin hacer nada más. Y resignarse bañándonos y dormitando y dorándonos al sol. Será un terrible sufrimiento, pero en fin, por intentarlo que no quede.

Qué bonito que es esto, leñe.


Edit: otra visión (desde otros ojillos) del hostal de cabañitas de Tulum, aquí.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.