Este fin de semana ha sido el de las crueles satisfacciones, que son esas satisfacciones que le hacen a uno complicado contener la risa contenta potenciada, además, por el dolor ajeno. Por el dolor no doliente, se entiende, sino por el dolor blanco, inocente, el que jode pero se cura con un suspiro. Tampoco es que me vaya yo a echar a reír porque a alguien le roben el coche, le secuestren al gato o le prendan fuego al peluquín. Quizá en vez de dolor hubiese debido decir dolorcillo. O remitirme a la rechifla sana. Pero no corrijo: que quede constancia de mi errático meditar, que no sea este blog una reinvención de su autor, sino un dedo acusador que señala sus faldas. Digo faltas. Perdón.
El segundo momento de cruel satisfacción ocurrió el sábado, de madrugada. Estaba yo asistiendo al cumpleaños de la novia de uno, o bueno, la prometida. O algo. Quizá todo fuese una excusa para llevarles a sus gatos (Janfrito y Boguitar) algo de compañía, o para fardar de la réplica de Narsil que usan como abrecartas y bastoncillo para retirada del cerumen orejal desde hace no mucho. El caso es que estábamos allí devastando sus reservas de cerveza cuando advertimos (ya nos lo habían dicho pero como les conocemos, les queremos y queremos seguir queriéndoles, jamás les escuchamos) que desde su ventana se ve el nudo de la M-30 con una carretera nacional, y que allí se paran en el arcén coches sin distintivos que pertenecen a la policía y que se dedican a plantar un radar móvil y sacarle fotos a quienes incumplen un prohibido pasar de cincuenta que hay por allí. Ver poner multas a los coches que van como locos es tremendamente satisfactorio y adictivo. Uno se alegra pensando en el “ups” del cazado al ver el flash en su retrovisor. En especial si es uno de esos idiotas que van de noche con los antinieblas, cuando no hay niebla que valga. Y más en especial todavía cuando ve que viene un coche de policía sin las sirenas puestas, y pasa a todo gas, y clic, le alumbra el flash de la multa, para nuestro regocijo de mirones.
El tercer momento fue ayer por la tarde, al seguir, convertido en atlético por un día, las dos remontadas que ayer hizo el Atleti contra el Barça. Por si fuese poca satisfacción pensar en la gente a la que uno podrá tocar las narices después del partido porque, pobrecitos ellos, son del Barça, yo me entretenía pensando además en Que No, mi compañero de trabajo, que es del Atleti y que, inocente él, decía la semana pasada que respecto al partido con el Barça él se alegraría más si esta semana perdía su equipo, por tocarnos las narices a los del Madrid. Con lo cual llegamos hoy al delirio más absoluto: yo le miro con sonrisa lobuna y él me esquiva los ojos ¡porque su equipo jugó un partidazo y ganó! Es genial esto de los odios en el fútbol, que le dan a uno estas alegrías.
Y por cerrar el inventario, el primer momento ocurrió también el sábado. Uno de los invitados a la fiesta cumpleañera es un viejo conocido al que siempre me da una alegría tremenda ver, y es un chaval estupendo y tiene méritos propios como para que yo me alegre de verlo por todo lo que a él mismo se refiere, sin crueldad ninguna. Pero se da el caso de que, encima, es amigo de toda la vida de una de esas exnovias que uno tuvo en su día y de las que ya no sabe nada, y de las que le encantaría saber, porque siempre es bonito saber de la gente que habitó el pasado de uno cuando el presente es un sueño y el futuro una tierra promisoria que uno arde de ganas de conquistar. Lo que le convierte a él en uno de esos geniales personajes capaces de decir, un día, de pronto, en reunión de sus amigos.
–El otro día vi a David, en el cumpleaños de la tía esa de los rizos.
–¿David? ¿Qué David?
–Aquel David.
–¡Oh!
–…
–…
–…
–...¿y… qué tal le va?
–Se le ve contento.
–Oh.
Y quizá, siendo ya rematadamente ególatra, hasta:
–¿Y te preguntó por mí?
–No, la verdad es que no. Parecía muy ocupado hablando embobado de no sé qué muchacha y mirando cómo ponían multas por la ventana.
Mi alegría actual aparte de ir batiendo records es expansiva; le da a uno ganas de gritársela al mundo (qué te voy a contar, si me lees con tu santa paciencia). Y si encima puede uno hacerlo entonando el “ña ña ña” y el “mira lo contento que ando” este que supone poder lucirla delante de alguien que asistió a viejas historias que terminaron con sus viejas heridas (más raspones que puñaladas, todo es cierto, y todo se agradece), a alguien que, quizá, quien sabe, pueda sostener ese diálogo anterior, entonces ya la cosa toma ese cariz para nada inocente que es como el chorrito de whisky en la lata de cocacola que uno bebe entre niños, como la visión de un escote bello y fugaz en un vagón de metro, como el resbalón y el tropiezo de un peatón que nos empuja para pasar. Y uno se siente feliz y malo, cruelmente satisfecho y satisfactoriamente cruel, y termina dando un poco igual que el día ande nublado y mustio, porque uno sonríe y, como mucho, se preocupa porque el fin de semana que viene haga sol, o que le ganemos nosotros al Atleti.
seppuku
ResponderEliminar¡Eso mañana (por hoy. O por mañana, no sé)!
ResponderEliminarCuando le dedique un post al Espidifén.
¡bufandas!
ResponderEliminartodo lo que pude/puedo decir
...Todo bien hasta que entraste en la camisa de varas del rectángulo de juego...
ResponderEliminar...Maldita sea...
...Con todo, peor es ser del Betis y del Barça, y no soportar al Madrid, y haber sido testigo del fin de semana pasado...
...Ese sí que fue duro para mí...
...Un amigo a cuyo lado Sade sería la Madre Teresa de Calcuta me mandó el siguiente mensaje cuando terminaron los partidos: "viva er beti manque pierda y visca el barça"...
...Que visque, que visque, me recuerdo murmurando entre dientes buscando desesperadamente alcohol...
...Un abrazo aunque seais malditos madridistas...
Aroa: y revistas inexistentes. De todo hay en la viña de la durmiente.
ResponderEliminarMiguel Ángel: no me guardes rencor, hombre. Que no es culpa mía que el Barça sea un equipo de cobardicas, el Betis una feria de locos y el Madrid una implacable máquina de remontar :P
No es culpa mía que tus equipos pierdan y jueguen mal, ni que el mío gane y remonte y bla bla bla. Así que me declaro inocente de cualquier cargo, visqueante o no.
No sé si te servirá de consuelo pero hey, ya estuvisteis los del Barça contentos en la primera vuelta, ¿no?, barriendo récords y tal. Seamos ecuánimes, hombre, un poco de generosidad, ahora nosotros remontamos y ganamos la Liga y al final todos contentos medio año, ji ji.