24.2.09

vida al otro lado del espejo

De las absurdas fantasĂ­as del acerbo comĂșn hay una que en mis tiempos me hizo pensar bastante (porque como bien sabes me gusta mucho perder el tiempo pensando en tonterĂ­as): la de atravesar el espejo, cosa literaria como pocas. Yo miraba el espejo y veĂ­a el mundo del revĂ©s, izquierda a la derecha y derecha a la izquierda, y pensaba ¿y si se cambiasen los lados, y yo estuviese de aquel?

A priori no sería mucho problema. Al principio me pegaría unos cuantos trastazos cuando por ejemplo fuese a levantarme por las mañanas del lado de la cama que daba a la pared, o cuando camino del baño en vez de girar hacia la puerta lo hiciese hacia aquel muro con un grabado de gente haciendo carbón que había ahí, frente a la puerta del baño. Cogería la cuchara y el cuchillo al revés que todo el mundo, teclear en un ordenador sería un jaleo, y leer una tarea algo mås lenta (aunque no demasiado. Si a fin de cuentas aprendí en tres patadas a leer los periódicos al revés, en el metro, de pie, frente a alguien que lo leía normalmente, no sería tan novedoso, simplemente la simetría dejaría de ser puntual para ser respecto a un eje). A fin de cuentas, pensaba yo, lo mås raro sería que me volvería zurdo de manos (y diestro de piernas, al contrario que ahora), y si surgía alguna complicación grave, como tendencias suicidas a la hora de coger el coche (cuando pensaba esto era muy joven para conducir, pero ya me anticipaba yo audaz al futuro) siempre podría mudarme a Inglaterra y no embestir a los coches en sentido contrario.

Hoy cuando me he levantado y he empuñado de nuevo la corbata he recordado todo aquello cuando, de nuevo, me ha surgido la duda de cĂłmo narices solĂ­a hacer yo el nudo de la corbata, porque de nuevo he sufrido mi momento de desacomodo, de olvido de la rutina, de procedimiento supuestamente automĂĄtico atascado. Y de pronto he caĂ­do: me estaba poniendo la corbata al revĂ©s. Siempre me la pongo dejando colgar la parte grandota, que quedarĂĄ visible, del lado izquierdo, y ayer y hoy al primer intento lo he hecho de manera simĂ©trica, haciĂ©ndolo del lado derecho. Un cambio tan sutil y tan absurdo bastĂł ayer para que me hiciese un pequeño lĂ­o, mĂĄs conceptual que otra cosa. AsĂ­ que he rectificado y he sentido cĂłmo los dedos recuperaban de pronto su memoria ritual y flop, flap, alehop, voilĂ , dejaban la corbata puesta y funcionando sin pantalla de error, como todos los dĂ­as excepto ayer. He sonreĂ­do pensando ah simetrĂ­a, te cacĂ©, y me he venido al trabajo sospechando que a partir de mañana voy a empezar, por quĂ© no, a hacerme la corbata como ayer, del otro lado, por si algĂșn dĂ­a cruzo algĂșn espejo y, de manera absurda (porque quĂ© mĂĄs darĂĄ) me da por hacerme la corbata como siempre, es decir, del revĂ©s.

2 comentarios:

  1. ¿Pero sigues sin tener ganas de decir "de Carmen Laforet" cada vez que oyes "nada"? Porque si es asĂ­ has tenido una ganancia no justificada que me hace dudar seriamente de la Justicia.


    (En la que hasta ahora tenĂ­a una fe inquebrantable.)

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  2. Ah, no, las ganas siguen indemnes, descomunales, feroces. Pero yo resisto. Aunque de vez en cuando comience, refrånico, a murmurar "quien nada..." y luego me ría histérico por lo bajini, ji ji ji.

    ¡No a los quebrantos!

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la mĂșsica que no le gusta a nadie y las pelĂ­culas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez mĂĄs libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pĂĄnico, no cuelgo aquĂ­.