Ayer por la tarde mi ordenador de la secta decidió que no le apetecía conectarse a nada. Es una faena cuando uno pretende trabajar, porque todo mi trabajo lo hago en red. Bueno. El problema es que también es una faena cuando uno no pretende trabajar, porque no iba ni el correo, ni Internet, ni nada. Enfrentado a la posibilidad de pasarme la tarde ojeando la Zombie Survival Guide y/o trasteando con sucesiones numéricas en alguna hoja de cálculo se lo conté Al Que No Es, que me dijo “aaah”, así que yo puse el antivirus a funcionar y me fui a casa de la Muchacha.
Esta había quedado con la creadora del Bremen. Creo que ya lo he contado alguna vez: el Bremen sería una deliciosa metáfora religiosa si la religión no fuese absurda: ella nos reunió, nos creo como taller literario, y después nos abandonó, aunque de lejos, cuando se aburre, nos echa una mirada curiosa. Yo cada vez que la veo recuerdo mi metáfora y pienso que quizá un día aparezca con un lanzallamas, apartando a justos de pecadores y proporcionándonos nuestro apocalipsis y luego, balanza mediante, cielo o infierno a quien corresponda.
Es, lo sé, una visión absurda cuya única razón de ser es que, bueno, si la vieras estarías de acuerdo –o no– en que es gracioso imaginársela lanzallamas en ristre con cara de justiciera definitiva, pero yo creo que como consecuencia de tanto jolgorio mío al pensarlo ya me porto bien con ella, por si las moscas.
En cualquier caso habían quedado la Muchacha y ella para tomar un café, así que cuando llegué estaban tomando té. Yo, como soy así de consecuente, decidí tomarme un café, y por no hacerle un feo, como tres docenas de las ensaimadas que había traído para merendar. Y hablando de todo pasamos de los cafés que eran tés y el café que sí que era café al vermú (ellas) y el tequila (yo). Serían entonces las seis y media de la tarde. Ya era de noche, con siempre le da un aire toledanamente legítimo a la cuestión del beber.
Así que ahí andábamos, dándole a la lengua, marujeando, riéndonos, pasando la tarde, y por cortesía de la calefacción, del café y sobre todo del tequila yo empecé a tener calor. Aquí debo puntualizar que yo iba exquisitamente vestido: zapatos, pantalones negros de vestir, camisa blanca de rayas y corbata colorada (por cierto, que ya sé para qué sirve una corbata: para quitarle el polvo a la pantalla del móvil). Iba así porque aunque en la secta vamos con túnicas, crucifijos invertidos, brazaletes erizados de pinchos corroídos y de figuras demoníacas, en fin, lo típico de una empresa del ramo, pero claro, para ir y volver a casa nos disfrazamos de oficinistas clásicos, por no ir dando la nota en el metro. Así que cuando harto del calor me quité la camisa, debajo apareció mi camiseta interior, que en vez de ser la clásica camiseta blanca de algodón era una negrísima de Amon Amarth.
–¡Hostiás! –exclamó Lara, creadora del Bremen y culpable, por tanto, de que la Muchacha y yo nos conozcamos.
–¿Hostiás, qué?
–¿Y esa camiseta?
Yo miré hacia abajo, a la tela negra y los dibujos de espadas y fuego y todo lo que por otra parte se puede esperar en una camiseta de un grupo de death metal melódico vikingo.
–Bueno, uno puede ir disfrazado, pero de alguna manera hay que mantener la coherencia.
Y ella se echó a reír mientras yo le explicaba la satisfacción que da ir así por la calle diciendo sí, vale, yo voy como me digan los que pagan, pero por dentro voy como me parece. La Muchacha, meneando la cabeza y sonriendo, imagino que recordaba mis absurdos pases de modelo de por las mañanas mientras empuñaba la botella y nos servía otra ronda de vermú, para ellas, y otro tequila, para mí.
Lo que no dije es lo difícil que resulta camuflarse luego las camisetas debajo de la túnica satánica. Aunque, viéndolas, yo creo que no desentonan demasiado.
Doy fe de esa camiseta. Llamaradas. La cuestión que no se me aclaró al final fue: ¿se transparenta o no?
ResponderEliminarPuntualización: una tomaba vermú blanco y la otra rojo. Bueno, luego dos blanco. Pero había botella por cabeza, que es lo mejor de tomar café con los amigos, en según qué casas.
Y el lanzallamas yo creo que habrá que dejárselo a Rebe: ella sí que va a venir un día de éstos a carbonizarnos a todos...
Gracias, Lara, por confirmar que cada una de las palabras que escribo en este blog no son sino eslabones todos ellos de la pura, absoluta, sincera, honesta y puro y absoluta y sincera y honesta verdad. Absoluta. Y tal. Y tú eres una friqui en ciernes, quién lo iba a decir.
ResponderEliminarLo de las botellas, la Muchacha, que es mujer de principios. Y transcursos, y finales, y de todo, tremenda mujer. Yo la quiero, creo que se me nota un poco.
Naaa...
ResponderEliminarApenas se te nota