3.12.08

true blood y el friquismo bien entendido

Pensaba yo esta mañana que quizá lo más fascinante de este universo nuestro es la cantidad de comportamientos similares que se establecen entre cosas que no tienen nada que ver las unas con las otras. Lo pensaba leyendo sobre la canción I don’t like Mondays de los The Boomtown Rats, que es un ejemplo grandioso de cómo la belleza puede florecer de cualquier cosa, e igual que una flor puede nacer en una pila de estiercol una buena canción puede hacerlo a partir de que una tal Brenda Ann Spencer se despertase a sus dieciséis añitos una mañana pensando que no le gustaban los lunes, y cogiendo el rifle que su padre le había regalado por navidad matase a dos personas e hiriese a otras seis disparando al colegio que tenía frente a su casa.

Y pienso en eso y recuerdo –en parte porque en el fondo es la misma relación de proceso de podredumbre a arte y en parte porque, como dije, tengo pendiente hablar de ello– True Blood, la serie de Alan Ball a la que la Muchacha, mi compi de piso y yo estamos enganchadísimos, los tres.

Cuando decimos que nos gustan y la gente pregunta ¿y de qué va?, lo normal, lo sintético, es decir que es una serie de vampiros, y entonces la gente alza las cejas y te cataloga como friqui y te cree adicto a algún producto similar a Buffy Cazavampiros. No es así, y yo, por eso, cuando la Muchacha se lo dice a alguien, suelo apostillar por lo bajini “es una metáfora sobre el racismo” (y ese, y no el friquismo, que al fin no es más que una curiosidad exacerbada sobre algún gusto particular, es el abono del que crece aquí el arte), pero tampoco le pongo mucho empeño a la defensa de los cargos de friquismo, porque si bien no es cierto que seamos friquis en el sentido de quien está enganchado al tostón de Buffy, sí que lo es que yo esta serie la busqué con los dientes largos (qué propio) porque la escribe y produce Alan Ball, el de A dos metros bajo tierra.

Ya en esa serie Ball sorprendía contando las peripecias de una familia de clase media americana, cosa nada sorprendente y que se viene haciendo desde que la tele es tele que ganaba la gloria en parte por integrar como cosa absolutamente cotidiana el que los espíritus de los muertos rondasen a los vivos como en un libro de García Márquez, y en parte, y aquí es donde Ball se mostraba un genio, con el retrato de sus personajes, de sus vidas y de su circunstancia.

El que tiene retiene y vampiros aparte, True Blood es una serie que da gusto ver. Hay escenas completas en las que los personajes dejan de ser los integrantes de algo tan artificioso como podría ser (aunque nunca lo es) una gran metáfora del racismo con vampiros, para ser los habitantes de Bon Temps, Louisiana, un pueblecito perdido en esa especie de selva tropical sudeña plagada de bichos que cantan en las noches cálidas, donde todo el mundo se llama por el nombre de pila y se conoce desde la infancia y uno casi puede sentir el olor de la vegetación y el tacto del viento en la piel. Ball es brillante a la hora de ubicarnos en la rutina, de lanzarnos de cabeza a una vida rural y tranquila, de hacer nuestro el entorno de calma en el que los personajes han estado viviendo justo hasta que ha empezado la serie, y Bill el Vampiro se ha mudado a la gran casona vacía del otro lado del cementerio y de pronto han empezado a aparecer mujeres muertas por allí.

Y si en algo Ball es mejor que en el retrato de las cotidianeidades de un pueblo de Lousiana, es en crear la atmósfera que le interesa para su historia de vampiros, o sea, de racismo. Los vampiros dan el miedo que debería dar el racismo, pero la gente, alguna gente, les teme y les odia por los siglos que, antes de que los japoneses inventaran la sangre sintética, han pasado hechizando a la humanidad y alimentándose de su sangre, y Ball consigue que, como dijo una noche inspirado y perspicaz mi compañero de piso, no haya un solo elemento de la serie que, bien mirado, no provoque un escalofrío.

Como muestra la cabecera, que ha desbancado a la increíble intro de Dexter como mi favorita de todos los tiempos, con esa Lousiana aterradora y (por lo) cotidiana, con esos videos de fanatismo y rutina, los fotogramas atravesados de sexo y sangre, y con Jace Everett cantando I’m gonna do bad things to you:



Vivimos en una época en la que se ha acabado la envidia que uno puede sentir por los contemporaneos de, digamos, Dumas, que pudieron leer semanalmente y ver crecer Los Tres Mosqueteros. Vivimos en la época en la que podemos ver, según la emiten (ya no, porque ha terminado la primera temporada, pero ya vendrá la segunda), algo que, en un futuro, despertará la curiosidad de nuestros descendientes, que se preguntarán cómo diablos pudimos sobrevivir viendo capítulos de obras de arte monumentales como estas en dosis de una hora a la semana, en vez de, como pide el cuerpo, tragarselas enteras temporada a temporada.

Viéndolo, es fácil comprender que uno está asistiendo al espectáculo de la cultura moderna. Contándolo, le toman a uno por friqui. Pues, acepta este consejo, sé friqui, y bájate esta serie, y bienvenido a la Lousiana de los vampiros (…y demás fauna).

6 comentarios:

  1. Bravo.

    Jamás he estado más de acuerdo, palabra por palabra, con un post ajeno. Con los míos tampoco, pero ésa es otra historia.
    La cabecera es mi segunda favorita después de la de Six feet under, cómo no, Alan Ball también.

    No sé dónde leí que si Shakespeare y Cervantes estuvieran vivos escribirían para la HBO, y no puedo estar más de acuerdo.

    Dentro de 200 años, cuando todos estemos muertos y los habitantes de este planeta se pregunten qué coño era la postmodernidad de principios del siglo XXI, para explicarlo, habrá retrospectivas de series como ésta en el Moma.

    Eso sí. CUIDADO, SPOILER, NO SEGUIR LEYENDO SI NO HABÉIS VISTO EL ÚLTIMO CAPÍTULO DE LA PRIMERA TEMPORADA DE TRUE BLOOD. Me jodió lo de René, era de mis actores favoritos.

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  2. Ruidoperro, totalmente de acuerdo contigo estando tan de acuerdo conmigo, claro. Lo contrario sería incurrir en contradicción, como eso de estar en desacuerdo contigo mismo, aunque incurrir en contradicciones con uno mismo tampoco es tan raro.

    No sigo por si los spoilers.

    Lui: entonces deberías probar la droga dura. Alf era gracioso, pero es lo que las novelas de vaqueros de los sesenta son a la literatura.

    Respecto a qué son los blogs, bueno, yo estoy de acuerdo con lo que dice Hernán Casciari: los blogs no son nada. Sólo son una herramienta. Esto son palabras, en un soporte nuevo, simplemente. El movimiento blogger ya no existe, que tú noveles tu vida en tu blog (ejem, cuando tienes tiempo, ejem) no te acerca ni te hace de la misma clase cultural que quien se dedica cada día a escribir sobre de qué color se ha pintado las uñas y lo que opina del último capítulo de OT, si es que siguen echando OT, que no lo sé.

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  3. Mujer, que el soporte influye es evidente, cada uno tiene sus características, sus ventajas y sus inconvenientes, y lo que se hace en los soportes se ve alterado por el soporte, pero la música era música cuando se interpretaba con instrumentos y se guardaba en partituras y sigue siéndolo cuando la utiliza mi teléfono móvil para poner la canción del vídeo de este post cuando me llama la Muchacha. Pero no existen "el fenómeno CD" o "el fenómeno MP3", son soportes, medios, para elementos que pueden ser el mismo en diferentes medios, o diferentes cosas en un mismo soporte, ¿no?

    Tú en tu blog haces literatura, igual que otros hacen recopilaciones de música, otros recetarios de cocina y otros misales sobre política. Que tu literatura, las recopilaciones, los recetarios y los misales permitan la inmediated, la accesibilidad y el feedback no convierte a tu blog y a uno de cocina en cosas iguales, para mí.

    Y tuerce el tema y desahógate lo que quieras.

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  4. ¡Te has adelantado a Boyero (otro crack)! Su artículo de hoy sábado en EL PAIS:

    http://www.elpais.com/articulo/Pantallas/Vampiros/elpepugen/20081206elpepirtv_3/Tes


    Pinta bien la serie, sí...

    besotes y buen puente

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  5. Qué ganas de verla, deseo copiarmela de tu disco duro en caso de que sea posible. Para mi uno de los personajes más interesantes y turbadores que jamás mente humana haya urdido es Brenda, la superdotada ninfómana de Six feet under. Y sin duda, los mejores títulos de crédito de la televisión; aunque la estética de estos que pones con ese rock fronterizo molan mucho.

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  6. Boyero, Boyero. Boyero es un crack cuando habla de cine, pero en las series yo siempre le siento a rebufo del gurú Casciari, ¿eh?

    Y en cualquier caso dice, como buen mortal, que le gusta, pero se entiende que sólo ha visto un par de capítulos. Seguro que aún no sueña con la humedad del rocío ni con el escándalo de los grillos, je.

    Danielsan, pues en cuanto vuelvas de Cadiz te hago un transvase, 12 horitas de sur de Lousiana para vos, ala.

    Y de paso aprovecho para grabarte un CD que yo creo que te tendrá que gustar, ji ji.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.