8.12.08

la vida eterna y la literatura infantil

Cumplí mi amenaza (¿que a quién amenazaba? Ah, no sé) de irme al campo, y me tragué la caravana más inmensa que jamás he tenido que soportar. Del kilómetro 18 al 25 de la N-V, dos horas y media. Con San José de Valderas ahí al lado y yo pensando que me daba tiempo a echar el freno de mano e ir a comprar algo. Lástima que nunca se me ocurra qué comprar en los centros comerciales (como dependa de mí la salvación del capitalismo consistente en reactivar el consumo vamos de culo). Así que salí a media tarde y llegué bien de noche, con el tiempo justo de cenar y bajar con Perico y Rebe a tomar los postres -unas doscientas o trescientas andanadas de chupitos de licor de hierbas- en un bar. Después ellos decidieron irse a dormir, y yo ir a por tabaco a un bar, asunto en el que al final invertí tres horas, seis copas y casi el paquete de tabaco, porque allí en mi pueblo esas tareas suelen implicar complicaciones.

Estas surgieron, como suelen, como la presencia de algún conocido, en este caso Bilia, un tipo de allí que con trazos rápidos podemos dibujar como un empresario "de izquierdas" (de hecho socialista, que para algunos es lo mismo y para otros no tanto) firmemente creyente en Dios, o en una versión particular de Dios con una vida eterna consistente en una barra libre infinita y mucho sexo y rock de fondo. Así que como suele pasarnos nos pusimos a discutir sobre creer y no creer, aclaramos conceptos sobre el agnosticismo y debatimos sobre el significado de los actos de la vida pasajera frente a la eternidad infinita.

-Es que para mí nada tendría sentido si esto fuese todo -decía él.

-Es que para mí nada tendría sentido si esto no fuese más que un preludio insignificante -decía yo.

Nos ponemos muy intensos con estos temas, el Bilia y yo. Al final le terminé remitiendo a Borges: nadie puede hablar en serio de la vida eterna antes de leerse El Inmortal, y de ahí pasamos a la literatura.

-Es que a mis hijos no les gusta leer -decía el Bilia, con los ojillos brillantes clavados en la enésima copa vacía de la noche-. Mira que les paso cosas estupendas de Ken Follet y de literatura histórica...

Yo me atragantaba.

-Pero hombre, Bilia, es que así no me extraña. ¿Tú crees que un chaval de catorce años puede tener el menor interés en aprender cómo se construían catedrales?

-Es un tema muy interesante -se defendía él.

-Para tí -respondía yo-. Y es un gusto particular de un lector de 50 años. Los niños quieren otra cosa.

Al final él, proclamándose empresario socialmente comprometido, se empeñó en pagar las copas y yo quedé en redactarle una lista de sugerencias de lectura para chavales, diciendo con un orgullo supongo que bastante injustificado que si esos libros no les gustaban sería que no tendrían sangre en las venas. Olvidé redactar la lista y de todas formas a la noche siguiente ya no lo vi, así que ala, aquí va mi lista de libros de lectura para iniciar a los chavales de catorce años en vicios al margen de la Wii, la Xbox y la Play:

Lista de libros de lectura para iniciar a los chavales de catorce años en la lectura
ese vicio no imposible al margen de la Wii, la Xbox y la Play


1. Los tres mosqueteros (Alejandro Dumas). A priori podría estar un tanto desvirtuado por las adaptaciones cinematográficas pero esos diálogos, esa panda de espadachines alcohólicas, los diálogos brillantes y la parte oscura del final del libro, nada que ver con los finales de las películas, lo hacen una apuesta segura.

2. Neuromante (William Gibson). Internet es un espacio en el que sumergirse, el mundo es un inmenso cenicero hasta el borde de colillas húmedas y ceniza, los ordenadores inteligentes trazan sus tejemanejes e incluye historia de amor con sexo y final muy aleccionante. Favorito personal que yo creo que vale.

3. El Señor de los Anillos (J. R. R. Tolkien). Era imprescindible antes de Peter Jackson, aunque quizá lo apabullante de su visión lo haya vuelto un tanto prescindible: a día de hoy, si lo leyese por primera vez, no sé si pensaría lo mismo. Aunque quizá por las películas sea más fácil promover su lectura. Una historia magnífica, en cualquier caso.

4. Aquellos libros fabulosos de la colección Barco de Vapor: todo el mundo recuerda unos cuantos y tendrá sus favoritos. Los míos son La Señora Frisby y las Ratas de Nimh, De profesión: fantasma y cómo no El Pirata Garrapata. El único problema es que quizá a día de hoy los niños de 14 años ya no sean lo que fuimos.

5. La Princesa Prometida (William Goldman); otra apuesta segura. Si las peripecias de Goldman buscando para el hijo que pese a su divorcio y a la distancia no quiere perder y al que, precisamente, pretende despertar el gusanillo de la lectura que a él le pegó su padre con un libro que recuerda pero que no es lo que parecía no funciona, apaga y vámonos. Y tiene espadachines, piratas y humor a mansalva.

6. El club Dumas (Javier Pérez Reverte). Si funcionaron los Tres Mosqueteros, entramos aquí en la metanovela, Dumas convertido en el eje de una trama que tiene de todo.

7. Las crónicas de la Dragonlance (Margarett Weiss y Tracy Hickman). ¡Dragones, espadas y sangre a valdes!, otra cosa épica que leerse en la adolescencia.

8. Cualquier cosa de Terry Pratchett que suceda en Mundodisco. Si se consigue que el gusanillo de la literatura de fantasía muerda y enganche siempre será bueno darles algo con lo que reírse de ello, no se lo vayan a tomar demasiado en serio.

9. La trilogía de la Fundación: La Fundación, Fundación e Imperio y Segunda Fundación (Isaac Asimov). No es que la ciencia ficción de Asimov haya envejecido demasiado bien, pero quizá la épica del marco cuaje, y la filosofía de Asimov ("la violencia es el último recurso del incompetente") es algo que cualquier padre cuerdo querrá meterle a su hijo en la cocotera. Siempre está bien tener como referentes culturales a unos personajes que no resuelven los problemas de la trama a tiros o a bofetones.

10. La Canción de Hielo y Fuego (George R. R. Martin). Aquí sí que se resuelven algunos problemas a base de cortarle partes del cuerpo a la gente de forma traumática -no todos-, pero de nuevo la sangre a raudales y la promesa de dragones puede servir de cebo para desatar la sed de palabras.


Y esa es mi lista de 10 libros (más, porque hay trilogías y varios por punto) para adolescentes. Supongo que después de algo así me tocaría preguntarte a ti cuáles recomendarías tú, pero teniendo en cuenta el tiempo que me ha llevado a mí pensar la mía me da cosa pedirle a nadie que pierda tanto tiempo pensando algo para dejar de comentario en este blog. Lo que no quita que me fuese a entusiasmar leerme las sugerencias de nadie, claro. Pero no miraré mal a quien no lo haga, que quede claro.

11 comentarios:

  1. eeeeh! y qué pasa con miguel hernández para niños y lorcaparaniños y que pasa con...
    el hada acaramelada
    de pequeña atolondrada
    pues soñaba con ser hada
    de cucurucho y varita
    su madre doña rosita
    dandole beso tras beso
    le dijo
    nada de hada
    que ya no se lleva eso
    cómo vas a ser un hada
    con ese flequillo tieso
    y esos ojos de ratón!!!!
    que ya no se lleva eso!!!

    Bueno, creo que es para más pequeños...

    Yo miro la estantería en casa, aquí a las derecha, y mi hermana, recién cumplidos los 19, tiene todos los tomos de Harry Potter, Crepúsculos, Eclipses. Crónicas de Idhún...

    ¿igual estamos desfasadillos?

    berso!
    PD: Cuando no se te ocurra qué comprar en un centro comercial, tú dame un toquecillo, jiji

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  2. Ay, que me da!

    Qué guay :D

    Yo de la lista me leí El señor de los anillos, claro y una tonelada de El Barco de Vapor. El pirata Garrapata era el summum, el Testarossa de SM. Luego estaba uno del mismo autor y con el mismo humor, aunque un poco más moña: Fray Perico y su borrico. Había de todo! Drama social con Cucho de José Luis Olaizola, ciencia ficción con El maestro y el robot (de la serie roja, la más gorda y difícil), hasta un preaviso paleozoico y gabacho de Lost, "Un agujero en la alambrada"... *sigh*, qué tiempos... (y digo lo que Aroa, quizá para púberes más que adolescentes).

    Con la espada y brujería tampoco hay que empachar que luego igual siguen leyendo otras cosas que se compran la Tizona cuando van a Toledo con el viaje de estudios... Yo la Dragonlance la empecé pero no pude con ella.

    Dos recomendaciones más: El paquete parlante, de Lawrence Durrell (el de Mi familia y otros animales), muy grande, con ese sapo Gundemaro y ese Basilisco terrorífico (ya quisiera Harry Potter), y El misterio de la isla de Tökland, brutal, Indiana Jones y Lost en versión española.

    Me dan ganas de ser padre, tiene cojones...

    Abrazos!

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  3. iba a apuntar que no es Lawrence Durrell, si no Gerald Durrell, el hermano pequeño. Y que cualquiera de los libros de su trilogía de Corfú debería estar en esa lista. Sin duda.

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  4. Joder, ¿Canción de Hielo y Fuego a los 14 años? ¡Menudo trauma!
    Déjame sugerir por mi parte al clásico pero nunca pasado de moda Michael Ende: La Historia Interminable, Momo, y, si se quedan con ganas, los dos libros de Jim Botón.

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  5. Aroa: yo, consciente de mis limitancias, hablo de lo que conozco (y recuerdo, restricción terrible). Entonces, poco poetastro de esos chungos tuyos conozco yo. Pero desfasadillos no mujer, si esas cosas son como las de antes... y habrá que mirar las listas de ventas del momento, para que se enganchen con algo de lo que puedan hablar con los amiguitos gafotas del colegio, y de paso se vuelvan bichos sociales, los niños, je. Berso pa ti también y darete toquecillos, vale.

    Miguel, sí, quizá esos libros sean para antes, pero bueno. Y lo del Durrell, buenísima idea, sí, aunque como bien te corrige el Martin casi mejor para un niño leerse al hermano Gerald en vez de al Lawrence (que sale tan graciosísimo retratado por su hermano cazabichos, por cierto).

    Martin: cualquiera no, ¡los tres!

    ÓsQar, bueno, trauma, trauma, no sé. Yo a los 10 o 12 ya me estaba leyendo 2001 y un mix infernal compuesto a partes iguales por Enyd Blyton y Sven Hassel, y eso último sí que era trauma (y lo que molaba, oye, tanto panzer ensangrentado y tanta casquería, je je).

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  6. Bueno, pues yo añado un toque de diversión brutal: a partir de los 11 años, todos los libros de Guillermo Brown

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  7. es Arturo Pérez Reverte, me ha salido de palabra clave pater y me mola la lista de tus propuestas

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  8. Llego un poco tarde al comentario, pero bueno, sólo felicitarte por tu selección (y por tu cumpleaños, que según mis informaciones ha sido ayer). Cien por cien de acuerdo en las tres trilogías. Cómo me lo pasé con la Dragonlance, mucho mejor que con el Señor de los Anillos (tal vez para un chaval mejor El hobbit), aunque uno sea el fast food y otro la crema de la épica fantástica. Y con la Fundación de Assimov.
    De novelas "juveniles" o lo que sean, me ha emocionado que Miguel recomendara El misterio de la isla de Tökland, me apasionaba ese libro (Joan Manuel Gisbert: ¿genio no reconocido?); quizás faltan también el Pequeño Vampiro, que no se de quien es, y Matilda de Roald Dahl (que por cierto tiene unos cuentos para adultos alucinantes, Relatos de lo inesperado se llaman) y por supuesto, si se trata de inicar a la lectura, todo Tintín, Asterix y por qué no, Mortadelo, pero entiendo que esto va sólo de novela. También incluiría El perro de los Baskerville o cualquier otro Sherlock Holmes, y obviamente La historia interminable, pero sólo hasta que Bastian entra en Fantasía (por qué carajo no se acaba aquí el libro).
    Con lo que sí discrepo firmemente es con la inclusión de Los tres mosqueteros teniendo también El conde de Montecristo, muchísimo más cojonudo.

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  9. Yo llego también tarde, al post y al blog -que me han recomendado, no diré quién, que ella lo diga si quiere, y debo decir que ha sido una estupenda recomendación- y, en general, a todo, como tengo por costumbre. Y contribuyo con mi aportación, rarita, la verdad, pero fundamental: cuando uno es adolescente, o antes, a ser posible, tiene que leer a un inglés imperialista y tirando a facha que escribió la mejor y más romántica trilogía de aventuras que jamás se ha escrito: Beau Geste, Beau Sabreur y Beau Ideal, de P. C. Wren, que son tres libros, tres, como sus tres títulos indican, pero una sola y maravillosa historia. Si aún existe la Editorial Juventud, o alguien ha heredado sus fondos, allí se encontrará, sin duda. Y en algún momento de la vida, o mejor en muchos de ellos, y por tanto ¿por qué no en la adolescencia? hay que leer todo lo que se encuentre de otro inglés, este el más excelso humorista que ha dado nunca esa excelsa literatura: P. G. Wodehouse. Y, claro, habría que haber leído ya, alguien lo ha dicho por aquí, todo Guillermo Brown, de Richmal Crompton. Triste adolescencia la de quien ha llegado a ella sin leerlo, pero todo tiene remedio si se le quiere poner.

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  10. No te preocupes, me hago una idea de a que mente enferma se le puede haber ocurrido mandarte aquí. No seas bobo, no agradezcas. Insulta, defiende tu cordura!

    Me quedó intrigado por Wodehouse, el otro día tuve un librito suyo entre las zarpas... Y no se por que no lo compre, hum.

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  11. De Wodehouse: todo lo que encuentres de Jeeves & Wooster -hubo una excelente serie inglesa sobre ellos que se llamaba así, precisamente y que milagrosamente no se los cargó, sino lo contrario; con Hugh Laurie (House, para entendernos) jovencito haciendo de Bertie y el incomparable Stephen Fry de Jeeves-: Júbilo Matinal, con cuyo nombre me honro, El código de los Wooster, Muy bien, Jeeves, Gracias, Jeeves, De acuerdo, Jeeves... Debió de escribir como doscientas novelas y con todas te ríes mucho, aunque tienden a ser la misma novela escrita doscientas veces. A mí no me importa, he leído cada una otras doscientas. Pero las de Jeeves son, sin duda, las mejores.

    Wodehouse no es eludible ni sustituible. Su carencia se puede sobrellevar sin traumas visibles, pero una vez detectada y conocida, debe ser corregida, porque puede malignizarse.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.