La semana pasada se armó un considerable jaleo cuando un tal Pedro Castro, que por lo que se ve es presidente del PSOE de Getafe (o de Getafe del PSOE, no sé si me explico), llevado por la lógica de su forma de pensar y por una pintoresca propensión a la filosofía frente a los micrófonos, preguntó “¿por qué hay tanto tonto de los cojones que aún vota a la derecha?”
Por lo visto ésto ha desatado una serie de escozores bastante considerables y anda la gente bastante indignada con él y poniéndolo a caer de un burro. Eso lo veo normal. Lo que no veo normal es que quienes le critiquen sean, mayormente, de derechas.
Las preguntas pueden estar causadas por diferentes motivos: hay una serie de preguntas que se hacen sin esperar respuesta, sin que medie duda o petición de información, las preguntas retóricas o las que ya están incorporadas como muletillas del lenguaje (como por ejemplo eso de empezar a contar algo diciendo “¿sabes?”, o las clásicas de “¿soy yo o cada día estoy más gordo?”, “perdona, ¿me cobras?”, “¿tú eres tonto o qué?”, etc), pero por lo general y en esencia una pregunta es la petición de una respuesta que puede estar originada por un desconocimiento o una duda (preguntamos aquello que no sabemos, que nos intriga o que queremos comprender: “¿qué hora es?”, “¿eres del Barça o del Madrid?”, “¿el ser es y el no ser no es, o el no ser no es y el ser es, querido Zenón?”, “¿qué te parecería que me comprase una Harley?”, etc).
Que el señor Castro quiera saber por qué hay tanto tonto de los cojones votando a la derecha bien podría ser una pregunta retórica, aunque a mí la verdad es que no me lo parece. En mi hasta donde le deja mi arrogancia humilde opinión el señor alcalde de Getafe estaba realizando una pregunta honesta, intrigado por una duda que tiene; desde este punto de vista no hay nada que reprocharle al señor Castro, pues satisfacer la curiosidad con una pregunta siempre es algo noble y digno de respeto, es parte de la lucha de nuestro cerebro por hacerse más sabio y menos ignorante y eso siempre es y será algo digno de elogio y de aplauso. No lo son tanto (y entiendo, aunque no comparta, que es aquí donde los simpatizantes del PP claman al cielo) las presumibles razones que le llevan a pensar que hay muchos tontos de los cojones votando a la derecha, pues desde el rigor matemático dudo que el señor Castro haya hecho otro recuento que no sea el de aplicar su fanatismo corporativista y sus prejuicios a los recuentos electorales. Lo que debería preocupar a los votantes de izquierdas y llenar de satisfacción a los de derechas es que la extrañeza del señor Castro por la existencia de tanto supuesto tonto de los cojones votando a la derecha implica que lo ve raro y extraño. Y aunque quizá votado por el fanatismo que todo político corre el riesgo de llevar dentro él pudiera creer que quizá la terapia de la tontería cojonera fuese la de cambiar el voto a la izquierda, como si votar una u otra papeleta le fuese a hacer a uno más guapo, más listo y más majo, yo, que no soy fanático ni tonto de los cojones a tiempo completo, no puedo dejar de entender, de la duda del señor Castro, que según ella el estado natural, lo que no le extrañaría, lo que le parecería lógico y normal y lo que para él sería deseable sería que los tontos de los cojones votasen a la izquierda.
Lo que, teniendo en cuenta que el señor Castro probablemente sea parte de ese sector de la población amable, pueril y torpemente bienintencionado que opina que su partido, y por tanto él, son de izquierdas, significa algo bastante funesto sobre la opinión que debe parecerle tanto su partido como sus propios votantes, para que le extrañe que quede gente imbécil votando todavía a Gallardón, a Esperanza Aguirre y a Mariano Rajoy, empecinados en su terquedaz, sin aceptar que el buen gilipollas debe votar al PSOE.
En fin, si yo fuese de derechas, le aplaudiría, y si simpatizase con su partido le rebozaría en estiercol. Como no soy ni una cosa ni otra sólo me queda preguntar ¿son todos en el PSOE tontos de los cojones como para no darse cuenta de que a quien en realidad ha insultado Castro es a los votantes de su partido? ¿O da igual, porque los votos valen lo mismo por lerdo que sea quien lo emite?
Y yo diría más: ¿por qué en ese cliché se utiliza el artículo determinado masculino plural ("los") cuando lo que se dice es peyorativo, mientras que se quita cuando es un piropo?
ResponderEliminarTonto de los cojones.
Listo de cojones.
Si bien es cierto que se puede decir "Tonto de cojones", no se puede decir "Listo de los cojones" (a no ser que se diga en el sentido de "ese es un listo", o sea, un aprovechado).
Por tanto, se puede deducir que el señor Castro quiso decir que los votantes de esa derecha eran muy tontos.
Y no es para tanto (a no ser que de verdad sean muy tontos, que no lo creo). A mí la Espe me acaba de llamar bellaco y aquí estoy, sacando pecho.
En conclusión, lo que les ha molestado es la palabra "cojones", porque son gente muy fina que ciertas cosas las hacen y las dicen "en la intimidad".
Segunda conclusión: el señor Castro no es fino.
¡Y ahí le dimos a la cosa! Los de izquierdas tendemos a no ser finos y nos descojonamos cuando nos llaman "bellacos" y "miserables".
quod era demostrandum.