El sábado me fui al campo. Tras la comida en familia pensé en echarme una siesta cortita para librarme del sueño que genera la barriga llena y la acumulación de noches de pocas horas al por mayor, y luego pretendía irme al monte a hacer algunas fotos, aprovechar la puesta de sol y ver cómo andaban de fotogénicas las nieblas que rondaban los valles. No pudo ser, porque lo que iba a ser una siesta de media hora se convirtió en un coma profundo de cuatro horas, y cuando me desperté era de noche y el Madrid iba a jugar en diez minutos. Así que me bajé a un bar a embutirme un café y unas cañas, mientras veía el fútbol.
Y ahí estaba yo, viendo el partido y disfrutando como sólo el Madrid le deja disfrutar a uno, gol va gol viene (nada que ver con ese descuartizamiento metódico e incontestable que practica el Barça, que al fin tiene el mismo interés que el de ver a un cirujano descuartizar pacientes anestesiados), intentando abstraerme de los gritos con los que los parroquianos van entreteniéndose durante el partido y que, la Muchacha puede dar fe, pueden resultar de lo más enervante. Y se me estaba dando bastante bien hasta que en una jugada Drenthe cogió la pelota y, como de costumbre, puso todo su fervor en intentar librarse de su marcador y, como de costumbre, descubrió a los tres pasos de galopada que el balón no sólo no estaba ante sus pies, sino que se dirigía, rápido y preciso, hacia su propia área.
Entonces un tipo un tanto venerable que estaba en la barra demasiado cerca de mi tímpano izquierdo exclamó
–¡Ya está el negro de los cojones! ¡Como ese, hay doscientos mil tíos mejores aquí, españoles y blancos!
Yo lo miré extrañadísimo.
Según parece en la Real Federación Española de Fútbol había inscritos a principios del verano del año pasado 697.195 futbolistas.
Las cuentas sobre zurdos en España dan como mucho un 11,5% de zurdos, y considerando que los zurdos se distribuyen más o menos al azar esto nos da que en españa habrá unos 80.177 futbolistas zurdos federados –de los cuales algunos no estarán en edad o no cumplirán alguna otra condición; nos da igual–. Asumiendo que los zurdos puedan jugar como defensas, porteros centrocampistas o delanteros y estimando que la distribución de jugadores por puestos se verá reflejada en la frecuencia con la que ocupan su lugar en el campo –no deja de ser una aproximación burrísima, pero voy tan sobrado con las cifras que tampoco importa– , menos de un 20% de los jugadores zurdos serán extremos izquierdos; es decir, que habrá menos de 16.000 españoles varones zurdos que jueguen en esa posición, todos ellos (además de otras 184.000 personas que no sabemos de dónde saldrán) deben jugar mejor que Drenthe para que la afirmación de mi compañero de barra fuese cierta. Lo cuál es una soberana tontería.
Por eso yo miré a aquel tipo como si estuviese loco, porque antes del descalabro mental que siempre supone ver a un racista tratar de argumentar preferí refugiarme en las cifras, porque a fin de cuentas haberle respondido…
–¡Valiente gilipollez racista!
…no habría servido de absolutamente nada y hubiese implicado discutir en terrenos de principios con alguien que basa los suyos en fantasías de orgullo endogámico, pigmentaciones dérmicas y miedo a lo de fuera, y por eso echando una rápida cuenta me contesté con responderle
–¿No te parecen muchas, doscientas mil personas?
Y él me miró, se puso a contar con los dedos y antes de responderme agachó la cabeza y dijo
–Bueno, no sé, es que cuanto más exagerada sea la cifra más fuerza tendrá mi argumento, ¡ay!
Y lo de ¡ay! lo dijo porque en ese mismo instante lo cogí de su venerable oreja y tirando de ella lo arrastré hasta las escuelas del colegio, donde tuvimos que escalar una tapia, romper un cerrojo y forzar una puerta para plantarnos delante de la pizarra donde, tiza en mano, dejé a aquel energúmeno con la tarea de escribir doscientas mil veces “no me inventaré cifras absurdas para sostener hipótesis estúpidas”.
Y yo me volví justo a tiempo de ver a Higuaín (que también es extranjero, pero como es blanco dará más igual) marcar otro golito.
Sí señor! Hay actitudes con las que hay que dejarse de pamplinas. La estupidez no se quita por un tirón de orejas, pero el estúpido se lo piensa dos veces antes de joder a todos con su estupidez.
ResponderEliminar(solo me apena que no hayas citado al mejor equipo del mundo: no todos los equipos consiguen empatar en casa con el Osasuna).
Fantômas, bienvenido a este, mi púlpito frente al mundo. Has despertado en mí la simpatía que instantáneamente despieran quienes son capaces de poner como dios manda un enlace en la respuesta, y me pasaré por tu blog, que tiene buena pinta, pero que no sé, me va a dar más ganas de sugerir cosas que de bajarlas, porque así a bote pronto creo que ya conozco como el 90% de los grupos que tienes allí, jo jo, ay, mi elitismo musical, que me da.
ResponderEliminarEn cualquier caso ¡escucha The Answer! ¡Consigue su por ahora y espero que por poco tiempo único disco, Rise, o atente a lo peor!
Nan: ¿Osaqué? ¿Esos juegan la Liga?, ji ji.
Esa gente, de todas formas, no son los que más pena dan. Los que más pena dan son jovencitos, se rapan la cabeza y hacen pintadas sobre Orgullo Blanco en las tapias de los alrededores del pueblo, para regocijo de las ovejas (al menos de las blancas), esos animalitos con los que comparten tantas cosas.