3.3.08

llegada y partida de una flor

El viernes la Muchacha (a quien si lo llego a saber antes habría sin duda bautizado como La Chaborrilla) me regaló una flor.

Vino la florecilla en una noche digamos peculiar. Y como no hay nada mejor para ver con claridad que la distancia y el desconocimiento, usemos para contemplar la noche los ojos limpios de dos extranjeros, que por la novedad y la curiosidad probablemente sean los mejores con los que mirar eso que uno está tan acostumbrado a ver, sobre todo cuando eres extranjero pero no has venido en patera, sino en avión, y no vienes del Kurdistán, sino de Estados Unidos. El viernes quedamos un par de grupos de gente que incluía a tales instrumentos de medida con patas, y la impresión con la que se van de Madrid es que es un lugar en el que los gitanos cantan flamenco por las calles (¡y sin estar pidiendo dinero ni nada, oigan!), la gente vuelca contenedores por las calles como forma de diversión, les prenden fuego para calentar la aún fresquita madrugada madrileña, y como modo de entrenamiento para los próximos sanfermines corretea ante un grupo de ufanos antidisturbios que les persiguen entre el alegre y festivo ruido de los escopetazos y los sonidos de la revolución, el de las pedradas, los rebotes de las pelotas de goma y el sonoro crujir de las ventanas de los bancos, mientras otros paisanos toman tranquilamente sus cañas y sus tapas sentados en las terrazas de los bares que no habían sido arrasadas todavía.

Por lo poco que logramos entender después resultó que aprovechando la publicidad que da estar en esta época de saldo informativo que es la campaña electoral, la extrema derecha decidió convocar una manifestación por el centro de Madrid, Latina, Tirso, etc., a la que naturalmente acudieron también sus semitocayos de la extrema izquierda, para allá para el habitual intercambio de cumplidos, presentes y demás muestras de peculiar camaradería. Nosotros, que habíamos quedado a las 9 en Latina, nos encontramos en mitad de todo aquello sin comerlo ni beberlo: la calle llena de humo, el brillo de llamas al fondo, con los contenedores bien volcados por las calles a modo de tristes barricadas o bien humeantes, retorcidos, negros y chamuscados, cuando no ambas cosas. Bares con los cierres echados, el crujir de los cristalitos bajo los pies, el repicar de los estampidos de los antidisturbios a una calle o dos, y el revoloteo perezoso de los helicópteros en el cielo. Ni que decir tiene que los extranjeros se irían con una imagen estupenda de la ciudad, que estas cosas animan cantidad y siempre quedan curiosas a la vista.

La ciudad tenía, con tanto caos, un cierto ambiente festivo e inquieto, y a mí me dio por pensar cosas raras de las que recuerdo dos. La primera, que si esa atmósfera de batalla campal reciente o próxima está en la atmósfera urbana de las revoluciones entonces no me extraña que maravillen a tanta gente y que se escribiese tanto y tan románticamente de Mayo del 68 hasta que llegó Bryce Echenique para contar que aquello tampoco fue nada del otro mundo. Y la segunda que el mayor indicador de peligro urbano sea el cierre de un bar madrieño. Si lo echan, seguramente la mejor idea sea correr.

Pero al fin las cosas se calmaron, la algarabía se fue hacia Lavapiés, y supongo que serían otros quienes tendrían que filosofar al respecto y temer por la súbita fragilidad de sus cañas y sus tapas. Y al salir de un bar, la Muchacha me regaló, como decía, una flor que encontró por ahí. Yo se lo agradecí y me la embutí en un bolsillo, y nos olvidamos de ella hasta ayer, cuando caminábamos por la soledad naranja de la noche de mi barrio, cuando yo, que repetía chaqueta, metí la mano en el bolsillo izquierdo de la misma y allí encontré a la florecilla aún envuelta en plástico y con un aspecto bastante decrépito (creo recordar que le vino de serie). Así que claro, le ofrecí la flor de vuelta a la Muchacha, que me dijo que ni de coña iba a aceptar algo que ella me había regalado a mí previamente, y ahí estuvimos los dos disfrazando de romanticismo ofendido aquello que en el fondo tenía toda la pinta de ser el desagrado de llevarse a casa lo que técnicamente era un trozo de basura en ciernes, mezclado con el otro desagrado más romántico y más encubierto de no querer tirar algo que, habiendo encontrado al azar, habíamos asimilado con nosotros. Porque todo es un símbolo, y al azar, el dios que nos ha hecho conocerlos, hay que tratarle con el respeto y el agradecimiento que merece. Así que cuando la Muchacha se fue y yo me quedé solo en la acera con una flor mustia en la mano no me vi yo lo suficiéntemente prosaico como para tirarlo a una papelera sin más.

Es curioso cómo funciona la mente, como suceden las ideas, cómo de pronto se nos ocurre algo y cómo según llega es reconocido como lo que hay que hacer. Era tan fácil, tan evidente. Si el azar nos había regalado una flor, ¿cómo no regalarla al azar? A mi izquierda había una furgoneta, así que le levanté un limpiaparabrisas y allá donde normalmente a uno le ponen papelotes de publicidad, yo dejé esa flor. Y me fui pensando quién sería el dueño, cuánta gente la vería antes de que alguien la quitase, si alguien sonreiría al verla, y si tal vez y por soñar no podría suceder que la viese el dueño, le hiciese gracia, le intrigase y tal vez, tal vez, tal vez, no la quitase y ahora mismo haya por ahí, surcando las calles de esta ciudad loca y absurda, una furgoneta ofreciéndole una flor al mundo.

Y luego me fui a dormir tan contento y soñé con la Muchacha y con que hacía fotos.

 

(lo que me recuerda que, por cierto, a lo largo de esta semana vuelve mi fotoblog)

11 comentarios:

  1. ¿¿¿¿encuvierto?????.Tela marinera.

    ResponderEliminar
  2. Hola. He escrito un libro muy cachondo, muy diferente al resto de libros, quizás sea una mierda, pero hay gente que se ríe, más información en http://federicoveranocaliente.blogspot.com/

    ResponderEliminar
  3. Y yo vendo una play 3 sin estrenar por 320€

    ResponderEliminar
  4. Tú recibiendo flores y yo esperando veros... pero os perdono, sobre todo por ese romanticismo prosaico. Un beso!

    ResponderEliminar
  5. qué bonito seria seguirle la pista a la historia de esa flor...

    "ofreciendole mi flor al mundo"??? mmmm, jajaja, esto merecería otro análisis.

    ResponderEliminar
  6. Ya tienes argumento para una peli hollywoodiense ^^.

    ResponderEliminar
  7. Yo no sé cómo consigues transmitir tanta ternura con una pendejadita como la de la flor.Será el amor. Yo creo que ya has superado la etapa pastel y te has pasado a un estilo... llamémoslo... de "amor urbano" que te queda muy bien.
    Yo quiero encontrarme esa flor y guardarla en un libro para que me recuerde su historia y de paso descanse. Qué bonito.

    ResponderEliminar
  8. Creo que Pi tiene razón con eso de que has superado ya la etapa pastel. Y creo también que eso se merece una fiesta entre los que somos seguidores supervivientes de tu blog. O como poco es un buen motivo para brindar cuando nos tomemos las próximas cañas XD

    Aunque no se qué digo si en el fondo me hizo mucha gracia verte rezumar azúcar, jeje. Será porque no te había visto antes así...

    ResponderEliminar
  9. ¡Qué alguien me lapide, equivoqué una tecla con la de al lado! Habrase visto.

    Hola Camisas. Deberías probar a leer libros antes de situarte por encima de todos los demás. Yo tengo unos cuantos que hasta tienen gracia. Y deberías también darte menos autobombo. Yo que he ido con tantas expectativas, ¡un libro diferente a todos los demás!, ¡algo rompedor!, ¡por fin otro maestro al que colocar junto a Bolaño, Cortázar y McCarthy!, y claro, te leo y me siento como quien escarba en la basura.

    Así que adiós, Camisas. Y no vayas por ahí haciendo publicidad que está muy feo.

    Jorge, ¿Xbox no tienes?

    ¡Laraaa! ¡Laraaa! ¡Laraaa!
    No me das envidia: Yo odio Balencia. Digooo Valencia. Tierra del Mundo Deportivo, de una exnovia mía y sobre todo del cretino de su actual novio. Un asco de sitio. Y el agua sabe fatal. Toma prosaicismo, o como se diga.

    Leibowitz, también tiene su punto perderle la pista. Dejarla libre. Dicen los físicos cuánticos que medir algo implica influir en ello. Dejemos a la flor en paz, y que navegue sola hacia donde tenga que ir.

    Konrad, falta algo con explosiones. En las calles del viernes sólo llegamos al fuego, las carreras, los pelotazos y las pedradas. Nada de artefactos nucleares a punto de explotar ni virus mortales matando millones de personas. Hollywood no tiene suficiente.

    Pi, me brota así, de natural, por los porillos de la piel (que no porrillos, eh).

    Y hay más flores con más historias. No deifiquemos a la mía, habiendo tantas que seguramente lo merezcan tal vez más.

    Andeandará mi fló, nianoniano.

    ResponderEliminar
  10. de los porrillos también te brota, doy fe...
    je

    ResponderEliminar
  11. Elena, perdona, no es que te ignorase, no sé muy bien por qué, es que respondí mientras respondías. Nos cruzamos en la noche. Qué bonito.

    Y yo nunca he sido pastel, y cuando lo he sido he escondido una lima dentro.

    O un pollo de goma con una polea en medio.

    Aroa, calla, calla: que mira que como nos lea Doña Concha y se tome eso en serio...

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.