11.2.08

acreditado (o adebitado)

Credit me with some intelligence –If not, just credit me

(Porcupine Tree, Piano Lessons)

 

“(...) condeno cualquier chiste que contenga las palabras alzheimer, cáncer, anorexia, guerra, muerte, aborto, maricón, cojo, ciego, sordomudo, enano, gordo, disminuido y facha. Estas palabras son terribles y pueden herir la sensibilidad de millones de personas, particularmente la de anoréxicas, antiabortistas, maricones, cojos, ciegos, sordomudos, enanos, gordos, disminuidos y fachas.”

(J. A. P. en Mi Mesa Cojea)

Fue más sencillo de lo que esperaba; la propia facilidad del tema a punto estuvo de robarle al acto su carácter icónico, su valor simbólico. Pero yo estaba en guardia, dispuesto a retratar en mi memoria aquel instante para la posteridad, para mi libro privado de historia.

Fue este viernes. Para sorpresa de nadie y la pena de algunos, no llovía. Después de que nos dedicásemos a esperar un rato caña va caña viene en ese bar que sigue prometiendo tanto, de intención delictiva, música estupenda y pinchos deliciosos, la Muchacha se dedicó a hacer las presentaciones entre el palacete que se ha comprado y algunas amistades suyas y alguna mía, algo así muy informal en plan “hola palacete, aquí unos amigotes, hola amigotes, aquí el palacete”, y luego todos en general nos dedicamos a bebernos una botellita de vino, y las amistades se dedicaron en particular a tomarnos el pelo teniendo toda clase de fantasías futuristas de esas que dan un pánico dulce y que anticipan futuros que pretenden ser aterradores y sólo consiguen engrosar las filas de lo bucólico y lo suspirable. Mucho fantasear mucho fantasear pero yo en cuanto me despisto me veo sacando un perro a pasear por el vecindario un sábado de mañana, todo resaca, gafas de sol y ambiente de cuento de hadas.

Y luego caminamos un ratito y al momento estábamos entrando en uno de esos bares al que no sé por qué vamos tanto ni comprendo por qué nos da tanta risa, y que la gente suele adorar, porque no es muy habitual eso de que se pasen la noche poniéndote al Fari y a Rafaella Carrá y a Julio Iglesias y a Joselito (lo que supongo explica por qué vamos tanto y nos da tanta risa). Hicimos un rato el tonto, cerraron el bar, me quedé sin un duro y durante el tránsito en busca de otro centro de repostaje de horarios más comprensivos, la muchacha se vino a acompañarme a, bueno, el acto de carácter icónico ese que decía., mi última rendición al capitalismo. Y así, con ella como excepcional testigo, caminamos hasta un cajero automático impregnado de una leve pátina de vómito, y con asco yo metí una tarjetita, pulsé unas cuantas teclas, fui penalizado con una brutal comisión y premiado con una serie de graciosos pitiditos, y extraje por primera vez en mi vida, dinero de una tarjeta de crédito. O bueno, tal vez de débito, o lo que coño sea, que me pierdo en los tecnicismos.

Sigo braceando torpe, ciego y browniano como yo solo por mi pantanosa senda, camino del Siglo XXI. Pero ya soy un poco más primermundista, y tengo dinero de plástico: Al menos ya puedo considerarme un europeo de los años 90 del siglo pasado. Si no corréis mucho en 10 años me veo ciudadano del año 2000.

 

En otro orden de cosas, y calzándome mi túnica de ayatolá friqui ultraelitista y poniéndome al cinto el alfanje de la intransigencia y el cinturón de explosivos, por si las moscas, quiero proclamar y proclamo al mundo que odio a la gente que agota las entradas de una película por la única razón de que salga el Bardem, y que ayer, como protesta y acto de sabotaje, tomé a Juanito como rehén y nos fuimos al cine a ver al pobre John Rambo, que sigue sin echar un mísero polvo después de cuatro películas. Antes de venderle a uno la entrada para cierta película deberían hacerle a uno un cuestionario y preguntarle a cada espectador potencial si

a)       sabe quién es Cormac McCarthy,

b)       es capaz de citar tres de sus obras,

c)       ha leído al menos un par de ellas y

d)       es Cormac McCarthy el responsable de sus ganas de ver la película

y reservarle un 10% de las entradas, las mejores butacas del centro, a quienes respondan que sí a las preguntas a), c) y d) y acierten en la b). ¡Que pelis de Bardem hay a patadas, coño, pero adaptaciones de No Country for Old Men sólo esta, leñe! ¡Que no es para tanto lo de Bardem! Así pues rumio mi frustración de friqui insatisfecho, y gruño por lo bajini que me apuesto lo que sea a que cualquier actor, en ese papel, con ese libro como base y ese par de directores al mando, estaría ahora nominado a los Oscar y cosechando la rista de premios que está coleccionando Bardem.

Entonces, yo habría podido ver la película, y no habría tenido que meterme a ver a Stallone enseñando su rosario de casquería coreana.

Eso sí, por si alguien tiene la peregrina idea de ir a ver John Rambo, un consejo que mejora bastante la película: Durante todo el metraje, asume que cada oriental uniformado que sale es, en realidad, un fan de Javier Bardem. Ni te imaginas lo que gana la peli, oye.

 

3 comentarios:

  1. Ay, eres todo un adulto, aunque no sepas si tu tarjeta es de débito o crédito (has oído hablar de los intereses...?)

    tu primera tarjeta... chis-pas! ahora sí y cántatela

    yo veo más bien al perro atado a una farola haciendo tiempo y tú mientras en un bar echando un alka seltzer en agua...
    qué bonico david, qué bonico

    pa'rendirse

    ResponderEliminar
  2. Yo como soy un cateto ni tengo ganas de ver la peli ni de leer el libro. :p

    ResponderEliminar
  3. Aroa, corazón, no soy un adulto, soy dos adolescentes.

    Y canto, canto.

    Y nunca dejaría a un perro atado a una farola para meterme en un bar.

    Puedo hacer mil cosas pero yo, a un perro, nunca podría hacerle eso.

    Veo más factible que el perro me lo hiciese a mí, y todo, fíjate.

    ¡Jorge! ¡Ve la peli! ¡Que está de puta madre! Te lo digo con la fe del que no la ha visto aún pero lo siento, lo siento. Y se lo leo a críticos en los que confío.

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.