“Desde entonces jamás voy al médico, no sea que un amigo vuelva a llamar a la puerta.”
(Jordi, Paraguas en Llamas)
No sé si te habrás dado cuenta ya de que las citas con las que doy últimamente comienzo a mi desenfrenada y pantagruélica prosa no suelen tener mucho que ver con lo que luego termino contando. Si no, pues ya te lo señalo yo.
Eso obedece a dos razones, la primera que las citas en sí las pongo porque me gustan, y de paso por darle al lector bostezante un rincón al que huir del sopor que pueda yo inspirarle. La segunda, porque normalmente no tengo mucha idea de qué terminaré contando o si lograré atenerme al tema. Me resigno, y ahí quedan.
Y ahora a lo que iba. No es que Sir Arthur Conan Doyle me escriba postales, cartas, correos electrónicos, telegramas o mensajes al móvil desde la otra vida (que no existe, pero uso como recurso literario, arf arf arf), ni que le tenga, desde allí, haciéndome de negro literario para escribir estas tonterías mías. Es que igual que de vez en cuando, esas veces en que se desata la realidad y me pasan cantidad de cosas, sospecho que en realidad soy el personaje de una teleserie, pues a veces también me da por pensar que soy un personaje del difunto escocés. Concretamente, una versión castiza del Dr. Watson. Y mi compañero de piso, Sherlok Holmes.
Lo digo, aparte de por lo que siempre digo yo las cosas, o sea mi confesa propensión al desvarío, porque el nuevo Sherlok, o sea mi compañero de piso (al que en adelante me referiré como Juanito) está desarrollando una cierta tendencia detectivesca que, de pronto, se manifiesta de una forma volcánica y la mar de ruidosa.
Así, por ejemplo, un día al sacar unas sillas para colocar debajo de las nalgas de unas personas que nos honraron con su visita y a las que en gratitud y recoprocidad honramos (o sea, honró Juanito, que es el maestro cocinero, el pobre, aunque excelente en ello, las cosas como son) con nuestra (ejem) cena. Problema endémico este de las sillas porque las que tenemos me las dio mi agente en un evidente intento de asesinato, no sé si de mi compañera de aquel entonces o de mi propia persona, y tienden a descoyuntarse, y además son tirando a escasas. Total, que a la que se juntan unas cuantas personas nos faltan sillas y sacamos las de las habitaciones. Y en eso estaba yo, sacando la mía, cuando Juanito Holmes no pudo dejar de observar un reguerito de manchitas levemente brillantes y de formas relativamente circulares que, en cadena, marcaban una ruta punteada sobre el forro de tela del asiento.
–¿Qué es eso? –preguntó.
–Manchas de cera –respondí.
Entonces el las miró, me miró a mí, parpadeante, luego las volvió a mirar y volvió a mirarme a mí, con extrañeza.
–¿Y de dónde han salido? –volvió a preguntar.
–De una vela –volví a responder.
Entonces él se concentró al máximo, volvió a repetir el reparto de miradas entre las manchas y tu humilde servidor, y por fin,
–¿¡¿¡PERO QUÉ HACÍAS CON UNA VELA EN TU HABITACIÓN!?!?
Yo me quedé pensando en qué usos les imaginará Juanito las velas, miré a la Muchacha, que casualmente andaba por allí haciéndose la despistada, miré a la concurrencia, que no parecía tener muchas dudas sobre el propósito de una vela, y no supe qué responderle.
En cualquier caso, su pregunta y el tono de la misma anunciaban el nacimiento de La Curiosidad Detectivesca, pero El Talento Detectivesco debía estar aún en fase embrionaria y está en rápido desarrollo.
Ayer por la tarde llegué de trabajar y allí andaba por casa. Como de costumbre yo me fui derechito al ordenador. También como de costumbre mientras nos preguntábamos qué tal el día y nos recordábamos que aún no hemos pagado este mes de alquiler (y ya va siendo hora, por cierto) él se fue a sentar en mi cama. Y allí estaba yo mirando la pantalla y toqueteando el teclado, cuando él reparó en una cosa que le extrañó y, sabiendo por evidencia empírica que el nombre de mi blog es de un rigor exquisito y azotado por este espíritu inquisitivo que ha nacido en él con súbita fuerza, se extrañó.
–¿Y cómo es que te ha dado por hacer la cama? –inquirió.
–¿Yo? Si llevo sin hacerla como dos años –respondíle, y miré a ver, porque hay veces que se me acusa de tramposo porque me da por extender un poco mantas y sábanas o restaurar su estratificación clásica, sin que por ello se me pueda llamar mentiroso porque no me detengo en los decisivos detalles de remeter y colocar y desarrugar. Y aunque no estaba remetida ni colocada ni desarrugada como para satisfacer una inspección castrense o materna, valga la redundancia, si que era cierto que presentaba un orden extraño, allí bajo mi compañero.
–Pues yo no la he hecho –aseguré, extrañado.
Entonces los dos nos pusimos a pensar, y a los se nos pusieron a girar los engranajes de la búsqueda de sospechosos y en fin, era una lista muy corta.
–Ah –dijo Juanito.
–Ah –dije yo.
Y ambos asentimos, compartiendo el gozo del par de idiotas que se saben idiotas pero por una vez han sido capaces de desentrañar uno de los misterios de la existencia.
Me cae bien Juanito.
Que nadie se lo diga.
Tu agente, amor, no te va a volver a regalar mobiliario (aunque quien haya visto tu casa podrá suponer que eso como amenaza no sirve).... y bueno, quizás si, quizás albergaba la esperanza de que la primera en comprobar que las sillas se descoyuntan fuese tu ex compañera de piso...o incluso tu mismo, a saber, a veces yo misma me sorprendo de mi maldad (me encanta no dejar de sorprenderme ^_^)
ResponderEliminarGran tipo Juanito, que paciencia le caracteriza! :D
El verdadero post (del que éste sólo es embrión), el post que pasará a la historia por lo asombroso e increíble y la mujer barbuda y los enanos de Freak quedarán relegados a la más obscena madiocridad, será aquel en el que cuentes que TÚ HAS HECHO TU CAMA...
ResponderEliminar¿Empieza la cuenta atrás, míster?
Un beso enoooorme
No paro de darle vueltas: ¿y cuando cambias las sabanas? ¿como haces para no hacer la cama?
ResponderEliminarPor cierto, lo que realmente te hace falta es un armario! jejejeje
¿Cómo cambiar las sábanas sin hacer la cama?
ResponderEliminarFácil.
Primero se coloca la sábana bajera. Esa hay que ponerla bien de todas todas, qué remedio. Pero no la aliso. Luego estiro encima la sábana, o sea, la ondeo en plan bandera y la dejo caer, cubriendo toda la cama. Luego, echo las mantas por encima, y así se queda. Deshecha, pero colocada y con cada cosa en su estrato.