Hubo un tiempo, no hace demasiado, en el que escuchaba una canción y la escuchaba ajustarse como un guante. Escuchaba, entendía y asentía. Aquel, cantado, era yo. Aquello, música, era tan solo un espejo. El truco, el que un músico yanqui, o inglés, o finlandés, o alemán o francés lograse pensar una canción en su ducha, en su cuarto de baño, en la sonrisa de una mujer, en la euforia de la droga o el dolor de una muerte y que luego la grabase aquí o allá y diese vueltas y vueltas hasta que me llegase a mí en el momento justo de servirme de espejo era una cosa de tal coordinación que, si la magia existiese, pensaba yo, debía consestir en esto.
Y eso, por lo general, ya no me pasa.
No sé si es que mi carácter se ha afinado, si el cauce se ha definido o, simplemente, que entiendo mejor lo que escucho y me he vuelto más quisquilloso para reconocerme. Ahora no me reconozco en cada canción, pero sí me reconozco en trocitos de canciones. Ahora, para ver mi retrato por los oídos, tengo que escuchar un montón de canciones. Y eso hace que esto, lo de afinar, lo de dejar de reconocerme al 100% en cada canción, no sea una pérdida, es una ampliación.
Y en cualquier caso siempre nos quedará el color, la sensación, el tacto, el sentimiento de la canción, algo que corre por mucho más dentro que la mera letra, que las meras palabras. Porque las palabras a veces llevan una canción en una dirección y cuentan su historia, pero debajo la música está ahí, dispuesta a convertirse en el traje de superheroe que uno puede ponerse para ser más el mismo.
Por eso yo, ahora, escucho esta canción, que ya he puesto por ahí,
Que era una canción que anoche recordé una y mil veces mientras me pasaban la ITV.
Resulta que la Muchacha, entre su interminable grupo de sonrientes y simpáticos amigos, y conste que no les llamo así por hacerle la pelota a ella, tiene a uno que es el encargado de emitir opiniones y veredictos funestos de, como ella dijo, los "recién llegados al grupo", aunque yo por cómo lo dijo creo que en realidad quería decir otra cosa. Es un amigo al que ella quiere horrores y que por lo visto jamás ha dado su visto bueno a nadie. Así que ahí iba yo, el gesto fiero y el alma crecida como quien va a un examen de Geometría III, lo que no dejó de extrañarme, sufriendo la dualidad de, por un lado, pensar que al fin y al cabo no deja de ser un reto aprobar un examen que todo el mundo suspende y, por el otro, pensar que al fin y al cabo qué importa si quien me tiene que aprobar los exámenes es la Muchacha, que por lo que sonríe y por lo que se ríe (algo increíble oiga: Anoche había momentos en los que no hacía falta ni decir una tontería para que la pobre se convulsionase de risa, lo que es estupendo porque pasa como con las piedrecitas en los estanques, cuando ella está contenta salen onditas de felicidad pura que se van esparciendo por el cosmos y de pronto la gente fuera del bar o cuatro plantas más arriba se descubre encendiéndose un cigarro o friendo un huevo o viendo la porno o soñando o parando un taxi con una sonrisa y una alegría cuyo origen y causa son incapaces de rastrear) me hace pensar que igual hay esperanza y llega a aprobarme. Si alguien logra entrar en ese larguísimo paréntesis y entender la frase por él mutilada sin tener que releer, un aplauso de mi parte, se me fue, se me fue. Y sigo con el verbo ir, precisamente.
Así que ahí fui yo, y lo hice lo mejor que pude. Me dejé engañar un rato en juegos de cartas y en otros fui engañado sin remedio y sin atisbo del truco, lo cuál está bien porque le hace quedar a uno como un tipo relativamente despierto pero aún válido para el asombro, hice lo que pude por escuchar al muchacho que, realmente, es la risa, y descubrí que profesa mi misma fe religiosa, o sea que es del Madrid, y en lo referente al examen lo estuve amenazando un rato, le agredí con la manga de mi abrigo, intenté proporcionarle sobornos carnales mediante el secuestro de mujeres guapas que al final no pude concretar y al final me pasé a la esencia del soborno y le ofrecí dinero. No conozco aún la nota del examen ni si habrá una segunda vuelta, pero por si las moscas y decididísimo a aprobar ya me he asegurado de contar con ayuda por si hay que realizar algún trabajo complementario para la asignatura a fin de lograr ese ansiado aprobado, preguntándoles a mis amigos, que también son muy majos pero para algo son toledanos, que si llegados el caso me ayudarían a darle una paliza al examinador en cuestión.
Claro, dijeron que sí.
Así que estoy tranquilo. O funciona ese encanto natural que no tengo pero la gente me asume, o consigo que el tipo en cuestión conozca a cualquiera de mis bellísimas amigas, o lo compro o le parto las piernas.
Pero yo aprobar, apruebo. Y si no, falsifico la nota.
En otro orden de cosas los citados amigos, como fin de traca de los regalos de Reyes (que siguen lloviendo, el último en forma de La Carretera de Cormac McCarthy, increíble lo largos que se vuelven ciertos acontecimientos supuestamente diarios últimamente), me han dicho que elija una de mis fotos y que ellos me la revelarán en plan grandote y bien para que pueda colgarla de mi pared.
Yo claro, me he puesto a mirar mis fotos y después de mucho ir y venir, creo que al fin, después de este tiempo haciendo fotos, mi favorita tal vez sea esta,
Aunque seguiré mirando y pensando. Pero hay algo de esa foto que siempre me termina saliendo en la memoria, con su Valle del Tajo ahí a los pies del par de espectadores encaramados en mi montaña, entendiendo el "mi" no como posesivo sino como posesor, más bien.
12.1.08
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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.
Como últimamente lo apruebas todo sin necesidad de palizas a diestro y siniestro, supongo que también has aprobado la itv, con nota de no hace falta que vuelva usted el año que viene, porque tiene la maquinaria de maravilla. O algo así. Yo me alegro.
ResponderEliminarY la foto pues... he visto muchas tuyas y me cuesta trabajo decidir!!!
una itv???? te han checado luces, seguridad, bajos, giros, aire?
ResponderEliminaranda qué... los amigos de la muchacha son casi tan salaos como tú
y la foto, como otras tantas tuyas... guarda ese silencio lento tuyo mientras fuera sigue la vida haciendo su ruido y su paso
(objetivamente) me gusta un mucho
un beso david
Lara mujer, ¿todo?
ResponderEliminarTodo no sé. Suficiente como para que en mi sonrisa quepan más adjetivos que en una enciclopedia sí.
En cualquier caso gracias por la subjetividad y los buenos deseos, ja ja.
Aroa, qué nombre más bonito el tuyo, hay que ver. Sobre los chequeos a los que me he visto sometido últimamente no te diré nada porque esto lo pueden leer los niños y lo de la revisión de bajos ocmo que no. Pero sí, sí, sí que son salaos, sí. Aunque alguno sea del Atleti y les de por la salsa, qué horror. Todo el mundo tiene sus cosas, tal vez necesarias para no ser perfectos y ser incapaces, por tanto, de inspirar otra cosa que envidia asqueada.
Y gracias por el comentario a la foto. Aunque no sé yo si, desde ahí, sigue la vida. Es un sitio en el que se puede paralizar, si uno se afianza bien en un risco, deja que lo caliente el sol y deja que los ojos se emborrachen de paisaje.
¿Objetivamente? Claro, claro. ¡Cómo si no!
El camino de lo gregario a lo específico, cuando ya no te valen las canciones y, con el tiempo, hasta te dejan de valer trozos de canciones, es duro. Pero merece la pena ser tú.
ResponderEliminarSuerte en el viaje.
atleti y salsa eso es mi casa, y amor.
ResponderEliminarYo pasé la itv, y eso que al principio tenia fama de borde, asi que es posible.
Tú eres un gran salao, asi que para ti no será difícil. Además haces feliz a la muchacha, y se ríe, aunque no seas del atleti y no te de por la salsa.
La foto es muy muy linda.
Belén
He leido el post de un tirón y entero. Normalmente no paso de la octava línea. Además de diarrea verbal (y lo de postear a diario ya me supera) veo que sufres también de ágil pluma.
ResponderEliminarEstoy aqui por el fotolog, pero ya dejo allí la historia.
Me gusta esta cama deshecha de historias que destilan ternura y mucho, mucho por vivir.
Nán, no sé yo si llegará el día en que dejen de valerme trozos de canciones. No lo veo. El día en que no me levante ardiendo de alegría y recordando el let the blood be fevered now de Dark Tranquillity o me sienta dolido con alguien y no sienta el and there you were, taking flowers from my grave... sería un día para hacerle caso a cierta canción dramatiquísima de Porcupine Tree y saltar por la ventana. No lo veo, no lo veo. Pero sí el acotamiento. Y estoy totalmente de acuerdo en que merece la pena.
ResponderEliminarBelén, ¡gracias! Me das esperanzas. Por haberla pasado y sobre todo por hacerme pensar que aún os tengo engañadísimos y pensáis que soy salao, je.
¿Hago feliz a la muchacha? Ronroneo.
Gracias por el piropo a la foto, yo, ya te digo, no soy nada objetivo, es mi favorita.
Y bueno, bienvenida al blog.
Y Leibowitz, ídem, y gracias y, y, y: ¿Leibowitz, como en Cántico a San Leibowitz, de Walter M. Miller? ¿¡Puede ser que por fin conozca a alguien que se haya leído ese pedazo de libro descatalogadísimo!?
uf... casi, pero no.
ResponderEliminarleibowitz de annie leibowitz, la fotógrafa.
pero puede ser una señal. seguro. me apunto el libro.
gracias por el recadito.
Hola!!
ResponderEliminarTe escribo desde mi casa, que puedo piratear internet al vecino!!
Portátil, coche e internet, últimamente estoy que me salgo XD
Vale, comienzo excitante. Y después: asuntos propios. ¿Cuan importante resulta aprobar el examen de un menda que tal vez no esté capacitado para sobrevivir, sólo por el hecho de ser quien dice ser? ¿No será que lo que le jode al maromo es que está enamorado de tu Muchacha y por eso no aprueba a ni Dios? REFLEXIONA.
ResponderEliminarLA foto es fantástica, ahora yo me la pondría en la cartera, e intentaría colgar la canción en mi cuarto.
Leibowitz, oooh. Ya sería raro. El libro no te lo apuntes con mucha pasión, me dijo un librero viejo que iba a ser imposible encontrarlo. Yo sólo conozco a dos personas que lo han leído, y una soy yo, y otra mi tío, que fue quien me lo dejó. O a quien se lo robé, mejor dicho.
ResponderEliminarY muy guapa tu gata, y visitaré tu fotoblog.
¡Elena! ¡Corsaria internáutica! ¡Hola!
Y Anónimo; este es un blog de asuntos propios. Lo primero también lo era, aunque pueda no parecerlo. Pero uno siempre es libre de dejar de leer donde quiera o no leer lo que no quiera. Yo, escribo.
Respecto a la importancia del examen de marrás, pues en realidad mucha. Porque es un buen amigo de la Muchacha, porque su opinión cuenta y sobre todo, honestamente: porque es divertido.
Respecto a tu "REFLEXIONA", qué gran capacidad de síntesis, qué idea tan original. Naturalmente, la idea de que una amistad pueda ser una amistad no es algo que se pueda considerar. Se me olvidó.
Asumiremos que el iteuveador está enamorado de multitud de gente y pensemos en qué pasaba con cierto Atlético...
Y gracias por lo de la foto.
He llegado a este post vía el link de "pasar la itv" que colocas en el último. Adviértote con esto que no es que me esté leyendo toda tu producción anterior -aunque quizás algún día que me sobre tiempo lo haga, porque promete- sino que ha pasado lo que ha pasado y que por eso ha sío el leerlo.
ResponderEliminarPero leído que lo he, quiero hacer dos apostillas. Una, que no me perdí ni un poquito en el larguísimo paréntesis -quizás porque también soy muy adicto a ellos, y más aún a los guiones, que cumplen una función similar pero no igual del todo, aunque me pondría en un serio aprieto quien me preguntara cuál es la diferencia exacta: es imprecisable, muy sutil, pero existe, y existe muy rigurosamente, de manera que hay incisos que deben ir entre paréntesis, nunca entre guiones; y otros que tienen que ir entre guiones, de ningún modo entre paréntesis; y otros que pueden ir indistintamente entre unos u otros, y otros aún que admiten, incluso, un simple par de comas como separación de la frase a la que interrumpen y complican interesantísimamente siempre, al menos en mi caso-.
Y la segunda, que leí, hace muuuchos años, dos veces al menos y con gran placer ambas, el Cántico a San Leibowitz del que nunca había ni he oído hablar a nadie más, y que encontrarme con otro ser humano que lo ha leído y disfrutado me produce un considerable placer que espero recíproco del tuyo al conocer, por fin, alguien que ha leído ese pedazo de libro descatalogadísimo. No tengo ni idea de cómo llegué a él, debía yo de andar por mis tiernos veinte añitos, o quizás menos aún en la primera lectura, y conseguía libros en los lugares más insospechados y, en cualquier caso, perdidos de vista hace años. Si me indicaras dónde y cómo obtener, siquiera en comodato, un ejemplar que releer por segunda vez, me harías muy feliz, más aún, quiero decir, de lo que ya me has hecho con esta simple mención.
(Tus verificaciones de palabra son singularmente acertadas. Veo que debo ahora escribir "insanin". ¿No es sorprendente?)