la ausencia de noticias es una mala noticia
Pasaba la semana, y yo andaba enredadísimo en lo que ya has leído aquí. Que si primero perder el tiempo un par de días y hacer el perro todo lo posible, al principio. Que si el trabajo nuevo, que si luego en casa no es que tenga mucho tiempo libre, después. Y acostándome a las mil siempre, y sin muchas ganas de hacer nada más. La grisez, la apatía, el cansancio, lo de siempre, de vez en cuando (porque, en rigor, sólo pasa de vez en cuando, pero cuando estás en ello el de vez en cuando se alarga hasta ambos horizontes y se vuelve un siempre). Y llegó el fin de semana, extenuante. Que si visitar a mis padres, que si salir por ahí. Con sus cosas buenas, que si qué hacemos de comer, que si se vienen los amigos a cenar, que si morir de envidia con regresiones a la adolescencia campestre de las mañanas de hielo y perros, y sus cosas malas, que si gastarme otra millonada en copas, que si descubrir que mi mejor amiga es una fascista porque, evidentemente, si se pasa precisamente este fin de semana a base de pollo es porque le está haciendo al de la bandera fascista un homenaje no tan secreto como para vencer a mi inconmensurable perspicacia. Y sus cosas rarísimas y estupendas, como el plan inicial para la tarde de hoy, que por cierto, me está dando que pensar sobre hacer una convocatoria pública para ver si alguien podría animarse a participar en algo así sin restricciones, y que en cualquier caso ha sido aplazado por cuestiones de salud y de iluminación. Pero constantemente, en un frente, había silencio, un silencio larguísimo y que yo, nada comunicativo como estaba, no hice gran cosa por romper, porque soy así de vago y así de miserable, porque la apatía es así de ególatra. Pero al fin hoy ha sonado el teléfono, y efectivamente, la asuencia de noticias, muchas veces, es el rumor silencioso de la cocción de una mala noticia.
Luego uno se siente lo peor, claro, pero qué importa. Lo que importa es que quien llama se siente infinitamente peor, infinitamente triste. Lo que importa es que uno se ve de pronto muriéndose por hacer algo, pero incapaz de pensar en nada, incapaz de hacer nada. Sin saber, sin poder comprender que el mero hecho de escuchar y responder ya es hacer algo, cosa esta que puedo decir y hasta cierto punto entender pero no comprender, definitivamente, porque de nunca me han servido de mucha utilidad las señales de prohibido ni los márgenes de las curvas y siempre he querido ir por los otros carriles, existan en la realidad o no. Incapaz, entonces, de hacer nada más, pero deseando con toda la fuerza de mi corazón, que por mucho que tenga grietas y parches y destile bilis y barro más que sangre es un corazón que quiere a quien quiere y lo quiere a muerte, poder hacer ese algo más. Aunque ese algo más caiga fuera de los reinos de lo posible. Aunque sea ley de vida, porque esa ley cubre su parte complementaria.
Y qué se hace.
Y qué se piensa.
Nada, y nada. No hay nada que hacer ni nada que pensar, ahora: Nada que yo vea, nada que sepa posible.
Y lo único que uno puede hacer es quedarse incubando el abrazo más grande del mundo, decir que vale a lo del cine y buscar en los horarios y las carteleras una islita pequeña en la que dar cobijo a una refugiada para cuando quiera exiliarse, aunque sea por noventa minutos, de la realidad, esta cosa de cristal que, cuando se rompe, corta como una navaja y se hunde hasta el alma.
De por si saber qué hacer es dificil y en estos casos más (y más si la persona es importante)...
ResponderEliminarAsí que, no se...uno termina mandando besos a mansalva con el deseo de que sirvan de algo a través de la línea telefónica.
Yo creo que esto y seguro también lo otro es más que suficiente para un cuerpo herido en cualquiera de sus manifestaciones. Con silencio o sin él. Y la isla es un regalo como el más grande de los abrazos. Es raro (quiero decir desde que te conozco-leo) verte así de... Con ese vacío pugnando por... No sé.
ResponderEliminarYo también me he gastado una millonada en copas este fin de semana. Y también tengo unos abrazos en el pabellón de salida.
Un beso fuerte.
"...el mero hecho de escuchar y responder ya es hacer algo"
ResponderEliminarSí, sí y sí. Definitivamente sí.
Escuchar al otro lado del teléfono o simplemente estar, sin más. Hay veces que no hace falta ni hablar.
¡¡Un beso de colores!!
Por cierto, vaya, vaya con la fotito!!!
ResponderEliminarIMPRESIONANTE
Vero, exacto, exacto. Pero por desear...
ResponderEliminarLara, por si las moscas la isla irá emparentis...ada (qué corto se me hace el diccionario a veces, endevé) entre sendos abrazos del tamaño de jotuns (y ala, si el diccionario no da a tirar de mitologías de por allá). Y lo de leerme raro, bueno, asumiré que mi proyecto de convertirme en un pendejo superficial y ególatra va por buen camino, ja ja.
Muy expresivos los puntos suspensivos, en cualquier caso. Y qué bonito leerlos sin que me de urticaria, ya (es que la ínclita Leticia los usaba más que las propias palabras).
Irene, sí, sí definitivamente es hacer algo, pero no es suficiente como para hacerme sentir bien, hacerme sentir útil. Están bien y lo sé, pero los veo como el único recurso de mi incompetencia. "Un truco vil de convertir una tragedia ajena en un problema propio, ay pobre frustadísimo yo", dice ese lado cabrón que tengo dentro, por cierto. Menos mal que intento ponerme bozal cuando salgo a la calle, con pensamientos así...
Y la foto, bueno, estaba mal el link en cualquier caso (ya está arreglado y en vez de ir al jpg va a la página del jpg), pero lo impresionante es mérito única y exclusivamente de Galicia, que es la fotogenia hecha comunidad autónoma.
Gracias a todo el mundo, en cualquier caso y volviendo al tema.
uno sabe que sabe
ResponderEliminaraunque se quede parado, en silencio
que sólo tiene que estar
ahí
('un corazón que destila bilis y barro')
entiendo la sensación de impotencia... paciencia y poco a poco...
ResponderEliminary lo que decían de los eslabones de la cadena.
en fin, besos y garrafas (sin garrafón) de ánimo, como tú dirías!!!