22.10.07

por qué escribir, ¡ah, era eso!


Ya sé, ya sé; Ya sé que los lunes había dicho que eran los días en los que iba a escribir aquí cuentos, y ya sé, también, que no puedo sorprender a nadie no haciéndolo, pero hoy el asunto no deja de ser irónico, en cierta manera, porque de he hecho hoy he estado escribiendo. Más aún, ¡hoy he estado escribiendo! Así que un día de estos podré poner algo que, incluso, no tenga fecha del 99, lo que probablemente, no lo sé aún, implique una peor calidad, pero a mí me deja un mejor sabor de boca.

El caso, sirva esto de excusa, es que me han reclutado para algo que, a falta de un nombre bien definido (entendiendo "bien definido" como lo entendemos los matemáticos neuróticos y agerridos, o sea, con una definición con letras góticas, exacta y sin espacio para la duda), llamaremos "algo", o mejor, "algo", con link y todo porque así por mal que yo me explique seguro que tú te haces una idea, y aunque ya el asunto no sea los martes ni sea en el café Galdós (Desperados a 3€). Y lo bonito del tema es que visto lo visto igual este reclutamiento hace que cada par de semanas yo, por las buenas, termine escribiendo alguna cosa que otra.

Por lo pronto, los deberes para esta semana, me contó alguien a quien ya estoy pensando nombres pero a quien habrá que ver cara a cara por eso del rigor definitorio (claro que igual me lee y se asusta la pobre; que no se preocupe, que no se preocupe, que mis definiciones son efímeras y múltiples y no muerden ni nada, excepto alguna, claro, pero esas son de otro contexto y en fin) que había que escribir un cuento que tratase del frío, o que intentase, de alguna manera, meterle a uno frío en el cuerpo. Así que yo adopté la pose de pensar y empecé con un par de párrafos una ideíta que se ha ido extendiendo y extendiendo y ha terminado, hoy, ocupando siete folios, cuando resulta que la extensión máxima eran tres como detalle para con el reloj, que marca las horas le cante uno rancheras o no y que debe contener horas y minutos suficientes para todos los participantes, a falta, también, de definición mejor (el miércoles va a ser día de muchas definiciones, por lo visto). Aparte del primer par de párrafos, los primeros y los últimos tres folios están escritos del tirón, y el cuento está escrito como me gustaba escribir los cuentos hace diez años: Sin saber qué demonios va a pasar, teniendo una idea, un tono, una escena y algún personaje que otro y viendo cómo se las apañan.

No deja de ser maravillosa esa dualidad del escritor, de ser quien está a cargo de los botones y las cuerdas y los títeres y los escenarios pero, también, de poder convertirse en un mero espectador que asiste, sorprendido, a lo que a él mismo se le ocurre. Esto, normalmente, no pasa, o esto, normalmente, no me pasaba, y por eso, sospecho, dejé yo de escribir de facto hace tanto, tanto tiempo ya. Y cuando pasa uno no comprende por qué narices dejó de escribir hace tanto, tanto tiempo ya. Cuando he terminado el cuento sentía escalofríos (en ese sentido, al menos, el cuento ha sido un exitazo; lo de transmitir frío, cumplido), se me han saltado las lágrimas, y he sentido una euforia que no puede sentirse de ninguna otra manera. Escribir es ser un dios, escribir una historia y encontrarle no un final sino el que sientes que es su final, y con esto no quiero decir que sea el mejor final posible o el que mejor queda sino el que, siente uno dentro, le pertenece, es sentir el abandono de dios a la inevitabilidad. Y en momentos así uno comprende que el dios de los cristianos montase todo el tinglado para luego tumbarse a mirar. Y en momentos así uno siente que le corre la adrenalina por dentro, y que la vida es estupenda.

En fin. Llegará el miércoles y el cuento será horrible. Pues puede ser, bueno. Lo leeré dentro de un par de años y me parecerá lo peor. Pues quizá, vale. Pero ese instante, después de terminarlo, ese poner el punto y final, echar la silla para atrás y poder quitar por fin los grupos noruegos que le han servido de banda sonora (básicamente Sólstafir, si es que son noruegos, y Ulver, claro), ese instante, que quizá de vez en cuando olvide, ese instante no me lo quita nadie. Ni yo mismo.

5 comentarios:

  1. Felicidades. Ése es un momento muy muy delicioso.

    Ganas de verte!

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  2. Momento muy muy delicioso que si no fuese por haberme dado la lata al respecto no habría sentido.

    Así que danke, danke ^__^

    Diría gracias pero por razones que serán obvias el miércoles no, tiene que ser danke.

    Eso sí, advertida quedas, siete paginitas. Con cita pseudointelectual y todo, ja ja.

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  3. Me suena TANTO la montaña que aparece en tu fotolog... A lo mejor me equivoco, pero...

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  4. Llegas a saber cuál es y me matas del susto.

    Bueno, quizá no. Al fin y al cabo, cosas más raras se han visto, como conocer y entablar una cierta relación amistosa evidentemente lastrada por las palizas que le meto al ajedrez con cierto borrachín psicópata que de vez en cuando revolotea sobre ella.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.