7.10.07

egocracia / tideland



1. Algunas veces he pensado en irme al extranjero, en buscar un trabajo en cualquier parte, hacer la maleta y cruzar la frontera para vivir del otro lado de alguna, y fantaseado con ese arañazo de aventura y de miedo de la soledad del no tener a nadie alrededor. Pero nunca lo hago, y en parte, si nunca lo hago, es porque existen días como este, noches como esta que ya se muere, la pobre.

Sábado de deserciones y de incomparecencias, todas justificadas, naturalmente, y ninguna reprochada. Había quien ya había quedado, había quien no podía quedar, había quien tenía un cumpleaños (al que de todas formas me invitaron, pero había también gente que opina que es de muy mal gusto ir a cumpleaños sin ser invitado de primer orden), y había quien tenía cenas de empresa. En total, de los camaradas nocturnos habituales, no había nadie. Así que ha tocado el día (o la noche, y la noche) de la egocracia, el día y la noche del homenaje. El día de levantarme a las mil y pasar la tarde perreando: durmiendo, leyendo, perdiendo una hora en la ducha, jugando al ordenador, viendo mil capítulos de mil series, y teniendo tiempo, incluso, para pasar un rato tirado en la cama, mirando al techo, sin hacer absolutamente nada, ni siquiera pensar, dándome el mayor de los lujos que uno puede darse con el tiempo, que es el de perderlo a manos llenas. Y la noche de salir con un libro por si los transportes y la música de única acompañante, para tardar una hora de paseo en elegir en bar en el que tomar un café (o la fracción de café que ponen en los bares del centro), cenando, caminando aleatoriamente, echando mil fotos que luego no valdrán la pena por el simple placer de pararme a pensarlas y sacar la cámara y dedicarle un buen rato al enfoque, la sensibilidad, la velocidad y el encuadre, y sobre todo para ir al cine yo solo a ver una de esas películas que uno ya piensa que se va a quedar sin ver porque ya sólo las ponen en la sesión golfa del fin de semana y, normalmente, uno no puede ir a verlas porque los camaradas nocturnos tienen otras intenciones.

Así que me he ido a ver Tideland, y he vuelto a seguir con el plan de la tarde hasta que se haga bien de día y me vaya por fin a dormir. Para lo que deben quedar unas dos horas y media todavía, según la última estimación.



2. Tiene algo Terry Gilliam que hace recordar a Tim Burton, algo relacionado con cierto barroquismo visual, característica común pero totalmente divergente en su forma, y también algo relacionado con las raíces de sus películas, la semilla de sus cuentos, y quiero decir con esto que a mí los dos me dan la impresión de estar tirando de mundos oníricos, de que en vez de películas nos están presentando sueños.

Leí por ahí que el señor Gilliam rodó Tideland en el tiempo en el que Los Hermanos Grimm, la película en la que vendía su alma a Hollywood buscando levantar el veto que pesa sobre él y ganar algo de dinero, supongo (y dice la leyenda, optimista ella, que ese dinero iría, junto con el que el señor Depp saca de vestirse de loca pirata, a su película imposible sobre el Quijote), estuvo atascada precisamente por lo que se viene llamando "desavenencias" entre Gilliam y los productores, porque por lo visto pese a venderse al producto de alto presupuesto y a todo lo que implica el cine de masas el hombre intentaría arrastrar las cosas a su mundo más de lo que los financieros y los analistas de mercado veían prudente y deseable. Es decir, que mientras no le dejaban hacer lo que él quería o todo lo que él quería rodó esta película, así que de partida yo esperaba encontrarme con Terry Gilliam en estado puro; un Terry Gilliam destilado, digámoslo así, esencial, contestatario y ansioso de volar hacia donde le diese la gana y no hacia donde lo dijesen. Y eso es, efectivamente, Tideland.

Volviendo a las comparaciones con ese otro gran director onírico al que todos veneran infinitamente más que al pobre Gilliam, lo que yo siento cuando pienso, ahora, en las películas de Tim Burton es que este nos vende sueños góticos que muchas veces disfraza de pesadilla, de forma explícita si hace falta (y ahí está Pesadilla antes de Navidad), mientras que Gilliam nos zambulle en pesadillas postapocalípticas, y que no se corta un pelo a la hora de tirar por senderos que pueden ponerle los pelos de punta al más pintado. Esto explica, en parte, por qué todo el mundo quiere a Burton, porque se sale de sus películas diciendo "qué bonito", mientras que Gilliam es capaz de empezar la película con la niña protagonista preparando una dosis de heroína, así, para empezar en caliente, y luego seguir soltando aldabonazos en nuestro pobre ánimo ávido de cosas bonitas y de historias felices. Porque Burton, con la excusa de lo terrorífico, aprovecha para dar risa o montar belleza o sugerir alguna otra cosa, y Gilliam nos enseña a una niña fantasiosa y adorable metida, de lleno y sin posibilidad de escapatoria, en algo que no se puede llamar de otra forma que no sea infierno, y encima el tío es capaz de irnos primero sugiriendo cada poco tiempo que la cosa podría ir a peor, luego que la cosa, probablemente, va a ir a peor, y finalmente de hacer que la cosa vaya a peor.

Pero claro, a mí es que Gilliam me pierde. Desde esos planos ladeados marca de la casa hasta esas escenas recargadas construidas a base de retales y escombros, chatarra y ruinas, desde sus personajes desquiciados hasta la cordura que es capaz de meter, si hace falta, en la cabeza arrancada de una muñeca. Y juega con el espectador, juega a apabullarle con escenas inmensas, con una fotografía increíble que se mezclan con el delirio de la trama, con un delirio de cuarenta de fiebre y amarillo de alucinógenos. Y cuando termina la película yo, al menos yo, sólo puedo pensar que qué tipo más grande y que efectivamente la película tuvo que servirle de desahogo y de terapia para poder resistir mejor (con la sonrisa de "pues bueno, ya haré otra peli donde no vengáis con la tijera") sus encontronazos con los productores de Hollywood.

En fin, la abuchearon en San Sebastián, así que empiezo a pensar que las películas que más me gustan, y las que me mantienen despierto últimamente, son aquellas que se llevan palizas en los festivales.



edit: Y un día más tarde Atlántida hace se gana un chiquipunto hablando de este blog en el que casualmente tienen la peli. Y como en cartelera durará poco y no en todas partes la echan, pues que sepas que puede bajarse de este último link (para encontrar los subtítulos busca entre las respuestas del post), aunque prométeme que antes intentarás ir a verla al cine, que hay que apoyarles, leñe, y ya sé que es caro, pero más caras salen dos copas y quién no se bebe más de dos copas en lo que dura una peli.

2 comentarios:

  1. Vaya.
    Estoy corrigiendo unas conferencias sobre cine, arquitectura y Futuro Próximo que serían muy interesantes si no fueran las doce de la noche de un domingo y estuviera completamente harta de cambiar cursivas por redondas, comillas altas por comillas angulares, tildes, comas, paréntesis sin cerrar, y un sinfín de etc.
    El caso es que hay mucho cine. El caso es que han nombrado a tantos, tantos de buen cine de ciencia ficción. Doce monos lleva ya varias apariciones, y yo me he enterado de que en el fondo es un remake de un corto del año de la polca que hizo... En fin. Que aunque no soy muy adicta al género, hay algunas que me han marcado, y precisamente ésa me ha traído buenos momentos de pantalla. En un descanso entre el dieciochomil apartado y el siguiente he dicho "voy a dar una vuelta por los blogs". Y he venido. Y tú hablando de. Vaya. Tengo ganas de verla, ahora.

    Sin embargo, intentaré seguir corrigiendo hasta que ya no aguante más, y luego me prepararé algo caliente, y me liaré un estupendo cigarrillo, y me meteré en la cama a ver Verano en Berlín o Junebug, que no tengo ni la más remota idea de cómo estarán. Espero que los párpados me aguanten.

    Y nada más. Que buenas noches.

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  2. Mujer, qué cosas más raras corrijes, ¿no?

    Cine, arquitectura y futuro próximo... sí que suena bien, sí, excepto por la hora y la tarea cansina. ¿Pero cómo no puedes ser muy adicta al género? Últimamente la ciencia-ficción está produciendo una serie de películas francamente geniales, no sé, así al primer bote se me ocurren Hijos de los hombres, mi peli favorita del año (...en que salió, claro), Código 46, Cypher... aunque en lo arquitectónico supongo que yo me quedaría con Blade Runner y sus ciudades semilla del cyberpunk, Alien y Aliens, con esas naves espaciales y esos túneles que incluso sin bichos que se coman gente son de lo más inquietante, y de Terry Gilliam con Brazil más que con 12 Monos... Es mucho más aterrador el futuro de Brazil que el de 12 Monos, epidemia global incluida. Mira, ya me dejas con entretenimiento para toda la mañana, ja ja.

    O para la tarde, que por la mañana el señor Oracle ya me ha buscado pasatiempo.

    En cualquier caso yo aviso, Terry Gilliam es mi director favorito a título personal, es normal que hable maravillas de él así que no me hago responsable de que la peli te parezca luego lo peor o no... Si te gustó 12 Monos o Brasil, arriésgate, y si no, bueno, yo la recomendaría igual aunque sólo sea por ver, para variar, una película que no se rige por las convenciones del qué bonito todo, una pesadilla que una niña transforma en cuento para poder digerir.

    Espero, en cualquier caso, que los párpados te aguantasen, el plan sonaba bien para despedir un fin de semana.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.