y tarantino en cambio...
...así que fuimos al cine, a ver Death Proof, la última de Tarantino, que fue pensada para un programa doble después del Planet Terror de Robert Rodriguez, película que lamentablemente no llegué a ver, cosas del verano, el vacacionismo y la fugacidad de las carteleras estivales en la que las perlas de culto duran menos que un frigopié a la solanera con tanta avalancha de peli cutre de humor bobo y/o estupidez animada sobre animalillos graciosines. La crítica la puso a aquella por las nubes, y también lo hacía con esta, y aquí es donde yo encuentro mis razones para aplaudir a la crítica. Porque es muy fácil criticar la película de Tarantino, bien se encarga él de dar todas las razones del mundo para hacerlo, porque su película es cutre. Cutrísima. De una cutrez superlativa, megalítica, apoteósica... y totalmente intencionada. Porque lo complicado, en este caso, puede ser ver detrás de todo eso.
Al principio sorprende; el comienzo es aún más lamentable serie B que el de Kill Bill, lo que ya es decir, con canciones cortadas a medias, rótulos kisch como ellos solos, rallajos, arañazos. Y comienza la película en el mismo plan, con errores de montajes a granel, que en otra película serían corregidos pero que en esta han sido fomentados, aplaudidos en la sala de montaje, entendidos, y es importante pensar un rato en el por qué de esto, como necesarios, propiciatorios, esenciales a su manera, con personajes que de pronto están sentados de otra forma, fotogramas perdidos, conversaciones mal ajustadas con el texto, porque Quentin Tarantino es así, porque este es su homenaje a la serie B, o más bien, porque en el fondo Kill Bill, de una forma más tangencial, también lo era, su aproximación más cercana y más fiel al subgénero. Y al final queda la certeza de que es en estas versiones, en estas inmersiones en la cultura de Tarantino, donde el director vuela más alto. O más bajo y más deprisa; por donde él quiere ir, por donde resulta más espectacular. Porque la película es pura serie B, lo cuál está bien porque es, evidentemente, lo que su director quería y ha buscado con toda su fuerza (con un pero: ¿y si el espectador, a diferencia de Tarantino, no es un friqui de la serie B?), pero también es puro cine de Tarantino, con sus charlas banales interminables, con personajes dibujados a fuerza de compartir anécdotas casuales, que cobran en el celuloide la vida que esas palabras les transfieren con una eficacia que pocos autores pueden conseguir (y esto resuelve el pero; igual no somos fans de la Serie B, pero yo, al menos, sí que adoro a Tarantino cuando echa el freno de mano y se dispone a gastar metraje a manos llenas a base de conversación), y también una obra mayor disfrazada de divertimento.
La película, en sí, me hizo volver a pensar en la Ana de Medem, porque comparte con ella un objetivo tal vez más subconsciente o encubierto en el caso de Tarantino (aunque tal vez sea sólo que no le ha dado tanto autobombo): La lucha de La Mujer contra la maldad masculina. En la película de Medem los malos eran, valga la redundancia, "los hombres malos" que al final quedaban representados por un gobernante yanqui, y a Tarantino le basta con un psicópata capullo que busca chicas guapas a las que cargarse. Para Medem, las mujeres, en general, quedaban resumidas en una sola que a su vez eran muchas, Ana, y Tarantino nos pone delante un grupo de féminas de diversa condición, algunas de las cuales terminan plantando cara. Ante el conflicto, Medem (a quien yo sigo viendo politiquísimamente correcto para los cánones de la hizquierda hinquieta) se disfraza de Teresa de Calcuta y aboga por una guerra de poner la otra mejilla, y las chicas Tarantino, bueno, digamos que se ponen expeditivas. Ahí, imagino, en su forma de resolver un mismo conflicto esencial, es donde está lo que distingue a unos autores de otros, y también, por extensión, a unos cinéfilos de otros; al fin y al cabo los gustos gustos son. Gustos que también tienen su voz y su voto en la cuestión formal, la otra (la única otra, en rigor) diferencia entre ambos, por un lado el lirismo patente y esforzado de Medem, por el otro Tarantino se nos regodea en la suciedad, la cotidianeidad y si un plano es hermoso por si mismo -y recuerdo un disco girando desenfocado, mancha borrosa, móvil y elíptica que sólo cobra sentido cuando aterriza sobre él la aguja, nítida maquinaria saltando sobre el surco de la música-, que parezca casualidad).
Luego, salvando las diferencias entre un intelectual y esteta que hace evidentes esfuerzos por hacer lo que él considera Arte con A mayúscula y el aún y siempre friqui y antiguo dependiente de videoclub adicto al cine barato de programa doble que hace evidentes esfuerzos por redimir lo que él es consciente de que se considera arte con una a muy minúscula y tal vez hasta con alguna hache. Donde uno intenta hacer poesía, el otro intenta ser un animal. Donde uno intenta ser onírico y meter al espectador en un sueño, el otro intenta convencerte de que estás sentado en el cine al que Tarantino iba cuando era un adolescente lleno de granos. Diferencias que van sumando. Donde uno nos presenta vidas dentro de una vida en una simple película, el otro extiende ante nosotros un universo mitologico-fílmico que abarca a sus otras películas (y así salen los policías que descubrieron en Kill Bill que la Novia seguía viva, y así una de las muchachas de la película tiene en su móvil el mismo timbre que mi agente, el Twisted Nerve de Bernard Herrmann que Elle B silbaba vestida de enfermera de la muerte en el volumen 1 de Kill Bill).
Creo que está claro con quién me alineo yo, a quien reconozco como más propio. Aún me duelen las palmas de aplaudir, me vienen, enlazadas con sonrisas, escenas de la película, y no paro de pensar, entre suspiros de alivio, en la eternidad que hacía que no salía tan a gusto de un cine, tan satisfecho, tan bien servido, tan honestamente estafado (porque el cine es, en esencia, una estafa) o tan cómplice de la inmensa broma que Tarantino propone, llevándonos al fondo de sus fantasías adolescentes sobre películas de asesinos de carretera, a los espectadores que acepten jugar a su juego. Por ahora y para mí la película del año.
ey david enhorabuena por tu blog y por las pocas pero buenas criticas que has hecho. si quieres y te sientes con ganas me encantaria que pudieras participar en www.muchocine.net como critico de cine colaborador. si quieres escribeme a webmaster@muchocine.net
ResponderEliminarserá un placer hablar contigo,
saludetes
Muchísimas gracias por el halago y la oferta y, en fin, ya te he respondido con más palabrería en el correo :)
ResponderEliminarves como todo pasa por algo??
ResponderEliminartú tenías q ver la de medem para escribir después esto de la de Tarantino.
y q rabioso se te lee...
Rabioso no, Vega, apasionado. Es que salí en trance del cine. Y ojo, que a la de Medem le estoy dando mucha caña pero sigo sin considerarla una mala película, para nada, simplemente la veo algo pretenciosilla (como tantas) y algo alejada de lo que son mis gustos... y claro, eso siempre se sospecha, se intuye o se siente, pero después de ver esta quedaba clarísimo. Este sí es plato de mi gusto total, absoluto y rendido :)
ResponderEliminarDe estas veces que sales del cine pensando profundamente feliz, entretenido y satisfecho. Mola.
Sabes? Creo que si no hubiera visto "pegadas" las dos pelis como se suponia que debia ser, no habria encontrado tan mala a Death Proof, porque una pelicula (y aun mas para un tipo como Tarantino) es una alegria y una fiesta de entretencion en una sala de cine y Death Proof es simplemente y amablemente aburrida (claro, no mas que Kill Bill Vol. 2 pero ya es harto decir), no podemos esperar que un filme de mas de 1 hora se mantenga a punta de "anecdotas transitorias con buenos personajes", y creo que nuevamente a este buen hombre se la ha pasado la mano con su ego totalitario (y genial, vale que es cierto) en que sus propios codigos que alguna vez le dieron fama ahora lo acorralan como la unica opcion a seguir. ¿Por que nunca mas vimos la honestidad sensible de la unica que él mismo ha reconocido como suya, de lo que vimos en Jackie Brown?
ResponderEliminarEscribir es una cosa, producir es otra, dirigir es muy diferente, pero por sobre todo "idear" cine es lo que diferencia. Me gustaba pensar en Tarantino como un tipo que hacia la diferencia, pero creo que se aburrio de "idear" y nuevamente ha vuelto a su lugar comodo en que finalmente es Rodriguez el que da catedra, o en que la unica opcion ahora incluyendo a ambos dos es dejandolos como seguidores de lo que alguna vez fueron artifices. Esperemos que nos permitamos a nosotros mismos ver con otros ojos a Tarantino mas alla del que dicta el consenso general que lo ha protegido desde Pulp Fiction, que seamos capaces de realmente ser criticos mas alla de saber que "tenemos que encontrar alguna forma de encontrar buenas sus peliculas porque es raro e incorrecto no hacerlo", que efectivamente tenga ideas nuevas y propias, y que Rob Zombie (satanas lo guarde) sí siga teniendo ideas y haciendo cine por el bien de nuestra diversion.