La respuesta es tan fácil que casi da vergüenza decirla: En realidad no hay ninguna razón para hacer fotografías. El mundo no se va a parar si no coges tu cámara y sales a la calle a fotografiar a una viejecita que pasa, un abeto, un alero gris o una muchacha pelirroja tomando el sol. Como arte, la fotografía, en realidad, no es algo precisamente necesario, no es un puente, ni un hospital, ni una solución al integrismo, ni a esos animales que matan a sus mujeres, ni la cura del cáncer. El arte siempre es prescindible, y precisamente ahí radica una parte fundamental de su encanto: El arte no es una mera cuestión de supervivencia, y al no ser una necesidad es algo infinitamente más libre que las cosas que de hecho sí son necesarias. Y por poco necesario que sea para vivir, para sobrevivir, tiene la gran virtud de que hace, o tiene el potencial de hacer la vida más llevadera, a veces para el público, y muchas más veces para el artista. O aprendiz de artista, en mi caso particular y para nada generalizable, supongo, pero en el que me baso para ponerme aquí a soltar este mi mitin de hoy.
Y esa dualidad, el que el arte pueda afectar o bien al artista o bien a su público crea una dualidad interesante. Vale, vale, de acuerdo, también puede afectarlos a ambos, pero si afinamos los suficiente siempre podremos clasificar a los artistas en dos clases, los que hacen arte para el público, y los que lo hacen para sí mismos: Arte exibicionista frente a arte masturbatorio.
Yo creo que la fotografía suele encuadrarse en el segundo caso, excepto si estás fotografiando la plaza de Tiananmen cuando un obrero con su bolsa del desayuno anda frenando una fila de tanques, por ejemplo (mi foto favorita -en la versión sin farolas, que hay otra de la misma escena con un racimo de farolas blancas que no es igual-, por cierto, por mil razones que no creo que haga falta explicar). Entonces, la razón por la que se fotografía se puede entender como el puro egoísmo de hacer una foto por el placer de hacerla.
Es algo más complicado, porque una fotografía es una (¿per?)versión de la realidad que se aprovecha de que la vista es el sentido del que más nos fiamos, sobre todo a largas distancias, y uno de los más fáciles de engañar. Tendemos a creer que lo que vemos es real, en parte porque llevamos toda la vida confiando en nuestra vista y en parte porque no somos muy conscientes de todo el "software" que utiliza nuestro cerebro para unir las señales dispersas que le transmiten las células que capturan la luz en la retina y darles un aspecto coherente. Pero si vemos una imagen de algo, imaginamos ese algo como algo con una cierta entidad, algo real; aunque sea algo salido de la fantasía de alguien en cierto sentido se convierte en real al plasmarlo en una imagen. Pero muchas veces olvidamos que en realidad la fotografía no es una imagen del mundo real tal cuál, sino una imagen de la realidad (o de lo que sea) filtrada a través del ojo del fotógrafo. En parte lo marginamos porque día a día vemos mil fotos anónimas o fotos en las que el fotógrafo no tenía nada que decir o no tenía forma de decirlo, o le pagaban por decir otra cosa (y pienso en los folletos publicitarios de los supermercados y en las fotos de los paquetes de detergente mientras escribo esto). A mí eso me hace pensar muchas veces que un fotógrafo puede hacerse invisible, convertirse simplemente en un canal que transmite una imagen a los ojos de alguien, un canal que puede estar manipulado o alterar la imagen, pero que puede volverse invisible, si se hace bien; pensemos en un buen retrato, un buen retrato ¿es aquel en el que el retratante deja su huella, o en el que el retratado aparece con ese aire natural, real, casi palpable que tienen algunos retratos? (y ahora pienso en Sarcozy y Bolaño).
Preguntas sesgadas y respuestas con truco, ni una cosa ni la otra, habrá retratos que sean buenos por lo primero, otros por lo segundo y otros que tengan parte y parte. Pero el punto de vista del fotógrafo siempre está ahí, más o menos evidente, decidiendo encuadres, enfoques, luminosidades, contrastes, postprocesando, preparando. Y detrás de todo eso es donde realmente está mi motivo para hacer fotografías. Pese al egoísmo del placer que supone hacer una buena foto (o una foto que te guste), también hay algo irresistible en la posibilidad de poder compartir el punto de vista propio, tremendamente subjetivo, íntimo y personal, con cualquiera que pueda ver la foto. Y sospecho que precisamente por eso tengo un fotoblog; a veces es genial poder coger una imagen e intentar plasmar en ella un estado de ánimo, o compartir la visión de algo que me gusta, y sobre todo es increíble cómo eso se convierte en algo totalmente irrelevante y ver cómo cada persona que ve la misma imagen que tú viste y que tú has dejado a tu antojo y la convierte en algo propio, la reinventa y le busca sentidos que igual uno mismo no llego ni siquiera a imaginar.
Resumiendo y dándole la vuelta, en el fondo, la mejor razón para hacer fotos es que plantándole a alguien una imagen delante le estás obligando a ver por tus ojos: Te da el poder inmenso de mostrar lo que te de la gana, de enseñar qué te parece hermoso (o qué te parece horrible, o lo que sea). Y la mayor virtud, que cada cuál puede robarte, mientras mira la foto, tus ojos para enseñarte su forma particular de ver el mundo.
Entonces ¿por qué hago yo fotos? Pues en parte por pura pereza, porque es mucho más fácil y rápido y últimamente divertido hacer una foto que escribir un cuento. Pero también para compartir esas imágenes, lo que veo cuando voy por ahí, cuando miro las cosas. Y en parte para perder, ejerciéndolo, ese monopolio que tengo yo sobre mi punto de vista, para regalarlo al mundo y que sea libre y se interprete y pueda pasar al monopolio visual de quien quiera que la vea.
Se termina haciendo fotos porque muchas veces, al final, no queda otro remedio sino sacar la cámara y hacer clic.
2.7.07
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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.
alguien me hizo una vez infinitas fotos. muchísimas. y yo siempre le decía: "me partes en tantos trozos que no parezco yo" pero no creo q él me viese fragmentada o por partes: es difícil de explicar. no me gusta que me hagan fotos: pero no me hacía fotos, me miraba a través de un objetivo. todavía no existía lo digital así que nunca podíamos saber que había pasado con los disparos.
ResponderEliminares un fotógrafo maravilloso, me regalaba cielos rojos solo porque yo adoro los cielos rojos. una vez hizo una foto a un maniquí dorado, tirado en un contenedor con las piernas fuera que era sobrecogedora... no puedo olvidarla, se me quedó grabada para siempre...
y diferencia siempre las fotos que hace como periodista (que sí cumplen una función y son necesarias, gran ejemplo con lo de Tiananmen) de las que hace como fotógrafo (porque no se llama artista, aunque en el fondo sabe de sobra que lo es).
Me has recordado muchas cosas con este post. Muchas. Es curioso lo diferente que piensa la gente sobre las mismas cosas.... pero tb es muy largo de explicar (incluso creo q este comentario se me ha ido de las manos, pero pienso dejarlo de todas formas, porque ahora sonrío blanda)
A mí lo que me molesta es que haya gente que viva del arte. Como dices, el arte no es necesario, por lo tanto debería ser un hobby y no algo de lo que se viva. Me parece que hay mucha falsedad y mucho caradura en esto del arte.
ResponderEliminarSe que no va mucho con lo que comentas, pero es que me da rabia pensar que hay gente que le pone una pata más a una silla, lo llama arte y encima te quiera cobrar por ver semejante... silla de cinco patas.