A día de hoy extrañarse es tarea complicada. Vemos muy lejos y nos enteramos de muchas cosas, y el liston está muy alto, basta mirar las noticias, ahora que hablo de listones, para que uno se lleve cada día su ración de cosas extrañísimas, por ejemplo hoy el periódico habla de un empleado de una empresa de tarimas que pidió un lote de maderas y recibió uno de cocaína "por error", o de un congresista americano, republicano e integrista con todos los extras, que ha sido detenido porque intentó pagar a un policía de paisano para que le hiciese una mamada, o más cerquita del ya ex-alcalde de Mijas que se subió el sueldo a 126.000 euros al año porque decía que así se evitan corruptibilidades.
Eso curte, y nos complica el sorprendernos. Y aún así, y aún así, hay gente que no para de resultar sorprendente, gente a la que suelo llamar odiosa en pleno arranque de celos, envidia y agradecimiento por las historias fascinantes que cuentan, gente que habla de su vida y uno se siente, por contraste, como debe sentirse el libro de memorias de Ana Rosa Quintana al lado de la narración de la vida de, no sé, Aureliano Buendía, o el inevitable Bolaño, o algún legendario pirata de los mares del sur (es un suponer, tampoco me he leído ni leeré la vida y milagros de A. R. Q., que igual resulta ser interesantísima, a saber). Gente a la que uno no sabe ya ni como mirar sin que se le fundan los ojos de pura fascinación. Gente que hace que uno se despierte inhumanamente pronto una mañana de sábado preguntándose cómo al final de la noche pudo irse a dormir pensando que al fin y al cabo, conociendo lo que se conoce de un par de miembros de la familia, no resulta tan raro que el hermano de una persona así esté de vacaciones en casa de un tal Javier Bardem.
En fin. Me voy al campo, a seguir con mi vida en blanco y negro, con mi vida de mentirijillas de envidioso (que en realidad quiere decir admirador, evidentemente) total y absoluto, a tirarme en un risco y ver estrellarse el sol contra Extremadura, y a planear venganzas narrativas como hacer por fin ese viaje soñado a yanquilandia, alquilar un Cadillac colorao y hacer la ruta 66 atracando de camino algún que otro banco, bebiendo café al por mayor y tirando el coche al mar en cuanto llegue a San Francisco, o cruzar Siberia en un tacataca haciendo bailar los osos al ritmo de unas castañuelas, o ir nadando hasta, no sé, la Tierra del Fuego, o ir a Japón a acabar con todas las reservas mundiales de sake. Ya pensaré algo, ya pensaré algo, y mi venganza probablemente terrible no será, pero con algo de suerte dará para que nos echemos unas risas. O en su defecto que le de un ataque de hipo a alguien.
Ea, hasta mañana o pasado, pásalo bien.
14.7.07
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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.
Exagerado!!!!
ResponderEliminarSé a qué te refieres con lo de exagerado pero como malinterpretar es divertido voy a asumir que te refieres a que exagero cuando hablo de planes de venganza consistentes en cruzar yanquilanda comprando un Colt, atracando licorerías, traficando con drogas en la frontera de Texas y arrasando las Vegas, y voy a ser muy poco realista y a contestarte que:
ResponderEliminarYa veremos. Algún día te llegará una postal medio quemada desde Amarillo, Texas, y verás que risa. Y cuando termine en el corredor de la muerte, espero tu visita (y por cierto, tráete una tarta con una lima dentro, que es parte del plan de huida).
En fin, que de exagerado nada.