Afrontaba Pancho los últimos exámenes en el instituto, la última andanada previa a la Selectividad, esa muralla examinante que uno debe escalar si pretende meterse en la universidad y su circunstancia (con todo su rango de opciones que van desde el abarrotar el disco duro de información con la esperanza de que eso nos haga mejores / más listos / más cultos / nos ayude a conocernos mejor / nos de la posibilidad de ganar dinero / nos emplace en un ambiente de golferío perpetuo, al gusto de cada uno). Exámenes, pues, de suma importancia, y que hay que aprobar sí o sí porque el no implica perder un año de vida en el instituto, y a la edad en la que uno deja el instituto un año tiene exactamente la misma longitud de una vida, cuando no más.
Así que afrontaba Pancho esos exámenes con buena voluntad pero con gran espíritu de autocrítica y con mucha objetividad: No se veía como para sacar los exámenes, Pancho, por eso que se llama los medios propios, así que entre él y unos compañeros se buscaron unos medios propios digamos que más propios.
Copiando, vaya. Pero hay formas y formas de copiar.
Día del examen de inglés: Día en el que toca aprobar inglés. Día en el que toca aprobar inglés. La narradora original de esta historia cuenta que la despertó el teléfono a las ocho de la mañana, porque ella no trabajaba entonces y ya ves tú qué iba a hacer despierta a las ocho de la mañana (yo asiento muy comprensivo, aunque ahora que trabajo tampoco estoy despierto a las ocho de la mañana. Pero sé que soy un privilegiado). Y era Pancho, su hermano pequeño, pidiéndole que llamase al instituto. ¿Llamar al instituto? Uno puede imaginarse la cara de la narradora, deshaciéndose del sueño, bostezando, frotándose los ojos y mirando alrededor algo desorientada, esas escenas que luego nunca fueron así pero que cuando uno las escucha se convierten, a su manera, en verdad histórica. Llamar al instituto, sí, diciendo que eres la madre de, y aquí iba el nombre de un compañero de Pancho, y que quieres hablar con su tutora, para que salga del examen. La narradora fue escuchando, y yo la imagino algo asustada por la envergadura del plan de Pancho y sus compañeros, escuchando el guión que la dieron con lo que debía decirle para tenerla entretenida durante al menos veinte minutos, para darles a los conspiradores tiempo suficiente para copiar todo lo copiable. Y naturalmente, la narradora carraspeo, puso su voz más seria, llamó al instituto y pidió hablar con la tutora en cuestión.
Aprobar copiando está mal, dicen padres, profesores, etcétera. Se supone que es aprobar haciendo trampas, se supone que no por sus propios medios no propios, o sea, no por los propios medios tradicionales. Horror de horrores, Pancho engañó a su maestra, se deshizo de ella, y le plantó un examen que no era fiel reflejo de lo que había estudiado y aprendido, de la habilidad en inglés que debería haber desarrollado. Visto desde el punto de vista académico, copiar es el peor pecado que puede cometer un estudiante. Pero ¿qué es la vida? ¿A qué nos enseña el colegio? ¿Quién ha podido demostrar más esfuerzo por aquel último examen de inglés, yo, que lo estudié escuchando discos de los Iron Maiden y leyendo libros en inglés, o Pancho, que se curró un operativo que ríete tú de la Operación Puerto? ¿No hay mucha más poesía, mucho más arte, mucha más exhibición de recursos en el método de Pancho que en el que yo utilicé? Personalmente, nunca se me ocurrió criticar ni a Paul Newman ni a Robert Redford por tramposos después de ver El Golpe, y no creo que eso fuese simplemente porque Henry Gondorff y Johnny Hooker fuesen personajes de una obra de ficción, ni porque simplemente eran los buenos, sino por la meticulosidad, el esfuerzo y el arte que le ponían a su trabajo. Y si la educación tiene también la tarea de darnos las herramientas para que nos podamos enfrentar al mundo en una desigualdad menor de condiciones, creo que el hermano pequeño de la narradora de esta historia sale al mundo con bastantes más recursos de los que yo tenía entonces.
Naturalmente, Pancho aprobó.
23.6.07
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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.
Desde luego, a ese niño de mierda recursos no le faltan. Aunque no se porque, me da en la nariz, que la narradora original de la historia no se sorprendió mucho con la llamada...a fin de cuentas los hermanos se conocen y los pequeños suelen imitar a los mayores!!
ResponderEliminarjajaja me has recordado la técnica que usaba él para sacarme de clase y que no me pusiesen falta: entraba y decía que el jefe de estudios quería hablar conmigo: nos íbamos a jugar al mus. nadie nunca preguntaba nada al jefe de estudios, por lo que parece...
ResponderEliminarhabía un bar al lado del instituto que se llamaba "fermoselle" y cuando alguien hacía pellas y el profe preguntaba donde estaba decíamos está "en fermo".
a mi copiar me ponía muy nerviosa hasta que llegué a la universidad y le pillé el truco a la descarga de endorfinas... yo creo que los profes se enteran siempre pero fingen que no...
y tan válidas serán sus herramientas como las tuyas, aunque las tuyas fuesen legales... tenían la ventaja de tener menos riesgos y ser más simples. QUizá si tu hubieses sido incapaz de aprobar por tus medios habrías encontrado un plan B...
MoMe, no, la verdad es que la narradora original no tenía mucho aspecto de sorprendida. Teniendo en cuenta el índice/avance de historias pendientes por contar sobre el sujeto en cuestión, se ve difícil sorprenderse ya por nada.
ResponderEliminarLo que pasa es que ahora me dejas pensando en las historias de la hermana mayor/narradora. Que no estoy muy convencido yo de querer saber, porque sé que me van a seguir matando de envidia.
Vega, ¿así que el sujeto en cuestión era tu "jefe de estudios" particular? Ja ja, qué grande :D
Y lo de "en fermo", muy bueno.
Lo del copiar, bueno, yo lo hice un par de veces. De hecho, como le conté a la narradora, una vez fue el propio profesor el que trajo a mis manos el examen del compañero del que me iba a copiar, que dicho así en frío suena bastante épico. Eso y lo de llamar en mitad de un examen a una compañera licenciada para preguntarle por una movida que no recordaba... se quedó muy sorprendida cuando le dije que no, que no es que hubiese terminado y que tuviese curiosidad, que la llamaba desde el propio examen, ja ja.
Y lo mío no fue aprobar por mis medios, yo tiraba de suerte.
joder, lo nuestro era más clásico: en vez de llamar por teléfono preguntábamos al de al lado: yo hice una vez 4 comentarios paleográficos. El mío y el de otros 3, con los papeles pasando por la fila sin ningún tipo de disimulo.
ResponderEliminarY luego ya Vázquez: que se salía del examen para dejarnos copiar porque quería ponernos a todos un 8 y darle por culo al vicedecano (había un porcentaje de suspensos prefijado, para no saturar el mercado laboral...) Era un encanto aquel hombre, y no solo por eso. Todo lo que yo sé de planos de televisión, encuadres, y formas de estar delante de una cámara (no es mucho pero es algo) se lo debo a él, y de ética periodística quizá a el tb. Que no era periodista pero tenía muy claro lo admisible y lo inadmisible en la profesión. Otros decían q eso no da audiencia... En fin.
Pero vamos, a mi llamar por el movil ni se me habría pasado por la cabeza. De ahí sale el comodín de la llamada no?? Lo pruebo en la oposición?? o es demasiado arriesgado?? Creo q paso...