la épica hecha música
Hay música que no puede contenerse, a la que no se le pueden levantar diques. Yo venía a hablar de otra cosa, pero he puesto Moonsorrow y ya no hay nada que hacer, el estado de ánimo se formatea y se enciende el modo épico, el modo alegre, el modo ponedme el mundo delante y un cuchillo y un tenedor que me lo como, y si no hay cubiertos a mordiscos, a dentelladas, deglutiendo como los patos. Hay grupos que son estados de ánimo; Elend es la angustia, Godspeed You! Black Emperor es la desesperación, Porcupine Tree es la nostalgia, Anathema es la melancolía y Dark Tranquillity la rabia, y entonces Moonsorrow es la épica. Todo esto para mí, claro, porque la música es en ese sentido como las imágenes que uno descubre en las nubes o las tarjetitas pringadas con tinta con formas de tías desnudas de los psicólogos, y todos esos grupos pueden inspirarte cosas totalmente distintas a ti (por ejemplo repulsa).
Pero aún así hay algo directamente épico en Moonsorrow, algo que me transciende y que tiene que ver con su contundencia, con los coros, con el uso inteligentísimo que hace Henri Sorvalli de los teclados, con sus canciones largas, los gritos rasgados del primo Ville Sorvalli. Empezaron como un grupo escandaloso y básicamente alegre, y con el tiempo han ido ganando en oscuridad, según han ido alargando las canciones (aún más, y más, y más: El último disco son dos canciones, la primera de 30 minutos y la segunda, más cortita ella, de sólo 26), según han ido aprendiendo a buscar su sonido, según han ido descubriendo que las canciones daban para tirar más de todos los hilos, recorrer todos los caminos y eternizarse por miles de pasajes.
Recuerdo cómo conocí a Moonsorrow, y esto es algo que no me pasa con muchos grupos (sí con todos los que me han llegado directos al corazón; me pasó con los que marcaron mi adolescencia tardía y mi bautismo como adicto musical y luego con esas bandas que me han llegado al alma, Lúnasa, Opeth, Jethro Tull, Dream Theater, Kula Shaker... y no puedo seguir con la lista porque roza la no numerabilidad). Yo acababa de descubrir a Finntroll y de morirme de risa con esa panda de finlandeses locos que decían ser trolls y que cantaban a gruñidos sobre el exterminio de la secta cristiana a manos de las criaturas de roca entre guitarras de black metal y delirantes melodías de acordeón, y un friqui musical de entonces (el mismo vicio, la misma sangre) me dijo que si me gustaba aquello que escuchase Moonsorrow, el grupo del acordeonista/teclista de Finntroll.
En aquellos tiempos Finntroll comenzaba a tener cierta fama, porque era y es (a pesar de las calamidades, de la muerte de miembros, del abandono de otros por problemas médicos) un grupo a la que la palabra cachondo le viene al pelo, que nació cuando en un backstage dos músicos borrachos iban despertando de sus borracheras, y uno de ellos se puso a tocar humppas al teclado (canciones folk finlandesas; imagínate una polka alcohólica y acelérala a tope) y el otro se puso a soltar alaridos. Suenan bien, son divertidos, y tienen talento, así que era inevitable que ganasen un montón de popularidad, aunque sea entre la comunidad más subterranea de los adictos a estas músicas (no les ayuda demasiado a salir de ahí el hecho de que canten en sueco). A mí, que siempre me ha dado por buscarle parentescos a las músicas, siempre me ha parecido que las dos bandas eran hermanas, aunque sólo sea porque comparten genio. Pero Moonsorrow fue y sigue siendo un grupo bastante desconocido por aquí. Ahora ya se los puede encontrar en las tiendas (desde luego en Arise, tal vez incluso en la Fnac, y en el Corte Inglés no tengo forma de saberlo), pero en los primeros tiempos no los distribuían por aquí, así que yo pedía sus primeros discos por correo. Y resulta que por aquel entonces el encargado de los envíos era Ville Sorvali, cantante, bajista y primo del teclista/guitarrista/acordeonista/mil cosas más (le acreditaban siete u ocho instrumentos en algún disco) Henri Sorvali. Como era parte tan implicada en el disco, cuando me llegó el primero le escribí de nuevo para decirle que había llegado bien (nunca me he fiado mucho yo de los buzones y demás) y que me parecía la leche el disco, y ahí comenzamos a intercambiarnos correos. Resulta que el buen chaval estudiaba lo mismo que yo, matemáticas, y que era un encanto de persona. Y así pasamos tiempo hasta que no quedó gran cosa que decir, ellos se fueron haciendo famosetes, sobre todo por el norte, y yo pensé que era hora de ir dejándole en paz, en parte porque siempre he tenido yo un rollo anti-groupie de lo más extraño (como cuando estás en la barra del garito de un concierto tomándote unas cervezas al ladito mismo de Martin Henriksson y Mikael Stanne y simplemente sigues tomando tu cerveza y como mucho les sonríes, que tanto dar la lata y tanto SIGN ME AN AUTOGRAPH PLEASE PLEASE PLEASE tiene que terminar jodiendo).
Pero todo eso ha quedado ahí, y con la excusa de los correos Moonsorrow se ha convertido en una banda con la que me siento especialmente implicado. Y que siempre que escucho me hace crecer veinte centímetros, sacar pecho, apretar los dientes, moverme nervioso y sentirme feliz (y da igual la atmósfera tenebrista, que yo al final siempre le he tenido mucho cariño a las sombras), vivo, vivísimo, y con ese hambre de mundo que termina durando bastante más que la más larga de sus canciones. Que ya es decir.
Jethro Tull y Kula Shaker en una lista tuya... que sorprendente es todo esto de la música...
ResponderEliminarEn fin, ahora mismo no me veo con fuerzas para probar esto del folklore sueco o el metal sueco o lo que sea sueco... pero lo intentaré en algún momento...
oye, y qué venías a contar??? qué curiosidad!