17.4.07

palabra de dios


...¡te alabamos, oh Señor!

Aleluya hermanos, por fin cumplo con mi palabra y escribo mi tema sobre religión.

De todos los creyentes es sabido que Dios hizo el mundo sin manual de instrucciones y que durante un tiempo fue escogiendo profetas o elegidos o se dedicaba simplemente a aparecerse y repartir instrucciones en el momento o a enmendar entuertos mediante genocidios más o menos selectivos, pero después de un tiempo, con eso de que el ser humano fue proliferando, a pesar de las contramedidas adoptadas de cuando en cuando (un diluvio por aquí, una lluvia de fuego por allá) tuvo que recurrir a los funcionarios, y dictar los diez mandamientos, primero, y luego dejar una crónica escrita, la Biblia, que aún hoy los curas en misa terminan de citar con las palabras que dan nombre a estas líneas.

Y de todos es sabido que hay creyentes, a día de hoy, que consideran la Biblia no ya como la verdad absoluta, sino, junto con las homilías que les adoctrinan en cuestiones varias como el odio a los homosexuales o la necesidad de votar a tal o cual partido, la única verdad. Por lo tanto yo siempre he sentido una cierta curiosidad por la Biblia, que no he matado a base de batir páginas porque no tengo ninguna a mano y porque soy un vago redomado, y habiendo leído algo de las increíbles enumeraciones genealógicas de gentes varias no es que llame precisamente a alguien con un déficit de atención tan considerable como el mío (que ya sólo Martin Amis tiene la certeza de atraparme, y eso porque habla de tetas y culos cada tantas páginas, más que nada). Pero como en este mundo hay tanto buen samaritano, unos tales Guillermo López y Andrés Boix se han dedicado, en La Página Definitiva (sic) a contar los hechos que cuenta ese libro esencial de forma literal para tanta gente, en un lenguaje ameno y acotado por las conclusiones que se les iban ocurriendo y que, sospecho, no son precisamente diferentes de las que yo saco a la luz de los hechos que cuentan.

Sus resúmenes se mueven a caballo entre la narración de los hechos tal cuál vienen en El Libro y el comentario de texto; Con espíritu moderno y dinámico pasan por encima de esas largas listas de nombres, señalan esos parentescos que pasan del primer lazo sanguíneo al segundo de un capítulo a otro y se despiden de esos pueblos que se van formando y cuya importancia queda señalada para no aparecer ni una sola vez en el resto de la trama. Hay que disculparles, al fin y al cabo hoy día, con tanto cine, tanto libro y tanto telefilme nos hemos convertido en unos sibaritas del hilo argumental, en unos tocapelotas de la coherencia. Pero haciéndoLe justicia, ¿no es mucho pedir para el Creador que además de habérselo currado tanto con el mundo en sí (al César lo que es del César, el Tío era un crack en física, biología, química, geología, astronomía, botánica, zoología y demás) luego sea encima un Charlie Kaufman?

Pero ateniéndonos a los hechos es imposible no sorprenderse con ellos de cómo han cambiado los tiempos desde el pre-cristianismo; Yo me he quedado sorprendidísimo con esa querencia de Dios por la endogamia compulsiva (ahí estaban los hijos de Adán y Eva sin más que una mujer en el mundo que llevarse al catre, y ahí estaba Noe con su familia en el arca), y por esa simpatía con la que contemplaba a sus elegidos cuando estos hacían cosas como estafar a la familia, robar, conquistar y expoliar todo lo posible y, costumbre recurrente, fingir que la propia mujer es simplemente una hermana para que pueda meterse en el catre del faraón de turno.

En fin, no puedo hacer justicia, con mi despreciable prosa atea, al Libro de Libros, así que me limito a copiar y pegar de la obra de este gentil par de divulgadores uno de mis pasajes favoritos, el capítulo XXXV, que narra el principio de las aventuras de José, hijo de Jacob, pájaro de cuidado, padre de los judíos y descendiente del alegre Abraham:



Comenzamos aquí el relato de la exitosa vida de otro de los Elegidos por el Señor. El Elegido en cuestión, José, venía nuevamente de la misma gloriosa estirpe de Abraham y era hijo de Jacob (o Israel, o como Ustedes quieran; el escritor utiliza ambos indistintamente, demostrando que incluso los escribas se tomaban las resoluciones del Señor a cachondeo), así que no es de extrañar que bien pronto sus muchas virtudes le generaron la envidia de los demás, particularmente sus hermanos. ¿Se dan cuenta de que en la Biblia siempre queda todo en casa? ¡Siempre crecen y se multiplican como las estrellas del Firmamento los mismos! ¡La Tierra Prometida parece Sicilia!

A lo que íbamos; como no podía ser menos, José era el preferido de Jacob, pues lo había engendrado, según la Biblia, “en la ancianidad”, demostrando que era todo un machote y, por tanto, verdaderamente Elegido por el Señor. Para exhibir sus preferencias por José, Jacob, en un alarde de generosidad impropio de su talante comercial, le regaló a su hijo José una suntuosa túnica “con mangas”. En contrapartida, José se encargaba de espiar a sus hermanos, contándole a su padre todas las malas acciones que aquéllos cometían (no consta si Jacob reaccionaba indignado ante las fechorías de sus hijos o se enorgullecía de ellos).

Por si esto no fuera suficiente para generar la envidia de sus hermanos, resulta que a José le daba por tener sueños muy a menudo (ya podría, alguien con una túnica con mangas puede permitirse soñar), y además no tenía ningún problema en relatar a sus hermanos el argumento detallado de lo que había soñado:

- En una ocasión, José les contó a sus hermanos el siguiente sueño: “Miren, les dijo, el sueño que he tenido. [7] Estábamos nosotros atando gavillas en medio del campo, cuando sucedió que mi gavilla se levantaba y permanecía derecha. Entonces las gavillas de ustedes la rodearon y se postraron ante la mía.” La malignidad de sus hermanos hizo que interpretaran que José quería decirles que se postrarían ante él, cuando en realidad José simplemente había tenido un inocente sueño erótico, en la línea incestuosa de la Biblia, que un psicoanalista más avezado habría leído de esta guisa: “José sublima el deseo de acostarse con su padre, pues es un poco floripondio, en las masculinas figuras de sus hermanos, cuya función en el sueño es el de adorar su Falo (el de José, no cada hermano el suyo propio)”.

- Pero eso no fue todo. Poco después, en una comida familiar, José volvía a las andadas, ante el escándalo de hermanos y figura paterna: “Tuve otro sueño; esta vez el sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí.” Teniendo en cuenta la analogía que habitualmente hacía el Señor entre las estrellas y el acto sexual como paso previo a la proliferación de aquéllas, no es aventurado pensar que José nuevamente se refería a la adopción de una postura auténticamente dominante en sus relaciones afectivas con la familia, pero curiosamente sus hermanos, de nuevo, le interpretaron mal, asumiendo que José simplemente quería hacer constar su superioridad haciendo que sus hermanos se inclinaran ante él en un sentido general, no en el sexual al que, Ustedes lo saben perfectamente ya, se dirige siempre la Biblia.

De cualquier forma, los hermanos de José, ante tales humillaciones, adoptaron la única decisión posible en unos tiempos duros como aquellos: asesinarlo. Pero cuando José se acercaba inocentemente hacia el lugar donde estaban sus hermanos, Rubén, uno de los susodichos, les convenció de que se limitaran a lanzarlo a un pozo, sin matarlo. En realidad, Rubén quería rescatar después a José, pues tenía la secreta ambición de conseguir otra túnica con mangas de su padre. Así que los hermanos cogieron a José (según la Biblia, “lo tomaron”; interprétenlo como quieran), lo arrojaron a un pozo seco y (me estremezco sólo de pensarlo) ¡Le quitaron la túnica con mangas!.

Pero poco después Judá sugirió que, ya puestos, podrían vender a José como esclavo, aprovechando que en ese momento pasaban unos medianitas por allí (no tenemos ni idea de quiénes eran los medianitas en cuestión, pero debían tener algún parentesco con los turcos o los portugueses, dado que se dedicaban a este tipo de labores); así, con el dinero recolectado, tal vez pudieran ellos comprarse una túnica en condiciones.

Y así lo hicieron: cambiaron a su hermano José por veinte monedas de plata, mancharon la túnica con mangas con sangre (qué falta de sentido estético) y volvieron a casa de Jacob, a quien le contaron que su hermano había sido devorado por una fiera. Nos podemos imaginar las escenas de dolor desgarrado de Jacob ante la horripilante visión: ¡Una túnica con mangas nuevecita, echada a perder!

José acabó siendo vendido a un funcionario de Faraón (egipcio, claro) llamado Putifar, que en egipcio antiguo quiere decir “Aquel cuya mujer es más puta que las gallinas”. Como vemos, la Biblia se pone cada vez más caliente; pero antes de relatarles las aventuras de José en el Putiferio (la Casa de Putifar) el Libro nos cuenta un relato que tampoco es manco: “La Historia de Onán”.



Para que luego digan que la religión es un coñazo.

Más (de hecho, la palabra de Dios completa) en el link de ahí arriba.

3 comentarios:

  1. Yo desde luego aún no he avanzado tanto como tú en la lectura de aquesta singular historia, pero ya te dije, casi me despiporro en el metro con la historia del diluvio (toda ella) y por otro lado, el que definitivamente me troncha contando la historia es Guillermo López.

    De verdad, fue un sufrimiento horripilante ir con los hombros convulsos, conteniendo la carcajada y las lágrimas luchando por desbordarse.

    Ahora me he atascado en la parte de Abraham... tal vez no sea culpa de Andrés Boix, si no de mi sequía lectora que persiste y persiste la japuta.

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  2. Buenas, buenas, buenas... vaaaaaya descubrimiento de blog!!

    Me verás a menudo!!

    No quisiera alimentar tu ateísmo pero yo, que estoy bautizada he decidido convertirme en apóstata. Es mucho peor que darse de baja de jazztel...

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  3. Pip, persevera, persevera, la parte de José, hijo de Jacob, es impagable.

    Y Rosa, bienvenida y muchas gracias :)

    Yo también he pensado apostatar, pero por razones que son un poco largas para contar aquí he decidido esperar un tiempecillo.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.