Se supone que ese es el nombre de una de las fases etílicas. Que si el canturreo, que si la deshinibición social, que si oh, qué majos son mis amigos.
En este caso, en mi caso, la exaltación de la amistad es simplemente una consecuencia de la objetividad. De abrir los ojos, de mirar alrededor, y de ver quién hay y qué está haciendo. Estas palabras podrán quedar desvirtuadas por ser escritas con un nivel de alcohol en sangre que podría suponer la pérdida de un buen par de puñados de puntos, si estuviese al volante de un coche y ese coche fuese detenido por un control policial de esos de jueguecito soplativo a mano. Podría. Nos iríamos por las ramas, adjudicaríamos el reconocimiento al emborrachamiento, podríamos inventarnos mil excusas para que dijese de un grupo de gente, mis amigos, una serie de cosas. Pero no por ello serían menos sinceras, menos ciertas.
Aceptémoslo. Son las 6:41 a.m. mientras escribo esto, y yo estoy francamente, concienzudamente, alegremente borracho. Llevo dos días en este estado, para ser francos. Llevo dos días en los que el decorado cambia, los figurantes son despedidos y se contratan otros nuevos, el reloj hace piruetas salvajes hacia delante y hop hop hop hacia detrás, pero los papeles protagonistas son siempre los mismos.
El caso es que tengo unos amigos que no merezco. Que nadie merece. Tengo un amigo que es capaz de cogerse un día de vacaciones para hacer de chofer, para matarme una depresión a base de darme excusas para apretar el gatillo de la cámara (y cómo no amar ese idioma, el inglés, en el que queda el asunto tan claro; fotografiar, to shot, significa disparar. Apunta la cámara, bang bang bang, ahí tienes tres fotos). Que es capaz de pasarse un fin de semana de abstinencia etílica para convertirse en un transporte público oficial y definitivamente mal remunerado. Tengo otro amigo que trabaja conmigo y que es capaz de reengancharse a esos planes postmortem que surgen cuando el mundo termina, todo el mundo se va a dormir y sólo queda en pie la alternativa de buscar un refugio bien provisto de alcohol del que no nos pateen al menos hasta que haya abierto el metro. Tengo una amiga que es capaz de obviar las miles de circunstancias que le habrían servido para Mandarme A Tomar Por El Culo y ahí sigue, llamándome puntual cada noche para preguntar por mi ciclotimia. Tengo otra amiga que por el precio de un café me presta un insetimable e impagable servicio de asesoramiento psicológico. Tengo otro amigo que es capaz, con una sonrisa y un pullazo bien puesto, de hacerme sentir querido. Tengo otro coro de amigos que son capaces de preguntarme qué tal me encuentro porque vieron las fotos de los últimos días y las encontraron especialmente tristes.
No merezco la gente que me rodea. Y esta afimación no es consecuencia de un batacazo de la autoestima, que no es el caso, no: Es, simplemente, que nadie podría merecerlos. El cosmos, a veces, se equivoca, el azar reparte mal sus cartas y uno se descubre jugando al mus, con tres sietes y la sota de oros, levantando la vista justo a tiempo para descubrir que la mano y su compañero se cruzan la seña de treinta y una.
Pienso en el fin de semana como algo terminado, a pesar de que me queda todo el domingo por delante (una vez acometa y cumpla la tarea de dormir lo que debería ser la noche del sábado a domingo, y que, sospecho, va a ser la mañana, mediodía y parte de la tarde del domingo). Y sólo puedo aplaudir. Bostezo, como el leon de la Metro Goldwin Mayer, y pienso que esto mismo hacía el viernes a las 11 de la noche, hace nada, hace tantas horas. Y luego, copa en mano, amigos en formación, comenzaron a pasar las horas, comenzó a desatarse la psicodelia. El balance del viernes (qué técnicamente hablando fue mayoritariamente sábado de madrugada) se cerró con una caricia femenina en mis nalgas, un dedo mío presionando un pecho femenino tras obtener el consiguiente permiso, y unos dientes mordiendo, con cariño y fotogenia, el mismo (y hermoso, por si hacía falta decirlo) pecho. El balance del sábado se cierra a estas horas del domingo con una expedición a Colmenar, por fin, a visitar la casa de un primo (y hay que decir sólo primo por no entrar en detalles de nuestra compleja genealogía que le convierte en algo así como mi tío segundo), precedida por un desbarajuste logístico, una cena deliciosa, un alegre viaje en furgoneta y un desfile de rarísimos vecinos ataviados con togas de colorines y con un epílogo consistente en la devastación sistemática y metódica de las reservas de ron del Gruta 77.
Mientras, copas que se iban vaciando, conversaciones, y mucha sinceridad.
Creo que ya tengo ubicado el problema. Como estoy borracho no sé si ya lo he bautizado aquí. Como estoy sincero puedo llamarlo ciclotimia. Le he estado contando a la amiga preocupada por lo trágico de mis fotos en qué consiste. Se lo he explicado también al héroe apocalíptico con el que he cerrado el Gruta. Les he dicho mi estrategia al respecto. Me han escuchado, se han preocupado, los pobres, siempre de más, han estado ahí. Y yo los quiero por ello.
Con este amigo resistente al paso de las horas y al desgaste de las copas he terminado hablando de lo que es la amistad, y de lo que es la soledad (esa que principalmente parte de un componente sexual, del hastío de la mano derecha y de la estupidez congénita que debe acechar a toda esa parte del género femenino que consiente que gente como mi amigo duerma sólo hoy, esta noche, otra vez).
Yo salí tiroteado de mi última relación, si es que puedo utilizar esa palabra (porque fue una ¿relación? muy alérgica a cualquier palabra que implicase algo, que definiese algo), porque creo que, por una vez, no hice demasiado el gilipollas. Yo salí tiroteado en mi parte más sensible, más expuesta, aunque entonces no me di cuenta, y caminé kilómetros y kilómetros antes de descubrir que aquel sendero de sangre que nacía de mis pies salía de mis venas. Pero hay historias que forman parte de cada uno, historias de las que uno no forma parte pero que forman parte de la gente, que a veces se cobran su tributo. El caso es que aquella historia terminó y yo a veces me deprimo pensando cómo pudo ser que una mujer que andaba bastante loca por mí terminase diciendo alegremente y con evidente tranquilidad "ah, vale" cuando yo la dije que aquello no iba a ninguna parte y que tal vez fuese mejor dejarlo. Pero saqué algo positivo de todo aquello, algo de lo que enorgullecerme, y que tenía que ver con la distancia con mis amistades. Tal vez sea simplemente una consecuencia de haber pasado siempre tanto tiempo sin pareja, sin poder recordar, a estas alturas, a ninguna que mereciese la postdata de estable, tal vez sea solo que mi vida han sido siempre y casi siempre mis amigos, pero cuando llegaron esos días en los que uno podía terminar las noches con algo de sexo y con alguien a quien abrazar y por quien ser abrazado a la hora de los sueños mis amigos estuvieron allí, formaron parte de aquello. Quién no ha oído hablar de esos amigos que, una vez encontrada la cama a compartir, desaparecieron del mapa. Quién no los ha tenido. Quién, alguna vez, no ha pertenecido a esa clase. El caso es que esta última vez no fue así. Porque mis amigos son mi vida y mi vida soy yo, y quien quiera vivir conmigo debe soportarme a mí, y soportar a mis amigos. Ayuda que soportarlos a ellos es infinitamente más fácil que soportarme a mí, neurótico, borde, desagradable, gruñón y ciclotímico. Ayuda que soportarme exija tal nivel de tolerancia (quien sea capaz de meterme en su cama tiene que tener una paciencia infinita). Pero yo sigo sintiéndome orgulloso, porque durante esa última historia, única en años que no fue un simple intercambio de dulces hostilidades de aquí te pillo, aquí te mato y todo muy bonito y adiós y no me preguntes el nombre que da igual recordarlo, yo seguí ahí, y ellos siguieron conmigo. Porque los amigos no son una excusa para pasar el rato, algo que te entretiene mientras, con la caña tendida, esperas a que se tense el sedal. Porque mis amigos son quienes día a día, hora a hora, minuto a minuto me salvan la vida.
Va por vosotros, chavales, chavalas. Va por ti, y por ti, y por ti. Va por vuestras vidas, de las que tan orgulloso me siento de formar una pequeña parte, y por la mía, a la que dais sentido. Va por las mil copas que hemos compartido y por los mil millones de copas que compartiremos. Va por cada una de vuestras risas, por cada una de vuestras sonrisas, y por cada lágrima que, ahogada en explicaciones, veamos morir.
Y después de tanta parrafada, el cortometraje/redención guy ritchiana de la noche:
1.4.07
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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.
Me parece un poco surrealista que tu hayas estado en Torrejon y yo en Colmenar y que , sin embargo, tenga el vago recuerdo de haber estado contigo, ejem.
ResponderEliminarPor otro lado, eres un pelota inagotable y sabes perfectamente que somos tan majos, encantadores y estupendos por un módico precio...aisch, en fin, abandonaremos la acidez y especificaremos que el módico precio no deja de ser tu compañia ;P
Besos guapo (y yo ya te he mandado a tomar por culo pero es que no te vas nunca hijo de mi vida XD)
Ups. Fíjate que vi la errata en una relectura, entre otras, pero luego esa me olvidé de cambiarla...
ResponderEliminarColmenar, sí, colmenar. El sitio ese con los tres CHAMPIÑONES en el escudo, en cualquier caso.
Y efectivamente recuerdo que me has mandado a tomar por culo muchas veces, cuando me insistes en que cambie mi orientación sexual y me haga gay, pero niña, es que no se puede cambiar la naturaleza sexual de uno aunque sea para darle un capricho a tu mejor amiga.
Pelota!!!. Que casi me has hecho saltar las lágrimas.
ResponderEliminarDebe de ser que la ausencia de alcohol en sangre y la cafeina me han hecho hipersensible...
O que eres una nenaza :P
ResponderEliminar;)
Tengo una duda:
ResponderEliminar¿Cómo puede ser que te pases la semana laboral quejándote de que tienes sueño y luego llegue el fin de semana y no pares ni un momento?
¿El ser humano está loco o se lo hace?
¿Por qué llueve si ya estamos en primavera?
Y .... ¿a qué huelen las flores?
Vaya ... dije que tenía una duda, parece que eran algunas más ....
PD: Ya dije con anterioridad que, enferma, lo que se dice enferma, estaba. Mi único problema es que no conozco en qué consiste mi enfermedad ... Sigo intentando averiguarlo.
Respondo a todas tus preguntas en riguroso orden. Es más aburrido, pero facilita la comprensión.
ResponderEliminarPrimera: No es que no pare ni un minuto, a no ser que cuentes el dormir como actividad, también. El truco del fin de semana es fácil, es simplemente hacer una cuenta muy sencilla, si te metes en la cama digamos a las 8 de la mañana entonces duerme por lo menos hasta las 4 de la tarde. Suma ocho, y a partir de ahí, lo que se pueda y a lo que de tiempo :)
La segunda es muy fácil. Hay de todo. Incluso habrá quien haga ambas cosas, estar loco y además fingirlo, y yo conozco a unas cuantas personas que ni están locas ni fingen estarlo. Pero por lo general la gente a la que conozco se inventa pocas cosas.
La tercera tiene truco: Llueve porque estamos en primavera.
Y la cuarta, dependerá de la flor. A mí suelen olerme a alergia y a estornudos, últimamente. Y así no hay quien se haga poeta (una de mis mayores frustraciones, snif).
Y respecto a la postdata, antes de plantarle batalla a nada conviene saber o tener una idea de qué es. Así que persevera, persevera. Y cuando se te ocurra algo, ponlo siempre en duda, que no te venza la hipocondria ni las ansias de encontrar algo que encaje.
Junito, eres una nenaza, definitivamente... jaajajajaja
ResponderEliminareres el mas grande,
ResponderEliminarclaro que esto asi a secas puede incluir solo a juan...
sois los mas grandes,
claro que esto excluye a vero...
sois lo mejor.
esto creo encaja bien :D