20.3.07

el barrio #4: frenazos, vocerío y sirenas

Llego a casa, subo las escaleras, entro al baño libro en mano y cuando voy a salir suena un frenazo, suena un plaf. Yo no le doy más importancia hasta que regreso a mi habitación, porque puede haber mil causas para un frenazo. La gente es muy burra aparcando, los autobuses son muy anchos, la calle muy estrecha, en fin, para nada se pone uno a pensar posibles consecuencias hasta que entra a la habitación y escucha el clamor de la multitud bajo mi ventana. Mala señal. Subo la persiana, después de un intenso minuto de debate sobre si levantarla implica ser un cotilla morboso o si no levantarla implica ser un egoísta inhumano, y me encuentro una escena que todos tenemos vista mil veces. Apenas mis ojos distinguen la calle la persiana vuelve a su sitio cayendo a plomo. Porque no hace falta ver más. Porque todos hemos visto esta escena en algún capítulo de Urgencias, de House, de Anatomía de Gray, en mil películas. La gente discute con el conductor, que se defiende, a gritos y ofendidísimo, que iba despacio; a sesenta, dice, por una calle estrecha de dos carriles. Yo me pregunto si sabrá que 60 km/h son más de 15 metros por segundo. Y me pregunto también a qué velocidad conduzco yo por esta calle (normalmente despacio, porque voy buscando dónde aparcar). También qué hacía alguien ahí, en mitad de la calzada, donde no hay ningún paso de cebra. Y también si escribirlo no me coloca al nivel del segundo fotógrafo de ayer, el de la foto de la niña moribunda y el buitre.

Qué lástima. Con el tiempo wagneriano que tenía el día. Con la primavera jugando al escondite pero acercándose a toda máquina. Qué pena. ¿Por qué nos matamos así tan tontamente? ¿Por qué corremos con el coche? ¿Por qué pensamos que estas cosas nunca ocurren?

Sólo queda una opción. Odiar con saña a la gente que pita, indiferente a la tragedia, a las luces de la ambulancia, al masaje cardiaco de los enfermeros, pensando sólo que llegan tarde a casa, que les van a cerrar el supermercado, que cuanto más tarden peor va a estar el buscar aparcamiento, que hay que duchar a los niños (y menos mal que hoy no hay fútbol). Odiar también al círculo de curiosos, al debate improvisado sobre civismo y velocidad punta. Que hay momentos y momentos, que la vida no es un programa matinal de televisión, que no todo sitio es bueno para una mesa redonda. E intentar aprovechar esto. Para correr menos, y no matar a nadie. Para mirar a ambos lados antes de cruzar, y que no nos mate nadie. Y dejar que pase el tiempo e ir olvidando, y volver a correr, y volver a cruzar dejándole el asunto de la elección del momento al instinto muerto de sueño.

Así que ya sabes. Mira a ambos lados antes de cruzar, y cuando cojas el coche no corras, ¿eh?

1 comentario:

  1. Vamos como locos a todos los sitios, tanto conductores, como peatones.
    Gracias por el consejo, miraré a ambos lados. No me gustaría perderme la primavera, es mi estación favorita.

    ResponderEliminar

Con la tecnología de Blogger.

Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.