6.1.07

La poesía del azar


Día diecinueve.
de la densa, indudablemente hermética, puerta.
¿ellos?
camino. Uno menos, quedan dos. Steengo, siento que realmente estarás satisfecho durante años. Empezaron a venderlo para fomentar el hábito.
Para siempre. Es su raro priviletio para ser admitido al Paraíso, tan cargado como cuando me tomé el cristal. Él lo abrió tras la jarra, lee.
¿Acechar en la oscuridad? ¿Inmovilizar una guardia armada y vigilante? ¿Qué quieres decir con lápida? ¿Y con pena de muerte?
Marcado. Saliva.

Esto me llegó ayer al correo, en versión inglesa, junto a una imagen que incluía una serie de pastillitas y precios en dólares (viagra, prozac, etcétera). Un mensaje de spam, pero tan absurdo y tan incomprensible que me dejó prendado, leyendo en inglés esas palabras una y otra vez, con una corriente de significados y de sensaciones que variaban y se transfiguraban de una lectura a la siguiente.

Qué le vamos a hacer, la poesía surrealista tiene su punto. ¿Pero eso es poesía? ¿Hay un poeta del absurdo detrás, redactando textos que copiar junto a la propaganda de pastillitas?

Parece ser que no, o no directamente. El invento es una nueva generación de spam pensado para poder colarse en nuestros buzones de correo. A día de hoy muchos de ellos utilizan lo que se conoce como filtros bayesianos para detectar qué es spam y qué no (el jamón, lo llaman). Estos filtros calculan la probabilidad de que un correo sea spam viendo la proporción de palabras típicas del spam que tiene ese correo, y en consecuencia los spammers han inventado lo que se llama el envenenamiento bayesiano de mensajes, que consiste en meterles cadenas de texto aleatorio que engañen a los filtros y les hagan pensar que ese correo no es spam. El resultado también tiene nombre, ya; spamoetry, spamoesía, el spam que resulta entretenido de leer desde un punto de vista literario.

A mí me da por pensar en Conde Cero de William Gibson, donde una mujer buscaba al misterioso creador de unas obras de arte del estilo de las de Joseph Cornell para terminar descubriendo (si pretendes leerte este libro algún día más te vale saltarte lo que queda de frase) que el autor era un robot que se dedicaba a recoger restos de cosas y colocarlos en cajas. El resultado era, contaba Gibson, de una belleza conmovedora. ¿Estamos viendo los primeros pasos en esa dirección, por cortesía de los diseñadores de spam?

Siempre es complicado definir qué es el arte, o por lo menos yo lo veo más allá de mis posibilidades, pero si aplico mi definición de andarme por casa de que el arte es aquello que tiene el poder de conmovernos (aunque no siempre, mira Miró, blerg) esto podría llamarse así, y atribuirle el mérito al programador es correcto pero no deja de ser como alabar al dueño de los infinitos monos que alguien podría encerrar con máquinas de escribir a ver si alguno escribía algo coherente. En cualquier caso por ahí van esos correos, despertando mayormente hastío, hartazgo, indiferencia y cabreos, hasta que, si son buenos y superan los filtros, topan con alguien que los lee y alza las cejas y se queda pensativo y releyendo.

Pienso también en Alan Turing y test, releo y me veo incapaz si ese montón de surrealismo fue escrito por una persona o por una máquina, y lo que es en este área no veo yo ya tan clara la línea que limita hasta dónde llega el imperio de los cables y los transistores y desde donde empieza el de la carne.

(tenía preparada y está ya subida al blog una foto al respecto, pero por alguna razón Blogger no me quiere dejar subirla. Qué le vamos a hacer)

(edit: Ah, vale, dos días más tarde sí me ha dejado. Algo es algo. Post completo)

1 comentario:

  1. Te lo juro por Arturo que no es por comentar con el mozilla y poder acceder a mi blog... pero eso de:

    "Para siempre. Es su raro priviletio para ser admitido al Paraíso"

    Hace tiempo que quería decir que me gusta muchomucho ª_ª

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.