11.12.06

¡Qué bonita, la vida laboral!


Pues yo no sé hasta que punto será consecuencia de las ansias acechantes hacia las ocupan-tes de las oficinas colindan-tes, pero el caso es que me recuerdo a mí mismo en mitad de estas mini-vacaciones que suponen, para los que lo hacemos en plan XL, el puente de Diciembre, me recuerdo, decía, cubata en ristre, codo en barra, sonrisa suicida y pinchazos en el hígado, pensando con ansias por el día de hoy: Madrugar, ir al trabajo, las rutinas diarias, inocuas, indoloras, ¡el descanso! Hay vidas, las mías valen de ejemplo casi todas, que conciben el trabajo como esa pausa salvadora que le mantiene a uno con vida, y el ocio como eso que uno hace para ganarse la vida, o para irla puliendo y desgastando en las partes de más roce (que, oh tristeza y desperdicio, son a día de hoy la parte de la mano que agarra las copas y la carganta, por la fricción).

Empezaba yo con el surrealismo encaramado a la chepa la semana. Después de sufrir las andanzas del jet-lag me he despertado ¡a las seis de la mañana!, por una mezcla de sed y furor autobusil, y como duermo más contento cuando aplaco la sed (ah, agua bendita. Lo dicho, si la cobraran a precio de Whisky, yo bebería agua en los bares. Qué rica) me he levantado, he dado tumbos por la casa a oscuras, ay, clonk, tong, uy, plaf, au, me he hartado de agua y me he vuelto a la cama. Y entonces he escuchado el rumor del agua en el circuito de la calefacción, que en teoría fue apagada por mi compi de piso anoche sobre las 11 y media y de nuevo por mí sobre las 12. Así que me olí algo raro, me levanté y, como tiendo a fiarme muy poco de mí mismo por tanto haber meditado sobre la realidad y los sentidos estafadores, me he colocado junto al radiador, muerto de frío, abrazándolo con mis manos, y he creído sentir con razonable certeza tres cosas;

Primera, que aquello se calentaba.
Segunda, que efectivamente hacía ruido.
Y tercera, que sin lugar a dudas yo estaba (tercera-a) despierto y (tercera-b) muerto de frío.

Pero aquello no podía ser, así que me he calzado las pantuflas y he surcado de nuevo la casa, ahora con menos trompicones debido a lo más despierto de mi estado y, sobre todo, a que el primer paseo había contribuido a alejar los objetos más peligrosos de la ruta a golpe de espinilla, y me he ido a la terraza a ver si la calefacción estaba encendida o apagada.

Y estaba apagada. Así que la he encendido y la he vuelto a apagar, luego me he quedado escuchando cómo el agua se tranquilizaba en su interior y cuando la que yo acababa de beber comenzaba a convertirse en cubitos en mi estómago me he vuelto a la cama la mar de confuso, en un estado de gilipollez autoconsciente que me ha ocupado durante gran parte de la mañana.

Concretamente hasta las 12 y pico, cuando literalmente desplomado contra una pared y sobre un radiador esperaba la llegada del ascensor para ir a desayunar, y del baño ha salido camino de su oficina mi adorada vecinita. Estupor, pensamientos a bote pronto: "Es guapa / ¿Me afeité anoche? / ¡Sí, me afeité anoche! / sí que es guapa la jodía". Ella ha llegado a su puerta, ha metido la llave, me ha mirado, me ha sonreído y me ha dicho "hola", y yo he sido su eco, "hola".

El resto de la mañana han sido bostezos y esa sonrisa estúpida que se le pone a uno cuando puede fantasear imposibles para darle esquinazo al tedium vitae. Pero por la tarde, cuando subíamos de otra pausa, ¡nos hemos vuelto a cruzar con ella, que se iba ya a su casa! (o a donde coño vaya cuando sale del edificio, a tirarse a alguien, a críar a sus hijos, a pasar hora y media en una iglesia o a introducir en funestos sobres propaganda electoral del PP: La de terrores que puede uno pensar en tres segundos) Y yo no sé qué iba diciendo, tonterías como siempre, y ahí me he quedado, diciendo más tonterías hasta que ella ha cogido su ascensor y a mí han conseguido convencerme a base de capones para que sacase las llaves de la oficina, y ahí han quedado mis tonterías, flotando en el aire para que las escuchase, para que aun pensando que a su lado trabaja un imbécil al menos algo mío, mi vocecita, se arremolinase por un instante a su alrededor.

Y así ha sido el día. Y yo no sé, pero tengo ganas de ir mañana a trabajar, por estúpido que me haga sentir. Pero es una estupidez divertida, qué cojones.

Ea, besitos. Voy a ver si convenzo a una que yo me sé para que me deje presentarla a Tenacious D.

5 comentarios:

  1. En realidad ella debería de darse cuenta de lo adorable que eres (y pedante). Tú sigue poniendo en funcionamiento la ruleta del encuentro casual, que es de lo más emocionante. ¿Por qué no, un día de estos, le sacas una fotito furtiva y me la pasas? No voy a hacer nada con ella.

    Yo, por mi parte, muchas muchas ganas de trabajar mañana no tengo, ni tampoco de ir al curso de formación por la tarde. Pero lo haré todo ello con dignidad, pensando en que, probablemente, al terminar todas esas obligaciones le de un toque a mi dependienta y ella me permita acompañarle en la compra de ropa y me cuente qué le ha parecido el regalo que le he hecho hoy.

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  2. ¡¡¡Pero qué complicados sois algunos hombres por Diosssssssssss!!!
    Con lo sencillo que sería decirle a la señora/señorita en cuestión, ¡¡Hola, buenos días qué tal :-))!!
    ¿Oye, te apetece tomar un café a la salida del trabajo?
    O, !!Qué hora es, me he dejado el reloj en casa!!
    Hay que romper el hielo ricura.
    Un simple hola es poca cosa, dale más vidilla a tus palabras, se te dan muy escritas, pues que salgan por tu boquita así de bien.

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  3. Juanillo, como te dije por lo bajini lo de la foto está complicado: Mi cámara es bastante fácil de percibir, y el hecho de que cuando la disparas haga un por otra parte adorable ruidito parecido a *CHACA* complica aún más el asunto, puestos a hacer fotos en plan disimulante infiltrado. Así que nada, tendré que invitarla a ese café y a ver si se deja hacer una foto.

    Y saluda de mi parte a tu dependienta.

    Yo, gracias, si la teoría está muy fácil y muy bien, y ya me la sé. Es decir, me sé todas las teorías y soy capaz de pensar cinco nuevas cada segundo. Pero las taquicardias están ahí. El corazón, que se me emociona el muy imbécil.

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  4. El hecho de que tengas ganas de ir a trabajar es bastante sintomático: tarde o temprano se lo vas a soltar, así que sólo estás retrasando lo inevitable. La próxima vez ya sabes.

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  5. Tiene toda la pinta, sí...

    En fin, otro día sin verla. Como me decía hace un rato mi compi de piso, tampoco puedo quejarme, antes podía pasarme una semana o dos sin encontrármela... pero ahora de pronto el tema me pone nervioso. Qué cruz eso de andar todo el rato a los ruidos del descansillo, uno nunca sabe cuándo va a tener que tener unas ganas terribles de mear/echar un trago de agua/bajar a tomar un café/etc así de golpe y sin tiempo de reacción, buf.

    Creo que todo esto me está haciendo quemar grasas.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.