19.12.06

No están ahí

Hace unos días, no recuerdo cuántos, pero no muchos, salía del metro camino de casa, a la hora de comer, y delante mío salía una mujer. Era joven, se le adivinaban unas bonitas piernas debajo del pantalón y caminaba deprisa, en la misma dirección en la que está mi casa. Así que forzado por la ruta yo la seguí, bastante contento porque me gusta caminar detrás de mujeres a las que incluso con pantalones se les adivinan bonitas piernas, pero como a la gente le suele poner nervioso que camines detrás de ellos mucho rato me cambié de acera y me dediqué a observarla de reojo, no por nada, es que me gusta observar, ya lo sabes. Y llegó antes que yo al primer cruce, y giró en la misma dirección en la que yo iba a girar, y cuando llegué allí no había ni rastro de ella. Fue extraño porque ahí no hay portales en los que meterse, pero bueno, yo me encogí de hombros, llegué a casa y lo olvidé.

Dos días más tarde, y no sé por qué recuerdo con tanta precisión que fue justo dos días más tarde, se repitió la escena. Surgió caminando delante mío de entre la estampida del anden del metro, solo que esta vez conseguí colarme delante de ella en las escaleras mecánicas, caminé ante ella la calle entera y cuando llegué al cruce caminé unos pasos, me detuve y me volví a mirar, curioso, por ver dónde se metía cuando llegaba a ese punto. Y no dobló la esquina. Me quedé unos segundos eternos, y ella venía detrás mío, porque podía escuchar sus pasos cuando no pasaban coches, pero no dobló la esquina. Me pareció algo raro, y lo olvidé.

El viernes pasado volvía a casa, estaba esperando al metro en el andén, y junto a mí, en un banco, había dos mujeres esperando. Yo asumí que se conocían por cómo estaban colocadas, una sentada y la otra de pie pero muy cerca de ella, a una distancia que sólo es posible desde la confianza, aunque había algo raro en cómo no se daban la cara, en como cada una parecía mirar en una dirección. Y llegó el metro, y una se quedó donde estaba pero la otra se colocó a mi lado, esperando a que se detuviese el convoy. Cuando se abrieron las puertas vi un hueco estratégico al fondo del vagón, junto a una puerta, uno de estos lugares donde puedes apoyarte sin que nadie te incordie, uno de esos lugares por los que la gente es capaz de darse codazos, y como soy así me hice el tonto lo justo para que la mujer que tenía al lado me adelantase y, como era de esperar, se colocase en ese sitio. Yo la seguí, me agarré a la barra que había a su lado y me puse a leer, como a medio metro de ella. Tampoco me quedaba otra, el vagón estaba bastante lleno. Y cuando llegué a mi parada ella no se había movido y yo, que como ya he dicho me gusta observar, la había echado un par de vistazos. Llevaba un gorro de algo que parecía o imitaba al cuero que le escondía los ojos, un pañuelo azul oscuro, los labios fruncidos con gesto de concentración. Llegó mi parada, di la vuelta, me alejé hacia la puerta, y en el reflejo del cristal vi que ya no estaba ahí. Pensé que se habría movido detrás de mí para salir, también, en aquella parada, donde al fin y al cabo se hace un transbordo y mucha gente cambia de tren, pero el reflejo del cristal me enseñaba gente alrededor mío pero ni rastro de ella. Pues habrá aprovechado para sentarse, pensé yo mientras salía, se cerraban las puertas y el convoy empezaba a andar de nuevo. Así que miré al vagón y ahí no había nadie con un gorro.

Y hoy, esta misma mañana, harto de no ver a mi vecina de la oficina desde el lunes pasado, he decidido pasar a la acción y recurrir a mis escasas labores detectivescas; en el rellano de nuestro edificio he buscado, en los paneles que dicen qué empresa hay en cada oficina, el cartel correspondiente a la oficina 1109, la oficina contigua a la nuestra. El cartel estaba vacío. Así que he subido, me he acercado a la misma, y he pegado la oreja a ella. Nada. Silencio. He entrado por fin a mi oficina, pensando que tal vez se le hubiesen pegado las sábanas, y al mediodía, con la excusa de ir al baño, he salido de la oficina y me he vuelto a acercar a escuchar, con el mismo resultado: Nada, silencio. Y no sé por qué, porque sabía qué iba a ver, me he puesto de rodillas, me he agachado y he mirado bajo la puerta, y no he visto más que una línea de oscuridad.

Tampoco hacía falta ya, pero luego, cuando he bajado a comer, antes de afrontar el viaje en metro a casa y el caminar junto a la mujer que se desvanece cuando llega al cruce, he preguntado al portero por la oficina de al lado. Se alquila, está vacía, me ha dicho él, y yo no me he atrevido a preguntar desde cuándo, porque en el fondo lo sé.

6 comentarios:

  1. Ouch!
    A veces las historias son más cortas de lo que nos gustaría, parece que justo cuando le estamos cogiendo el gusto, cambian.

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  2. Va a ser que tiene razón mi plural .... Los chicos sois curiosos por naturaleza, mucho más que las chicas, si lo pensamos en serio. Pero ... ¿Qué sería del mundo sin ese sentido vuestro tan curioso?
    Espero que tengas suerte y acabes tropezando con la mujer del cruce ... ¿O mejor no?

    Un saludo

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  3. ¿Nadie más que yo, al leer este post, ha considerado la posibilidad de que te estés volviendo loco? Porque yo la veo claramente, ¿eh? :-O

    Aunque también me ha pasado por la cabeza que se trate de fantasmas que intentan decirte algo. Pero al ser sólo fantasmas con apariencia femenina, la hipótesis de la locura personal coge más peso.

    Si aceptas una sugerencia, a la próxima que veas a alguna sospechosa de desaparecer, le haces una foto. Y si te dice algo ni le respondas, total, va a desaparecer... y así vemos los demás si lo que ves tu coincide con eso, con lo que vemos los demás ^_^

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  4. Lamento lo que pueda arañar a tu corazoncito, pero la verdad es que es muy buen argumento para una película, tal vez ellas y tú estais en diferentes "tiempos" o en diferentes dimensiones, o llevas una gafas que pertenecieron a alguien que las conocía, o has perdido la memoria y tienes flashes con las imágenes de tu pasado......

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  5. o de tu futuro, o no haces más que caer en agujeros negros o tienes memoria selectiva periferica o duermes poco y confundes los sueños con la realidad o vete a saber.
    La idea de que hagas una foto la prózima vez me parece genial

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  6. Vero #1, a veces el mundo no hace justicia a las fantasías. ¡Pero otras veces sí! Le da gracia al hasunto.

    Vero #2, ¡generalizaciones sexistas! Tu plural dirá misa (no, espero que no lo haga, la verdad) pero dudo mucho que la curiosidad dependa de algo como el género. Respecto al mundo, bueno, con curiosidad igual lo entendemos y todo. O lo descubrimos. O lo encontramos. Si no lo quemamos y desertizamos antes. Uy, qué despiste, ¡si ya lo hemos hecho! En fin, otra vez será.

    Anna, no, no he considerado la posibilidad de estar volviéndome loco. He considerado la de estarlo y la de no estarlo, pero no hay ningún estado de transición de una cosa a la otra, en ninguna dirección. Pero no, no estoy loco, tranquila. A lo mejor en algún sentido psiquiátrico sí, pero yo me considero muy cuerdo en el sentido no peyorativo del término. Tranqui tronca. Ña ña ña. No creo que la palabra para definir a esas mujeres sea fantasmas así que las seguiré llamando esas mujeres... Pues no creo que esas mujeres quieran hablarme, porque no lo hacen. Tampoco digo que no haya fotografiado alguna, normalmente no me quedo mirando si la gente a la que fotografío sigue ahí después de la foto, o si desaparece al doblar una esquina. Y lo mismo es aplicable a la gente con la que hablo.

    Lentejuela, no lamentes los arañazos. No me importan. Siempre me gustaron los gatos, aunque arañaban. Pero no siempre arañaban. Lo dicho, le da gracia al asunto. Digo hasunto, perdón. Respecto a lo de otras dimensiones y otros tiempos, ¡nooo! La Relatividad hace todo eso imposible v_v Y puestos a hacer películas yo haría una película coherente.

    :::

    Y a todo el mundo en general: No creo que lo importante de todo esto sea encontrar una explicación.

    Y como postdata, epílogo o lo que fuese, en la mano de la vecina de la oficina de al lado había un anillo de casada. Oooh.

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Hola, me llamo David, tengo un blog, me gusta la música que no le gusta a nadie y las películas de Clint Eastwood, aborrezco las fotos de anocheceres y cada vez más libros. Escribo bobadas, sin pensarlas mucho, y cuentos del oeste que, que no cunda el pánico, no cuelgo aquí.